Soy Margaret Atwood, la autora de El cuento de la criada y su secuela, Los testamentos. En la presentación de la novela, trabajamos con Equality Now con el objetivo de informar a una audiencia más amplia sobre cuáles son las dificultades que enfrentan los derechos de las mujeres alrededor del mundo.
Equality Now es una organización internacional que trabaja para cambiar las leyes restrictivas, injustas y, a veces, letales que se imponen sobre mujeres y niñas. El título de la campaña que realizaron durante el lanzamiento de Los testamentos fue «Gilead es una realidad en todo el mundo».
La campaña describió numerosos ejemplos en los que las prácticas y las leyes de la ficticia República de Gilead se reproducen en Estados reales, desde casos de violencia sexual e inexistencia de derechos reproductivos, hasta la exclusión educativa de las mujeres. Sin embargo, esto no es ninguna sorpresa, ya que los detalles de mis libros sobre Gilead y los de la serie de televisión están basados, desde un comienzo, en la realidad.
Como sabe bien la gente de Equality Now, el caso de Belén no fue una injusticia aislada. Que una mujer haya sido encarcelada por abortar cuando en realidad tuvo una pérdida gestacional es una historia que podría haber salido directamente de las páginas de mis libros sobre Gilead.
También podría serlo un incidente ocurrido a principios de 2019, en el cual una mujer que perdió a su bebé porque otra mujer le disparó en el abdomen fue acusada de homicidio culposo por poner en peligro al niño al trenzarse en una pelea. El estado de Alabama reconsideró esta farsa y retiró la acusación, pero fueron las leyes de ese estado las que permitieron, en primer lugar, que se hiciera una acusación así de ridícula. En algunas partes de los Estados Unidos —un país que muchas otras naciones consideraron un bastión de libertad, democracia y justicia durante la Guerra Fría—, las leyes referentes a las mujeres están retrocediendo a pasos agigantados por las acciones de los legisladores. No es casual que la eliminación o la negación del derecho de las mujeres a la igualdad y la equidad haya sido una característica de todos los regímenes totalitarios desde que tengo memoria.
A continuación, detallo algunas de las cuestiones sobre las que estuve reflexionando:
1) La democracia se funda en la idea de que el gobierno está basado en el consentimiento de los gobernados. Pero en el caso de las mujeres y las niñas en edad reproductiva, nunca ha sido así. ¿Por qué no? Porque este segmento de la población constituye desde siempre una minoría; las superan en número los hombres y las mujeres fuera de la edad reproductiva. Entonces, las leyes sobre los cuerpos de las mujeres fértiles siempre han sido dictadas y controladas por personas que no son mujeres fértiles. Si estas leyes se fundaran realmente en el consentimiento de los gobernados, solo se permitiría que las votaran aquellos ciudadanos que están sometidos a ellas.
2) Las leyes que restringen derechos reproductivos y obligan a mujeres y niñas a dar a luz contra su voluntad a infantes que no pueden mantener, o a retener fetos que pueden causarles la muerte, o a llevar en su vientre a bebés sin vida hasta que aborten espontáneamente son ejemplos de un Estado que confisca los cuerpos de sus ciudadanos para fines públicos, como sea que denominemos dichos fines. El equivalente para los hombres es el servicio militar. Pero incluso si ellos no desean hacer el servicio militar, una vez que son conscriptos, son los contribuyentes los que pagan su alimento, vestimenta, alojamiento y atención médica. ¿Algún Estado ofrece suministrar bienes y servicios similares a las mujeres y niñas que están gestando en contra de su voluntad? No que yo sepa. Quieren forzar a las mujeres a dar a luz y, también, a pagar por los gastos de los cuidados pre y posnatales. Si los Estados consideran que tienen la propiedad de los cuerpos de las mujeres y que deben obligarlas a dar a luz en contra de su voluntad, deberían pagarles por este servicio que les imponen. Gilead sí les paga.
3) ¿Es posible que las prácticas de criminalización de los derechos reproductivos constituyan un plan para obtener ganancias? ¿En qué lugares hay empresas que lucren con la gestión de las cárceles? ¿Existe una correlación entre esta forma de cuasiesclavitud y la restricción de los derechos reproductivos? Me interesa averiguarlo.
En la Argentina —un país que proporcionó algunas de las prácticas de la vida real que incluí en El cuento de la criada, en especial, el robo de bebés perpetrado durante la dictadura militar—, la grave situación de Belén logró salir a la luz, lo que obligó a la Justicia a revisar el caso y, finalmente, llevó a su absolución. Pero esto sucedió después de años de sufrimiento por parte de Belén, y únicamente fue el resultado de una masiva protesta contra la negación de un debido proceso a la joven, organizada por un grupo de activistas determinados a revertir este ejemplo de una Justicia injusta. (De esta suerte, por lo menos, Argentina no es Gilead. Gilead jamás toleraría una protesta así).
¿Cuántas otras Belén hay en el mundo? ¿Cuántas mujeres han muerto porque tuvieron miedo de ir a un hospital por un aborto, espontáneo o provocado, aterradas por la posibilidad de que las acusaran de asesinato? ¿Cómo podríamos saberlo? Como ocurre muy a menudo cuando se trata de las mujeres, las injusticias están ocultas, enterradas entre silencios y eufemismos. Tenemos una deuda de gratitud con aquellos que dieron a conocer, al menos, esta injusticia en particular.
*En marzo de 2017, la Corte Suprema de Tucumán absolvió a Belén (nombre de fantasía) la joven de 27 años que en 2014 había sido condenada a ocho años de prisión, acusada de haber asesinado a su bebé luego de tener un aborto espontáneo. Del total de la condena, llegó a estar en la cárcel casi tres años, hasta que el máximo tribunal de esa provincia ordenó su liberación por considerar que la detención “fue irregular”. Durante el tiempo en que estuvo en prisión, la sociedad tucumana se movilizó para pedir su absolución. Esta es la historia que Ana Correa (abogada y comunicadora feminista) cuenta en su libro Somos Belén (Planeta), que se publica en estos días.
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