Exotismo, color y contrastes en una renovada puesta histórica de “Turandot”, la última ópera de Puccini

Desde este martes y a lo largo de 9 funciones, “Turandot” vuelve a subir a escena en una gran producción del Teatro Colón, según una puesta concebida originalmente por el maestro Roberto Oswald. En esta nota, una conversación con Matías Cambiasso y Aníbal Lápiz, artífices de esta reposición

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Foto: Arnaldo Colombaroli
Foto: Arnaldo Colombaroli

Turandot despliega una fábula cruel de amor y de muerte, deliberadamente situada en una época remota e imprecisa. La trama de la última ópera de Puccini tiene el esquematismo de los cuentos arcaicos. Quien desee obtener la mano de la princesa china deberá resolver tres acertijos oscuros. En una serie implacable, los concursantes se presentan, fracasan e invariablemente mueren decapitados. Hasta que llega Calaf, un príncipe tártaro, el único que conseguirá resolver los enigmas y enamorar a esta mujer despiadada, cuya aversión al afecto y al matrimonio esconde el afán por vengar a su abuela asesinada, la princesa Lou-Ling. De modo paralelo, asistimos al drama de Liú, la esclava que adora a Calaf sin ser correspondida, que acompaña en su exilio al padre del príncipe –un rey ciego y destronado– y que no dudará en suicidarse antes que revelar cómo se llama el hombre a quien ama.

Foto: Gustavo Gavotti
Foto: Gustavo Gavotti

La ópera abunda en arias célebres como "Nessun dorma" ("Que nadie duerma"), a cargo de Calaf, o las exquisitas intervenciones de la esclava Liú: "Signore, ascolta!" ("Escucha, señor"),"Tanto amore segreto" ("Tanto amor secreto") y "Tu che di gel sei cinta" ("Tú, que estás revestida de hielo"). La princesa Turandot expone los motivos que hielan su corazón mediante el aria "In questa reggia" ("En este palacio real"): en el camino escarpado de esta escena suelen fracasar muchas buenas sopranos dramáticas. En ocasiones, la música es altisonante –nunca tuvo el coro tanta participación en una obra del compositor–, pero también conoce imprevistos momentos de intimidad. 

En su testamento operístico, Puccini condensó cuatro décadas de experiencia en la escena. Además de una instrumentación opulenta, puso en juego muchos elementos del exotismo modernista: la ambientación chinesca, disonancias ocasionales, una percusión incisiva, abundancia de escalas y melodías pentatónicas –algunas de ellas, derivadas de auténticas canciones chinas, como la tradicional "Flor de jazmín" ("Mo Li Hua")–.  A su vez, Turandot se ubica en la tradición de la grandes óperas italianas pseudo históricas, un linaje que comienza tal vez con Rossini, encuentra más de un clímax en la carrera de Verdi y termina con el drama lírico del maestro nacido en Lucca, estrenado póstumamente en 1926.

Claves de una puesta a la vez nueva y antigua

Esta semana, Turandot vuelve a subir a escena en el Teatro Colón, en una producción que retoma un planteo escénico del recordado maestro Roberto Oswald (1933-2013). Esa puesta comenzó como una coproducción con el Teatro Municipal de Santiago de Chile y se estrenó en el Colón en el año 1993; en 2006 volvería a presentarse en el Luna Park. Este año, vuelve a subir a escena bajo la dirección de Matías Cambiasso y la codirección y diseño de vestuario de Aníbal Lápiz. En conversación con Infobae Cultura, los artífices de esta reposición nos revelaron algunas vicisitudes de la puesta, así como las claves estéticas que la fundamentan.

Aníbal Lápiz junto a Matías Cambiasso. Foto: Gustavo Gavotti
Aníbal Lápiz junto a Matías Cambiasso. Foto: Gustavo Gavotti

–Esta producción de Turandot pudo verse en numerosos sitios, tanto dentro como fuera del país.

Aníbal Lápiz: Sí… ¡Anduvo por tantos lados y tantos teatros! La producción chilena fue al Auditorio Nacional del Sodre de Montevideo… Es una puesta que estuvo en Chile, en Venezuela, en San Pablo, en México, aquí en el Luna Park, en Uruguay: se hizo muchísimas veces. Y todas las grandes sopranos de los últimos años cantaron en ella: Ghena Dimitrova, Eva Marton, Gabriele Schnaut, Ruth Falcon, Nina Warren, Cynthia Makris

Foto: Máximo Parpagnoli
Foto: Máximo Parpagnoli

– ¿La presente puesta retiene muchos elementos de la versión de 1993?

