Una novela sobre la esperanza y la ilusión

En “La Máquina de Susana”, la autora propone una obra de tintes humorísticos, en la que una mujer espera la llegada de una hidrolavadora

"La Máquina de Susana" (Alción), de Moria Irigoyen

Desde hace meses me quiero comprar una hidrolavadora. Me parece que es la solución para ciertos problemas prácticos que tengo: el resbalón que siempre está a punto de suceder cuando subo la ropa a la terraza, por el moho encaramado en el piso-ladrillo del jardín; el plátano-polvillo que amenaza mi constante alergia, agazapado en los rincones de las ventanas… Me imagino que si tuviera una hidrolavadora, fulminaría los rincones, arrasaría los suelos ocupados, desterraría los rebordes negruzcos de los mosaicos del baño…

Ahora bien, ¿qué tiene que ver una hidrolavadora con La Máquina de Susana?

En principio que la hidrolavadora es una Máquina, de modo que bien podría ser la Máquina que quiere Susana (¿o la Máquina que es de Susana?). ¿Susana vendió una Máquina o compró una? Porque es bien distinto, nadie me va a decir que es idéntico, desprenderse que prenderse.

A mí misma, yo digo que las Ilusiones se me prenden como garrapatas al cerebro, que soy –como quien dice– carne de Ilusión.

Moira Irigoyen

Susana, por ejemplo, ¿es carne de Ilusión también? Algunos piensan que es un personaje, porque está adentro de un libro, pero yo les digo que no, que Susana existe y también es carne de Ilusión. Solamente en la cruda realidad las cosas son contradictorias y se inhiben de existir.

¿Entonces hay dos Susanas…?

¿Y si en realidad la “Máquina de Susana” quiere decir La Máquina que es Susana, como quien dice “El pelado de mi marido”?

Bueno, en fin, de este tipo de razonamiento, local y disparatado está hecha la materia de La Máquina de Susana. La escribí con el vigor de un despecho –no me habían publicado una novela y ahora quería rabiosamente “algo que circule”– y a la vez con un burbujeante estado interior, que me hacía naturalmente entregarme a la liviandad y a la gracia. El personaje ganaba consistencia a medida que lo escribía, pero también los sueños se echaban a rodar como en una mareada banda de Moebius.

Y estaba el telón de fondo de este país. Este país que no da respiro, que está siempre a punto de quebrarse.

De esa trenza, de esos tres hilos, está hecha la urdimbre de La Máquina de Susana. Me gusta pensar que es un texto alado. El ave de la Esperanza aletea cerca, y tal vez existe la posibilidad de que nos capture y nos alce.

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