"La Noticia Rebelde. Una biografía", el libro que cuenta la historia de un programa inolvidable que cambió la televisión argentina

Emitido entre 1986 y 1989 por el entonces canal estatal ATC, el ciclo revolucionó la forma de analizar la actualidad a través del humor y la ironía. Infobae Cultura publica un adelanto exclusivo del libro de Diego Igal, editado por GES

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Por Diego Igal

La Noticia Rebelde
La Noticia Rebelde

El partenaire

Adolfo Castelo, se anunció el más alto y de pelo blanco de los dos hombres que aquel día del verano de 1985 subieron hasta el sexto piso del edificio de Córdoba 836, y Suipacha, a ciento cincuenta metros de la avenida 9 de julio en la ciudad de Buenos Aires. A Castelo le faltaban unos meses para cumplir cincuenta años y al igual que el acompañante cargaba con un recorrido sinuoso por los medios que incluía programas televisivos de suceso, audiciones radiales, revistas y agencias de publicidad. Ambos habían llegado a esa oficina céntrica con el dato de que el dueño quería, como ellos, volver a la tele.

Por esos días del 85, Castelo todavía no había debutado como partenaire de un todavía ignoto Alejandro Dolina en radio El Mundo en Qué extraño es todo esto, un programa que arrancó de 13 a 14 y duró un mes. Pero fue el prólogo de otro que continuó en la trasnoche de la misma emisora y se consagró en clásico llamado Demasiado tarde para lágrimas, precuela de La venganza será terrible.

Castelo era el segundo hijo de un matrimonio de inmigrantes españoles, cultor del jazz, la noche, el buen vestir, el arte de la seducción masculina, matar el tiempo en bares y las llegadas tarde. Hincha de Boca y miembro de una férrea barra de amigos, había moldeado su voz con café y tabaco, y el humor con calle, lecturas e inteligencia.

Imágenes de "La noticia rebelde"

Debutó en radio con casi veinticinco años como guionista del programa matinal de Radio Libertad, que conducía su amigo de la infancia Anselmo Marini —locutor en ascenso, futuro "animal de radio"— y desplegaba propuestas como un antihoróscopo, predicciones de la malaventura, claves para no levantarse o un concurso para premiar a un feo de cara. El micrófono llegaría pronto con Bolsa de Gatos, treinta minutos en la madrugada de Radio Porteña con Jordán de la Cazuela y Aldo Cammarota (futuros libretistas de Tato Bores); Joaquín Lavado, aka Quino; Fernando Salas y Julián Delgado. Todos nombres que con los años ingresarían al salón de la fama mediática, pero no por ese ciclo. Con algunos de ellos se conocía y frecuentaba por ser vecinos del barrio de Palermo.

Además de habilidad para el humor, Castelo tenía inclinación por el dibujo y quería dedicarse a eso, por lo que buscó medir su talento llevándole un cuaderno con trabajos al director de la ya encumbrada revista Tía Vicenta, Juan Carlos "Landrú" Colombres. En la sala de espera coincidió con Quino y ambos consiguieron la posibilidad de colaborar en esa revista emblemática que llegaba a los kioscos desde fines de los 50 y fue semillero de ilustradores y plumines. "Vos vas a dibujar y vos vas a escribir", dictaminó Landrú, frente a Quino y Castelo. Pero la experiencia en Tía Vicenta duró poco, no tanto como en la que se embarcarían luego: la revista Cuatro Patas, que tuvo igual cantidad de ediciones que el número de la marca.

Carlos Abrevaya
Carlos Abrevaya

De allí, Quino y Castelo fueron convocados por Julián Delgado para sumarse al semanario Primera Plana, una apuesta del editor Jacobo Timerman que lavó parte del almidón de la prensa gráfica y que fue un suceso. Quino crearía allí a Mafalda y Castelo escribiría informes y crónicas.

Con Salas volverían a hacer Bolsa de gatos, esta vez por El Mundo, en los últimos años de la década del 60 y este lo recomendaría para ser uno de los tres guionistas del Fontana Show —conducido por el ya famoso Jorge "Cacho" Fontana—, donde desarrolló la gimnasia del chascarrillo —a razón de treinta chistes de una línea diarios— como, por ejemplo, "para un ansioso, el futuro es ayer" o "para no olvidarse las cosas, no hay como un nudo en la garganta". También padeció la falta de inspiración y la memoria prodigiosa de Fontana, capaz de recordar un chiste repetido o robado.

