Pedro Barcia: “En nuestras clases estimulamos el orgullo por los bienes culturales que tenemos”

El director de la Diplomatura de Cultura Argentina del CUDES, curso que nació con el Bicentenario y hoy cumple 10 años, acaba de reeditar sus ensayos sobre Marechal y Lugones, cuya preocupación era justamente que nuestra cultura no tuviera complejos frente a la cultura universal

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Pedro Luis Barcia dirige una Diplomatura que busca despertar el orgullo por nuestros bienes culturales

Pedro Luis Barcia es un incansable estudioso de nuestra lengua -en sus palabras, “del habla oral y escrita de los argentinos”- y un divulgador erudito de muchos de nuestros bienes culturales; ahora acaba de reeditar sus ensayos sobre dos de los autores a los que más tiempo ha consagrado: Leopoldo Marechal. Palabra trascendente y plenitud de sentido y Lugones desconocido (7 t.).

En coincidencia con estas reediciones, se cumplen diez años de la Diplomatura de Cultura Argentina que dirige Barcia en el Instituto de Cultura del Centro Universitario de Estudios (CUDES), que convoca a un cuerpo de profesores destacados y plural, que incluye nombres como los de Abel Posse, Roberto Cortés Conde, Carlos Escudé, Víctor Manuel Fernández, Marcos Aguinis, Rosendo Fraga, Luis Alberto Romero o Juan Llach, por citar sólo unos pocos.

“Todo argentino tiene un conjunto de conocimientos generalmente amplios pero mal barajados”, explica Barcia en esta entrevista con Infobae, por eso la Diplomatura ordena ese mundo. “Le hacemos una síntesis de lo que se puede saber”. Una síntesis que atraviesa todos los aspectos de nuestra cultura: desde la historia hasta el cine, desde el folklore a la religión, pasando por la pintura, la arquitectura, la literatura, etcétera.

En esta charla, Barcia habla de los dos Leopoldos, Marechal y Lugones, dos autores ineludibles en la revalorización de nuestra cultura. Dos autores cuya “perspectiva política es muy lícito estudiar”, dice Barcia, pero que no deben ser reducidos a eso, como sucedió con frecuencia, convirtiéndolos en “autores depuestos”.

(Crédito: Santiago Saferstein)
(Crédito: Santiago Saferstein)

— Usted acaba de reeditar sus ensayos dedicados a Marechal y a Lugones, y en ellos reflexiona sobre esta costumbre de juzgar e incluso condenar, desterrar, a los escritores por su posicionamiento político o partidario. A Marechal le ha pasado eso en distintas etapas. ¿Cree que vamos en vías de superar eso? Porque también lo hicimos con Borges...

— Creo que va a ser difícil porque ya está un poco en el hábito estimativo del argentino el asociar directamente lo ideológico con la obra y la descalificación por ideología o aceptación por ideología. El caso de Marechal es un curioso porque realmente tejieron anillos de silencio y de sanidad hospitalaria alejándolo de la realidad con mucha prolijidad. E inclusive estuvo distanciado de los mismos peronistas porque él no estaba de acuerdo con una cultura flor de ceibo, como decían cuando yo era chico y vivía en provincia, una cultura que se radicaba nada más en lo nacional y lo popular, sino que él trató siempre de unir, desde el título mismo de la novela mayor, Adán BuenosAyres, lo argentino y lo universal. Entonces para él fue siempre dificultoso desarrollarse porque tuvo varios frentes. En primer lugar el de la generación “martinfierrista” [por la revista literaria Martín Fierro] a la que él perteneció y a la que dedica en el 48 la novela Adán BuenosAyres, y casi todos reaccionaron en contra de la novela; creo que en gran medida porque Marechal mantenía una jovialidad en el tratamiento de la realidad, un cierto sentido juguetón, o jodón para ser correctamente argentino, y el resto de los compañeros de generación se habían envarado, ya habían tomado actitudes académicas. Éste fue un primer frente que le hizo el silencio y a veces hasta combate diciendo que el libro era grosero. El otro factor fue el político naturalmente porque en el 48 estaban muy polarizadas las fuerzas, y a él lo dejaron un poco en aislamiento. Y cuando cae el peronismo, él pasa a ser lo que se llama un autor depuesto, un lírico depuesto. Vivía una especie de insularización en su departamento de la calle Rivadavia. Yo aclaro que no soy peronista pero lo conocí siendo muchacho. Fui a verlo a la casa porque estaba haciendo un trabajo para la licenciatura. Poca gente lo visitaba. Después de muerto parece que todo el mundo lo frecuentaba. Ni la cancha de Boca alcanzaría a reunir a todos los que en realidad no fueron. Eran cinco fieles que él tenía.

