Grandes libros de poesía para disfrutar antes de que termine el año

Traducciones de Ezra Pound, Eugenio Montale, Angela Melim o Emily Dickinson, entre otros, así como originales de Enrique Lihn, María Teresa Andruetto o Mercedes Álvarez, son solo algunas de las publicaciones destacadas de 2019

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Una selección de grandes lecturas poéticas
Una selección de grandes lecturas poéticas

Existe una marcada desproporción entre la cantidad de libros de poesía que se publican anualmente en la Argentina y el poco espacio que les asignan los medios. A pesar de ello, esos libros circulan y no se leen menos que las novelas, supuestas vedettes a las que la mera pereza otorga el título exclusivo de “literatura argentina”, como si la poesía, el ensayo y la literatura dramática que se escribe en el país no fueran también la literatura argentina.

Puestos a revisar con los propios editores, resulta que las ventas de una novela de autor argentino con varios libros en su haber, en el mejor de los casos, alcanzan entre 700 y 500 ejemplares al año, cifras exiguas para el mercado internacional y no demasiado lejanas del número de ejemplares que venden los libros de poesía en el mismo lapso. Los libreros, por otra parte, confirman esas cifras.

Lo interesante, en todo caso, es que mientras las novelas se recomiendan o comentan, los libros de poesía “circulan” entre lectores como si estuvieran por fuera del mercado. De ser así, esto estaría hablando del fracaso de las novelas, promocionadas muchas veces hasta el hartazgo, y del éxito de la poesía que se las arregla como siempre se las arregló la literatura antes de que ésta fuera considerada como un mero negocio.

A modo de ejemplo, se ofrece a continuación una módica y azarosa lista a la que tuve acceso de algunos de los más importante libros de poesía que, ya sea como traducciones o como originales, se publicaron o fueron distribuidos en la Argentina a lo largo de 2019.

Las traducciones

Para comenzar, dos reediciones mejoradas. La primera, una versión aumentada y corregida de las Rimas (Ediciones Amadeo Mandarino, 2006, y Buenos Aires Poetry, 2019), del maestro del dolce stil nuovo Guido Cavalcanti (1255-1300), a cargo del poeta, traductor y periodista Jorge Aulicino (1949), quien, inscribiéndose en una lista que en la Argentina comienza con Bartolomé Mitre, también publicó su versión mejorada de la Divina comedia (Edhasa, 2015, y LOM, 2018 y 2019), de Dante Alighieri (1265-1321). En este último caso, hubo una primera edición bilingüe en tres volúmenes, publicada por Edhasa en 2015, que en su momento ampliamente comentada. El libro circuló en la Argentina, pero en un determinado momento se quemó el depósito de la editorial y, vendidas las copias que quedaban en las librerías, se agotó. Hubo luego una larga espera por parte de Aulicino y promesas de reedición que no se cumplieron. Entonces, en 2018, el traductor terminó por publicar su versión, bastante corregida en Chile, en un único volumen, que en este 2019 se publicó también en la Argentina, lo que permite que, actualmente, esté en todas las librerías del país. Dada la monumentalidad de la labor y sus resultados, se trata de una de las mejores noticias del año. Con todo, Aulicino no se limitó a los grandes maestros del siglo XIII, sino que también encontró tiempo para realizar y traducir En el humo (Ediciones en Danza, 2019), una antología de poemas de Eugenio Montale (1896-1981). Asimismo, en un año que lo encuentra particularmente activo, publicó dos volúmenes de su propia poesía –El río (Barnacle, 2019) y Un poeta griego huye de Londres (Griselda García Editora, 2019)– que lo confirman, como si a esta altura no fuera de dominio público, como una de las mayores voces de la poesía argentina.

"Cantos completos" , de Ezra Pound
"Cantos completos" , de Ezra Pound

Hablando de empresas ciclópeas, una de las mayores es la traducción de Los Cantos, de Ezra Pound (1885-1972). Según la crítica, mundial se trata de uno de los pocos libros de carácter sinfónico escritos en el siglo XX. Allí hay de todo y en todas las lenguas, pero al mismo tiempo: historia y economía, historia cultural e historia personal, traducciones y reescrituras, etc. A la fecha, sólo existía una versión incompleta, debida al mexicano Jesús Vázquez Amaral. A fines del año pasado, Los Cantos (Sexto Piso, 2018) en versión del argentino Jan de Jager (1959) fueron publicados de manera completa en Madrid, con la inclusión de los poemas suprimidos por la familia de Pound y los dos cantos que escribió en italiano, traducidos por Jorge Aulicino, en carácter de “traductor invitado”. Es una obra monumental, insoslayable y, sin la menor duda, un trabajo ejemplar como pocos.

