Qué pasó y qué pasará con la Secretaría de Cultura: 13 referentes culturales hacen su balance y plantean sus expectativas

El 10 de diciembre, con la asunción de Alberto Fernández, se iniciará un nuevo proceso en la cartera que desde hace cuatro años está al mando de Pablo Avelluto. Infobae Cultura dialogó con intelectuales, artistas, gestores culturales y gerentes del sector para repasar la gestión actual y ponerle un horizonte a la que viene

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Secretaría de Cultura de la
Secretaría de Cultura de la Nación (Foto: Street View)

El de la cultura es un terreno en permanente tensión. Los debates sobre los cruces entre arte y tecnología van y vienen pero el fondo es siempre el mismo: cómo desarrollar la creatividad intelectual y artística de una sociedad culturalmente hiperactiva. Es verdad, en los cuatro años de la gestión Cambiemos hubo un obstáculo predominante: la crisis económica hizo imposible que se pueda jugar al fair play del desarrollo. Por eso llovieron las críticas a la pata cultural del gobierno de Mauricio Macri. Allí, durante los cuatro años de mandato, estuvo Pablo Avelluto, que ingresó como Ministro de Cultura y terminará como Secretario, ya que el gobierno hizo de la cartera un apéndice más del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología y Cultura de la Nación.

¿Y quién es Avelluto? Se formó en la educación pública —Colegio Carlos Pellegrini y Facultad de Ciencias Sociales de la UBA—, transitó la movida literaria —escribió en revistas como El Porteño, Tres Puntos y Babel— y ejerció en el mercado privado —Jefe de Prensa y Comunicación de Espasa Calpe, Gerente del Grupo Planeta, estuvo en puestos directivos de Torneos y Competencias y fue gerente editorial de Estrada y director editorial de Random House Mondadori—, para luego terminar como funcionario de Estado. Hace unos días, en entrevista con Infobae Cultura donde se repasó su gestión, aseguró: “Yo no vine porque quería ser ministro, vine porque quería colaborar con un proyecto y haciendo las mismas cosas que hacía antes”.

Durante estos años los conflictos predominaron —con varios y polémicos escraches en la Feria del Libro o el Festival de Cine de Mar del Plata, por ejemplo— y con dificultades de comunicación en diversos sectores. Con esta gestión llegando a su fecha de vencimiento, la pregunta por el balance se impone. Al mismo tiempo, es el presidente electo Alberto Fernández quien tendrá que decidir quién queda al mando de Cultura, por lo que cabe otra pregunta: ¿qué rol debe tener este organismo público y qué posibilidades hay de que esos deseos se cumplan? A continuación, las reflexiones de trece referentes del mundo cultural. Infobae Cultura le hizo dos preguntas. Ellos respondieron.

Pablo Avelluto (Foto: Gastón Taylor)
Pablo Avelluto (Foto: Gastón Taylor)

1- ¿Qué balance hace de estos cuatro años en Cultura?

2- ¿Qué rumbo debería tomar el nuevo gobierno en este área?

Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro

1- A la industria editorial, las políticas que llevó adelante el macrismo la llevaron a la ruina. Tenemos una caída del 45% de la producción, eso habla de una mala gestión. Eso desde el punto de vista macroeconómico. Después, por ejemplo, la CONABIP dejó de comprar libros. Y con la Secretaría nunca tuvimos una buena relación. Quizás uno tenía ciertas expectativas con una persona que viene del sector y que lo entiende. No es que uno pedía algo fuera de lo normal. Que venga de la industria editorial no implicaba que iba a generar políticas especiales, era simplemente que entendía al sector. Fueron los cuatro años donde más cayó la industria. Ni en el 2001 cayó tanto. En gestión cultural, es una de las peores de la historia.

