Por Irina Alonso
Recientemente estrenamos nuestra obra de teatro León y Sarita, de la cual soy autora y directora, en el Espacio Callejón. A raíz de la repercusión que está teniendo en el público, quisiera reflexionar sobre algunas cuestiones que atañen al teatro y a nuestra realidad nacional.
El argumento de la obra se puede sintetizar muy rápidamente: es un Romeo y Julieta en la grieta. Cuando escribo “la grieta” me refiero a nuestra actual grieta argentina, entre macristas y kirchneristas, aunque la de Montescos y Capuletos era también una grieta y muy cruenta, por cierto (podríamos pensar que Romeo y Julieta más que una obra sobre el amor es una obra sobre el odio).
En León y Sarita confrontan dos vecinos, de orientación política opuesta (uno es macrista y el otro kirchnerista) a partir de un problema edilicio: las raíces del árbol de uno está levantándole el piso a la casa del otro. La discusión entre ambos vira rápidamente al terreno político, creciendo en intensidad y en polarización. Y en medio de esta batalla se conocen León y Sarita, dos adolescentes que, como Romeo y Julieta, pertenecen a familias enemigas y se enamoran.
Luego ocurren acontecimientos inesperados y la historia abre su propio camino, alejándose de la creada por William Shakespeare, pero eso aquí no vamos a contarlo. Claro, León y Sarita no transcurre en Verona, sino en Argentina, en una ciudad de la provincia de Buenos Aires, una de esas ciudades en las que todos de alguna manera se conocen, o ubican a cada individuo por su pertenencia a determinada familia, y donde el chusmerío pueblerino hace perder gran parte de las horas útiles de la vida.
Los personajes que muestra nuestra obra son muy reconocibles hoy en día: quién no tiene un tío macrista que odia a Cristina, con el que mejor no hablar de política o un amigo kirchnerista que ya no quiere comer asado con el otro amigo porque votó a Macri. En este contexto, el público asiste a una batalla campal entre ambos bandos, batalla que alcanza proporciones grotescas. Es este grotesco –género criollo que ha dado alguna de las más interesantes obras argentinas- el que hace que el público se divierta, al verse reflejado en semejante paroxismo.
Es por eso que nuestra obra, como dijo una amiga actriz –Martha Rodríguez- se anima a proponerse como obra de teatro popular, y esto me llena de satisfacción. En el teatro independiente, por lo general el destinatario es la misma gente de teatro, o pequeños grupos de “entendidos”. Y eso a veces nos deja mirándonos el ombligo. Puede ser un desafío interesante para nosotros como teatristas repensar a quién le hablamos, a quién tenemos en cuenta cuando elaboramos nuestras propuestas.
Pienso que León y Sarita es popular por su tema (actual), su lenguaje (directo), el tono grotesco de la historia (fuerte hincapié en el humor de todas las situaciones) y el estilo de actuación, que homenajea sin duda a nuestros grandes cómicos del teatro popular (Pepe Arias, Francisco Álvarez y Enrique Serrano, entre muchos otros geniales actores).
El teatro puede y debe pensar lo popular. El género grotesco sigue en pie: la Argentina es grotesca y sigue dando material para hacernos reír hasta dolernos la panza y también para pegarnos un mazazo por la cabeza, porque el humor grotesco nunca apela a esconder ninguna miseria debajo de la alfombra. Y por suerte el público sigue dispuesto a reír y a llorar al verse reflejado en este espejo.
“León y Sarita” está todos los domingos a las 16 horas en el Espacio Callejón: Humahuaca 3759 – CABA. Localidades: $ 350 (jubilados y estudiantes: $ 290).
Dramaturgia y dirección: Irina Alonso | Elenco: Miranda Di Lorenzo, Valentino Grizutti, Juan Pablo Maicas, Juan Trillini, Martín Bobet, Germán Vitale, Facundo Giménez, Fernando Larrode y Luciana Tato | Asistencia: Dara Bethencourt | Escenografía: Vanessa Giraldo | Vestuario: Belén Pallota | Diseñador de luces: Lucas Orchessi | Prensa: Duche&Zárate | Diseño gráfico: Micaela Mantiñan
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