Prosiguiendo con su programa, de publicar de manera individual todos los libros de Ezra Pound previos a Los Cantos, Juan Arabia (1983), uno de los más tenaces y constantes poetas y traductores de Argentina, luego de Lustra (Buenos Aires Poetry, 2016), acaba de publicar Exultations (Buenos Aires Poetry, 2019), que originalmente es, a la manera de Pound, una reescritura de algunos trovadores provenzales y occitanos, a su vez reescritos en un brillante castellano en la versión de Arabia.

Hace cuatro años, la narradora Inés Garland (1960) y el poeta Ignacio Di Tullio (1982) tradujeron La materia de este mundo (Gog & Magog, 2015), una antología que, luego de la publicación de El Padre, traducido por la argentina Mori Ponsowi –para la editorial española Bartebly–, puso en la órbita del castellano a la poeta estadounidense Sharon Olds (1942), para más datos, autora de trece libros de poemas y ganadoras de numerosos premios, entre los que se cuenta el Pulitzer. Cuatro años más tarde, Garland vuelve a la carga, esta vez sola, y traduce La habitación sin barrer (Gog & Magog, 2019), un abultado libro completo y sin carácter antológico, a esta altura del año considerado como uno de los más importantes publicados en la Argentina en el período.

A pesar de que cada una traduce independientemente de distintos idiomas, Teresa Arijón (1960) y Bárbara Beloc (1968), ambas excelentes poetas, suelen juntarse para traducir del portugués de Brasil y lo hacen con verdadera maestría, revelando libro a libro insospechadas bellezas de nuestros vecinos. En estos días, por ejemplo, acaban de publicar su ejemplar traducción de Día más día menos. Poesía reunida 1974/2017 (Pato en la Cara, 2019), de Angela Melim (1952), una muy importante poeta brasileña, hasta ahora prácticamente inédita en castellano. El volumen, además de incluir cada uno de los libros publicados, recoge igualmente poemas inéditos y, por curioso que parezca, no existe todavía en portugués.

A esta breve lista de ediciones traducidas, conviene agregar otras dos novedades recientemente distribuidas en la Argentina, debidas a algunos de los mejores traductores chilenos: Paisaje de invierno. Antología (DscnTxT Editores, 2018), de John Berryman (1914-1972), en traducción del poeta y traductor Armando Roa (1966), y Zumbido (Universidad de Valparaíso, 2019), una antología de Emily Dickinson (1830-1886), en traducción de los poetas y traductores Verónica Zondek (1953), Rodrigo Olavarría (1979) y Enrique Winter (1982).

Libros originales en castellano

Cuando se trata de poesía chilena, los argentinos solemos disentir con nuestros colegas trasandinos. Así, ya curados de las grandilocuencias de Pablo Neruda, de los excesos de hinchazón de Gonzalo Rojas y de la poesía algo mecánica de Nicanor Parra –por cierto, todos excelentes poetas–, elegimos saltearnos a Raúl Zurita y decidimos a favor de poetas más líricos como Jorge Teillier y Enrique Lihn (1929-1988). Por eso es motivo de alegría que la filial local del Fondo de Cultura Económica haya importado y distribuido recientemente en la Argentina el volumen Porque escribí, de Enrique Lihn (FCE, Santiago de Chile, 2017). Se plantea como una “muestra” de todos los libros de poemas escritos por el autor de El Paseo Ahumada, con selección y prólogos (ésta es la tercera edición muy modificada de un libro previamente publicado en 1984 y 1987) del también poeta Eduardo Llanos.

Toda reedición de César Fernández Moreno (1919-1945) es motivo de alegría. Se trata de uno de los principales poetas argentinos de la segunda mitad del siglo XX; vale decir, de alguien que llevó a uno de los extremos posibles una de las principales líneas de fuerza que rigen a la poesía argentina y que tiene ilustres predecesores en su padre Baldomero Fernández Moreno y en Nicolás Olivari. La muy reciente reedición de Argentino hasta la muerte (Ediciones del Dock, 2019) es, como todas las otras, fundamental. Inés Fernández Moreno, hija de César y tercera generación de escritores de la familia, lo explica en el prólogo del libro en estos términos: "Aparte de sus cartas, tal vez sea en Argentino hasta la muerte donde me encuentro de forma más cercana, más vívida, con mi viejo. Escuchar ese poema en su propia voz, en aquella colección discográfica que creó Héctor Yanover, siempre me descalabra. Y no es sólo su voz, sino las cosas que dice, la forma en que las dice, como si te hablara nomás deslizando, sólo por momentos, un discreto énfasis emotivo. Es la poesía que él definió como ‘de grano grueso, que por eso a veces se aproxima a lo periodístico, menos densidad poética por palabra...'. O conversacional, como la llama la crítica y, por eso, tan próxima, tan similar para mí a cualquier momento pasado con él”. Así, más allá del vínculo, cualquier lector que lea este largo poema, podrá pasar un rato con el poeta en términos que la poesía no siempre nos permite.

