1994. En medio de la vorágine y los días de encierro en un estudio de grabación, en momentos en que se encontraba produciendo más de 20 bandas, Daniel Melero edita un disco que lo devuelve al formato canción, que había abandonado ya en el trabajo anterior. Debido al poco tiempo con el que contaba, nunca hubo una presentación formal de esas canciones ante el público.
2019. Daniel Melero recibe a Infobae Cultura en la mesa de un bar al que denomina su oficina, donde tras pedir una limonada con menta y jengibre, se toma su tiempo para detallar lo que será la presentación formal de ese disco que cumple 25 años y que finalmente llegará al escenario como fuera ideado, y a las bateas en formato vinilo.
Es que Travesti, ese trabajo que cuenta con gemas como La Sed, Resfriada o Nena mía, lamentablemente no contó con una presentación formal en directo debido a los compromisos que había asumido con un buen puñado de bandas tan disímiles como Suárez, Resonantes, Los Brujos o Soda Stereo. “Eran hasta tres sesiones en el mismo día, podían llegar a juntarse 24 horas”, rememora a la distancia, “no se dio el momento de presentarlo y a la vez me encantaba el estar grabando discos de artistas que me parecían interesantes y se dio que todos confluyeran hacia mí y no podía decir que no, me hubiera dado envidia que otro lo hiciese”.
Después de un disco instrumental como fue Recolección vacía sintió la necesidad de volver a las “canciones de guitarra donde uno puede ver a la acústica narrándolas, una especie de ‘rock de fogón’”. “Fue un travestismo”, asegura, era “mostrar algo que buscaba en mí, que era cambiar para seguir entretenido con la música, algo que sigo haciendo. No estar haciendo siempre el mismo disco, lo que no está tan mal; uno puede perfeccionarse en un área, pero es una artesanía que a mí me agotaría. No lo podría hacer, no tengo ningún interés; pero sí en mi vida personal que soy absolutamente predecible y rutinario. El sonido Melero no existe, por ahí existe un estilo cuando canto, pero muchas veces mi trabajo no es cantado”.
“Hacía muchísimos años que no escuchaba el disco”, se sincera, “y sólo veníamos tocando algunas canciones, pero se habían transformado en otra música directamente. Me impactó mucho volver a escucharlo a principio de este año, cuando empezamos con este proyecto, y me produjo una gran emoción y como si fuera de otro. No tengo recuerdos muy precisos de tal o cual sesión, pero era algo muy distinto a como opero ahora, tenía las cosas mucho más predeterminadas, ahora directamente voy con muy pocas ideas al estudio”.
A los 12 años comenzó a estudiar guitarra con una profesora, pero entendió que lo suyo era ser autodidacta: “Yo no tengo formación musical, pero sí información y una avidez continua por los conceptos nuevos en el área musical. No tengo esa disciplina de estudio, tengo disciplina para escuchar, elaborar ideas alrededor de eso, usar lúdicamente el estudio de grabación también. El mejor momento que tenés con un instrumento es cuando todavía no lo sabés manejar, eso no lo vas a recuperar nunca”.
Gracias a esa disciplina para escuchar y la forma en que se manejaba en ese momento, fue que en 1994 “llegué al estudio con las maquetas armadas y las instrucciones precisas para cada músico de lo que tenía que tocar. Cada uno vino a hacer lo que sabía, nadie vino a hacer algo fuera de su sonido, los necesitaba con el color sonoro que tienen”. Los músicos eran un seleccionado de la modernidad de la época, como él mismo los denomina, donde confluían nombres como Carca, Diego Tuñón (Babasónicos), Gabriel Guerrisi (Los Brujos), Diego Fosser (Suárez) y Carlos Cutaia, que fuera parte de bandas con Pescado Rabioso o La Máquina de Hacer Pájaros, entre otras.
Esa modernidad, ese “sonido de los ‘90” había llegado dos años antes, afirma, con la edición de Dynamo, de Soda Stereo, banda con la que estuvo emparentado desde sus comienzos, al punto de ser considerado “el cuarto Soda”, aunque Melero se ocupa de hacerse a un lado de ese mote.
