Por Elisa Carricajo
El proceso de escritura de Petróleo se dio en el marco del programa "Artista en residencia" de la sala Sarmiento del CTBA, curado por Vivi Tellas. Este programa incluye una retrospectiva de las obras de un artista (en este caso un grupo), un workshop y la creación de una nueva obra. Por lo tanto, escribimos Petróleo mientras revisábamos y hacíamos nuestras obras anteriores.
Los procesos de escritura y ensayo de nuestras obras son de un caos aparente para cualquiera que lo observe desde afuera. Somos 5 personas opinando, y a veces, hablando todas al mismo tiempo. Pero eso no nos quita necesariamente la capacidad de escucha. La cabeza empieza a funcionar de un modo extraño, donde se habla y se piensa casi en simultáneo. Si todas nuestras obras fueron creadas de modo grupal (las últimas tres junto a Laura Fernández) Petróleo fue la obra más coral del grupo. Como la creación se dio en el marco de un espacio tiempo limitado, la dinámica de "el grupo" se extendió como un pulpo a todxs lxs integrantes del equipo. Lo que se ve ahora, la obra terminada, fue discutida y probada hasta el hartazgo en todos sus rubros.
La escritura de Petróleo es inseparable del contexto en el que se dio: el teatro público. Nosotras veníamos de trabajar y crear en el teatro independiente, encontrando los huecos para juntarnos entre otros trabajos, con tiempos que íbamos inventando de acuerdo a las necesidades que iban surgiendo. El teatro público, en cambio, delimita un espacio-tiempo para el encuentro y la creación: seis horas por día seis días a la semana durante 2 o 3 meses.
La mayoría de los montajes llegan a esa instancia, la del proceso de ensayos, con la obra escrita. Nosotras habíamos trabajado mucho antes de llegar al momento de los ensayos, pero no había manera de que la obra estuviera escrita. Nuestras obras se escriben mientras se hacen. Se escriben, se prueban, se descartan materiales y se vuelve a escribir.
Hablamos mucho durante los procesos, discutimos todo. Desde el teatro nos empezaron a sugerir que hacíamos mucha "mesa" y poco "escenario". Que necesitaban que hiciéramos más escenario. Un día nos dejaron saber que nos llamaban, jocosamente, "almorzando con Mirtha Legrand" porque pasábamos largas horas en una mesa que está en el patio del teatro discutiendo hasta el hartazgo detalles de la obra. Entonces subimos la mesa al escenario. Y empezamos a discutir ahí.
Mientras probábamos medias enrolladas que hacían de penes falsos, pelucas y bigotes, leíamos sobre ese universo extraño en el que habíamos decidido hacer transcurrir nuestra obra.
Lo que hacemos cuando hablamos sentadas a la mesa no es solo escribir sino también lo que nosotras llamamos "investigar" o "construir un mundo". El mundo que elegimos, el del petróleo, nos era totalmente ajeno, así que mientras probábamos medias enrolladas que hacían de penes falsos, pelucas y bigotes, leíamos sobre ese universo extraño en el que habíamos decidido hacer transcurrir nuestra obra.
Lo primero que ocurrió, meses antes de empezar los ensayos, fue que tuvimos la enorme suerte de encontrar a un amigo que había trabajado en el petróleo durante muchos años, y que nos pudo contar y documentar ese mundo. El escenógrafo de la obra, Rodrigo González Garillo, después de ver fotos y videos de lo que es efectivamente una boca de pozo en la Patagonia argentina, decidió que el espacio donde iba a ocurrir la ficción era en el único "interior" que hay en los pozos: el trailer. En vez de construir el "afuera", esa inmensidad hostil del desierto que nos había enamorado, íbamos a construir un trailer. Y a escala. En el teatro público los planos de las escenografías se entregan muchos meses antes de empezar los ensayos. Así que, mientras el texto de la obra eran todavía unas pocas hojas desordenadas, la escenografía ya estaba totalmente diseñada. Sobre ese diseño fuimos escribiendo.
Con la vestuarista de Petróleo, Gaby Fernández, probamos durante el período de ensayos las mil y una maneras de devenir hombres. Un día una pelucas gigantes y graciosas con unos mostachos dignos del "tano" de algún grotesco criollo. Otro día, a cara lavada, nuestros pelos atados, ropa ajustada. Otro día, una ropa tan grande que era imposible moverse, hombreras y cuerpos agrandados con gomaespuma.
Zypce con su música, también probaba infinitas posibilidades de sonidos del pozo, después de versiones de temas que íbamos a cantar, que queríamos que fueran muchos y después terminó siendo uno solo (no diré cual para no spoilear). Venía con su computadora a casi todos los ensayos, y probaba soniditos y sonidetes de todo tipo, y nosotras actuábamos encima a los gritos a veces, a veces en silencio.
