Vida, obra y reflexiones de Natalio R. Botana para comprender el pasado y encarar el futuro

Infobae Cultura entrevistó al prestigioso historiador e intelectual para hablar de “La libertad, el poder y la historia”, su nuevo libro, en el que repasa su formación, sus escritos y sus formas de aprendizaje

Natalio R. Botana repasa su trayectoria, los autores que influyeron en su formación y analiza el pasado, el presente y el futuro de la Argentina en el libro

Natalio R. Bonata es un ineludible referente para interpretar, a través de su extensa obra, los procesos históricos argentinos. Sus escritos permiten hacer comprensible el derrotero nacional, explicar las oportunidades perdidas, interpretar el pasado y su influencia en el presente y aventurar lo que puede esperarnos en el futuro.

Una buena forma de conocer su trayectoria, desde sus orígenes hasta el prestigio alcanzado luego de años de labor intelectual, es adentrarse en su nuevo libro, La libertad, el poder y la historia, editado por Edhasa, donde Botana, a través de conversaciones con Fernando Rocchi, también historiador, analiza su obra y su vida, la escritura de sus libros, los autores que lo influyeron y su formación académica.

Entrevistado por Infobae Cultura, Botana explicó cómo surgió la idea de publicar este nuevo texto, hizo un repaso por los principales temas que aborda, destacó momentos de la historia nacional y advirtió sobre los problemas del presente que hipotecan el futuro. A continuación, el diálogo con el destacado intelectual.

-¿Cómo surge la idea de un libro de este tipo, repasando su larga obra con un formato de entrevista?

-Nació en la Universidad Di Tella, de la cual soy profesor emérito. Allí me hicieron una entrevista pública, me la hizo mi colega Fernando Rocchi, y llegamos a la conclusión de que podía extenderse y se transformó en este libro. Fue una conversación entre colegas y no lo podría haber escrito sin las preguntas de Fernando Rocchi.

El nuevo libro de Botana, editado por Edhasa

-En la primera parte hace un repaso de su formación y sobre cuáles fueron los autores que influyeron en su carrera. Tuvo una educación jesuita y luego un paso por un lugar de gran prestigio como la universidad de Lovaina de Bélgica ¿Cómo influyeron en su formación?

-Lo que más influyó en mi formación actual fue mi estadía en Bélgica, que fue muy larga, en Lovaina estuve casi cinco años. Era un mundo muy especial, no había ocurrido la mutación tecnológica de la actualidad, uno recibía una vez por semana una edición aérea de La Nación para enterarse qué pasaba en el país. Las comunicaciones telefónicas eran malas, todavía se escribían cartas. Estamos hablando del año 1962 a 1967. Ahí la influencia fue fuerte, muy fuerte, por la formación general que obtuve, y sobre todo por el tipo de ciencia política que aprendí ahí, que fue una ciencia política que la llamaría muy historizada, de muy fuerte contenido de carácter histórico y filosófico. Y ahí fueron surgiendo también espontáneamente los autores que más influyeron en mi formación juvenil, entre ellos destaco mucho en el libro a Raymond Aron.

-Allí además conoce a personas que después fueron políticos destacados, que los reencuentra más adelante.

-Sí, la ventaja que tenía Lovaina es que era un caleidoscopio de latinoamericanos; había latinoamericanos prácticamente de todos los países y muchos de ellos actuaron en política y brillantemente, otros menos, porque se dedicaron a la vida académica. Pero lo interesante de Lovaina en ese momento es que merced a una política de becas que había impulsado el propio gobierno belga, prácticamente tenían becas estudiantes de casi todos los países, desde México hasta la Argentina.

-¿Cómo es el país que se encuentra a su regreso, en 1967?

-Me encuentro con una figura (Juan Carlos Onganía) que quería emular los últimos años de la dictadura de Franco en España. Una dictadura que pretendía modernizar el país y se había planteado un proyecto sin etapas. Ahí hay un concepto que se repite a lo largo de todos las páginas de este libro, que es que nada dura en la Argentina. Afortunadamente lo único que ha durado es la democracia que instauramos en 1983. Pero claro, es una democracia muy fuerte por su legitimidad de origen, pero muy débil en cuanto a la legitimidad de ejercicio, es decir lo que hoy llamaríamos con términos más contemporáneos, una democracia con resultados fehacientes.

Cuando Botana volvió a la Argentina tras su paso por Bélgica gobernaba Onganía

-Y en esos años, ya con Lanusse en el poder, colaboró con la enmienda provisoria que estableció las reglas de juego para las elecciones de 1973 (NdR: participó de una comisión ad honorem para estudiar una Reforma Institucional)

-Fue la salida que permitió una cosa histórica, ya que pese a que Perón fue proscripto, permitió el retorno del peronismo y permitió resolver un problema -yo insistí muchísimo en eso- un problema que marcó a fuego los años 60 en la Argentina, que fue la proscripción. Los años 60 son análogos en la Argentina a los años 30. En los años 30 se le hacía fraude al radicalismo para que no volviera y en los años 60 se proscribía al peronismo para que no volviera. Todo eso se resuelve en las elecciones del 73.