“Yo fui productor, compositor, colaborador y soy amigo de ellos, pero siempre quise que fueran tres, desde que se me ofreció ese lugar. Creo que al decírmelo están diciendo un elogio, pero jamás quise sentirme eso. Con todas sus virtudes y defectos eran tres. El trío es una estructura que para la música de rock es sensacional. La administración de la música a lo mínimo, que cargue y que descargue con tan pocos elementos... tenés que ser un muy buen estratega para llegar a un sonido interesante, y ellos tenían eso”.
“Siento que haber participado de Canción Animal es una de las cosas más impresionantes que me sucedió, todo el tiempo sabía que era un hito histórico de nuestra cultura. Cuando escuché el demo de las bases en la casa de Gustavo (Cerati), cuando empezamos a hacer las letras, ya era demasiado lo que él ya había grabado, era mucho, sentía que era un momento de quiebre de la cultura en la que nos manejábamos”, recuerda y se emociona.
El momento de “quiebre de la cultura” también lo sintió esa vez que caminaba, en la época del Café Einstein, con Omar Chabán: “Le dije que lo que estaba haciendo iba a ser recordado durante muchos años, y creo que hay mucha más gente que cree que fue al Einstein que la que realmente fue. Era increíble en una misma noche ver a Soda, Los Encargados y Sumo en un lugar al que no iba nadie, los que estaban eran miembros de otras bandas. Pero eso formó un caldo impresionante, como el día de las ollas populares donde iban hasta Peralta Ramos o Marta Minujín, era un ámbito muy rico. Ahí encontré un club hermoso, que después en los ‘90 lo encontré en El Dorado. Yo lo vinculo mucho a El Dorado con Travesti, en muchísimos de sus conceptos, como el orgullo de la diferencia, y vincularse con una mirada de libertad acotada de la sociedad de ese entonces”.
1982. Festival BARock. Los Encargados, banda liderada por Melero y pionera en el sonido techno en el país, es programada en la misma jornada que Riff, la banda de hard rock liderada por Pappo. El público no encontró mejor forma para demostrar su mala predisposición a los nuevos sonidos que comenzar a arrojar todo lo que tuvieran a su alcance, desde frutas y verduras, hasta pedazos de hormigón.
“A través de los años, infinidad de gente me ha dicho que el día que a Los Encargados le tiraban todo, estaban a favor nuestro y aplaudían”, rememora,”y lo único cierto es que la gente estaba en contra y yo creo que esas personas manifiestan en realidad que hubiesen querido estar”. “Al saber que tocábamos el mismo día que Riff lo que más nos convenía era una situación como esa, porque no íbamos a poder convencer a esa gente que estaba tan decidida de que no le gustaba lo que veía que nos empezó a tirar el almuerzo”, se sincera. “Pocas veces se vio algo así. Incluso guardé una lata de paté durante muchísimos años en una habitación, hasta que me dio impresión por cómo se había hinchado y la tiré, la había guardado como una reliquia. La anécdota resultó inolvidable hasta el punto de que el público de rock se acuerda más de eso que incluso cuál fue la banda revelación ese año. Pero fue muy peligroso, tiraban pedazos de hormigón y el escenario lo estaban por destruir, y dentro de todo eso era una situación entretenida. Pero además de eso uno tiene que hacer una construcción, sino quedás como el loco al que le tiraron todo y después no hizo nada. Por lo menos produje 300 discos, el mal para ellos fue grande”.
El eterno productor
“Vivir de la vocación es lo más maravilloso que te puede pasar en la vida, y me considero muy afortunado, creo que hasta donde pueda voy a seguir siendo esto. No voy a negarme a la pasión que produce juntarse con artistas, el estímulo que eso representa para mí. En todos veía una llama artística, trataba de mantener con fuerza de que no se apague, porque muchas veces terminan teniendo un disco que no se parece a lo que creo yo que puede ser lo mejor que tienen. Yo no tengo un sonido como productor, sino acoplar lo que sé a la banda. El caso de Los Brujos, por ejemplo, que el primer disco lo grabamos en un fin de semana y graficar eso que había visto en vivo en un show con 20 personas, toda esa locura llevarla fue increíble, porque un mes y medio después iban a la televisión, llenaban Cemento y tenían dos shows los fines de semana. Y sigue pasando que algunos artistas me traigan su material, también un intercambio que yo hago con otros a ver qué les parece cuando yo estoy componiendo”.