Y con Andrés Molina probábamos distintas fisicalidades, y formas de devenir chabones, desde nuestros cuerpos. Y con Matías Sendón, posibilidades lumínicas de todo tipo. Y en algunos encuentros con Claudia Cantero las voces, miles de voces diferentes y posibles para los chongos. Y Sasa Testa ayudándonos a armar nuestros drag kings.
Todo eso, que para nosotras es "escribir una obra", ocurrió esta vez más que nunca en un grupo ampliado al que se sumaron el resto de las personas del equipo. Porque después los rubros se confunden, y al terminar los ensayos todos podemos opinar de todo. A nuestras cinco cabezas se sumaron todas las otras, a complejizar. Y los trabajadores del teatro también, como no.
Los trabajadores del teatro público son los verdaderos dueños de casa. Nosotros, los artistas, estamos siempre de paso pero ellos y ellas están ahí, cuando llegás y cuando te vas, y cuando volvés unos meses después a ver otra obra. Una de las cosas más hermosas que ocurrió en el marco del programa Artista en Residencia fue el encuentro con los trabajadores del teatro Sarmiento. Aquello que en los primeros meses pudo generar tensión porque el grupo tiene esta forma caótica de trabajar, y no sabíamos hasta pocos días antes de estrenar cómo iba a ser la obra, se convirtió en una gran fiesta, a la que se sumaron la mayoría de quienes trabajaban ahí con amor y responsabilidad, sintiendo que la obra era suya también. Y claro que lo es.
Unos días antes de estrenar, mientras hacíamos los ensayos generales y seguíamos cambiando y cambiando cosas de la obra, Hugo, nuestro queridísimo utilero se nos acercó y nos dijo por lo bajo "ya está. No la cambien más. Así está bien." Y de verdad sentimos que esa mirada, que había estado durante todo el proceso atenta a hacer su trabajo pero también a la obra, era tan autorizada como la de cualquiera del equipo. Era parte del equipo.
Hay muchas versiones del encuentro entre artistas y trabajadores del teatro público. Nosotras tuvimos la enorme suerte de tener una de las mejores: la de la amistad y la colaboración, la que rompe esa barrera sobre quien está creando y quien está simplemente trabajando. Tal vez porque cualquiera que se involucra en proceso artístico está creando y trabajando.
Todo eso (desde las decisiones curatoriales hasta las chicas de peluquería inventando técnicas de maquillaje para hacernos los bigotes) permitió que un grupo de la escena independiente pudiera experimentar una obra de mayor escala
Desde ese "grupo ampliado" que permitió que un grupo numeroso de personas se involucrara y trabajara en el proceso nos animamos a crear una obra con requerimientos técnicos y escenográficos más complejos. Y desde la confianza y el apoyo de una estructura directiva del teatro público, que nos escuchó cuando hizo falta y nos acompañó en todas las decisiones. Todo eso (desde las decisiones curatoriales hasta las chicas de peluquería inventando técnicas de maquillaje para hacernos los bigotes) permitió que un grupo de la escena independiente pudiera experimentar una obra de mayor escala. Corriendo riesgos, porque eso es lo que hace un grupo experimental. Y asumiendo riesgos, porque eso es lo que puede hacer un teatro público. Y resultó luego ser un espectáculo que convocó un gran caudal de espectadores. Pero no tomamos ninguna decisión artística con la presión de que eso ocurriera.
Así, Petróleo es una obra de un grupo que viene del teatro independiente, creada en el teatro público y que ahora está en el teatro "comercial". La llegada de este tipo de obras a las grandes salas de la calle Corrientes (Petróleo no es la única) podría empezar a desdibujar la idea de que aquel teatro es el "comercial" porque no son obras que hayan sido producidas con ese objetivo. A nosotras, lejos de sentir que llegamos a alguna parte, o que traicionamos alguna cosa, nos alegra que estas categorías, que a veces son rígidas y no permiten permeabilidad de un lado a otro, se vuelvan más porosas. Y dejar de pensar que en las grandes salas solo se muestran espectáculos diseñados para ser rentables (muchas veces con textos de autores extranjeros) y que cualquier propuesta más experimental está condenada a hacerse a pequeña escala.
Tal vez podemos empezar a pensar en experiencias escénicas con mayor o menor afluencia de público, más o menos populares, más o menos experimentales y sacar la palabra "comercial" de al lado de la palabra "teatro". Sobre todo por respeto a la enorme tradición teatral que tiene Buenos Aires. Una tradición y un presente de producción teatral amorosa, apasionada y artesanal que tal vez, también, pueda ser compartida con públicos más amplios.
¿De qué estaba hablando?
Me perdí.
¡Ah! Si, de la organización que surge del caos.
*Petróleo, la obra escrita, actuada y dirigida por el grupo PIEL DE LAVA (Elisa Carricajo, Laura Paredes, Valeria Correa y Pilar Gamboa) y Laura Fernández. puede verse de viernes a domingos a las 20.30hs en el teatro Metropolitan Sura (Av. Corrientes 1343)
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