María Teresa Andruetto (1954) tiene diversos públicos. Están los que la leen como novelista, aquéllos que siguen sus ensayos, los lectores menudos que la han consagrado como una de las mayores escritoras de literatura infanto-juvenil en castellano. A todos ellos se suman quienes siguen su poesía. Estos últimos conocen bien los siete libros publicados entre 1993 y 2017, que se incluyen en su muy reciente Poesía reunida (Ediciones en Danza, 2019), a la que la autora suma dos nuevas series escritas en los últimos dos años. Es, si se me permite, una invitación para tener el rompecabezas completo, permitiendo que las distintas partes de la obra de Andruetto arrojen luz unas sobre otras.

Jonio González (1954), poeta y traductor argentino, residente en Barcelona desde 1983, ha publicado hasta ahora unos ocho libros de poesía (incluido el apócrifo Últimos poemas de Eunice Cohen, 1999). Sus versos, pelados hasta el hueso, casi siempre breves y, hacia el final de sus poemas, asertivos, le han dado una voz propia casi desde el principio y una cierta cualidad oracular que los distingue de muchos de los de sus contemporáneos. Sin embargo, en Historia del visitante (Ediciones en Danza, 2019) hay algo nuevo. Es, si se me permite ponerlo en estos términos, como si González hubiera hecho las paces consigo mismo y con aquello con lo que es dable conocer en una vida. El absoluto está presente, pero no pretende imponerse sobre la realidad de las palabras, razón por la cual tal vez éste sea su mejor libro y uno que el lector disfruta plenamente

Desde hace ya muchos años Marina Serrano (1973) viene construyendo una obra sólida y singular que no se parece a ninguna otra. Su tema, para decirlo groseramente, es el problema que nos plantea a los seres humanos la separación del alma y el cuerpo. Libro tras libro, desde distintas perspectivas –que, por cierto, no descartan ni lo clínico ni lo religioso– ha buscado, por supuesto sin el menor atisbo de éxito, una solución que en más de una oportunidad nos ha dejado magníficos poemas. En los dos volúmenes de Variaciones Argerich (Ediciones del Dock, 2019), el tema es el mismo, pero aquí hay dos cuerpos –el de Martha Argerich y el propio–, dos formas que difícilmente logren entablar un diálogo –los sonidos de la música y los de las palabras–, dos formas literarias –la novela (que, para diferenciarse de los poemas, lleva por subtítulo “Pianoforte”) y la poesía– que comparten con toda la obra anterior de Serrano la misma tensión y angustia ante la imposibilidad de una plenitud. Se trata, sin duda, de un intento trascendente que merece la mayor atención.

En las antípodas de Serrano, sosteniendo la tesis inversa, está Mercedes Álvarez (1979), que escribe: “TODO EL TIEMPO QUE PASÉ/ muriendo de hambre/ frente a platos de comida semi vacíos/ fue porque quería un vaciamiento del alma/ nunca encontré que mi cuerpo tuviera/ algo que ver con mi espíritu.” Con Incitación a los pájaros (2013), Saigón (2015) y El cuerpo intacto (2016), Álvarez ya se había asegurado un lugar en la poesía argentina. Con Del deterioro (Ediciones del Dock, 2019) no sólo lo confirma, sino que se ubica claramente entre las mejores poetas argentinas. Sus versos de muy duras aristas, fruto de una descarnada observación de lo propio de lo ajeno, que alientan y desmienten la posibilidad del amor, no dejan lugar a ensoñación alguna y conceden muy poco a la esperanza. En la poesía de Álvarez, generalmente de corte realista, hay algo terrible y a la vez formidable que no rechaza a los lectores tibios. Aunque con experiencias distintas, es tal vez de la misma familia que poetas como Juana Bignozzi, Estela Figueroa o Irene Gruss. Todo lo que escribe merece leerse. El suyo es uno de los mejores libros de este año.

Concluyo esta muy parcial revisión con dos libros, a mi gusto muy considerables y con la mención de dos poetas, a mi gusto insoslayables, que corresponde tener en cuenta. El primero es La sexta armonía (Ediciones del Dock, 2019), de Darío Rojo (1964), uno de los más singulares poetas argentinos actuales. El segundo es Oficio de espectros (Ediciones en Danza, 2019), del poeta patagónico Ramón Minieri (1946), autor de una obra sólida que merecería ser mucho más conocida. Por último, los poetas que menciono son Jorge Rivelli (1954) y Alejandro Schmidt (1955).

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