Por Gustavo Bussot
Escribí Las Lunas de Simón, para mi hijo menor: el pequeño Simón. Desde muy chiquito, cada atardecer, Simón estaba pendiente del momento en que la luna hacía su entrada triunfal en el cielo. Esperaba a la Luna más que a nada en el mundo. Más que al sol, a las estrellas e inclusive más que a las luces de la ciudad, que se encendían en mil colores.
Primero en brazos y con el correr de las semanas en su cochecito, Simón jamás dejaba de buscar la Luna, cada tarde. Estuviera donde estuviera: la plaza, la casa o el club, él siempre estaba pendiente de la llegada de la Luna. No había nada más llamativo y hermoso para él. La contemplaba con tanta admiración y cariño, como quien mira a su juguete preferido.
Las Lunas de Simón nació un día en que padre e hijito se quedaron solos, mientras mamá iba a la peluquería. En ese momento le pregunté a Simón si quería jugar con sus peluches. Me dijo que no. Entonces le pregunté si le gustaría ver dibujitos en la tablet. Con sus escasas palabras también se negó. Propuse una, dos, tres cosas más. Hasta que finalmente, Simón me dijo que quería ver la Luna. Todavía era de día. Muy de día. Entonces le propuse que, como todavía era temprano para verla, le hiciéramos una poesía para que ella supiera cuánto él la quería. Simón dijo que sí, sin dudarlo. Aunque muy bien no supiera de que se trataba realmente.
La cuestión es que esa poesía se convirtió rápidamente en un cuento y ese cuento, en un libro. Pero no un libro que evocara a la Luna, hicimos un libro didáctico, en el que nuestro protagonista (con sus tres años) nos invita a descubrir cada noche la luna. Y nos muestra con humor y fantasía cada una de las diferentes formas que nuestro satélite adopta día a día. Simón les presenta las diferentes fases de la luna a sus amigos y les explica qué significa cada una de ellas.
Escrito en rima, este libro les enseña a los más pequeños a conocer cada día un poco más sobre los cambios que va teniendo la Luna, a lo largo del mes. La cuestión es que, con sólo tres años, Simón se convirtió en una experto observador de la Luna y, a cada nuevo amigo que conoce, le habla de ella como quien habla de una querida amiga.
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