¿Cuánto papel hay en tu casa?
Si estás por prender el fuego para hacer un asado, esa pregunta aparece en tu cabeza pero en otro nivel: ¿adónde hay papel? Buscás diarios —¿se sigue comprando diarios?—, revistas, cuadernos que no usás, hojas sueltas con datos escritos que ya no te sirven, facturas viejas, tickets de descuento vencidos. Buscás y buscás y encontrás, tal vez, algo que te saque del apuro. Pero si de papel se trata, hay un lugar donde sobra, y en tu cabeza jamás aparece: la biblioteca.
¿Cuánto papel alberga ese altar —grande, pequeño, da igual— de libros? ¿Cuánto duraría el fuego si decidieras meterlos todos en el brasero de la parrilla y darle mecha?
Leopoldo Estol tiene una pequeña obsesión con las bibliotecas domésticas. Cuando entendió lo raros y enormes que son los mundos que se guardan allí, decidió hacer una película. Fue a partir de la invitación que le hicieron desde Móvil, un espacio que fomenta desarrollos experimentales dentro de las artes visuales. Él es un artista visual. Estudió Historia del Arte en la UBA, participó en diversas clínicas, talleres, becas y workshops de dibujo, y exhibió su obra en distintas galerías. Pero sobre todo, es lector. Ahora, su apuesta es el cine. Se llama La pequeña vida, se estrenó en diciembre y quedó guardada. Vuelve a ser exhibida el domingo 22 de septiembre a las 17 horas en el Festival Vecine con presentación incluida.
"Me invitaron a trabajar con una comunidad. Una comunidad determinada que me tocaba elegir a mí. Como hacía tiempo que yo tenía ganas de ir a talleres de escritura, venía juntando ganas de conocer algunos de los lugares donde esos talleres ocurrían a la par de saber más sobre sus docentes: escritoras y escritores con los que me cruzo en redacciones, tertulias o muestras. La idea de meterme en sus casas, de conocer sus bibliotecas y las historias que de ellas se desprenden me magnetizó por completo", le dice a Infobae Cultura el director de La pequeña vida en este breve pero nutrido diálogo vía mail.
"Sabía que mi tarea iba a consistir en recopilar anécdotas y a partir de ese archivo de historias, poder hilvanar una deriva sensible y divertida", agrega. Son muchos, muchísimos entrevistados los que conforman este documental que es, en principio, lúdico y desordenado: hombres y mujeres que hablan sobre todo lo que rodea el universo de los libros. Aparecen preguntas, respuestas, inquietudes, certezas, anécdotas y delirios. ¿Acaso no es así el universo literario?
Arranca de golpe, sin previo aviso. Tras un fundido a negro, un hombre en pijama y con un peluche en la mano habla en medio de su cocina. Es Alfredo Jaramillo y dice: "Un objeto galáctico". Entonces uno comprende, casi de inmediato, aunque con más deducción que razón, que está haciendo referencia al libro. ¿O a la literatura? Da igual. "Como unos bichos pulpo", agrega Mariana Enriquez después. Y más adelante, Francisco Garamona dice: "Abrir la tapa de un libro es como abrir una pequeña ventanita a la fantasía. La tapa de un libro no es una tapa, es una ventana".
—¿Cómo fue la selección de los entrevistados y por qué la decisión de que no aparezcan los nombres debajo a medida que iban hablando?