A Castelo, Salas y Federico Bedrune se los consideró iniciadores de un humor basado en la observación de la realidad. "Más que gracia, es un humor que provoca un comentario del tipo: 'Pero mira qué hijo de puta lo que dice este tipo'. Nosotros pusimos el humor absurdo en radio", definiría Castelo años más tarde.

“La noticia rebelde”, el exitoso
“La noticia rebelde”, el exitoso programa de Jorge Guinzburg, Adolfo Castelo, Nicolás Repetto, Carlos Abrevaya y Raúl Becerra en ATC

Ser padre y jefe de familia —se había casado en 1961, dos años después nacieron Daniela y, en 1971, Carla— obligaron a Castelo a trabajar por demás y alternar tareas en publicidad (en la revista Mercado, creada por su amigo Julián Delgado) o como productor en el programa Plin caja (Radio Argentina). Jorge Dobner, compañero de Mercado y también de Primera Plana, se lo "llevó" a una nueva creación, el mensuario Salimos, en 1975 como subdirector. La redacción estaba en un monoambiente de Suipacha 774, a la vuelta de la oficina a la que Castelo iría en el verano de 1985.

La revista Salimos —que aparecía los miércoles con una tirada de cuarenta mil ejemplares— tenía un sumario orientado al servicio y la recreación, inspirada en revistas como Time Out que Dobner descubrió en Europa. El staff incluía a Albino Gómez y Salas como asesores de la dirección y colaboradores como Ricardo García Olivieri, Landrú y Orlando Barone (gran amigo de Castelo), entre otros. Dobner consideraba a Castelo un "creativo" más que un vendedor. Un año después, Castelo y Salas ya habían renunciado, sin que Dobner recuerde al día de hoy por qué.

Castelo, Repetto, Guinzburg y Becerra
Castelo, Repetto, Guinzburg y Becerra

En 1976 había llegado la dictadura militar que, para Castelo, redundaría en alegrías y tristezas. Junto a Salas, Bedrune, el Negro Dolina y, gracias a una propuesta del empresario Fernando Marín, harían en 1977 los sábados por la mañana en radio El Mundo, Claves para bajar de la cama. Programa que ya habían hecho en 1969 donde, entre otros comentarios, se burlaban de algunas notas insólitas que publicaba la prensa gráfica. La sección buscaba devolver las críticas de la gráfica a los programas radiales y de TV, pero no tenía nombre. El programa fue levantado al mes por decisión de las autoridades de la emisora, por entonces integrantes de la Armada.

Cuando la dictadura secuestró y desapareció a Julián Delgado, en junio de 1978, Castelo llevaba un año en la producción de Videoshow, el programa para Canal 11 ideado por el empresario Marín —que convocó al canoso—, y Cacho Fontana, donde surgió la sección La máquina de mirar que mostraba el mundo a través de una cámara portátil. El autor intelectual del título del espacio era aquel hombre con el que, ocho años después, Castelo subiría al sexto piso de Córdoba 836, que se anunció como Raúl Becerra.

El ejecutivo

Para el verano del 85, Becerra ya tenía cuarenta años, un matrimonio, dos hijas mellizas de catorce y un fatigoso recorrido por estudios de televisión como conductor y productor, una vocación que había descubierto por audacia, rebeldía y luego de explorar el rubro publicitario.

Nacido el 27 de enero de 1945 en La Plata dentro de la tradicional familia de juristas Becerra Oyhanarte —padre abogado, tío dos veces miembro de la Corte Suprema—, colgó los libros de Derecho en tercer año de la carrera, cuando en la primavera de 1968 leyó una entrevista a Héctor Solanas que lo fascinó. Tanto, que le mandó una carta para decirle que compartían ciertos gustos y quería trabajar en el departamento creativo de la agencia, por entonces, una de las más importantes de la Argentina.