2- En un principio, sería bueno. El nuevo gobierno debería entender cuál es el valor específico que tiene el libro. Y yo creo que lo van a entender, si es que repiten cosas parecidas a sus gestiones anteriores. Por ejemplo, el Ministerio de Educación compró libros como nunca en su historia. Eso va a favorecer al sector. Uno viene escuchando en discursos de Alberto Fernández la importancia de la recomposición del poder adquisitivo del asalariado. Y si eso ocurre, algo de ese dinero en el bolsillo va a ir a los libros.

Orly Benzacar, directora de la galería de arte Ruth Benzacar

1- Nos encontramos con un ministerio de cultura muy receptivo y abierto al diálogo. Desde Meridiano, la Cámara de Galerías de Arte Contemporáneo de la cuál fui miembro fundacional y presidí hasta julio de 2019, hemos logrado la modificación de la Ley de libre circulación de obras de arte, largamente postergada.

2- Creo que el nuevo gobierno, en principio, debería devolverle la categoría de ministerio a la Cultura, entendiéndola cómo un pilar de las póliticas públicas irrenunciable. Haciendo foco en las artes visuales, propondría se considere aumentar el presupuesto para los programas de adquisición de los museos públicos, ya que esto incrementa el valor simbólico, disponible para todas y todos.

María Teresa Carbano, presidenta de la Fundación El Libro

1- Es indudable que la situación económica “cruzó” la cultura argentina como a cualquiera de las demás actividades y producciones. La pérdida de poder adquisitivo, la creciente desocupación y la incertidumbre social hicieron replegar a las industrias culturales, el libro entre ellas, y frustraron iniciativas. En este último caso, no debe dejar de señalarse lo que significa especialmente, porque la cultura debe ser algo vivo y en movimiento. Luego, que Cultura pasara de ser ministerio a secretaría acentuó la crisis, junto con el desconcierto y el desánimo. Y que su presupuesto y la ejecución del mismo fueran en paulatina mengua, peor.

2- Es difícil recetar para toda la cultura y todo el país (se suele hablar pensando solo en Buenos Aires). Por lo pronto, es indispensable que Cultura recupere su rango y que disponga de un presupuesto que pueda efectivamente ejecutar. Un punto en concreto para nuestro sector es que se termine de aprobar el Instituto Nacional del Libro, se le dé entidad y, finalmente, se le deje desarrollar políticas de fortalecimiento. También, que el Congreso coloque a las librerías en el recupero del IVA, ley por la que venimos bregando. Las nuevas autoridades no deben perder de vista lo que resulta el libro como herramienta central; o sea, dimensionarlo, además de como industria, en lo simbólico, en la importancia que la sociedad argentina le da y en su papel en la forja de identidades.

María Teresa Carbano, presidenta de
María Teresa Carbano, presidenta de la Fundación El Libro (Foto: Santiago Saferstein)

Alejandro Grimson*, antropólogo y catedrático en la Unsam

1- Estos últimos 4 años la Argentina ha retrocedido significativamente en las áreas de cultura, acompañando su retroceso económico. Se han vivido graves recortes presupuestarios, se ha restringido el fomento, se han cerrado programas, se han subejecutado presupuestos, ha entrado en crisis valores básicos de la convivencia democrática, se ha dañado la industria editorial y la industria audiviosual. Argentina no asumió los desafíos de la convergencia tecnológica.

2- En la nueva etapa, el principal desafío será construir nuevos sentidos que permitan superar la belicosidad social y generar bases culturales para acuerdos sociales duraderos. Es necesario, combinar la pluralidad de ideas con significados compartidos sobre la democracia, los derechos humanos, el contrato social, el trabajo, lo pública, la dignidad humana, los derechos de género y la diversidad. Al encender el desarrollo cultural, la Argentina potenciará a las industrias culturales, con regulación y fomento, generando empleo, aumentando el PBI cultural y contribuyendo al ingreso de divisas. Como parte de la economía del conocimiento, la Argentina potenciará distintos formatos tecnológicos. Se fortalecerán de modo federal los derechos culturales, incluyendo los derechos al acceso, a la producción y a la distribución. También se revalorizará el patrimonio de manera federal. Se acompañará la decisión de las Capitales rotativas para las reuniones de gabinete, con Capitales culturales rotativas, que sean epicentro cultural del país, con todas las artes y todas las formas de la cultura popular. Además, se fortalecerán junto a las universidades, los procesos de formación en cultura y en gestión cultural.