—Muchos de los entrevistados surgieron de forma espontánea. Fuimos a cubrir La Sensación, una feria de libros independientes que se hace en Villa Crespo todos los meses y que funciona como lugar de encuentro. Allí fueron apareciendo algunos de los testimonios: Osvaldo Baigorria, Cecilia Pavón, Maria Lucesole o Ricardo Strafacce. Por otro lado, armé una listita de gente que me gustaría poder entrevistar en sus lugares de trabajo: con Hebe Uhart y Mariana Enríquez llevó un tiempo coordinar la visita pero salieron entrevistas muy lindas. Luego, también, visitar las oficinas de algunos sellos como Mansalva o Blatt & Ríos, que sin ser emporios son pujantes actores de nuestra escena. Lo que sí, no esperaba que los testimonios dieran pie a secuencias tan disparatadas. Después me cayó la ficha: hacer literatura y cultivar su lugar en el mundo es una empresa alucinante. Y eso, por supuesto, dio pie a muchas sorpresas. La decisión de que los nombres de los entrevistados aparecieran al final fue algo que ponderamos con las productoras. Nos parecía que distraía un poco que fueran aparecieran desde el principio. Pensamos que eso le sacaba algo de potencia a la palabra oral que es el corazón de la peli. Luego estuvo bien porque en la secuencia final, donde aparecen los créditos, nos permitió sumar más material y incluir retratos de cada persona junto con el nombre, darle un ritmo al final que volviera sobre la diversidad de los entrevistados. Lo cual ayudó a plasmar la imagen inquieta de una comunidad de personas que leen, escriben, diseñan, imprimen y venden libros. Una comunidad reflexiva y productiva a la vez.
—La película aparece en un momento de crisis para el sector editorial, ¿es algo que tuviste en cuenta a la hora de pensar el lanzamiento?
—Algo que sin dudas me motivó a poner la locomotora en marcha fue la crisis que vive la industria editorial y, a la vez, la necesidad de volver más conocida una escena muy permeable y entretenida donde circula mucha gente que escribe y hace publicaciones en papel. Me parece re importante en un tiempo en donde se dicen tantas cosas por internet y se esconde la mano, la capacidad de defender una mirada del mundo y ponerla por escrito. Sea un libro, una revista o un panfleto. Como me señaló el escritor Marcelo Cohen, siempre es importante la posibilidad de darle en la mano algo a alguien más. De tener algo para intercambiar.
—Los entrevistados dan su mirada de la literatura pero, ¿cuál es la tuya? ¿que es la literatura para vos?
—Mis incursiones como escritor aún son bastante tímidas: me gusta escribir para pensar, escribir lo que me pasa, tener ese registro personal en varios cuadernos que me miran desde un estante pero me cuesta ir más allá. Escribí algunos cuentos y el comienzo de una novela que publiqué en un sello muy lindo llamado Tammy Metzler. Después están todos los libros que fui leyendo y mis derivas a través de ellos: el abordaje detallado y exhaustivo de la novela del siglo XIX aplicado a personajes actuales como sólo John Irving puede lograr, la capacidad de Ursula K. Le Guin para inventar otros universos con sus paradojas incluidas, lo minuciosa que se vuelve Banana Yoshimoto en sus descripciones del mundo íntimo de las personas o el espíritu lúdico y super lisérgico de Pablo Katchadjian.
La película sigue. Las primeras entrevistas cesan y aparece Leopoldo Estol, el director, en plano medio, comiendo una manzana. De fondo, un paisaje casi selvático y la música de Mario Bross. Una biblioteca le aparece detrás, como por arte de magia, entonces toma un libro, lee y empiezan los sonidos. ¿Cómo suena una biblioteca que adquiere vida: ruge, canta o hace todo junto? Entonces Estol se lanza a correr en una graciosa secuencia que deviene en nuevas entrevistas.
La trama narrativa es un zigzagueo que por momentos se curvea, hace un rulo y continúa por su sendero original. Hay cierta imprevisibilidad también. No hay muchos cortes, con lo cual, si algún entrevistado dice cualquier cosa, esa cualquier cosa queda. Por eso, es común verlos delirar enfocados en su argumentación. Cómo robar libros, por qué es mejor no prestarlos, cuál es la mejor forma de empacarlos para una mudanza. Las preguntas proliferan, casi al infinito. ¿No es acaso la literatura un gran red de interrogantes?
En ese sentido, ¿por qué leer, por qué aferrarse a la lectura en un mundo que se vuelve cada vez más efímero? "Porque no hay tantas cosas interesantes para hacer", responde el escritor Ricardo Strafacce en la película y se produce un silencio. El itinerario de frases y definiciones sigue durante todo el documental: "Hacer algo con los traumas, es eso escribir"; "es un acto de vida la escritura"; "tecnología base: escritura sobre papel".
