Bruno Gelber, en un ensayo con la Sinfónica de Ciegos: crónica de una entrevista atípica

Infobae Cultura asistió a las prácticas del gran músico junto con la orquesta nacional, quienes la próxima semana darán un concierto en Lanús y otro en el CCK. Retrato de un artista que persigue la belleza de manera obsesiva y da indicaciones caprichosas todo el tiempo, aunque también tiene gestos de profunda sensibilidad

Bruno Gelber durante el ensayo con la Banda Sinfónica de Ciegos. (Matías Arbotto)

Es jueves por la tarde y un calor de verano se cuela en la primavera de Buenos Aires, con la térmica cercana a los 29°. Es el día programado para cubrir el ensayo de la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos, que durante estos días se reúne en la sala de la calle Sánchez de Bustamante, entre Avenida Rivadavia y Bartolomé Mitre, para preparar el Concierto que darán el 14 de noviembre en el CCK.

El horario pautado para el ensayo es de 14:00 a 16:00. Llegamos a las 15 para tomar imágenes y esperar tranquilos la entrevista pactada para las 16:40 con el maestro Bruno Gelber, considerado uno de los mejores 100 pianistas del siglo. Dato no menor para saber un poco más del genio del oído absoluto que a los tres años y medio comenzó a jugar con las teclas del piano de su madre como si fueran un sonajero.

En la puerta de la sala de la planta baja se escuchaba a la orquesta, deleite privado. La voz de una las personas que nos recibió cortó el clima de un momento que se prometía auspicioso. “No se puede entrar con cámaras”, advirtió con incomodidad. Al otro lado de la puerta estaba Bruno Gelber, el músico del talento extraordinarios. “Pero la entrevista tiene que ser filmada, necesitamos imágenes de la banda tocando”, recordé el acuerdo previo, normal antes de una entrevista. “No quiere cámaras”, explicó la misma persona mientras los signos de interrogación comenzaban a sonar mentalmente aún más fuerte que los instrumentos que se escuchaban desde adentro. “¿No quiere dar la entrevista?”, preguntamos. “Quizás mañana, sí”, interrumpió otra voz, algo incómoda por la situación. Otra persona se sumó para explicar que se trataba del primer ensayo entre Gelber y la orquesta y que el músico consideraba que aún no sonaban a la perfección de sus deseos.

Martín Merayo, dirigiendo la orquesta en el ensayo junto a Bruno Gelber. (Matías Arbotto)

Segundos después nos autorizaron a ingresar a la sala para ver el ensayo, pero sin los equipos. Periodistas desprovistos de cámara, luces y trípodes, a solas con nuestros ojos. Entramos. Lo que escuchamos era sublime, lo que veíamos, aún más. Las flautas traversas, saxofones y trompetas sonaban bajo las órdenes del maestro Martín Merayo, el director de la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos, quien en su práctica incluía un chasquido de dedos y algunas palabras. Aquella primera sensación de disgusto de los instantes previos fue reemplazada de inmediato por la emoción de la la música. Durante veinte minutos observamos todo: había muy pocas partituras (conté tres) y más de 20 músicos, algunos con lentes oscuros, que seguían al piano de Gelber y también a la voz del director y sus chasquidos. Parecían las indicaciones para que cada instrumento entrara y tocara su parte.

Una vez terminado el ensayo, una de las personas cercanas a Gelber le anunció que estábamos allí. Nos presentamos y acordamos que la entrevista se haría y que sería filmada. El maestro accedió a darla frente a cámara, pero bajo sus condiciones. “Subí más la luz”, le indicó a nuestro camarógrafo. Luego reclamó porque la posición de la cámara no le parecía conveniente. Nada parecía conformarlo: pidió un plano abierto detrás del oscuro piano de cola. El maestro que daba las indicaciones sobre el escenario también fijaba sus condiciones para ser filmado vestido de negro, el color del telón que tenía de fondo, muy lejos del ideal para un video. Sobre el final, y cuando parecía conforme porque se habían respetado sus pedidos, agradeció la entrevista.

El genio de Gelber a pleno en el ensayo de cara a los conciertos de la próxima semana. El broche de oro será en el CCK. (Matías Arbotto)

“Estamos ensayando junto a esta maravillosa orquesta para el concierto que daremos el martes 12 de noviembre en el CCK”, resumió y ante la pregunta sobre su experiencia de tocar junto a un coro de personas no videntes dijo: “Es una experiencia interesante porque es la primera vez que toco con una orquesta que tiene solamente instrumentos de viento. Es admirable el esfuerzo de aprenderse todo de memoria y tocar tan bien como lo han hecho”.

¿Cómo nace este concierto, maestro?