“La Noticia Rebelde. Una biografía”,
“La Noticia Rebelde. Una biografía”, de Diego Igal (editado por GES)

Dos meses más tarde sonó el teléfono y Becerra escuchó que la secretaria del hermano de Pino quería darle una cita. "Me interesó tu manera de escribir y tu personalidad. Me gustaría que trabajaras con nosotros —le anunció Solanas una vez que se reunieron—. Pero en este momento no hay espacio en el departamento creativo sino en el de radio, cine y televisión, así que entrá ahí y esperá la oportunidad".

Becerra aceptó, postergó casamiento y a los siete meses fue nombrado redactor junior. En 1971, director creativo y tres años más tarde, sintió que había alcanzado el techo y se retiró para asociarse con Jorge Vázquez y montar una agencia en un piso cercano a la costosa zona aledaña al cruce de las avenidas Santa Fe y Callao. El momento no podría haber sido peor: el entonces ministro de Economía José Ber Gelbard había decidido en ese trágico 1974, que las empresas no trasladaran a los precios el gasto de marketing. Las campañas se desmoronaron. "Nos comíamos los bocetos", diría Becerra.

El instinto de supervivencia llevó a Becerra y Vázquez a formar una productora audiovisual que, entre otros trabajos, incluyó generar las cámaras sorpresa que inventó Sábados circulares de Pipo Mancera y el lanzamiento de Gran TV Color, un sistema para ver en color algunos partidos del Mundial de 1978 en cines y teatros.

La vocación para producir tele se le terminó de representar cuando Fernando Marín le pidió armar Supershow infantil para lanzarlo en Canal 9. Con la conducción de Berugo Carámbula, Gachi Ferrari, Mónica Jouvet, Alberto Muney y la mona Margarita, midió veinte puntos de rating a la hora de la merienda: un éxito. El programa enseñaba cómo se hace una pelota de fútbol o una muñeca; el funcionamiento de la energía o un semáforo; el oficio de modelo de la mano de Teté Coustarot, el de arquero con Ubaldo Fillol o el de escritor con Ernesto Sabato. Mientras enviados especiales mostraban distintas partes del mundo gracias a la llamada plata dulce. En la última media hora del programa se estrenaban capítulos de El Chavo y El Chapulín Colorado.

Repetto, Guinzburg, Becerra y Castello
Repetto, Guinzburg, Becerra y Castello

"Las pautas que les daba a los conductores eran que no les hablaran a los chicos como bobos y que lo hicieran en singular para que sintieran que estaba dedicado a cada uno. Ahí sentí que toda mi carrera publicitaria había caminado por la banquina y descubrí que mi vocación era producir televisión. Entonces le vendí mi parte a Vázquez", relata Becerra.

La participación en aquel programa infantil duró los últimos dos años de los 70 y ya en la década siguiente, Becerra fue tentado, y contratado, para manejar la parte publicitaria de la empresa textil Wrangler. Hasta que a comienzos de 1982, Gerardo Mariani, un exdirectivo de la productora de Marín que estaba en ATC, lo convocó para Sábado Fantástico que conducía Fernando Bravo. En los pasillos de la emisora, Juan Chotsourian le dio un casete del programa norteamericano Real people porque lo quería "imitar".

De izq a derecha, Pocino,
De izq a derecha, Pocino, Teresita, Aráoz y camarógrafo (gentileza Teresita Ferrari)

Becerra vio personajes rarísimos en situaciones disparatadas y concluyó tres cosas: la primera fue que era un producto imposible de realizar en la Argentina; la segunda que tenía que llamar a Castelo, productor de Videoshow y al que conocía de Marín donde el canoso y Salas habían montado Cantaniño; y la tercera contraproponer una parodia de noticiero con todos los clichés y lugares comunes de los tradicionales. Lo aprobaron y ocho días después de estallada la guerra de Malvinas —ellos prefirieron esperar, alguien dijo que al contrario, que era el momento para un programa así— debutaron en la pantalla con un envío dominical de media hora que se dio en llamar Semanario insólito. Becerra quedó a cargo de la producción ejecutiva, responsable del guion y en la producción creativa junto a Castelo y Raúl Portal. Los tres conducirían en el piso con la entonces modelo Virginia Hanglin. "Adelante, estudios centrales", arrancaba la letra de la canción de apertura.