* Alejandro Grimson está trabajando con los equipos de transición del presidente electo Alberto Fernández.

Mariano Llinás, cineasta

1- La principal sensación que tengo con respecto a la cultura de los cuatro años de Macri como presidente es la falta absoluta de imaginación. Muchos hablarán de recortes y de sub-ejecución de presupuestos; yo no niego esas faltas, pero les opongo una que creo mayor: la absoluta chatura y negligencia con las que la Secretaría transitó estos cuatro años. Todos sabemos que los años kirchneristas promovieron una política cultural estrambótica y enfática, que a veces lindaba con la propaganda y con el adoctrinamiento. Sus reemplazantes, sin duda buscando distinguirse, propendieron en cambio a la nulidad: más allá de algunos programas iniciales como Plataforma Futuro (una idea por demás interesante, pero que requería continuidad para asentarse), que fueron discontinuados al primer año de gestión, no es fácil descifrar hacia qué puertos planeaba dirigir el Secretario (otrora ministro) las dependencias a su cargo. Es sabido: el Macrismo definanció los organismos dependientes de Cultura y echó empleados acusándolos de ocupar cargos políticos y de ejercer la militancia con sueldos pagos por el erario público. Más allá de esas sobredimensionadas purgas, la Secretaría no parece haber hecho otra cosa que hibernar. Se sabe: en silencio, la falta de talento se nota menos.

Rafael Spregelburd, dramaturgo, director de teatro y actor

1- El balance de estos cuatro años es absolutamente negativo. La cultura ha sido un territorio arrasado por Cambiemos de manera sistemática y programada. Desde la disolución del Ministerio hacia atrás —que no es más que un símbolo— todo han sido pérdidas que van a llevar muchísimo tiempo recuperar. No solamente lo que se desarmó y se desarticuló como el Canal Encuentro o Paka-Paka que eran notables y de un nivel y un impacto mundial innegable, hasta cosas menos conocidas por la gente como el programa Sur de la Cancillería Argentina que financiaba la traducción de escritores argentinos para su distribución en otras lenguas. Todo ha sido pérdidas. No reconozco un sólo lugar ni una sola buena noticia que pueda darse en este sentido. De la misma manera que en Educación y en Salud, han arrasado con todo. Esto es gravísimo y me parece que e trata de gestiones que van a tener que rendir cuentas ante la Historia.

Rafael Spregelburd —dramaturgo, director de
Rafael Spregelburd —dramaturgo, director de teatro y actor—, en plena función de “La terquedad”