— ¿Cuándo empieza la reivindicación del libro Adan BuenosAyres?.

— Empieza en el 65 aunque según otra ideología en el 67. En 1965 él publica su segunda novela, El banquete de Severo Arcángelo, y reedita Adán BuenosAyres. Y en el 66 publica Heptamerón, Antígona Vélez, Los dos rostros de Venus, cinco obras más. De modo que entre el 65 y el 66 él mismo produce una eclosión por la publicación de estas obras. En el 67 lo llaman de Cuba para integrar el Jurado de las Américas.

El ensayo de Pedro Barcia
El ensayo de Pedro Barcia sobre Marechal

— Me hizo mucha gracia la expresión que usted usa: “Pasó la aduana cubana”. O sea, se santificó pasando por Cuba.

— (Risas). Es que así manejaron la opinión pública diciendo “ahora que lo reconoce Cuba…” No, el reconocimiento argentino fue previo. Lo que pasa es que ahí se polarizó un poco la cosa y se volvió a ideologizar desde otro punto de vista. Él decía que era cristiano viejo, que no entendía qué estaba haciendo en un país marxista leninista. Pero lo importante es que salió a la luz de nuevo. Y ha tenido sus intermitencias. Después del 70 desapareció de nuevo de las universidades argentinas.

— ¿Y ahora por qué ese exilio? ¿Tiene más que ver con su postura cristiana o con la partidaria?

— Yo creo que tiene que ver con las dos cosas. Tiene enemigos en los dos bandos. Por un lado, por el peronismo, por otro lado, por su cristianismo. Cuando yo lo visité por vez primera, le dije: “Su catolicismo”. Él me corrigió: “No, mi cristianismo. Mi concepción es más amplia ahora.” Efectivamente él mantuvo una concepción cristiana que le da organicidad a toda la obra. Esta es una de las características de Marechal frente a otros autores argentinos. Porque usted cala en cualquier lugar de la obra de Marechal y siempre hay una visión teológica filosófica de base que es bastante amplia y en segundo lugar los mismos temas que lo obseden atraviesan toda su obra.

— Y hoy en día entonces usted dice que en los programas secundarios, universitarios, no aparece Marechal.

— En general no, ahora, según me decía Graciela Maturo, está resurgiendo nuevamente. Vamos a ver con qué enfoque, porque me parece muy lícito que usted estudie la perspectiva política de un autor porque es parte de la vida del autor, pero que no se lo reduzca ni subsuma todo a eso, ¿no? Ni tampoco que se lo vea desde un punto de vista moral exclusivamente. O que lo haga un aislado de la realidad con una visión teológica. Marechal fue un hombre muy encarnado, porque él tenía la capacidad de ver en un barrio de Buenos Aires en primer lugar el barrio en sí, el barrio por el que transitaba. En segundo lugar, veía la Argentina cifrada en ese barrio. Y en tercer lugar, la humanidad en ese barrio.

— Y si usted tuviera que decirle a alguien que se aproxima a Marechal por primera vez, ¿por dónde debería empezar? ¿Por Adán BuenosAyres?