El contenido podían ser sketchs; un teleteatro; notas como una encuesta callejera sobre un escritor inexistente, si existían los ómnibus (la gente "escuchaba" ovnis), la diferencia entre un diputado y un senador (el Congreso estaba cerrado por la dictadura) o para qué sirve la Constitución ("Ah, no sé, yo no me meto en política", respondió uno); el cartel de una calle colocado en un árbol; un falso móvil en la puerta que alertaba sobre la inminente puesta en marcha de un comité radical o un videoclip musicalizado con Yo tengo fe de Palito Ortega sobre imágenes de fábricas y comercios cerrados.

El programa tuvo repercusión inmediata —además del rating lo medían con la gente que les hacía comentarios en la calle— y en julio se estiró a una hora, aunque siempre se mantuvo en el domingo.

Para Becerra, el humor de Semanario era franco, directo y no engañaba con las cámaras ocultas que vinieron después. Si alguno/a caía en ridículo era decisión propia.

Jorge Guinzburg
Jorge Guinzburg

Hanglin hacía Los cuentos de la tía Virginia. "Una de las cosas más fuertes que nos pasó fue con una de sus historias, la de la lechuguita. Ella contaba cómo la lechuguita nacía en una granja, y costaba dos centavos, y cuando llegaba al hogar como ensalada, después de una larga cadena de intermediarios, ya costaba diez pesos. Recibimos amenazas anónimas", contó Portal.

Para Castelo, "el programa tenía una ideología. Ni de izquierda ni de derecha, pero sí una ideología. No era el chiste por el chiste en sí, había una crítica, había una segunda lectura, una opinión detrás del humor".

La revista Salimos fue una de las que certificó la repercusión del programa y en agosto de ese 1982 realizó una nota titulada "TV sin vergüenza". La publicación era la misma de Dobner en la que Castelo había participado del lanzamiento en 1975 como subdirector. Ahora el director editorial era Carlos Fontanarrosa, que venía de renunciar como ejecutivo de Editorial Atlántida. El artículo hablaba de un programa de televisión "distinto, divertido e imaginativo", lo resumía como una denuncia a la "chantada porteña" y una propuesta para quienes reclaman "una nueva televisión".

La nota elogiaba algunas "buenas ideas o gags" como los reportajes en la calle o el Pasando revista pero advertía que "de no encontrar nuevos caminos para la crítica y la autocrítica, se perderá la sorpresa y ¡a la lona!".

La Noticia Rebelde
La Noticia Rebelde

"¿Ustedes se creen unos vivos bárbaros?", preguntaba el cronista y Becerra respondía: "Si ser un vivo bárbaro es ser un Avivato o un Isidoro Cañones, un tipo que 'curra' de alguna manera, no, no lo somos. Justamente a esos es a los que le apuntamos con el programa".

El cronista de Salimos era el yerno de Fontanarrosa y se llamaba Nicolás Repetto, entonces un joven de veinticinco años, alto, narigón y de flequillo, al que Becerra le encontró un estilo Jerry Lewis y que durante la nota para Semanario se coló en cámara durante el sketch del caco.

El caco había sido el personaje exaltado que buscaba a un delincuente y en el intento destrozaba lo que se le cruzara. Lo hacía Portal, que al finalizar la primera temporada abandonó el programa porque quería realizar un ciclo para chicos que, al final, terminó siendo Misteriodismo en Canal 13, al que algunos recuerdan con puntos de contacto con Semanario.

Con la partida de Portal, Becerra pensó en Repetto para reemplazarlo, aun cuando solo tenía como experiencia televisiva haber sido cronista ese mismo 1982 en Polémica en el fútbol —una creación de Fontanarrosa de los 60.

En Semanario, Repetto haría notas en la calle y también un sketch como Torperiodista, un cronista que cubría deportes extremos y luego de la entrevista al profesional, intentaba practicar la disciplina sin éxito. Además de incorporarse al staff, Repetto tuvo un noviazgo con Hanglin que la prensa de chismes de la época consideraba "insólito" porque él tenía veinticinco años y ella treinta y seis.

Becerra también sumó a Norberto Degoas, un periodista y locutor excéntrico al que descubrió cuando lo vio en una publicidad de la tele de Mar del Plata.