“Creo que en realidad los discos son una obra inconclusa”, afirma, porque “hay que saber soltarlos en algún momento. Sobre todo si te das cuenta que el material es bueno, creo que hay detalles que es mejor guardar para otro disco, no pensar que todo termina ahí e intentar cerrar una obra perfecta, porque tal vez perfecta no es mejor. Termina siendo un proceso muy aburrido porque uno piensa que ya debería estar haciendo otra cosa y hasta podés llegar a sacar elementos que eran esenciales en una construcción por estar cansado vos mismo de escucharlo. Por eso es mejor en un momento entregar la música y someterse a ella, que tratar de completar todo en un solo disco, eso más allá de mí creo que en general es un consejo que les he dado a todos aquellos que tienen la intención de no hacer un solo álbum en su vida”.
La vuelta del vinilo
“Un CD no es mucho más que una pieza de merchandising. En este momento el formato físico es sólo el vinilo. Hay una cantidad de gente de mediana edad que ha vuelto a comprar bandejas y vinilos y de alguna manera pueden sustentar una edición limitada de un disco como éste. Así es la forma en que cobra sentido y así lo transforma en una atracción más del show del sábado, donde lo vamos a tocar entero y como era”, explica el músico, compositor y productor respecto de una de las novedades que trae entre manos.
Es que además, como aclara, “llevar Travesti al vinilo fue como llevar a un formato que en realidad debería haber sido el original si uno lo piensa, tiene toda una estructura que parece de vinilo, su duración misma le posibilita tener buen sonido. Yo no quise remasterizarlo y decidí que quedara con su sonido original, un disco mezclado y grabado en digital que no necesitaba hacerle nada, prefiero que conserve la mácula de la época, que sea representativo de lo que fue y no una versión aggiornada innecesaria, yo no lo corregiría. Lo escuché y como lo vivo casi como si fuera de otro, no me puse a pensar que esto o aquello podría haberlo hecho de otro modo”.
El presente
Sobre su actualidad, Melero afirma que “me gustan artistas que escucho en Bandcamp o que me permiten colaborar en sus discos. Luciano Duarte, por ejemplo, me parece interesante, también Giro Angular, una banda de Neuquén, o Gustavo Lamas, que siempre ha sido un artista interesante para mí, o Aldo Benítez. Hay mucha gente que después con el tiempo dirán que todos fueron a ver. Navego buscando música o hay gente también que me recomienda”.
Dio de baja su blog ya que el público de hoy “no se toma el tiempo para estar más de un minuto leyendo un texto”, asegura, aunque consume igualmente mucha internet, blogs y libros, pero desde su computadora, ya que tampoco utiliza celular: “Sólo esporádicamente para llamar a mi señora si estoy afuera, esa que era mi novia hace 25 años”, esa novia a la que en 1994 le dedicó el tema Quiero estar entre tus cosas (“Quiero entrar / en tus cosas revisar / abrir cada cuaderno y dejarlo en su lugar”). “Fue la única canción que escribí directamente a alguien. La primera vez que me quedé a dormir en casa de ella quedé solo por un rato. La escribí en casa después, de un tirón, y en cierto sentido pocas canciones salen tan bien, es que era una confesión prácticamente, no lo podía evitar, pero grabarlo lavó la culpa”.
*Daniel Melero se presentará hoy, sábado 16 de noviembre, desde las 21, en el ND Teatro, acompañado por una banda conformada por Paul Thielen (batería). David Vera (bajo). Yul Acri (teclados). Guillermo Rodríguez (guitarra) y Robertino Franchignoni (guitarra y teclado). Entre los invitados, estarán Diego Tuñón y Carca
SIGA LEYENDO