En la película aparecen editores, libreros y escritores: Osvaldo Baigorria, Ignacio Barsaglini, Mariano Blatt, Juan Pablo Correa, Mariana Enríquez, Denis Fernández, Javier Fernández Paupy, Francisco Garamona, Jacqueline Golbert, Juan Laxagueborde, Gonzalo León, María Lucesole, Alfredo Jaramillo, Salvador Jaramillo Halfon, Maxi Masuelli, Nicolás Moguilevsky, Elisa Palacio, Violeta Pastoriza, Cecilia Pavón, Mara Pedrazzoli, Malena Rey, Liv Schulman, Ricardo Strafacce, José Gabriel Torres, Hebe Uhart y Ana Wandzik, entre otros.
El título tiene que ver con unos versos de la poeta Juana Bignozzi, fallecida en 2015: "Pienso que la pequeña vida continúa / y que todo dolor importante tiene testigos, / aunque sean un perro, el sol o las mentiras". La película sigue su curso y de repente, alguien lee —es una lectura en público, en una plaza— y la cámara enfoca a un chico que tiene su cabeza apoyada sobre el hombro de una chica. Está dormido. Unos segundos y se despierta. A veces la literatura te duerme, generalmente te despierta, en el amplio sentido del término. Pero siempre provoca algo.
—¿Como comenzó tu relación con la literatura: primeros libros, la primera chispa de curiosidad? ¿Qué fue lo que te llamó la atención de ese mundo?
—Recuerdo que aún antes de que se despertara la pasión en mí por los libros siendo muy chico descubrí un par de revistas porno que mis padres habían escondido entre los libros y creo que desde ese momento supe que en las bibliotecas pasaban cosas. Después, en el colegio me impactaron algunos libros como Un mundo feliz de Huxley o El guardián del centeno de Salinger pero no fue hasta finales de secundario que me empezó a pasar de sentir que en los libros había algo muy importante que estaba dirigido no hacia los demás sino hacia mí. Recuerdo llorar con El mundo según Garp o de sentir ganas de abrazar a los personajes de los cuentos de Osvaldo Soriano.
—¿Creés que la literatura tiene alguna función en una sociedad como la nuestra?
—Hay momentos donde necesitamos estar solos o un poco más aislados. Darle a la introspección espacio y tiempo. Pero por más que metamos la cabeza adentro como tortugas, se sostienen las preguntas, esa necesidad de saber qué pasa y la literatura entra ahí. Es un movimiento introspectivo pero no por ello carente de empatía hacia los demás. Es un espacio harto importante: de intimidad, de ensoñación, de libertad y reflexión sobre cómo habitamos este mundo. Si llegara a ser pertinente, además de la invitación de Móvil, hay dos personas muy importantes en la gesta de esta película. Una es Enrique Bellande, cineasta de ley que me acompañó en toda la primera parte filmando y también haciendo de abogado del diablo, ayudándome a ver los límites y desafíos del material. La otra persona es Natalia Labaké que filmó la otra mitad de los testimonios e hizo el montaje, el trabajo que resultó más duro. Trabajamos semanalmente durante varios meses para encontrar el orden y el ritmo de las imágenes. Fue un desafío grande trabajar sin guión y a la vez un gusto poder compartir esa incertidumbre junto a Enrique y Natalia.
Sin guión, dice Leopoldo Estol. Una película sin guión.
Bueno, tal vez sea "una forma de decir". No importa. Pero algo de eso se cuela en el espectador, porque de repente se pierde el rumbo y uno no comprende muy bien hacia dónde va. Entonces, no queda otra que dedicarse a disfrutar, es decir, perderse en las historias que narran los entrevistados, en las palabras que pronuncian las personas que trabajan con las palabras. A veces, es mejor dejarse llevar.
Como cuando estás quemando papel para hacer un asado: prendés el fuego y de pronto te olvidás de todo. Son un par de segundos sin sentido donde el tiempo y el espacio se derriten: estás vos y el fuego, y nada más. La literatura es eso.
* "La pequeña vida" en el Festival Vecine
Domingo 22 de septiembre a las 17 horas
Club Benito Nazar – Antezana 340
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