Gaspar Scheuer: "No hay ninguna política concreta para generar espacios para exhibir cine nacional"

Este jueves, el director argentino estrena su tercer largometraje, “Delfín”. En diálogo con Infobae Cultura repasó los ejes de su filmografía y explicó cuáles son las dificultades que tienen las producciones nacionales para encontrar salas para estrenar

Este jueves llega a los cines Delfín, una ficción de Gaspar Scheuer. Su director se sumerge en la vida de un niño de 11 años que vive solo con su padre en la periferia de un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Su pasión por la música lo llevarán a querer participar de la Orquesta Infantil de una ciudad vecina. Él hará lo imposible para conseguir viajar y presentarse a la audición junto a un viejo corno francés que aprendió a tocar en la escuela. Esto significará una aventura para él, y también para su padre.

Se trata de una historia de un chico que persigue sus sueños pese a enfrentar algunas adversidades y no estar apoyado de su papá, su única familia, y las instituciones cómo la escuela que poco se hace eco de sus necesidades y problemáticas. Valentino Catania, quién le da vida a Delfín, sorprende con su debut actoral con un protagónico dónde logra conmover a los espectadores bajo su mirada inocente y penetrante. Está acompañado por Cristian Salguero que vuelve a la pantalla grande con un papel totalmente diferente al que interpretó en La patota, de Santiago Mitre o El invierno, de Emiliano Torres. Acá, lo veremos interpretando a un obrero de la construcción que debe criar en soledad a este pequeño dónde muchas veces intercambiarán roles y será el encargado de tomar las riendas de ese hogar.

Valentino Catania, protagonista de Delfín

Gaspar Scheuer presenta en su tercera película, filmada en la misma ciudad donde creció, una trama y un universo totalmente distintos a los que mostró en Samurai (2012) y El desierto negro (2007)

– ¿Cómo surge esta historia tan distinta a tus largometrajes anteriores?

– El proyecto arranca en diciembre de 2015, cuando me planteé que si quería hacer una película en ese contexto debía ser algo más chico. De golpe, me encontré una noche con la decisión de sentarme y escribir de un tirón una historia que sea sencilla de producir y pasar rápidamente a la acción. Ahí es donde aparece la parte misteriosa. Se me ocurre todo de entrada: la historia de un niño que se llama de esta manera particular, la relación de este nombre con su afinidad por la música y por este instrumento tan especial que solo él sabe tocar. Se lo propongo a Juan Pablo Miller, de la productora Tarea Fina, que ya había trabajado conmigo en mi segundo largometraje Samurai y le resultó interesante. Trabajé unos meses en el guión y surgió naturalmente la idea de ir a filmar a Los Todos, mi ciudad, ya que no era condicionante, se pudo haber hecho en cualquier pueblo de la provincia de Buenos Aires

– ¿Qué sentimientos te trajo filmar en tu ciudad?

– Fue muy emotivo desde lo personal ya que viví ahí hasta los 18 años y muchas escenas que filmamos podrían asociarse con mi infancia. Me podía ver a mi mismo varias décadas antes. Llegar con una filmación a un pueblo más que interrumpir una tranquilidad, los vecinos lo agradecieron y se acercaron a colaborar mucho. Siempre genera una movilización positiva. A diferencia de otros proyectos, fue bastante fluido, no atravesamos grandes zozobras. Se pudo pensar una historia, resolverla, filmarla y estar estrenándola en menos de tres años, lo cual es un récord para mi carrera. No sufrió demasiados imprevistos, ni cambios en el elenco, cada escena que se escribía terminó saliendo. Fue bastante particular en ese sentido, como si hubiera tenido un buen viento el proyecto. Al ser una película con un presupuesto chico, uno deja muchísimo en el rodaje. En las cinco semanas el equipo entregó todo y nos acompañamos. La verdad que es un trabajo privilegiado y uno lo hace con muchísimo gusto y amor.

Todos destacan la mirada particular de Valentino Catania, protagonista de Delfín

– ¿Cómo llegaste a encontrar al protagonista?

– Cuando terminé el guión sabía que la historia iba a estar muy marcada en quién fuera ese niño protagonista, muy excluyente a diferencia del resto de los personajes. Una mala decisión iba a afectar severamente a la película. Tenía la idea de que tenía que ser un chico con experiencia en actuación, aunque sea en teatro o televisión, que ya haya atravesado filmaciones. Cuando me junto con María Laura Berch, directora del casting, cambió esa idea. Ella me propuso todo lo contrario. Su sugerencia era buscar por Los Toldos, un niño que fuera de ahí, que no tenga que sufrir irse cinco semanas de su casa y estar viviendo en un ambiente que no fuera el de él. Además, había escenas que implicaban meterse a nadar en el lago, y capaz para un chico de ciudad, de departamento le iba a ser raro, lo mismo que pasar días de 45 grados ya que filmamos en enero. Pusimos en marcha el casting y me sorprendí al ver muchos hijos de amigos. Cuando lo vi a Valentino, que su papá ya había trabajado en mis dos películas anteriores, tuve la impresión inmediata que era él. No fue ni mágico ni gratis trabajar con un niño que no tenía experiencia. Significó un gran esfuerzo para él y para el equipo. Era una historia que no tenía tampoco que ver con la suya. Lo que todos destacan es su mirada que está muy presente en la película. En general, los niños tienen la ventaja de rápidamente tomar la parte divertida de actuar y jugar con naturalidad.

-¿Qué ocurrió con el resto del elenco?