2- Una pregunta es qué rumbo debería tomar la cultura para mí, y otra es qué es lo que creo que va a pasar. Que lamentablemente no es lo mismo. Me parece que estamos en una situación crítica en todo sentido, y las urgencias que impone la agenda nacional nos van a relegar una vez más a todos los trabajadores de la cultura porque creo que las soluciones que se van a encontrar van a ser pensadas por economistas. Es muy difícil recuperar la independencia, la alegría y la necesidad con la cual la cultura le pertenece a un pueblo, cuando la gente no tiene qué comer o cuando ni siquiera puede pensar en apartar una parte de sus ahorros para disfrutar de productos culturales. Me parece que algunas cosas van a tener que esperar y esto me preocupa muchísimo porque creo que uno de los problemas de que hayamos llegado a la situación que se llegó con el macrismo es una especie de triunfo solapado de una idea neoliberal que consiste en suponer que la cultura no debe ser un gasto, una inversión estatal, es decir, que la cultura tiene que manejarse como las empresas que fabrican productos. Esta es una idea muy propia de modelos que el neoliberalismo toma como Chile o Estados Unidos, donde ni siquiera hay un Ministerio de Cultura activo. Me parece que en lo que han sido muy exitosa la publicidad macrista —y esto es lo preocupante— es en la suposición de que la cultura, al igual que la educación, es un gasto y que deben permitírselo sólo a aquellos que puedan permitírselo. Es muy difícil hacer entender que cuando un teatro desprograma una obra o un canal de televisión deja de producir una serie es como una fábrica que cierra. También hay allí producción de sentido en manos de trabajadores y esto es una batalla que difícilmente pueda revertirse en el funcionamiento del próximo gobierno. Yo no sé a quién van a nombrar como Secretario, pero hablo de una estructura devastada, no sólo a nivel de la dirigencia política que pueda ocuparse de estos asuntos, sino a nivel de la conciencia de los ciudadanos que han pasado —en el caso de la Ciudad de Buenos Aires es evidente— de tener producción cultural o educación para la cultura a preferir veredas o bicisendas. En el caso de los teatros, fachadas, ornamentos y reconstrucciones por encima de la producción de sentido o de obras. Esto es una tendencia que los vecinos parecen querer votar. Por eso digo, sintéticamente, que la gran batalla que hay que dar está en el corazón de la sociedad. El neoliberalismo ya ha instalado su semilla de podredumbre y ha tergiversado, casi te diría de manera definitiva, la forma con la que la gente se vincula con lo cultural. Por otro lado, en lo inmediato veo con preocupación algunas situaciones inéditas, como podría ser la gestión de Alejandro Tantanián al frente del Teatro Cervantes que ha logrado, independientemente de quienes hayan sido los que lo nombraron, una gestión impecable, de calidad internacional, que ha puesto al Teatro Cervantes en la mira de todos y que, sin embargo, no tiene naturalmente su cargo asegurado en el próximo gobierno. Es preocupante que se lo pueda remover de allí. O sea, se trata de instituciones que por no haber tenido su autonomía, o por ser cargo que no son concursables, dependen tan rápidamente del capricho publicitario de la cultura de turno. En ese sentido digo que, no habiendo una estructura de fondo en la que la cultura pueda estar bajo control de sus trabajadores, sino más bien son herramientas de difusión publicitarias de los gobiernos que tocan, sin esa autonomía es muy difícil imaginar una rápida recuperación. Cuando uno mira a la Argentina en relación a otros países latinoamericanos vuelve a sentir por qué durante tantos años fue un polo de atracción cultural tan grande y tan activo, pero nos hemos latinoamericanizado en el peor sentido, nos hemos transformado en un territorio parecido al de Colombia, por ejemplo, donde la cultura se hace si hay mecenas que tengan ganas de destinar dinero. Y ese sitio sitio idílico de Buenos Aires como un lugar de atracción de estudiantes de cine y actores que vienen a formarse aquí, eso ha entrado en retirada ante todos los atropellos que ha sufrido, no sólo la cultura, sino —vuelvo a repetir— todo aquello que es público: los teatros mal pueden sostener la estructura de aumentos tarifarios de luz, gas y servicios y por lo tanto algunos de los rasgos que habían convertido esta ciudad —hablo de Buenos Aires porque vivo aquí, pero lo podemos trasladar al país— en un lugar único, están definitivamente arrasados. Va a ser muy difícil que eso se magnifique salvo que haya políticas muy claras de subsidiar determinadas actividades culturales, hacer planes que en vez de poner conciertos en la calle para todo el mundo, garanticen la labor de salas independientes que permitan proyectos personales, artísticos y con cierta continuidad. Soy muy pesimista y espero de todas maneras que esto cambie porque así no hay forma de seguir.

