Por Dolores Pruneda Paz
En el libro Últimos poemas en Prozac Fabián Casas da cuenta de una ruptura sentimental y de la reconstrucción de una de las partes mediante una bitácora despojada de artificios, donde sobrevuela la idea, un poco budista y un poco desesperada de que, para eso, "hay que transformar en aventura el dolor".
Se trata del demorado y esperado regreso de Casas al terreno de la poesía, ya que todo lo que el autor escribió en la última década habían sido ensayos y novelas.
Horla City y otros, publicado en 2010, había reunido su poesía completa cuando todavía no había sido padre por primera vez ni se había separado y había dejado los antidepresivos que ahora, como el zen, dice, le sacaron la desesperación pero no la tristeza; entonces fue cuando volvió a escuchar la voz que da forma a esta poesía prosaica.
El volumen incluye un spoiler (a Aki Kaurismäki), un texto pensado por una niña (Ana) y estructurado por el padre, un diario de vacaciones y de paternidad, y textos que conducen a nombres como Leonard Cohen, Ezra Pound, Sören Kierkegaard y hasta José Luis Perales.
Sin pretensiones de originalidad y con trabajo de obrero sobre la escritura, Últimos poemas en Prozac es "un libro de amor, una vindicación de las cosas que hacés y las que no hacés, de las situaciones que no podés sostener, escritas en tercera persona para distanciar al narrador, que está reconociendo lo que pasó, no está pensando que la rompió", dice Casas en esta entrevista.
– Ese derrotero tiene una estructura muy funcional: una primera plantea el estado de situación con poemas de "así las cosas", seguidos por poemas de liberación y poemas de nuevo orden.
– Son poemas de la experiencia y el libro es una especie de recuperación de la alegría. Los poemas dialogan con todo lo que fui leyendo en mi vida, con cosas que le pasaron a otros y cosas que me pasaron a mí, sobre un trabajo de escritura que las ficcionaliza. Son poemas recurrentes, que vuelven sobre las cosas que están dando vuelta desde distintos lugares. Todo se usa. Si estás escribiendo, eso va a ir a los poemas, sino, a lo que estés haciendo.
– Tu escritura se bifurca en estos días: prologaste los cuentos reunidos de Mario Levrero (Random House), estás en el programa de Radio Cultura Duka Jazz y trabajás algunos guiones de cine.
– El programa de radio es como relajado: llevamos entrevistados o no, hacemos agenda del día o no, tenemos una productora que hace cosas o no. Pero suelo poner música porque soy melómano y la música me da sosiego. Además escribí con Martín Caamaño el guión de la película de Lisandro Alonso que se empieza a filmar en septiembre y hasta ahora se llama Eureka, y con él y otro amigo, Federico Arzeno, estamos terminando la película de Gastón Gaudio, que es algo que también me costó un montón escribir y me encanta, sobre una experiencia que tuvo en Las Vegas después de dejar el tenis. El eslogan es "el tenista más lento del mundo en la superficie mas rápida". Estoy armando todo eso en clave emancipatoria y autogestiva porque no queda otra, en esta difícil situación económica hay que poder mantener a los hijos, poder llegar con los colegios, poder pagar el alquiler.
– Esa vuelta a la poesía cuenta con proyectos singulares, que descreen de lecturas erróneas, como el libro que publicará un sello surgido del trabajo en tu taller, que hasta ahora se llamará Enjambre.
– Estamos armando un librito medio raro con treinta y pico o 40 traducciones del poema The Congress of the Insomniacs de Charles Simic, gran poeta yugoslavo-estadounidense de 81 años. Son versiones de la gente que vino a los talleres de escritura y lectura, algunos no sabían inglés, las hicieron con ayuda de amigos, sobrinos, con traductores en línea. Lo importante era arreglárselas para traducirlo y después escribir un ensayo sobre eso. Algunos hicieron poemas a partir del poema, otros covers, aunque la traducción ya es un cover.
– ¿Qué permite ese ejercicio?
– Traer la experiencia inscrita en otra lengua es un acto de escritura creativa. Elliot se conmovió con la lectura de los simbolistas franceses, empezó a estudiar a Jules Lafort y sus primeros poemas son una especie de reversión de esos poemas, está bueno trabajar de esa manera.
– Hay textos, crónicas, libros publicados sobre talleres literarios.
– Los talleres son como un nuevo género literario que descubrí y me fascina, es como meditar, me producen una especie de liberación mental. Tengo la bendición y el privilegio de que un montón de personas vengan dos horas conmigo a traducir poesía. No se puede enseñar a escribir, pero sí encontrar la forma de emanciparte, de la manera que quieras, con tu editorial, poniendo tu librería, como Lata peinada, el local de literatura latinoamericana que abrieron unos argentinos en Barcelona.
Fuente: Télam
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