A todo esto, una novedad de la segunda temporada fue un remedo de aquellas burlas a las revistas que Castelo hacía con Dolina en radio. Se llamó Pasando revista —nombre que algunos asocian a la práctica castrense homónima— y generó un pequeño incidente con la empresa Perfil, cuyas publicaciones aparecían de manera permanente en el espacio. Las críticas no solo apuntaban al contenido de las notas —ponían una revista en una licuadora para decir que tenían mala leche— sino a marcar el reciclado de un mismo artículo en otras publicaciones de la editorial. La empresa Perfil, fundada por los Fontevecchia, mandó un telegrama para que cesaran los cuestionamientos, tras lo cual, Becerra se reunió con Enrique Torres, director de una de las publicaciones, TV Todo —competencia de TV Guía—: "Pasando Revista era una sección que no gustaba mucho a algunos ejecutivos de las editoriales —recuerda Torres treinta y cinco años después—. A mí sí me gustaba y también me convenía. Cuando la revista que dirigía aparecía en manos de Becerra o Castelo, se hablaba más de ella y las ventas subían. Y precisamente de eso hablamos en la reunión con Raúl. Es más, hicimos un convenio para mantener a TV Todo en Pasando Revista. En TV Todo se hicieron muchas notas al programa y, fundamentalmente, a los integrantes del equipo. En la editorial había gente a la que no le gustaba ver cómo en pantalla Raúl y Castelo rompían revistas, pero la relación con La noticia rebelde continuó. De hecho recuerdo visitas de Nico Repetto a la editorial en busca de material para algunas notas producidas por el programa".

Otra publicación con la que tuvieron un pequeño incidente fue la legendaria Humor Registrado. Hugo Paredero, uno de los críticos de la sección de espectáculos, puso en duda la autenticidad de los entrevistados que aparecían en las encuestas callejeras e insinuó que se trataba de actores. La respuesta fue una nota en la que se les preguntaba a distintas personas quién era el mejor periodista de la Argentina. Paredero, respondía cada uno porque, claro, esta vez sí todos eran extras. Castelo y Becerra lo invitaron al piso. "Me esperaron sentados", recuerda jocoso Paredero.

La democracia

Al regresar la democracia, Becerra y Castelo fueron a consultar el destino del ciclo con las nuevas autoridades de la emisora. Para Becerra habían hecho, en la medida de lo que permitían los militares, un programa contestatario,
revolucionario y rebelde.

El que los atendió fue Mauricio Farberman, uno de los primeros responsables artísticos de la recuperación del canal. "Quédense tranquilos que lo de ustedes ya está", les prometió, tirado en un sillón. Sin embargo, ya entrado 1984, nunca los llamaron.

Las sospechas que comenzaron a crecer en la mente de los ex conductores las confirmaría Becerra unos meses más tarde. Un día lo llamó Gachi Ferrari para contarle que le habían ofrecido la posibilidad de presentar una propuesta de programa infantil. Sin experiencia, Gachi le pidió ayuda a Becerra. Juntos garabatearon la idea en la confitería Rond Point y ella la presentó.

—Esto es extraordinario. Lo hacemos —dijeron
en el canal.
—Sí, pero esto lo pensé con Raúl Becerra. Él sería
el productor —respondió Gachi.

A los pocos días, Ferrari escuchó lo que temía: el proyecto sí, Becerra no. "Sin Becerra no lo hago", cerró Ferrari.

Becerra supo así que su nombre y el de Castelo habían quedado asociados a la gestión de la dictadura y, creyendo que por un tiempo no podría volver a su gran pasión, retornó al ámbito publicitario con una productora que asesoraba a las tres marcas de jeans más importantes del momento (Wrangler, Calvin Klein y Fiorucci). En eso estaba, cuando a fines del 84 un contador amigo le sugirió ir a ver al hombre con oficinas en el tercer piso de Córdoba 836: Raúl Naya.

Becerra y Naya se conocían del sector, pero nunca habían trabajado juntos. Naya todavía no había cumplido cuarenta años para 1985 y estaba al frente de una agencia que había iniciado el padre. El fuerte eran los avisos en la gráfica y, para entonces, los principales eran los que pautaba en las últimas páginas de la revista dominical del diario Clarín. Manejaba relación fluida tanto con radicales como peronistas y la única incursión televisiva había sido el programa de ATC Consulta Popular con el aporte de un sistema de encuestas telefónicas.

