Pocos artistas rioplatenses pueden ufanarse de un CV ecléctico e impredecible como el de Dani Umpi. Escritor, músico, performer, artista plástico, periodista y agitador cultural en las dos orillas hace casi dos décadas, la obra del uruguayo de 44 años viene desafiando los convencionalismos -y sumando admiradores, desde Natalia Oreiro a Miranda, ambos colaboradores suyos- desde que se dio a conocer con un disco de covers de Jaime Roos versionados en inglés y con una orgullosa afectación queer.
Instalado hace cuatro años en Buenos Aires, Umpi visitó los estudios de Infobae para hablar sobre la reedición de uno de sus libros más populares, la novela "Solo te quiero como amigo" (Blatt & Ríos), un clásico producto umpiano cruza de costumbrismo naif y sátira pop amable. A continuación, la entrevista.
— ¿Cómo describirías a Solo te quiero como amigo. ¿Y cuál fue la inspiración?
— Diría que es una novela de ruptura de un primer amor, escrita hace mucho tiempo, en la que hay una suerte de retrato en primera persona de esa desorientación de un veinteañero. Es un melodrama costumbrista sobre la neurosis de esa persona y su mundo alrededor. Y lo que me llevó a escribirla es lo que me lleva generalmente a escribir todas mis novelas, que es describir un momento, una época. Suena algo pretencioso pero ahora, cuando leo la novela diez años después, reconozco esa forma de hablar, los lugares, como algo muy de esa época.
— ¿Es una novela autobiográfica, sos vos ese protagonista neurótico?
— No… Es autobiográfica en el sentido que yo le robo mucho a mis amigas y a mis amigos las cosas que dicen. Y vengo un poco de esa tradición, que es bastante argentina, de la atención oral, del registro del habla y esa educación en la escucha que tienen muchos escritores de mi generación y de antes. Entonces es autobiográfica en ese sentido, porque hablo de cosas que conozco o que pueden ser cercanas a mi mundo, pero no es una escritura del yo, digamos.
— Tu novela describe y satiriza rituales de parejas que son muy reconocibles y universales pero también a cierta juventud moderna y gay de esa época.
— Sí, y eso fue un desafío, porque el protagonista es un gay que rechaza todo lo que es la "mariconería" hedonista o de boliche. Son estereotipos que se siguen viendo, no sé si para bien o para mal. Uno como está más enmarcado en cierta disidencia o en lo queer le tiene algo de rechazo, pero esa onda gay "masculino por masculino" es muy común…
—De todas formas no se trata de caricaturas ponzoñosas.
—Claro. Por ejemplo el protagonista está caricaturizado inicialmente y y después hago algo bastante tramposo, que es que pretendo que el lector empatice con él. Entonces pasa un poco eso, es como un personaje entre antipático y querible.
— Vuelvo a algo que decías antes, de tu pertenencia a esa tradición de la literatura argentina de las novelas con mucha atención a la oralidad. Además de Manuel Puig, con quien siempre se te comparó, ¿qué otros escritores fueron importantes para vos y para la creación de tu estilo?
— Bueno, lo de la comparación con Puig fue algo que siempre me asustó por lo arriba en mi consideración que está él, pero también es innegable porque era lo que yo leía y algo muy formativo para mí. De todas formas, esa voz en mis libros viene también del marica del interior que lee los bestsellers, las novelas del corazón, que es donde yo me siento más cómodo, por más que yo haya ido a la universidad, mi tradición no es la academia, es el camp y el kitsch, yo sigo esa línea, que incluye a muchos argentinos, esa cosa graciosa de observación, muy hispanoamericana.
— Tanto esta novela como el resto de tu obra como cantante y artista plástico es abiertamente gay, y lo era desde un comienzo, hace casi 20 años atrás, cuando en el Río de la Plata los niveles de inclusividad no eran los mismos que ahora. ¿Te sentís un pionero?