Tamara Tenenbaum, filósofa, periodista y escritora

1- Mi sensación es que la administración de Cultura en Nación fue en el mejor de los casos gris: cuando se hablaba del ministerio era porque habían echado a mucha gente o cerrado un programa. Por mi relación con editoriales sí recuerdo que redujeron drásticamente -si no totalmente, pero de eso no estoy segura- las compras de libros por parte del Estado, una política que para mi gusto era muy buena, porque era un pequeño subsidio a la industria editorial que al mismo tiempo proveía a las bibliotecas. Si tengo que pensar en algo positivo, fue la designación de Alejandro Tantanián en el Cervantes, que fue una revolución para el teatro. Pero mucho más no se me ocurre. Sí me gustaría agregar algo porque me involucra. Yo gané un premio en 2018 y fue un quilombo. Lo cobré tarde porque lo dieron tarde. Se hizo para los treinta años de la muerte de Borges y no lo dieron en ese año sino en enero de 2019. Fue bastante escandaloso porque tardaron mucho tiempo en pagarle a los jurados: Félix Bruzzone, Selva Almada, Pedro Mairal y Pola Oloixarac. Y hubo que sacar una nota en Página 12 para que les paguen. Era un laburo que hicieron en 2017 y tuvieron que esperar un montón de tiempo. A mí me parecía significativo porque sé que algunos de esos jurados decidieron participar pese a no comulgar con la línea del gobierno, y lo hicieron porque el el premio les parecía bueno. No querían dejar que las actividades del entonces Ministerio fueran solamente para afines, entonces recibieron la invitación y lo hicieron. Ellos pusieron la mejor voluntad, lo entregaron en tiempo y forma. Y así y todo el Ministerio los recontra ninguneó y les pagó en cualquier momento, después de que se vuelva un quilombo en la opinión pública. Yo no sé si esto es una muestra de cómo funcionó Cultura, pero fue la experiencia que yo tuve y creo que no habla bien de la gestión.

2- Otra vez, no soy experta así que no me animo a decir esto así nomás. Creo que es importante generar un buen vínculo con el sector para tratar de entender sus necesidades: por supuesto que los recursos que se administran siempre son escasos, pero justamente por eso creo que está bueno generar una escucha y pensar en cómo usarlos en un modo que a cada subsector le resulte óptimo. En relación con la literatura, que es lo que más conozco, creo que estaría bueno afianzar los vínculos con Educación en lo que respecta al fomento de la lectura en la escuela.

Tamara Tenenbaum (Foto: Santiago Saferstein)
Tamara Tenenbaum (Foto: Santiago Saferstein)

Pola Oloixarac, escritora y traductora

1- En cultura surgieron nichos interesantes, como el San Martín bajo la dirección de Jorge Telerman y el Cervantes con Alejandro Tantanián, disfruté mucho la puesta en valor de los espacios, nunca los vi tan lindos y cuidados. El Museo Moderno que lleva Victoria Noorthoorn también me parece impactante, en solo un año vi cosas formidables como Max Gomez Canle y “Una historia de la imaginación” que me fascinó, no deja de sorprenderme cómo logra hacer propuestas de vanguardia que son a la vez muy amigables al gran público, y el Bafici sigue siendo espectacular. Más allá de algunos nichos, en general la gestión me pareció deslucida y mediocre, afincada en temas burocráticos y edilicios, sin mucha visión creativa. No puede ser que tu idea de promocionar el libro sea un evento una vez al año. Creo que esto tiene que ver con una camada del PRO con una idea muy fóbica de las relaciones del Estado y la cultura, que no terminan de darle una mirada propia a estas cuestiones. En el PRO son buenos haciendo los puentes de cemento, pero en cultura tenés que ser capaz de crear puentes simbólicos, igual de importantes. Creo que esa camada del PRO actuó ante la cultura de una forma traumada y derrotada, como si la cultura fuera “de los otros”. Me hubiera encantado ver en práctica una visión liberal de la cultura ligada a la innovación y la vanguardia, que surjan nuevas voces liberales, porque es la tradición más elevada -a mi modo de ver- de nuestro país.

