La obra de León Ferrari, el artista plástico argentino que con su obra llegó a los grandes museos del mundo cuestionando el poder, la religión y defendiendo los derechos humanos, puede visitarse en el taller donde el creador trabajó los últimos años de su vida y alberga más 400 trabajos, una biblioteca y parte de sus documentos.
Ubicado en una antigua casona del barrio porteño de San Cristóbal, el taller que abrió al público en 2018 es un lugar no solo de visita de la obra del artista sino también un ámbito de debate sobre arte, violencia y religión, temáticas que abordó en su obra, que interpela la realidad y las creencias de la cultura occidental.
Esta idea guió al artista a conformar la Fundación Augusto y León Ferrari, informó Anna Ferrari, nieta del artista durante una recorrida junto a hijos, familiares y colaboradores, de la que también participaron integrantes del CELS, organismo con el que trabajan por afinidad temática y para trabajar temas relacionados con los derechos de imagen.
La primera sala del taller guarda la magia de los últimos momentos que vivió el controvertido artista antes de su muerte y obras de algunos de sus amigos como la de Yuyo Noé; las paredes de los pasillos de la planta baja están tapizadas con heliografías y pinturas.
Ya en una sala del primer piso, se puede observar una de las obras más polémicas, realizada sobre una reproducción del Juicio final de Miguel Ángel, y cubierta con excrementos de aves que desde una jaula defecaron sobre la obra.
Educado en un colegio religioso, para Ferrari, “los juicios finales eran un horror y las sagradas escrituras, el germen de la violencia en sus distintas formas: el Holocausto, la conquista de América o las dictaduras”, explicó Gabriela Baldomá, conservadora de la obra del artista.
La "experimentación sin límites con distintas técnicas y materiales siempre fue una constante en su obra, así como una forma de ironía que ayudara a aliviar la idea del pecado impuesta por la religión”, señaló Baldomá.
Otra de las obras expuestas es La Civilización Occidental y Cristiana, una escultura de 1965 que muestra a Cristo crucificado sobre un avión bombardero estadounidense, que en su momento aludía a la guerra de Vietnam, pero que recobra significado a lo largo del tiempo.
“Hacía arte por el arte, arte no comprometido, hasta la guerra de Vietnam, que me impactó como pocas cosas en la vida” había manifestado el artista en vida.
Obras de la serie Nosotros no sabíamos, frase que una parte de la ciudadanía argentina utilizó frente a las pruebas de la tortura y de los centros de detención durante la dictadura argentina también se exhiben en el taller. Estas obras en las que utiliza collage y montaje las inició en 1976 a partir de la recopilación de un grupo de noticias sobre la represión durante la dictadura.
Ese año, con la instauración de la dictadura Ferrari se radicó en San Pablo, y durante su estadía allí se enteró de la desaparición de su hijo Ariel, quien había decidido quedarse en la Argentina en vez de abandonar el país con el resto de la familia.
En Brasil retomó las esculturas metálicas y realizó experiencias con diversas técnicas: fotocopia, arte postal, heliografía, microficha, video-texto y libro de artista, entre otros. Una de esas esculturas metálicas, llamada Medusa musical y formada por hilos metálicos que cuelgan e invita a tocarla para hacer música, está expuesta en el patio del taller.
Parte de esta producción es la que se expuso en 2004 en el Centro Cultural Recoleta y que provocó la ira de grupos ultra religiosos, la rotura de obras, la clausura y reapertura de la muestra por decisión de la justicia y uno de los más intensos debates en la historia del arte argentino.
La polémica desatada a partir de esta muestra le dio gran visibilidad a su obra en el país y en el exterior a tal punto que pocos años después lo invitaron a participar en las bienales Documenta, de Alemania; de Valencia y San Pablo y obtuvo en 2007 el León de Oro, premio al mejor artista, en la bienal de Venecia.
Otras de las obras expuestas integran la serie Nunca Más, Brailes y Observatorio Romano. “Para realizar estos trabajos Ferrari estudió durante 30 años en libros con los que realizan su formación los sacerdotes, fue un investigador muy profundo”, explicó Andrea Wain, asistente del artista.
Una de las salas del taller está ocupada por la biblioteca de Ferrari, que posee 3.500 libros de religión, grabado, serigrafía, y libros de literatura erótica japonés de los que recortaba dibujos para pegar en sus obras muchas de las cuales tienen un fuerte contenido sexual.
El taller también otorga un lugar a la obra de Augusto Ferrari, padre del artista, que construyó catedrales y realizó pinturas de 120 metros de extensión, y para el artista era muy importante que fuera reconocido.
Durante la recorrida se hizo presente el ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro, quien dijo que el taller “es un ejemplo de conservación de la obra de artistas como León Ferrari” y explicó que como la Fundación recibió el apoyo de Mecenazgo porteño, visita este y otros lugares que accedieron a ese beneficio “para ver cómo funciona la experiencia, y así conservar el patrimonio para las nuevas generaciones”.
El taller, ubicado en Pichincha 849, puede visitarse los viernes y sábados de 12 a 18, comunicándose al mail tallerferrari.contacto@gmail.com.
Fuente: Télam
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