MAM, MAMBA, El Moderno y ahora Museo Moderno. A lo largo de sus 63 años de historia, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Av. San Juan 350) tuvo tantos nombres que su identidad parece difuminarse entre tantos museos que habitan en la ciudad. Por eso, desde la dirección de Victoria Noorthoorn, que ya lleva ses años, buscan finalmente encontrarle el anclaje final.
Para esto se llevó adelante un proyecto para una nueva identidad visual, que comenzó en 2017 con una etapa de investigación profunda que incluyó extensos relevamientos para identificar la situación actual del Museo y sus proyecciones. Se realizaron entrevistas a todas las áreas, referentes del arte y la cultura externos a la institución y de otras organizaciones afines. También se realizó una encuesta virtual de la que participaron 3 mil personas.
“La nueva identidad visual acompaña este importante momento de nuestro crecimiento y representa el espíritu del Museo que somos hoy: un museo siempre en transformación, siempre buscando superarse, siempre en diálogo con sus públicos, con sus artistas y con nuestro contexto. Queremos que cada visitante sepa que este nuevo Museo Moderno es suyo y también suya, desde hoy, es la tipografía MuseoModerno que compartimos con toda la sociedad”, afirmó Noorthoorn.
Asimismo se hizo un relevamiento de las principales obras de la colección del Museo, tanto las exhibidas como las que se encuentran en las reservas, y un relevamiento del material de archivo de la Biblioteca del Museo, donde se encuentran desde las primeras publicaciones, comunicaciones históricas, programas, notas de prensa y catálogos de los primeros años hasta la actualidad.
Así, se desarrolló, junto con la nueva identidad visual, una tipografía propia, el signo más significativo del nuevo sistema identitario. El trabajo estuvo a cargo de Pablo Cosgaya (socio de Omnibus-Type), quien también realizó una profunda investigación sobre las obras de la colección, las primeras piezas de comunicación y documentación de archivo de la Biblioteca del Museo.
Los nuevos signos primarios de identidad -logotipo y símbolo- están íntimamente relacionados con la fuente que fue especialmente diseñada para el Museo. En la búsqueda de su carácter singular, el criterio central para repensar la tipografía fue la propia colección del Museo: las deconstrucciones geométricas de obras de Emilio Pettoruti o Tomás Maldonado; las exploraciones de tipografías gestuales de obras de León Ferrari o Mirtha Dermisache; las alteraciones de tiempo y forma de Gregorio Vardánega; entre muchas otras piezas, se comenzaron a traducir en gestos tipográficos.
El resultado fue una tipografía geométrica de peso intermedio inspirada en movimientos artísticos de la primera mitad del siglo XX, con el propósito de encontrar un equilibrio entre la simplicidad de sus formas y la singularidad que caracteriza a la nueva identidad visual. Los responsables del desarrollo tipográfico fueron Marcela Romero, Héctor Gatti y Pablo Cosgaya, más el equipo de programación de Omnibus-Type, en colaboración con Martín Gorricho, diseñador de la nueva identidad visual del Museo.
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