—Los vi por televisión en mi casa mientras estudiaba. Yo estudio hasta las 4 de la mañana y veo películas nacionales, me gustan las antiguas, y haciendo zapping me encontré con esta orquesta que me pareció tan genial y me dije: “¡Quiero tocar con ellos!”enfatiza con la voz y el gesto—. Así lo manifesté y dijeron que estaban encantados de poder hacerlo y se eligió una fecha. ¡Fue hace poquito esto!

—El programa incluye la obertura de "Las bodas del Fígaro”, de Mozart, “Concierto para piano y Orquesta N° 3”, de Beethoven. ¿Quién eligió el programa?

—El programa del concierto fue consensuado. Es un concierto que tengo en repertorio en estos momentos. Es el primer concierto que toqué cuando tenía 9 años y medio en la radio con el maestro Gambini.

—¿Cómo fue ese momento, a los 9 años sobre un escenario y dando el primer concierto?

—Fue un momento muy simpático porque mi padre estaba en la orquesta y era muy gracioso porque no se le quitó la sonrisa en ningún momento y yo estaba tentado de ver eso. Papá me llevaba a la Orquesta del Colón, pero como muchos músicos en Argentina, estaba en una orquesta y en otra; entonces, como yo tenía oído absoluto, papá se lucía conmigo haciéndome probar el oído por diferentes instrumentos —recuerda entre risas, hace una pausa y en el ademán de manos sin querer hace sonar una tecla del piano de cola— Estudié con el maestro (Vicente) Scaramuzza ese concierto durante un año y medio. ¡Llegué a odiar al concierto! Porque en siete meses me pidió la cadencia ¡nada más! ¡Y soñé con esa cadencia! Es el concierto que cuando me despierto en el medio de la noche, ¡me siento y lo toco! ¡Es el que más conozco!

—Es casi parte suya...

—¡Si! Es casi parte mía.

La Banda Sinfónica Nacional de Ciegos Pascual Grisolía que fue inaugurada en un concierto el 15 de octubre de 1947 conviertiéndose así en la pionera mundial. (Matías Arbotto)

—¿Cómo fue su infancia en una casa de músicos, subiendo al escenario del Colón, escuchando orquesta desde chico y habiendo empezado a tocar el piano de pequeño?

—Empecé a estudiar piano a los 3 años y medio contra la voluntad de mis padres, que se rindieron al hecho de que yo estaba pegado a mi madre cuando daba clases y repetía con un dedito lo que hacían sus alumnos. Y me hizo hacer un concierto de prueba en Quilmes con una profesora amiga, para fin de año; y lo hice con gran placer porque repetí lo que veía porque papá me llevaba al Colón a todos los conciertos, recitales, a todas las manifestaciones... ¡Y yo salía al escenario como si lo hubiera hecho toda la vida! ¡Encantado!... ¡Ese fue el único concierto en el que no tuve nervios!

—¿Después sí los tuvo?

—¡Por supuesto! ¡La mochila!... Después se comprueba todo el tiempo

—Volviendo a la infancia, ¿cómo fue entre el piano y luego la enfermedad que lo afectó?

—Yo tuve una infancia maravillosa hasta los 7 años, cuando enfermé de polio. Por eso tengo esa consustanciación con la gente que tiene problemas y siendo un discapacitado me pareció interesante hacer un concierto con gente que tiene problemas. Me quedó todo sobre la pierna izquierda— apoya su mano izquierda sobre la pierna izquierda y se lamenta—. ¡A veces se va todo! ¡A veces queda en la cabeza! A mi me quedó la pierna izquierda afectada. Igual sigo adelante y no sé cuántas veces di vueltas al mundo y he dado conciertos en 57 países, ¡miles de conciertos!

Bruno Leonardo Gelber nació el 19 de marzo de 1941 en Buenos Aires y es uno de los pianistas más talentosos del mundo. (Matías Arbotto)

—¿Qué lugar falta? ¿Dónde le gustaría tocar?

—Me gustaría tocar en China y en Cuba.

—¿Y por turismo?

—No viajo como turista porque estoy tan acostumbrado a viajar como profesional que el hecho de estar en un avión...—hace muecas y gesto de negación— ¡No me gusta viajar! ¡Me gusta llegar! Yo voy si tengo alguna actividad. Llego y estudio. Pasea más la persona que me acompaña.

—¿Cómo son sus noches?

—Estudio por la noches en un piano que tengo en casa al que se le regula la intensidad y veo la televisión para no aburrirme. Doy mucho de mí en esos momentos porque estoy solo, concentrado.

—¿Siempre estudia?

Nosotros tenemos la parte intelectual, la parte emocional y la parte puramente física que hay que entrenarla como los deportistas. Si se tiene una obra en la mano y si no la mantiene ¡se va! Queda en la cabeza y el corazón, pero en los dedos no. A una obra hay que estudiarla, necesita horas... ¡Es todo un trabajo!