— Yo empecé mal, empecé leyendo los poemas de Marechal y no los entendía. Pero como tenía buena memoria los recitaba de memoria y después poquito a poquito iba descubriendo cosas. Creo que habría que empezar por Adán BuenosAyres, hacer el esfuerzo de Adán BuenosAyres, pero una edición anotada. No estoy vendiendo la mía... Pero ocurre que es un autor de apelación cultural permanente, entonces si él habla de Heráclito un pibe de hoy de 15 años, 16 años, no sabe, entonces es necesario que la nota lo ayude. Es un autor que para los lectores contemporáneos requiere de aparato, no crítico con variante y demás, que eso es “embolastico” diría la Academia...

— Aclaraciones.

— Aclaraciones para que usted se sitúe. Eso me parece importante.

(Crédito: Santiago Saferstein)
(Crédito: Santiago Saferstein)

— ¿Y en el caso de Lugones? ¿Lugones está también…?

— Lugones creo que está en la encrucijada de casi todos los caminos de la literatura argentina porque cuando usted quiere investigar dónde está el origen de la ficción científica, mal llamada ciencia ficción por la Academia española, un inglesismo ridículo, lo primero que importa es la ficción y lo científico es secundario, está Lugones a la cabeza. Y es más, no publicó una obra, una pieza, publicó diez. Y cuando usted quiere explorar el cuento fantástico, está Lugones a la cabeza. Por eso Borges, que pertenece a las dos ramas, señala que sus antecedentes están en él. Borges dice que es el escritor argentino más completo que hay. Indudablemente hay un problema que se conjuga contra Lugones y es que quiso ser señor de todo el diccionario, usar todas las palabras del diccionario. No hay autor que en la Argentina maneje el diccionario como él. Pero cuando usted analiza un poema la precisión que tiene en cada verso con el término que utiliza, la elección que hace de tal o cual adjetivo es realmente siempre ejemplar. Ahora, también contra Lugones está todo lo que han sido sus mutaciones ideológicas, que ha pasado de una extrema izquierda a una derecha militarista en la última etapa ¿verdad? Pero cuando usted lee las Odas seculares, cuando lee los Romances del río seco, cuando lee cualquiera de los libros de él en distintas etapas, no hay carga ideológica. La carga ideológica está en los ensayos políticos que escribió. Y tuvo una característica Lugones, en todos estos cambios, es que no hizo gatopardismo. Lugones cambiaba de posición, pasaba de ser un anárquico a ser un socialista, y se veía en la obligación de decir que había hecho este cambio.

— Explicitarlo.

— Cosa que los políticos actuales disimulan todo, disuelven, y pasan con fluidez aceitada de una posición a la otra. En cambio él se sintió en esta obligación de hacerlo. El hecho de haber terminado en esta posición tan dura, tan cerrada políticamente, y contra la democracia general, esto lo perjudicó enormemente y lo sigue perjudicando. Lugones hoy en día en los programas universitarios no existe. Curiosamente viene gente de Francia a que le dirijan el trabajo sobre Lugones pero acá no se lo trata.

— Usted reivindica en estos ensayos, la memorización. Algo desterrado. La pedagogía moderna cree que memorizar es malo en sí mismo.