— No. Bah, depende en qué momento y con quién esté al lado (risas). Lo digo porque hay muchísimos pioneros sobre todo en el activismo y en las artes… Yo creo que en ese momento no estaba tan integrado, me sentía casi "the only gay in the village" (risas). Ahora creo que hay más acercamiento o más lucha conjunta. Quiero decir, por supuesto que en ese momento eramos varios, y que yo soy soy el resultado de admirar a muchos otros artistas, por ejemplo a los transformistas que veía cuando iba a bailar. Igual tampoco voy a ser modesto en exceso y decir que había otros muy parecidos a mí porque no era común un cantante gay que cantara canciones sobre gays como lo hacía yo.
— Vos siempre te dedicaste principalmente al arte pop en el sentido más general, música pop, como artista plástico, tus libros son muy pop también. Hay un debate si uno puede ser adulto y se puede seguir siendo pop o si el pop es simplemente para los jóvenes. ¿Cuál es tu opinión?
— Bueno, ahí depende un poco el concepto de lo pop, ¿no? En mi caso siempre estuve consciente de que trabajaba con lo que tenía que ver con lo popular pero desde varios niveles. A veces yo estaba en lugares más legitimados del arte, como galerías, centros culturales, y después en otros no tanto como boliches. Creo que eso tiene que haber sido formado en la posmodernidad. Poder ir de un lugar al otro e interpelar desde ese lugar, desde la duda, no saber si eso es arte o no es arte, si es pop o no es pop. Y en ese sentido me gustaron siempre artistas del pop pero también creo que la mayor influencia son los artistas contemporáneos y el pop del 60 pero los latinos, la tropicalia brasileña, el neoconcretismo brasileño… De todas maneras yo no me considero un artista pop, mis canciones pueden ser pop pero en realidad son bastante raras, son más bien de cantautor, y mi voz definitivamente no es la típica de un cantante pop…
— Y qué recuerdos tenés de toda esa época de ebullición pop de comienzos de los 2000 de la que vos fuiste una figura central, tanto en Uruguay como en Argentina, y abarcando diferentes "escenas" como la del electropop, Interzona, Belleza y Felicidad…
— Bueno, es interesante que las nombres juntas porque a veces se las menciona por separado, o la historia del arte solo ve lo que ocurría con Belleza y Felicidad y no ve a Miranda asociado a eso. Creo que yo lo veía de esa manera porque trabajaba en diferentes plataformas, escribía, cantaba, hacía arte más visual, que sigo haciendo. Entonces para mí venir a Argentina era un poco recorrer todas esas escenas que a mí me parecía que estaban bastante unidas, pero después a los propios argentinos les parecía que no. Pero sí había una ebullición y fueron cosas que fueron fundacionales para las nuevas generaciones, aunque no sé cuán conscientes eramos en ese momento. Por ejemplo, con Belleza y Felicidad, había cierta resistencia desde lo institucional en ese momento y ahora ves a la gente de veintipico haciendo obras que son como las de Belleza y Felicidad. No sé si es bueno o malo pero es…
— Y hablando de obras, tengo entendido que en agosto estás presentando una nueva muestra.
— Sí, es una muestra en Galería H junto a Catalina Schliebener, una artista chilena amiga radicada en Estados Unidos, que trabaja haciendo collages al igual que lo hago yo. Creo que van a ser dos instalaciones que en un momento se van a encontrar… Yo trabajo mucho con papel y con textos, ahora estoy haciendo cosas en escala más grande, como de textos que a veces se arman de manera automática o voy repitiendo textos que escucho o que leo.
— ¿Y algún libro nuevo estás preparando? Porque esto es una reedición, y hace mucho que no hay una novela tuya nueva…
— Sí… da la sensación que saco muchos libros porque se reeditan, pero en realidad hace mucho que no tengo novelas. La última fue Un poquito tarada hace varios años, después saqué un libro de cuentos… Igual yo veo mi producción como una cosa sola, pero bueno, supongo que hay momentos para cada cosa. Igual te cuento que estuve escribiendo una novela, pero me empantané y seguí haciendo otras cosas, cantando, estoy en mi taller ahí produciendo. Y en estos años también me dediqué más a cantar, saqué un disco que me encantó hace un par de años, que lo sigo cantando con una banda que tengo acá y estoy juntando canciones que había hecho hace tiempo que nunca las había llegado a terminar de mezclar. Y tal vez a partir de eso resurja algo de lo que venía escribiendo o algo nuevo. Pero veremos. todavía tiene que decantar, y eso lleva un tiempo.
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