Afiche de la época: “La
Afiche de la época: “La Noticia Redelde”

Ya reunidos, Becerra y Castelo explicaron la idea de hacer un noticiero, pero en clave de humor; Naya escuchó y comentó: "Me encanta, pero un programa diario y con esas características implica la producción de un noticiero. ¿Por qué no los van a ver a Marín y Montero que están
con Mesa de Noticias?". Castelo y Becerra aceptaron pero con Montero la
respuesta fue otra: "Me encanta la idea —celebró— pero tengo dos periodistas a los que les produzco un programa de radio que me vinieron a ofrecer más o menos lo mismo y si lo hago con ustedes van a decir que los cagué. ¿Por qué no se juntan y lo hacen con ellos? Son Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya". A Becerra le sonaron conocidos esos apellidos.

La dupla

Nacidos el mismo verano, el de 1949, y con una diferencia de un mes, Guinzburg y Abrevaya se conocían de la secundaria y en 1985 ya eran una dupla que había firmado notas, escrito guiones y libretos y ese año llevaba adelante la segunda temporada radial de En ayunas por radio Belgrano (la primera había sido el año anterior en Excelsior) y la letra de Diógenes y el Linyera que dibujaba Tabaré Gómez Laborde para la contratapa de Clarín. En el currículum también figuraban Juan Carlos Mareco, Tato Bores, Cacho Fontana, las revistas Satiricón y Humor y la agencia de Héctor Solanas. Tal vez de ahí le sonaba a Becerra. "No, yo ya me había ido de Solanas pero lo que recuerdo es que me vinieron a pedir trabajo cuando estaba en Vázquez y asociados. Pero trabajo no teníamos ni para nosotros", aclara Becerra.

Egresados en 1966 del colegio nacional Urquiza del barrio porteño de Flores, siguieron juntos la carrera de Derecho —como Becerra— y también coincidieron en la deserción: Abrevaya por Filosofía y Letras y Guinzburg por el Conservatorio de Arte Dramático, que también terminarían por abandonar.

Elias Krimker, amigo de Guinzburg, los contactó con un productor del programa en Radio Rivadavia de Juan Carlos "Pinocho" Mareco, al que entusiasmaron con el humor y consiguieron que los contratara como chisteros por doscientos mil pesos mensuales. Era 1971. Al año siguiente harían la misma tarea para Cacho Fontana, y en 1973 se acercarían por un aviso en el diario a una revista con pocos meses en la calle pero ya bastante famosa, Satiricón, que llegó a imprimir y vender doscientos cincuenta mil ejemplares mensuales.

"Eran muy flacos, pelilargos —los recordó Carlos Ulanovsky—. Llegaron a la redacción para ofrecer chistes sueltos. Aunque ya con mucha calle, con background ideológico y la sana decisión de abordar el humor de la realidad, de la actualidad. Eran humoristas que renegaban de los chistes de náufragos en una isla, de esposas o suegras sisebutas que esperaban al marido trasnochador o fiestero detrás de una puerta armadas con un palo de amasar".

El aporte inicial se limitaba a las frases que iban al pie o cabeza de página, pero de inmediato se amalgamaron en dupla y firmaban notas de gran despliegue: sobre la masturbación, la menstruación o entrevistas osadas a personajes famosos, por ejemplo. Tanta confianza se tenían que lograron meter una colaboración en la histórica revista española La Codorniz, luego de conocer al entonces director Álvaro de la Iglesia en una visita fugaz que hizo por Buenos Aires. En el staff de Satiricón del número 15 (febrero de 1974) ya figuraban como redactores. Pero las constantes ironías y sátiras sobre el tambaleante gobierno del matrimonio Perón-Martínez generaron la clausura de la revista creada y dirigida por Oskar Blotta y Andrés Cascioli.

“La Noticia Rebelde”
“La Noticia Rebelde”

El cierre bifurcó la sociedad de editores y dio paso a dos nuevas publicaciones: El ratón de occidente (de Blotta) y Chaupinela (Cascioli), donde recaló la dupla Guinzburg y Abrevaya encumbrada como asesores de dirección y redacción en ese mensuario que duró hasta 1975, porque también fue censurado por el Poder Ejecutivo ya a cargo de Estela Martínez, viuda de Perón.