2- Me gustaría que se respeten el arte y la cultura como un fin en sí mismo, no como un medio. Creo que a los artistas hay que dejarlos crear en paz, y respetarlos en su diversidad. Para eso sirve la idea de diversidad: no es solo sexual, la diversidad intelectual también tiene que ser celebrada y respetada. No me gustaría que se parasite la autonomía del arte para que todo sea una oportunidad para rédito político. Me parece aburrido y bastante nefasto como práctica. La cultura argentina es vasta y muchas tradiciones conviven en ella: simplificarlo todo a una idea nacional y popular, como le suele gustar al peronismo reciente, es negar la diversidad en un momento donde la diversidad es un valor. Ese valor diverso no es partidario, tiene tantos colores como personas, infrarrojos dentro del arcoíris, ultravioletas. Me gustaría que la cultura sea un lugar donde se respeta al diferente. Ese es el experimento humanista, poder empatizar con el que no piensa igual a mí.

Hernán Vanoli, escritor, editor y sociólogo

1- El balance es negativo. Si bien la gestión en la ciudad es diferente la de Nación, en ambos casos para el macrismo la cultura ocupó un lugar decorativo, vinculado al entretenimiento, que fue virando de la idea de la cultura como un conjunto de startups que no entendía su destino histórico a la cultura como una caja de herramientas para una inserción en la ciudadanía pasiva que propone el capitalismo desregulado y financiero. Pese a las buenas intenciones de algunos funcionarios -no es el caso de Avelluto, cuya designación es otra de las pruebas de que Macri no sirvió para formar ni para conducir equipos de trabajo- la primacía de los halcones de las finanzas y el mundo corporativo y su rotundo fracaso económico y social a la hora de conducir el país encontró en las políticas culturales un complemento blando en el cual se mixturaron un populismo de derecha con la filosofía del mecenazgo, que no es otra que la de vaciar el rol del estado como plataforma de discusión de valores. Censuraron, bajaron programas, premiaron al nepotismo y a la militancia. El macrismo no entiende ni entenderá la potencialidad de la cultura porque la cultura desafía en forma permanente las cosmovisiones economicistas que conforman su identidad, las teorías económicas que volvieron a intentar poner en práctica con el resultado catastrófico que todos vivimos día a día. El cambio cultural que propuso el macrismo fue una modernización neoliberal que ya era vieja en el occidente desarrollado cuando asumieron.

2- No soy quién para decir qué rumbo debería tomar el nuevo gobierno. Sí me gustaría que el de Cultura vuelva a ser un Ministerio, que se potencie su costado de servicio hacia el resto de las áreas del Estado, que la cultura sea un factor transversal a la hora de plantear objetivos de gobierno. Que se la vincule con las nuevas formas económicas que ya existen de manera embrionaria en el mundo de la cultura. Que se tenga una política seria y de vanguardia en lo que respecta al poder de las plataformas de extracción de datos y a las compañías de provisión de conectividad. Que se apunte a fortalecer el movimiento que existe en la sociedad, por supuesto sin descuidar el rol que tiene la cultura en el ocio, pero con apertura hacia lo emergente, hacia la sustentabilidad y hacia la convivencia. Que se establezca un buen sistema de distribución con conducción estatal para los productos independientes, que se dote de infraestructura en serio a la potencia social que tiene la cultura -presupuesto para los teatros, imprentas públicas, equipamiento de las bibliotecas y promoción de los centros culturales. Que se fortalezcan sus vínculos con el sistema educativo. Que se desarticule el oligopolio de la producción del papel, que tanto lastima a los pequeños emprendimientos alternativos. Que se ayude a exportar y a cobrar derechos a los productores de contenidos, que hoy tienen unas restricciones kafkianas. En suma, que se piense en serio el rol de la cultura como un productor de formas de vida y no como entretenimiento, ocio, adorno o fuentes de trabajo en un mundo donde el trabajo estable, formal y en blanco no deja de disminuir.