– Salvo Mario De Marco, el sereno de la escuela, que es un viejo amigo, el resto del elenco lo fuimos armando entre varias propuestas que me llegaron. Lo de Marcelo Subiotto (El panadero Totzsa) fue un lujo. Me parece un actor increíble. El otro papel importante que teníamos fue el padre, todavía no habíamos definido la edad de él, en un momento pensamos que sería un hombre más mayor, que tenía más diferencia de edad. Hasta que surgió la idea de que sea uno más joven, algo así como un hermano mayor. Yo había visto La patota donde actúa Cristian Salguero y quedé impactado por su fuerza y presencia. Fue fundamental esa elección como balance de padre e hijo, incluso tienen algo parecido desde lo corporal. Cristian es un actor enorme y deseo que el cine argentino le encuentre muchos papeles diferentes porque tiene un potencial enorme.

– ¿Qué infancia querías mostrar?

– Hubo comentarios sobre el guión acerca de que ese mundo que se muestra ya no existía. Si bien la película es contemporánea el protagonista intenta recrear una época que quizás tiene que ver más con mi infancia a fines de los años 70 que la que viven los chicos ahora expuestos a internet o a los juegos en línea. La película no intenta ser un retrato acerca de cómo es la infancia hoy en un pueblo sino que es un relato de un personaje singular.

Valentino Catania y Paula Reca junto al director Gaspar Scheuer

-¿Le encontrás un paralelo con tus otros trabajos?

-Sí, es llamativo como hay escenas casi calcadas o que cumplen las mismas funciones en determinado momento. Incluso, Ezequiel Menalled, que compuso la música para las tres, logra ver con claridad estas escenas y me las marca. Cuando empecé a pensar en este chico, sabía que buscaba que la música tuviera un valor muy importante en la historia, surgió el elemento del corno francés que es un instrumento de muy particular relacionado con lo ancestral. Después, se presentó la situación del niño como un individuo que no necesariamente está muy acompañado por su entorno, ni su familia ni las instituciones. Quería contar esa relación especial que se da entre padre e hijo. Esa idea del niño educando al padre. Creo que tiene que ver con que es la primera película que escribo con hijos.

– ¿Cómo fue la presentación en el Festival de Cannes?

– Fue el estreno mundial de la película. La invitación cayó en un momento muy particular. Así como la escritura del guión y el rodaje fueron fluidos y placenteros, el montaje pasó por algunas turbulencias. Sufrí una pérdida de confianza fuerte por la película. Fue un golpe de efecto muy importante el saber que a alguien le interesaba la película, cayó justo para recuperar el ánimo y a partir de ahí se reorganizó todo. Lo recuerdo como un envión anímico muy importante. El Écrans Juniors es una sección que lleva películas con chicos de protagonistas y está destinada a que sean vistas por un público infantil adolescente, hubo mucha presencia de chicos de escuelas secundarias que están muy acostumbrados a debatir cine. Fueron tres funciones a sala llena muy dinámicas porque después había muchas preguntas. Cannes fue una vidriera muy grande, de ahí surgieron muchas invitaciones a distintos festivales como uno de cine latino en Australia, en Irlanda y Perú.

-¿Qué dificultades ves en filmar hoy?

– Más allá del caso específico del cine, estos son años complicados en los económico donde todo el nivel de vida es más caro, comer es más caro y todo eso influye en un presupuesto. Es un contexto de ajuste permanente. Todo está encarecido. Cada vez me pongo más límites. En este caso, cuando hablé con el productor, le planteé que mi prioridad era contar con la mayor cantidad de días de rodaje posible, entonces resignamos cualquier otra cosa para llegar a las cinco semanas. Pensaba mil veces antes de incluir cualquier cosa que podía afectar ese presupuesto. Además, teníamos que hacer jornadas más cortas ya que trabajaban niños. Fue todo un logro de la productora.

Delfín en busca de sus sueños

-¿Dónde ves el mayor déficit de políticas que apoyen la industria nacional cinematográfica?

El gran cuello de botella del cine argentino es la exhibición. La gran dificultad que enfrentan las películas son el gran déficit de salas ya que mal que mal se siguen haciendo películas pero muchas veces te encontrás con que las condiciones que te ofrecen para proyectar son poquísimas salas, malos horarios, las presiones de las grandes empresas para que no pasen cine argentino y solamente pasen los tanque de Hollywood, siento que una tarea que tiene por delante el instituto es apoyar la formación de otros espacios de exhibición. Estrenar no debe ser un premio consuelo. Claramente no hay ninguna política concreta para generar espacios para el cine nacional y además, hay de parte del instituto un control real de las cuotas de pantallas y que los espacios que por ley le corresponden al cine nacional. Sé de casos de cines de otras provincias que estaban interesados en programar Delfín pero si ese fin de semana lo hacían no le iban a dar otras películas grandes, es una extorsión directamente como si el cine nacional fuera una piedra en el zapato que está molestando continuamente y la mejor manera de terminar de matarlo es no dándole salas para ver si de esa manera los realizadores nos desanimamos y dejamos de producir. La verdad es que llega el momento de estrenar un proyecto que te llevo años de trabajo y te enterás que hay un plan sistemático para que no puedas conseguir una salas y te ofrezcan una sola función en el Gaumont y después una semana en CineAr no tiene mucho sentido hacer cine en esas condiciones. Es una pelea que hay que dar entre todos.

* Delfín podrá verse en Cine Gaumont, Malba, Cine Teatro Italiano (Los Toldos), Cine Teatro Municipal Renzi (La Banda, Santiago del Estero, Nuevo Cine "Italia" (Formosa), Cine Teatro Pico (Gral. Pico), Cine Teatro Sociedad Española (Tafi Viejo), Cine Teatro Oberá, Centro Cultural Guido Miranda (Resistencia, Chaco)

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