Cuando sobrevino la dictadura y se amordazó a la prensa, inclusive las revistas de humor, Abrevaya y Guinzburg se las rebuscaron como tantos otros en la publicidad —ellos en la agencia Lintas— sin abandonar del todo el periodismo. En aquel nefasto 1976, surgió otra iniciativa de Cascioli: un mensuario de espectáculos llamado Perdón, en la que Guinzburg y Abrevaya serían prosecretarios de redacción, pero que por las bajas ventas tendría solo dos números (hubo un tercero que se elaboró pero nunca imprimió).

El cierre de Perdón y la censura dictatorial los distanció en lo laboral. En el primer semestre de 1978, Abrevaya participó de manera activa de la salida de la revista Humor, otra creación de Cascioli. Junto a Cascioli y al dibujante Alfredo Grondona White, Abrevaya fue el inventor del famoso logo con la "R" de registrado encerrada en la "O": Hum® se leía en la tapa.

También se le adjudica la "autoría intelectual" del slogan que mantuvo Humor durante años, aquel de "la revista que superó apenas la mediocridad general" y sugerir llamarla Humor Registrado luego de una lista de posibles nombres elaborada por Grondona White (como humor es un genérico tuvieron que agregarle lo de registrado). Sin embargo, en esa época prefirió mantener bajo perfil, trabajar en publicidad y de Humor no sería colaborador asiduo hasta el regreso de la democracia.

Guinzburg, en cambio, se concentró en la publicidad y antes de formar su propia agencia —y crear algunos avisos memorables como el de la aspiradora Ultracomb, el slogan de Quilmes, "El sabor del encuentro", o el de Aerolíneas, "Gente que quiere a la gente"—, pasó por Lautrec, la empresa relacionada a la transformación de canal 7 en Argentina Televisora Color.

En el último año de la dictadura, la dupla, Blotta y otros humoristas —como Geno Díaz y José María Jaunarena— integraron el plantel de libretistas de Tato para Extra Tato.

Con la democracia, también volvieron algunas publicaciones como Satiricón, ya no con Cascioli, sino de la mano de Blotta. Allí Guinzburg figuró como director creativo y Abrevaya como jefe de redacción.

“La Noticia Rebelde”
“La Noticia Rebelde”

"A mí me gusta Satiricón porque me revienta la cabeza", decía una joven en primer plano mientras mostraba una revista antes de que, en efecto, le explotara el cráneo. "Para que usted se muera de risa renació Satiricón, la revista que empieza donde las demás terminan. La revista dirigida por Oskar Blotta", remataba el aviso de casi medio minuto.

Guinzburg y Abrevaya plasmaron en esa redacción los aprendizajes de la primera etapa de la revista y de la de Chaupinela, además de reflejar el clima que se vivía en el país.

El sumario tenía un poco de política, un poco de sexo y otro tanto de escatológico, rociado con abundante ironía y mordacidad. Entrevistas eclécticas que iban de Norberto "Pappo"Napolitano y Mario Sapag a Dante Gullo o Eduardo Pavlovsky; informes sobre cómo fingir un orgasmo, gays casados, la vida sexual en la cárcel o de los discapacitados; las veinte diferencias entre Liza Minelli y Carlos Perciavalle y alguna historieta completaban la grilla.

"Pachequito se murió. Hizo bien", pusieron en la tapa de un número del verano del 84 en referencia a la muerte del actor Osvaldo Pacheco. El título escandalizó a parte del ambiente artístico, porque Pacheco era muy querido y tenía un hermano en la lista de desaparecidos por la dictadura pasada. Además de repercusiones externas con famosos que rechazaban entrevistas y notas, la humorada generó mal clima dentro de la redacción donde también colaboraban Jorge Llistosella, Eduardo Maicas, Miguel Gruskoin, Pedro Penizzotto y Marcelo Palomares (aka Peni y Palomares), entre otros. En diciembre siguiente, la revista volvió a cerrar, esta vez, por decisión patronal.

Guinzburg y Abrevaya habían saltado antes del barco no solo por no encontrar el tono de la revista, sino porque en abril de 1984 habían comenzado el programa En Ayunas en radio Excelsior (que era estatal y ocupaba el 910 de la amplitud modulada). En el staff también hubo otras deserciones, por el estilo de notas y porque Blotta no permitía colaborar con Ediciones de la Urraca, la empresa que publicaba Humor y desde ese año sexHumor.

