Miami Beach, enviada especial. Hacia donde uno dirija la mirada, la escena se repite en los jardines del gran hotel. Los invitados van y vienen con ambas manos ocupadas, en una llevan una copa de champagne ; en la otra, un pan. Sí, un pan. Con diferentes formas y preparados con diversas harinas, los panes llegan en bandejas que circulan sin parar y acaban de salir de un gran horno de adobe que es, en realidad, una obra de arte contemporánea. Ocurre que el horno que cocina los panes de esta fiesta que se lleva adelante a orillas del mar es una de las seis obras realizadas en estructuras de aluminio, adobe, ladrillos refractarios y bronce por el artista argentino Gabriel Chaile (Argentina, 1985) para la segunda edición del Faena Festival. Se trata de una muestra que se desarrolla en esta semana del arte en Miami y que abrió anoche con The Last Supper (La última cena), el megaevento curado por Zoe Lukov que cruza espiritualidad con tradiciones culinarias y que convocó al mundo del arte y la política -el propio alcalde de Miami Beach Dan Gelber pasó por allí- en el complejo de la avenida Collins que lleva el apellido del conocido diseñador argentino. Todo culminó con grandes fuegos dominados sobre la arena por el celebrado Francis Mallman, quien condujo un gran asado de carnes y pescados para cientos de personas.
Mientras en la playa, a unos metros de la orilla un bote inflable con pantallas led reproduce series y películas que forman parte de la programación y la gente se acerca a visitar los Budas monumentales diseñados por el artista chino Zhang Huanca (uno de aluminio, el otro creado con cenizas de fieles de templos budistas), Chaile -quien desciende de una familia de raíces aborígenes de la ciudad de Tucumán- busca en los jardines del hotel explicarles a los visitantes de qué manera su trabajo refleja la estética de las culturas indígenas que habitaron y en algunos casos aún habitan la tierra de sus ancestros. Su proyecto para The Last Supper -las seis esculturas totémicas precolombinas- es su comisión más grande hasta hoy.
En una noche fresca y algo ventosa y mientras el humo de las parrillas gigantes de la playa prometía sabores extraordinarios con sello Mallman, Chaile conversó brevemente con Infobae.
-Ya estás acostumbrado a mostrar tu obra fuera de la Argentina, pero me gustaría saber qué significa eso para vos y si creés que significa algo importante para el arte argentino en general mostrarlo fuera del país.
-Pienso que es interesante los caminos que se van abriendo y los van abriendo generaciones de artistas. Siempre pienso en términos genealógicos la historia del arte contemporáneo, entonces una de las cosas que más me gusta ver es qué hizo la generación anterior a mí y cómo va abriendo camino, ¿no?, es como si tuviera un machete y va generando nuevos surcos, y entonces en ese sentido he mirado a un montón de artistas argentinos, primer de Tucumán, después de Buenos Aires y de todo el país y he mirado su recorrido. Su recorrido afuera y también esta cuestión de la excepción, como que cada tantos años hay un artista que de repente tiene una visibilidad internacional grande y eso está buenísimo que haya pasado pero de repente sería bueno que no fuera así. Argentina tiene un potencial tan grande pero de repente tiene unas políticas culturales que un poco no acompañan y entonces se nota siempre muy heroico el caso particular de un artista como en un momento fue Kuitca, después Macci, Erlich mismo, Adrián Villar Rojas y Adriana Minoliti. Es buenísimo que eso pase, ellos van marcando un camino y eso de alguna manera nosotros lo vamos mirando.
-Mencionás una genealogía de artistas y por otra parte está también la genealogía de tu obra, que es arte contemporáneo basado en una larguísima tradición de artesanía en el continente.
-Cuando encuentro casi por casualidad mi acercamiento y mi familiaridad con las piezas arqueológicas del noroeste argentino, de donde yo vengo, realmente siento esto que digo, una familiaridad muy grande y me vuelvo a conectar con relatos sobre mi abuela, que era una artesana indígena, a quien yo no conocí. Eso, mezclado con toda la información académica de la formación grecorromana, da como resultado esto.
-¿Te genera alguna contradicción exponer en un lugar como Miami o como Art Basel una obra como la tuya, de larguísima tradición artesanal latinoamericana? ¿Hay un choque ahí?
-En realidad, no, porque entiendo que soy un ciudadano tucumano con un montón de información que tiene que ver con la vida rural de Tucumán pero yo nací en Capital y al mismo tiempo vivo en el capitalismo y enamorado de Adidas (se señala entre risas la remera que lleva puesta). Entonces, esa combinación extraña entre el relato, la tradición, el vivir en la periferia de San Miguel de Tucumán que es capital pero es medio campo, o lo era, hace este cruce, ¿no? Entonces, no me genera contradicciones.
-¿Sos un artista argentino, tucumano, latinoamericano? ¿Qué es lo que sentís?
-Ay, yo siempre me confundo con eso. Hace un rato me decían: ¿de dónde sos? De Tucumán, decía yo. Me gusta decir tucumano, sí; no sé por qué, pero me siento argentino, obviamente. Lo de latinoamericano nunca lo pensé así.
-¿Los extranjeros te preguntan por cuestiones históricas cuando ven tu obra?
-Sí. Y me preguntan por ejemplo si soy peruano, por el peso de la imagen y entonces yo les cuento sobre las culturas a las que hago referencia en mi obra, que son culturas chiquitas que existieron y que aún hay muchas comunidades que son parte de esas culturas indígenas del noroeste argentino.
-Recién hablabas de la falta de políticas culturales sostenidas, de la patriada que significa cada vez que un artista se abre camino. ¿Tenés expectativas puestas en el tiempo político que se abre ahora, en unos días?
-Claro, sí, sí. Escucharlo a Alberto hablar sobre un plan federal de Cultura y además su vínculo con el hippismo y con un montón de otras cosas que exceden al peronismo -al que yo también adhiero- y con la música, además, me parece un aire fresco, nuevo y estoy completamente ahí. Quiero estar ahí. (sonríe)
-¿Y cuando hablás de la tradición, en qué tradición te gustaría que te insertaran?
-A mí me gusta mucho... el otro día hablaba con un amigo y le decía que hay algo que los artistas dejan suspendido, proyectos suspendidos. Me gusta pensar mi obra en relación con el horno de Grippo (N. de la R. Chaile habla de Víctor Grippo, quien en 1972 participó en Buenos Aires en la muestra “Arte e Ideología, CAYC” al aire libre, en la plaza Roberto Arlt, donde presentó la obra Construcción de un horno popular para hacer pan). Pienso que queda un potencial ahí y también pienso mucho en Quinquela, porque cuando llegué a la Boca me sentí muy cercano al barrio y me enteré de toda la obra política de Quinquela, el hospital, la escuela.
-La política te resulta algo importante no sólo en términos de lo que pueda pasar con las obras sino con el arte mismo. ¿Creés en la función social del arte, entonces?
-Sí, para mí sí. Yo confío, tengo fe en eso. Entiendo que hay otras producciones artísticas que son completamente diferentes y apuntan a flancos distintos, pero yo voy por esto que te digo. Tiene que ver con la creatividad, que es algo que excede al arte: es pensar en cómo hacer las cosas de un modo diferente a como estamos acostumbrados.
Fotos: Muchnik
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