-Siguiendo con su trayectoria académica, ¿cómo influyó el Instituto Di Tella?

-Fue por etapas. El periodo de la dictadura militar fue una etapa muy dura, había una sensación de terrible aislamiento y sobre todo el hecho de seguir pensando que la única solución para la Argentina era una democracia. Fue en el fondo el gran mensaje que encarnó Alfonsín en la inolvidable campaña del año 83. Pero a su vez, el Instituto me dio la oportunidad de seguir pergeñando toda la obra que cubrió el siglo XIX argentino. Por orden cronológico El orden conservador, después vino La tradición republicana, después La libertad política y su historia y por fin Repúblicas y Monarquías. Esos cuatro libros son producto de mi investigación en el Instituto Di Tella y luego como profesor plenario y ahora, ya dada la vejez, como profesor emérito en la Universidad.

Botana destaca la importancia de Alfonsín en un momento clave de la historia reciente, el año 1983

-Recién mencionaba el año 83 como muy importante. Por esa época se volcó a la escritura de artículos periodísticos y a las apariciones radiales, ¿qué lo llevó a eso?

-Me planteé muy seriamente qué hacer en una democracia y llegué a la conclusión de que la política práctica no era para mí, probablemente por falta de paciencia y de ambición, pero en cambio en ningún momento denegué la posibilidad de mantener una intervención pública como ciudadano. Me pareció que era el mejor camino, que lo había visto en mis grandes maestros en Europa, con en el caso de Raymond Aron. También, posteriormente, en todos los que protagonizaron la transición española, y aún antes, en el siglo XIX argentino, todos los grandes eran hombres de prensa, eran hombres de diarios, hombres de tinta y papel, como Sarmiento. Esa fue la decisión que adopté, intervenir públicamente en el debate, que lo vengo haciendo con la intención moderada, que me da la prensa escrita. Soy un enamorado de la prensa escrita y también la oportunidad muy grande que me dio Magdalena Ruiz Guiñazú, a quien admiro tanto por su coraje cívico y su calidad profesional, para intervenir en su programa de radio.

-A lo largo del libro usted remarca el concepto de la “fragilidad de la constitución económica” en la Argentina. ¿Podría explicar de qué se trata? ¿Es una falla de la democracia?

-No es una falla de la democracia en cuanto tal, eso lo quiero dejar muy aclarado. Lo que digo es que en estos más de 30 años de democracia no hemos resuelto un problema fundamental, que es el problema de la constitución económica. Significa dos cosas, primero, el país debe tener sustentabilidad fiscal, debe producir y generar impuestos para sostener un estado de bienestar muy ambicioso, y por otro lado -este es el problema más serio que tenemos- tiene que tener legitimidad de la moneda. La moneda debe generar confianza, debe ser uno de los símbolos de la soberanía. Ese es el problema de fondo que tiene la Argentina. Entre 1930 y 1983 tuvimos un pavoroso problema de 50 años de ilegitimidad política. Eso lo hemos resuelto a partir de 1983. Pero lo que no hemos resuelto después de 1983 es la legitimidad de la moneda y de un sistema fiscal y eso nos provoca una cadena de crisis que nos ha llevado a un proceso de declinación histórica. El símbolo más terrible de esa declinación es el 35% de pobreza que tenemos en este momento y dentro de esa pobreza, la indigencia debe estar en un 15 por ciento.

"El símbolo más terrible de la declinación histórica es el 35% de pobreza que tenemos", reflexiona Botana

-Y tomando en cuenta su experiencia sobre la historia, ¿cómo se puede solucionar esta problemática?

-Todos los gobiernos lo han encarado, pero es un sepulcro de ministros de Economía y de gobiernos. Todos lo encaran, pero todos fracasan. Se juega mucho con la palabra “consenso”. No tiene que ser un consenso global sobre todo, pero si no hay un consenso macroeconómico básico, para defender la moneda y para tener un sistema fiscal como corresponde, es muy difícil llevar adelante una política de desarrollo y distribución social.

-¿Cómo vive el proceso actual, a días de una nueva elección presidencial?

-Este proceso debería culminar -es una expresión de deseos- con una alianza de los moderados, porque esto hay que resolverlo con un consenso que tenga como objetivo fundamental un pacto macroeconómico para resolver los problemas que acabo de enumerar.

-¿Qué mensaje les dejaría a los nuevos estudiantes de historia?

-Que estudien, que estudien, y que sobre todos las cosas trabajen. La vida intelectual fundamentalmente es un esfuerzo de trabajo, trabajo y más trabajo. Se resume en esa repetición de palabras.

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