— Será porque yo soy memorioso. Casi todos los docentes amnésicos abjuran de la memoria, pero usted si no tiene memoria Claudia no tiene identidad porque no tiene integridad personal. Si usted no tiene memoria no sabe si está robando cuando escribe dos líneas porque no se acuerda del autor del que las tomó y cree que son propias. La memoria hay que desarrollarla, hay que estimularla. Porque la memoria es un factor capacísimo y fundamental. El error consiste en confundir con memorismo. Estudiar de memoria. Pero en estos momentos no se desarrolla la memoria: hay ejercicios que deberían comenzar en el nivel inicial. Inicial tendría que tener un caudal de coplitas, de referencias y demás. Yo desde chico me di cuenta que la memoria era como un músculo que usted podía dominarla, la podía excitar, y todas las noches leía un soneto dos veces y me acostaba. Cuando me iba a poner las alpargatas para levantarme a la mañana siguiente recitaba el poema dos veces y así lo fijaba. Y bueno, tuve un haber, una especie de antología mental de hasta doscientos poemas. Hoy tengo la mitad nada más, porque estoy caduco. Pero yo voy a una sala de espera, voy al odontólogo, y no llevo ningún libro, porque comienzo a recordar: “Tornasolando el flanco a su sinuoso paso va el tigre suave como un verso” y recreo todo el poema 65 de Banchs con todos sus movimientos y demás.

— Una maravilla. Hay una cosa que usted compara entre el nacionalismo de Lugones con el de Marechal, como más aislacionista Lugones y más una visión de Argentina en el mundo por parte de Marechal.

— En Lugones hay un primer esfuerzo, en 1910, cuando homenajeó, utilizando un horrible verbo, a la Patria con cuatro libros, la primera didáctica que sirvió al país la escribió él, las Odas seculares, y Prometeo. Prometeo es un libro que rescata las enseñanzas de los mitos griegos, dice él, para espiritualizar al país. Porque el país entre 1880 y 1914 va a tener una eclosión económica enorme, y él advierte que junto a esto viene asociada una visión pragmática y positivista. Si algo fue Lugones es antipositivista toda su vida. Entonces se sirve de los griegos para retomar a través de sus mitos una dimensión, no trascendente religiosa sino espiritual. Él fue un hombre como sabemos anticristiano toda su vida hasta la última etapa en que llega a una conversión que yo llamo cultural al cristianismo. No podemos decir que se convirtió espiritualmente, pero sí culturalmente al cristianismo. Esta preocupación de Lugones no ha tenido tal vez la universalización que tuvo el caso de Adán BuenosAyres o Antígona Vélez, o El domador de caballos de Marechal, donde ve en el hombre que domina a la bestia a Adán sojuzgando a la criatura, cumpliendo un mensaje bíblico. Esto en Lugones no se da en esta dimensión. En cambio sí se dio en Marechal. Lo que sí hay en Lugones es una preocupación porque nuestra cultura no tenga complejos frente a la cultura universal. Lo que plantea Marechal, que planteó Borges y que planteó Lugones, es plantarse sin complejos frente a la herencia de Shakespeare, Dante. Por eso lo manejan, Marechal, Borges, con libertad absoluta, no tienen limitaciones porque se sienten herederos de eso. Y eso es lo que nosotros de alguna manera estamos estimulando en la Diplomatura de la Cultura Argentina, que este año cumple 10 años. Hemos descubierto que la búsqueda de los alumnos es el orgullo de los bienes culturales que tenemos. Usted los define, se los muestra, los pone sobre sus cabezas y entonces tienen orgullo del cine, del teatro, de la literatura que tenemos, del deporte, de la cultura popular.

"Lugones desconocido" (Crédito: Santiago Saferstein)
"Lugones desconocido" (Crédito: Santiago Saferstein)

— Ese complejo de inferioridad persiste. Se escucha siempre decir: “...ah, no, en países serios tal cosa, en países serios…” Y más de una vez los dice gente que no conoce realmente lo que pasa en esos países serios que no es tan diferente…

— Una reflexión: George Steiner tiene un ensayo tremendo sobre cómo es posible que una comunidad de alto nivel intelectual, que leía a Goethe, que escuchaba a los grandes clásicos, haya producido el hitlerismo.

— Tal cual. Yo diría que la Diplomatura es una experiencia absolutamente original, entre la oferta cultural disponible.