El programa En Ayunas —donde compartían mesa con Llistosella, Ulanovsky y Maicas, entre otros— había sido una idea de Montero, que desde el año anterior tenía en ATC Mesa de noticias. "Dato de penúltimo momento — anunciaba la locutora María Angélica Cupiek—, Israel teme una matanza en el Líbano. Argentina teme una libanización en La Matanza".

"El popular productor Gerardo Sofovich, luego de ver la actuación de Vicente Saadi en el debate que mantuvo con el canciller Dante Caputo ha decidido ofrecerle al senador la conducción de un nuevo ciclo televisivo. Se llamaría 'Operación Ga Ga'", era otra de las noticias que se leían al aire.

“La Noticia Rebelde”
“La Noticia Rebelde”

La repercusión de En Ayunas puede medirse hoy con dos datos: en 1985 pasó a Belgrano, ya dirigida por Daniel Divinsky y ese mismo año, la dupla de marras fue convocada para que debutaran frente a cámara en Telemóvil, para un segmento en el que comentaban noticias y la remataban con algún chiste. El programa iba por Canal 13, lo conducía Ramón Andino y tenía la participación, entre otros, de Jorge Telerman y María Laura Santillán.

El mimetismo entre Guinzburg y Abrevaya no se agotaba en lo laboral. Ambos tenían dos hijos —Jorge, dos niñas; Carlos, una niña y un niño—; arrastraban problemas de pareja que derivarían en separaciones, segundas nupcias y más hijos y algunas coincidencias ideológicas que volcaban en notas, entrevistas y en la tira Diógenes.

En aquel primer semestre del 85, pero más que nada desde el segundo, y con el visto bueno de Naya y Montero, las dos duplas comenzaron a elaborar el big bang. "Hay que darle oportunidad al milagro", solía decir Guinzburg cuando todo parecía cuesta arriba. Se conocieron y tantearon en reuniones en casas de alguno o en una agencia de turismo cercana a Sarmiento y Talcahuano del primo de Guinzburg. Congeniaban humores, barajaban ideas de notas, secciones, posibles colaboradores (como Repetto para exteriores) y nombres del programa que anotaban en una pizarra blanca y llegaron a ser cerca de cien.

Fue Abrevaya el que propuso La noticia rebelde y de ahí a asociarlo con El Pastor solitario, el emblemático canto a la tirolesa de Richard Rodgers, incluido en la película protagonizada por Julie Andrews y Christopher Plummer hubo un paso (y un pedido de autorización a SADAIC).

Mientras visitaban canales —a excepción de Canal 9, los cuatro estaban en manos del Estado— para seducir con la propuesta, que aún no tenía nombre. La primera emisora a la que recurrieron fue, precisamente, la que se había concesionado al empresario Alejandro Romay en 1984. Víctor Tobi, yerno de Romay y directivo de la emisora, los atendió casi en la puerta. "No, acá no. No creo que a Romay le interese", escucharon.

El segundo fue el 2, que transmitía desde la ciudad bonaerense de La Plata y dependía en lo burocrático del Ministerio de Economía. Hasta allí viajaron Becerra y Naya.

La propuesta entusiasmó al entonces gerente artístico Eddie Consalvo y al interventor, pero a Naya los números no le cerraron porque sabían que la pantalla era de poco rating. Hasta que se presentó un piloto y comenzó una negociación política, ideológica y contractual con las autoridades de ATC. El lunes 2 de diciembre de 1985, Naya llamó a la agencia de turismo del primo de Guinzburg para anunciar que se abría la chance de arrancar el primer día hábil del 86, jueves 2 de enero, y en el horario que dejaba Mesa de noticias por vacaciones (lunes a viernes a las 20). "¿Podemos arrancar en un mes?", preguntó Naya.

No había mucho margen para vacilaciones. Había que darle oportunidad al milagro, habrá pensado alguno, varios o los cuatro. Las dos duplas arrancarían juntas un programa que hizo historia pero terminó luego de tres temporadas y media con peleas, distanciamientos y muchos cambios.

 

* El libro puede conseguirse hoy, domingo, en la Feria de Editores (Centro Cultural Konex – Sarmiento 3131)

 

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