Hernán Vanoli (Foto: Martín Rosenzveig)
Hernán Vanoli (Foto: Martín Rosenzveig)

Gabriela Massuh, escritora y doctora en filología

1- Uno de los rasgos positivos de esta gestión a nivel nacional es la recomposición de los directores de museos a través del llamado a concurso. Este es un legado de Américo Castilla en su paso por la secretaría de cultura de la Nación. Más allá de esto, creo que es una gestión mediocre y, en varias áreas neurálgicas, una gestión pésima. En materia de preservación del patrimonio no se hizo absolutamente nada. Tampoco en materia de promoción de la lectura (se redujeron brutalmente los presupuestos de la Conabip impidiéndole a las bibliotecas populares la adquisición de libros), la producción de libros se redujo casi a la mitad en estos últimos cuatro años. Las áreas de descuido fueron gigantescas atendiéndose solamente eventos culturales de alto impacto. No se puede generalizar, pero esto mismo sucedió en las áreas provinciales y municipales de cultura. Doy dos ejemplos: el calamitoso estado del Teatro Argentino de la Plata y el cierre, hasta el momento, del Teatro Alvear en la Capital, donde la acción cultural se reduce a una gestión de visibilidad política: la noche de los museos, los recitales al aire libre, la utilización de grupos de rock conocidos, la ocupación del espacio público como plataformas publicitarias del partido de gobierno. En este sentido se descuidó absolutamente todo aquello que la cultura puede aportar a la integración social. No puedo extenderme aquí sobre la jibarización de la cultura en materia de despidos en el área o del cierre de orquestas en varios niveles. Eso fue verdaderamente atroz. Un caso de excepción es la gestión de Tantanián frente al Cervantes. Había que ser un demiurgo para levantar a ese monstruo y Tantanián lo logró, a veces también él demasiado seducido por una gestión de mayor brillantez que contenidos y estéticas renovadoras.

2- Una de las principales metas que le recomendaría al gobierno que asume en diciembre es distanciarse de la frivolidad, dejar de tomar a la cultura como adorno ya que si la Argentina puede preciarse de algo en el mundo es a través de sus escritores, bailarines, músicos, su gente de teatro, sus creadores. A grandes rasgos pensaría en una cultura menos dirigida al público y mucho más a sus creadores mediante mecanismos concretos de estímulos y promoción. Hoy por hoy la mayoría de nuestra gente de la cultura vive de la enseñanza privada, eso está bien, pero genera distorsiones. Hay mucho por hacer, pero yo sugeriría dos puntos esenciales: elevar nuevamente la Secretaría a Ministerio y unirla con la secretaría de medios de comunicación. Hoy ya no se puede hablar de cultura sin tener en cuenta de la necesidad de que los medios públicos dejen de ser gubernamentales sino verdaderamente públicos, es decir, al mando de gente verdaderamente idónea, por concurso y con control parlamentario. Necesitamos una BBC, un canal Arte o una Deutsche Welle hechas a nuestra medida y nuestras posibilidades.

Carlos Díaz, editor y sociólogo

1- El balance es negativo, me cuesta mucho encontrar una política importante para rescatar, y no me mueve la mala fe en absoluto. Más bien se me vienen a la cabeza los despidos (de mala manera), los recortes presupuestarios (que en muchos casos dejaron a instituciones completas con dinero apenas para pagar sueldos, gastos generales y no mucho más, como es el caso de Conabip) y los conflictos con el mundo del libro, del cine, del teatro, de la danza, de la música... Al mismo tiempo no me sorprende ya que el PRO y Cambiemos históricamente han carecido de un vínculo estrecho con el campo intelectual y el de la creación artística.

2- Volver a convertir en Ministerio el área de cultura sería una buena señal. La degradación a Secretaría es difícil de entender. Recuperar un diálogo constructivo con los sectores clave de la cultura va a ser indispensable. Luego, siendo realista, lo que implica partir de la base de que el área no contará con un gran presupuesto, me gustaría que el próximo ministro/a tenga una mirada amplia de lo que es la cultura y que plantee un debate público plural, rico y diverso sobre temas como el racismo, la xenofobia, el uso de la fuerza por parte del Estado, la diversidad sexual, los derechos de las minorías o la insoportable grieta. Que gestionar el área de cultura de un país no sea solo organizar recitales, fiestas regionales o poner stands en exposiciones. Sería deseable que estimulara y enriqueciera la discusión pública mostrando distintas voces.