— Sí. Yo quise hacer primero un master, pero la Universidad Austral no tuvo dinero para seguir adelante con el proyecto, y se nos quedó en el camino. Entonces con Roberto Bosca, que es el dínamo de la Diplomatura, la ubicó en una sala del Cudes en Recoleta y entonces hicimos una especie de jibarización inteligente del programa del master y lo pasamos a dos años pero menos cargado. Y hemos conseguido básicamente dos cosas: en primer lugar un conjunto de profesores de alta calidad, reconocidos por el medio cultural en el que nos movemos. Y en segundo lugar la diversidad ideológica de los profesores. Esto llama la atención porque a veces nos encontramos con alumnos un poco reductivos que nos dicen “el profesor sostuvo sobre los indios tal o cual cosa que a mí me contradice”. No estamos proponiéndole una coherencia homogeneizadora del curso. En mi provincia Claudia le llamamos baile entre primos a los bailes estos homogeneizados donde no pasa nada y no hay consecuencias. (Risas) Entonces es estimulante para alguien que hace un curso que piense en contra de uno o que uno contrapiense, porque esto agiliza y abre la mentalidad. Segundo acierto importante, la selección de los temas, porque hay que sacrificar mucho.

— Los temas son también muy variados. Desde los monumentos, la monumentología argentina, hasta, pasando por el folclore, todo. La literatura, el cine. Y para cada tema, un profesor diferente.

— Sí. Que usted lo escucha a Abel Posse o a Marcos Aguinis, que están en veredas diferentes ¿no es cierto? A Luis Alberto Romero. Está escuchando una voz de primera. Ahora estamos con una versión digital de la Diplomatura para darle otra proyección. Pero creo firmemente en estos dos aciertos, la elección de profesores y la selección de materias. Nosotros no hablamos de los barrios, hablamos de las avenidas, de las grandes avenidas que trazan el territorio. Pero cuál es la compensación, como complementariedad hemos abierto un campus virtual donde usted puede ir a los libros de cada uno de los autores. O cantidad de PDF que hemos incorporado, videos y demás.

— Mi experiencia -en el año que hice esta diplomatura- fue que incluso en días en que el tema me parecía árido, por ejemplo, el de las estatuas, vi que iba a venir un señor a hablar sobre monumentos y pensé “que plomo”. Y fue una de las clases más divertidas que tuve de toda la Diplomatura, porque este hombre, Oscar de Masi, es un showman. Esa mezcla de erudición con elocuencia, con un lenguaje muy refinado y a la vez claro.. resultó una clase súper interesante para mí.

— Bertold Brecht decía que todo docente tendría que hacer un curso de teatro y dramatización. La clase es 30 por ciento de contenidos y el resto de teatro. Y de Masi es excelente para esto porque tiene la capacidad de sacar aceite de las piedras y de saber saber. Poca gente sabe saber.

— Sí, sí. Y este jueves celebran los 10 años de Diplomatura.

— Cumplimos 10 años. En estos 10 años nosotros hemos crecido, cuando empezamos teníamos treinta alumnos y estábamos en Recoleta, ahora tenemos más de medio millar y estamos en San Isidro, en Recoleta, en Belgrano y en Pilar. Esto es muy importante porque indudablemente hemos encontrado lo que ahora llaman nicho, que para mí es mala palabra porque parece que muere todo allí. Más bien hemos encontrado cunas donde la gente se satisface con lo que encuentra. Todo argentino tiene un conjunto de conocimientos generalmente amplios pero mal barajados. Entonces ¿qué le ofrece la Diplomatura? En primer lugar le ordenamos este mundo y le ponemos la casa en orden, para utilizar una frase política. Le organizamos todo esto. Además le hacemos síntesis de lo que se puede saber. Tercero, empalmes, es decir, puentes entre una realidad y otra. Todo esto hace que se vayan con un panorama claro de lo que es la cultura argentina y, como dijimos al principio, orgullosos.

LA ENTREVISTA COMPLETA

Entrevista a Luis Barcia - #Entrevista

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