—¡Arduo trabajo!

—Pero no me gusta hablar de eso porque me gusta que la gente tenga la ilusión de que vivimos en una nube de inspiración y que tocamos por gracia de Dios, de la inspiración, de la facilidad y todo, pero hay mucho trabajo detrás.

En 1997, la UNESCO le otorgó a la banda el Gran Premio Camu “por los extraordinarios aportes en beneficio de la comunidad”. (Matías Arbotto)

—¡Parece demasiado!

—¿Usted conoce algo bien hecho sin trabajo?

—¿Qué aconseja desde su experiencia a las nuevas generaciones?

—A las nuevas generaciones es muy importante pedirles que sepan focalizarse en algo que quieran. Que elijan algo, pero que no se dispersen. Lógicamente tienen los medios que no teníamos nosotros cuando éramos chico y ahora tienen tantos medios maravillosos, cuando son bien utilizados. Para no dispersarse, si uno quiere llegar a algo realmente bien hay que focalizarse en lo que le gusta y dar toda la energía. Como lo hacen los directores también.

—¿Qué escucha cuando no escucha música clásica?

—¡Me gusta todo lo que es lindo! Soy un gran amante del teatro, me encanta el cine, todas las manifestaciones artísticas me gustan.

—Se dice de usted que es un músico clásico popular ¿se siente cómodo con ese calificativo?

—¡Dios sabe por qué lo dicen! ¡Yo no!— se ríe con el cuerpo—. He pasado los límites naturales de la música clásica y me conocen como si fuese un artista popular, de cine, es verdad y yo no me quejo. Me parece maravilloso para la música clásica porque muchas veces se ha quedado en la parte del progreso de la comunicación, se ha quedado demasiado quieta.

—Dará un concierto gratuito en uno de los grandes teatros populares y con una banda única ¿cuál es la última reflexión ante ese evento?

—¡Este concierto lo pedí! Y yo no pido conciertos, me los proponen. Pero a este lo pedí y tuve la satisfacción de tocar con el director Martín Merayo. Los invito a que vengan a escuchar el concierto porque realmente es un esfuerzo enorme de esta orquesta mágica de gente no vidente.

El maestro Bruno Gelber es el invitado de honor de la Banda Sinfónica de Ciegos. Darán un concierto en el Centro Comercial e Industrial de Lanús y en la Sala Auditorio del CCK. (Matías Arbotto)

Luego de la entrevista, Gelber acomodó sus cosas y salió. Al vernos minutos más tarde esperando nuestro vehículo en la vereda de Sánchez de Bustamante, nos preguntó con amabilidad si podía acercarnos con su auto hacia algún lugar. Luego saludó con una sonrisa y un “gracias y hasta pronto".

Es cierto: las sugerencias realizadas por el músico fueron respetadas pero esto hizo que fuera necesario ir al día siguiente por segunda vez para hacer imágenes del ensayo y poder retratar a los músicos. Regresar con cámara en mano fue lo acordado, pero en la tarde del viernes nuevamente Gelber pidió que no hubiera ingresos a la sal. Una vez más no fue posible hacer las imágenes con la comodidad a que acostumbramos en estas ocasiones. Solo nos autorizaron a sacar fotos sin que el maestro lo advirtiera: fotos secretas para no perturbar al genio.

Las imágenes se hicieron desde atrás de las sillas desocupadas, que sirvieron como singulares trincheras; otras se dispararon tras las espaldas de los músicos y siempre a la espera de que sonara el tambor para que pasara desapercibido el sonido del obturador de la cámara: algo imposible ante un oído absoluto que tiene la capacidad de reconocer todos los sonidos al mismo tiempo y en cualquier lugar.

“Está fastidioso”, deslizó con preocupación la misma voz del día anterior para explicar los caprichos de un genio que desea que el mundo funcione según sus coordenadas, todo tan parecido a la persona que describe magistralmente Leila Guerriero en su premiada biografía Opus Gelber. Retrato de un pianista.

*La Banda Sinfónica Nacional de Ciegos Pascual Grisolía fue presentada en concierto el 15 de octubre de 1947, conviertiéndose así en pionera mundial. Tras 70 años de trayectoria, logró notables actividades artísticas. En 1997, la UNESCO le otorgó el Gran Premio Camu “por los extraordinarios aportes en beneficio de la comunidad”. En esta ocasión invitaron al maestro Bruno Gelber para tocar el martes 12 a las 18 en el Centro Comercial e Industrial de Lanús, en Avenida 9 de julio 1553 (Lanús Este) y la gala será el jueves 14 de noviembre a las 20, en la Sala Auditorio del CCK, Sarmiento 151.

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