Carlos Díaz, editor y sociólogo
Carlos Díaz, editor y sociólogo (Foto: Patricio Murphy)

Leonora Djament, editora y licencia en Letras

1- La cultura pasó de estar encarnada en un ministerio a ser una secretaría. A partir de ahí quedó claro que la cultura fue considerada solo un ámbito prescindente, que solo genera gastos. Además de los recortes en presupuesto, staff y programas, lo que hubo de base es un recorte sobre la idea misma de cultura, reduciéndola a mero pasatiempo o accesorio. Concretamente en relación a la industria del libro, el balance es claro: la producción de ejemplares es hoy un tercio de lo que era hace 4 años, la cantidad de novedades se redujo, se perdió un 20% de empleo directo en los últimos años y las ventas bajaron alrededor de un 30%.

2- Ojalá que la cultura vuelva a ser pensada en toda su dimensión: tanto en términos de industrias creativas que movilizan una cantidad nada despreciable de recursos económicos, crean fuentes de trabajo y aportan a la economía general, como también en términos de usina de exploración, experimentación, debate, formación en todos los ámbitos de la sociedad. Para esto, habrá que armar un plan a corto, mediano y largo plazo de políticas sostenidas y coherentes, en torno a la cultura en general y el libro en particular.

Alejandro Dujovne, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet

1- Creo que a esta altura podemos prescindir del veredicto distanciado de los historiadores para hacer un balance de lo acontecido en el sector editorial: cuatro años perdidos. Cuatro años en que la producción de ejemplares cayó a la mitad, se cerraron imprentas y librerías, se redujeron los planes de publicación, y se multiplicaron los despidos en todos los eslabones de la cadena. Durante esta etapa se produjo una combinación fatal. Por un lado, un aumento sostenido de los costos de producción y una severa contracción del consumo que encontraron en el libro a una de sus primeras y más dilectas víctimas. Por el otro, un gobierno que, lejos de escuchar y convocar a los distintos actores del mundo del libro ante sus reiteradas demandas, decidió no solo no proponer acciones que amortiguaran los efectos más negativos de la crisis, sino, peor aún, eliminar políticas clave y desfinanciar otras. Si la cultura no fue una prioridad, los libros y la lectura parecen haber sido sus enemigos.

2- El mundo del libro se enfrenta a problemas de distintos orden. En lo inmediato debe encarar una coyuntura muy difícil que exige un paquete de medidas de corto plazo que logre frenar la caída de las ventas y evite que se sumen nuevos cierres y despidos. Luego, si nos desplazamos de la coyuntura, nos encontramos con una serie de problemas estructurales de larga data (concentración geográfica, concentración económica, pérdida de mercados internacionales, precarización de las condiciones laborales, etc.) que exigen un plan de mediano y largo plazo. Un plan de fondo que expanda y consolide la producción y acceso al libro y fortalezca la lectura de forma federal. En este sentido, la sanción del Instituto Nacional del Libro debe ser una de las prioridades. Pero hasta que el Instituto se sancione e implemente, es necesario jerarquizar y dar recursos a un área específica que esté a la altura del lugar social, cultural y económico del libro en Argentina. En términos concretos esto significa crear una institucionalidad adecuada, convocar funcionarios idóneos y comprometidos, garantizar recursos específicos, establecer instancias permanentes de diálogo con los distintos actores del libro a nivel nacional, con las provincias, e implementar una mesa de coordinación con otras secretarías y ministerios del Poder Ejecutivo que llevan adelante acciones relacionadas con el libro y la lectura. Al mismo tiempo, es preciso que la movilización y organización de escritores, traductores, ilustradores, editores y libreros, que vimos en los últimos años se mantenga y amplíe. Mientras más y mejor representados estén, mayor será su participación, y mejores sus críticas y sus aportes.

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