No hay nadie como Enrique Cadícamo. Desde El Zorzal pasando por Agustín Magaldi, Libertad Lamarque e Ignacio Corsini hasta Roberto Goyeneche y Guillermo Barbieri interpretaron e hicieron de sus letras hits que aún persisten en la memoria de los amantes del tango y en la de cuántos se atreven a indagar en el trabajo de uno de los más increíbles letristas argentinos.
“Difícil se hace encontrar un autor tan prolífico dentro de cualquier cancionero del mundo; abordó cuanto tema imaginable para ser cantado y en todos los ritmos”, lo describió el historiador tanguero, Orlando del Greco quien en una biografía sobre Cadícamo narró cómo fue el primer encuentro en París entre el poeta y Gardel.
“¡Cómo no recordarlo! Fue en enero de 1929. La misma noche que llegué, lo primero que hice fue ir a escucharlo. No sabía dónde cantaba, pero no era difícil averiguarlo. Por aquel entonces El Garrón tenía más de consulado argentino que de cabaret y tomando un taxi allí me fui (...) Después de aguantar los abrazos de los argentinos que allí estaban, pregunté dónde cantaba Carlitos y acompañándome varios fuimos al Florida. Fue una emoción grande encontrar así de golpe a Gardel cantando en París. Escuchándolo le parecía a uno mentira estar tan lejos de Buenos Aires”.
El primer tango que escribió fue “Pompas de jabón”, con música del pianista y compositor Roberto Emilio Goyeneche.
Un breve repaso por la vida de Enrique Cadícamo
Usó los pseudónimos Rosendo Luna y Yino Luzzi, y fue el décimo hijo de una familia de inmigrantes italianos. Nació el 15 de julio de 1900 en General Rodríguez, provincia de Buenos Aires. A sus seis años su familia se mudó a Floresta, barrio en el que comenzó a frecuentar los cafés que entonces eran mecas culturales y literarias. El día que cumplió 18 años entró a trabajar en el Consejo Nacional de Educación, donde conoció al poeta Leopoldo Lugones.
Con 26 años publicó Canciones grises, su primer libro de versos, en el que destaca la influencia del tango. Le siguieron La luna del bajo fondo (1940) y Viento que lleva y trae (1945). Más tarde escribió las novelas Café de camareras (1969) y El desconocido Juan Carlos Cobián (1972), dedicada a su amigo y destacado compositor, director de orquesta, pianista y letrista.
Si bien Cadícamo se destacó por su prosa, la consagración le llegó cuando convirtió sus reflexiones sobre el mundo en letras de tangos. El primero fue Pompas de jabón (1924), con música del pianista y compositor Roberto Emilio Goyeneche —tío del Polaco—, y gracias a esa letra su historia se entrelaza con la de Carlos Gardel quien grabaría otros veintidós, lo que significó para el autor reafirmar su éxito en París.
La letra de ese primer tango llegó al Morocho tres años después—el máximo cantor del momento (y de todos los tiempos)— y lo grabó en 1927. Poco tiempo después se conocieron y se unieron en una estrecha amistad tanto así que el Zorzal fue homenajeado por Cadícamo con la letra de Anclao en París, tango en el que cuenta los días del cantor en Francia.
“Tirao por la vida de errante bohemio / estoy, Buenos Aires, anclao en París. / Cubierto de males, bandeado de apremio / te evoco desde este lejano país. Contemplo la nieve que cae blandamente / desde mi ventana, que da al bulevar / las luces rojizas, con tono muriente, parecen pupilas de extraño mirar.”
El tango Madame Ivonne fue la última interpretación que el Morocho grabó en la Argentina, antes de partir el 6 de noviembre de 1933 en la gira en la que perdió la vida.
Los cantores más importantes de todos los tiempos interpretaron a Cadícamo, quien defendió el 2×4 original, al que diferenciaba por lejos de los nuevos sonidos. En su extensa trayectoria escribió la vida que veía y sentía.
Otras letras interpretadas por Gardel fueron Muñeca brava, letra escrita para una música de Luis Visca que había obtenido el sexto premio para tangos sin letra del quinto concurso organizado por el empresario discográfico Max Glücksmann en 1928; Cruz de palo, grabada por Gardel el 1 de marzo de 1929; De todo te olvidas, tema que incluyó versos del poeta Evaristo Carriego y que obtuvo el primer premio para tangos con letra en el sexto concurso de Glücksmann de 1929.
“Éxito es andar por la calle escuchando que la gente silba un tango de uno... Esa es la mayor gloria para un autor, aunque quien silba no sepa ni el nombre ni quién lo hizo”. Enrique Cadícamo.
La dupla Cadícamo-Cobián
Juntos formaron una dupla creativa excepcional, de esas asociaciones casi perfectas que dejaron tangos memorables: La casita de mis viejos, Los Mareados y Nostalgia, en ellos la evocación nostálgica de lo perdido dice presente con letras simples que evocan los recuerdos de la vida pasada y lamenta la que no pudo ser.
Fue tan reconocida la amistad entre ambos que Cátulo Castillo definió: “Decir Cobián y Cadícamo es denunciar la fórmula de una identidad inexcusable, por fusión integral que parece biológica”.
Cadícamo también aportó al teatro con las obras Así nos paga la vida —en colaboración con Wally Zenner—; La Baba del Diablo, El Romance de Dos Vagos, El Cantor de Buenos Aires y La Epopeya del Tango.
Para el cine dirigió y escribió las películas Virgencita de Pompeya, Noches cariocas y Nace un campeón. Fue guionista de Noches cariocas (1935), Galería de esperanzas (Chingolo) (1934) e intérprete en Al corazón (1995), Gardel, el alma que canta (1985) y El canto cuenta su historia (1976). Aportó música a la película La fuga (1937).
Entre muchos galardones que recibió se incluye el Premio Konex de Platino en 1985 (otorgado por la Fundación Konex) como el mejor Autor de Tango de la década en Argentina. Además,recibió el Konex al Mérito en 1984 en la disciplina Testimonial.
A modo de homenaje a su larga trayectoria, fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 1987 y en 1996 fue distinguido como Personalidad Emérita de la Cultura Argentina.
Enrique Cadícamo murió el 3 de diciembre de 1999, con 99 años, por causas naturales.
Al mundo le falta un tornillo (1933)
Todo el mundo está en la estufa,
Triste, amargao y sin garufa,
neurasténico y cortao...
Se acabaron los robustos,
si hasta yo, que daba gusto,
¡cuatro kilos he bajao!
Hoy no hay guita ni de asalto
y el puchero está tan alto
que hay que usar el trampolín.
Si habrá crisis, bronca y hambre,
que el que compra diez de fiambre
hoy se morfa hasta el piolín.
Hoy se vive de prepo
y se duerme apurao.
Y la chiva hasta a Cristo
se la han afeitao...
Hoy se lleva a empeñar
al amigo más fiel,
nadie invita a morfar...
todo el mundo en el riel.
Al mundo le falta un tornillo
que venga un mecánico...
¿Pa' qué, che viejo?
Pa' ver si lo puede arreglar.
¿Qué sucede?... ¡mama mía!
Se cayó la estantería
o San Pedro abrió el portón.
La creación anda a las piñas
y de pura arrebatiña
apoliya sin colchón.
El ladrón es hoy decente
a la fuerza se ha hecho gente,
va no encuentra a quién robar.
Y el honrao se ha vuelto chorro
porque en su fiebre de ahorro
él se “afana” por guardar.
Al mundo le falta un tornillo,
que venga un mecánico.
pa’ ver si lo puede arreglar".
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