La obra comenzó como una sucesión de hermosas casualidades que nos llevaron a estrenar el material. Textos de mi compañera Ivana Schiaffino, convertidos en monólogos, adaptados a un texto nuevo, musical, entrelazado con composiciones y letras que dio vida Gabriel Illanes. El arte surge siempre por un deseo, en mi caso el de crearlo con personas que una quiere y admira.
Casualmente, fuimos seleccionados para cursar el Seminario Intensivo de Teatro Musical de La Bienal de Arte Joven 2019. Ninguno había escrito ni compuesto musicales, conocíamos poco del tema, pero la idea de trabajar juntos y crear una obra de a 3 nos atraía. Y en el trajín del trabajo con nuestros tutores, Luis Longui, Juan Ignacio Lopez y Pablo Gorlero comenzamos a intuir lo que estábamos creando y por dónde pasaba la escritura de la obra.
Descubrimos que la transformación de la niña, nuestra protagonista, era más interesante en acciones que en relatos y que esas acciones debían ser inducidas por el personaje de La Catrina mexicana, la acompañante de ese viaje. ¿Por qué México? ¿Por qué La Catrina? No sabemos bien. Pero si uno investiga, se encuentra con que La Catrina o calavera garbancera es un personaje que une el reino de los vivos con el de los muertos. Es quien se burla de la forma en que atravesamos la vida. Es una metáfora irónica de la soledad. ¿Y por qué una niña? ¿Es porque les niñes en la pubertad se enfrentan con la muerte de la infancia? Es posible. Nos atraía una Catrina encariñada con una niña.
Mientras escribíamos, la niña no paraba de hablar. Con el público y consigo misma. Acalló a la muerte incluso. Entonces decidimos que el lenguaje de Catrina sea universal, sea el de los gestos, el de la música. Que cante géneros latinoamericanos con una banda. Que haya batería, bajo, acordeón y piano. Que esa banda ocupe un lugar central y conviva en el centro de la escena con ellas, que realice las acciones con ellas, y que poco a poco se vaya transformando al igual que ellas, en el mundo real de la adultés.
Casual o causalmente, la actriz que caracteriza a la niña, Julia, apareció en nuestro proyecto. Leía el personaje de Rosalinda todos los lunes y jueves en el taller y nos conquistó. La que compone La Catrina surgió buscando sala para el estreno de la obra. Y la primera vez que la escuchamos cantar, supimos que esa era la voz y el cuerpo de quien vive entre los vivos y los muertos.
Y ya hacia el final del proceso creativo nos pusimos ambiciosos. Queríamos una obra que reflexione sobre innumerables temas: la identidad, la superficialidad, los modos de ver la muerte, el exilio y sus hijos, el destino de las niñas al convertirse en mujeres y de las madres al priorizar sus deseos. Y que lo haga desde un lugar lúdico y dinámico, flexible a una amplitud de público en quien dispare preguntas acerca de quiénes somos y cómo nos construimos como sociedad. Que lo haga desde un lugar singular, desde un musical singular, que encuentre al espectador embebido en un mundo musical casi sin darse cuenta. Y creo que ese objetivo, así como el de trabajar con un equipo único, quedó satisfecho.
Natalia Badgen es coautora y directora de Retazos
*Retazos. Jueves a las 21.30 en El Método Kairós, El Salvador 4530, CABA. Entradas: $ 350, $ 300 (estudiantes y jubilados con acreditación) 2x1 Club La Nación.
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