Aníbal Lápiz: No todos. En las distintas producciones, el vestuario se mantuvo casi siempre el mismo, salvo unos pocos aspectos. Pero, en esta ocasión se modificó enteramente la escenografía, por ejemplo. En la puesta del 93, estaban las quimeras doradas, los perros de Fu –que eran divinos–, pero después Oswald quiso cambiar esos elementos y puso los guerreros chinos de Xi´an, para la producción del Luna Park (N. del R.: Los guerreros de Xi´an remiten a las miles de figuras de terracota que fueron encontradas en el Mausoleo de Qin Shi Huang, primer Emperador autoproclamado de China). Estos dos grandes guerreros que pueden verse sobre el escenario del Colón se hicieron ahora. La verdad es que se hizo todo nuevo ahora, incluso el vestuario masculino en su totalidad. Porque antes lo habían hecho en Chile: era una coproducción. Lo que pasa es que nuestra puesta ya tiene casi treinta años…

Matías Cambiasso: ¡Para muchas generaciones, no hay otra producción! Y, al mismo tiempo, para otras generaciones también va a ser nueva, porque hace muchos años que no se presenta.

Detalle de los dos grandes guerreros, inspirados en las esculturas que adornan el Mausoleo de Qin Shi Huang, en las cercanías de Xi´an. Foto: Gustavo Gavotti
Detalle de los dos grandes guerreros, inspirados en las esculturas que adornan el Mausoleo de Qin Shi Huang, en las cercanías de Xi´an. Foto: Gustavo Gavotti

 – ¿El vestuario se inspira en los grabados chinos?

Aníbal Lápiz: Sí, hay un poco de todo. Primero uno se inspira, pero después tenés que dejar esas cosas de lado y empezar a usar un poquito tu cabeza, si es que la hay (risas).

– ¿Cuál fue la clave para pensar la cuestión?

Aníbal Lápiz: La clave fue el color. Lo que había hablado con Roberto Oswald era que iba a ser una producción que se desarrollaba sobre todo en la corte, y que iba a ser muy colorida. Porque yo quería diferenciar totalmente el pueblo –que, en este caso, es "la chusma"–. Un pueblo que pide la cabeza del príncipe pero que, un momento antes, quiere que se salve y que viva…

Figurines originales de Aníbal Lápiz para la producción de 1993. Foto: Gustavo Gavotti
Figurines originales de Aníbal Lápiz para la producción de 1993. Foto: Gustavo Gavotti

– En Turandot, de hecho, el pueblo se comporta de manera muy cambiante, muy voluble: alternativamente compadece a los concursantes o pide que los maten.

Aníbal Lápiz: Un poquito como en la Plaza de Mayo…  (risas).

Matías Cambiasso: Sí, acá el pueblo funciona como "la masa".

Aníbal Lápiz: Por un lado está el pueblo, muy miserable, contrapuesto a una corte imperial sumamente rica. Siempre tuve esa idea. Lo mismo que en la escena del Tedeum al final del primer acto de Tosca: en esa producción, yo quería ver sólo gente rica (N. del R.: La citada producción de Tosca –otra concepción original de Roberto Oswald– se representó por última vez en el Colón en 2006). Porque a esas ceremonias no va el pueblo. Y ahora menos: ¡les ponen una valla! Entran los ministros, los militares: es una ceremonia para las autoridades.

Foto: Arnaldo Colombaroli
Foto: Arnaldo Colombaroli

– Cuando se lleva a escena Turandot, es habitual que se acentúe el carácter estático, ceremonial –casi hierático– con que se presentan los personajes.

Matías Cambiasso: Eso ocurre sobre todo en el primer acto, porque estamos en una corte, que como toda corte –y sobre todo una oriental–, tiene un protocolo muy estricto. De todas maneras, tampoco son momias de hielo. Los personajes cortesanos están reaccionando ante cada enigma que se plantea. Por supuesto, cuando entra el Emperador tienen que reverenciarlo como corresponde; lo mismo que a Turandot. Pero, en el acto I y en el III, también irrumpe el pueblo como esa masa que, de golpe, quiere que maten al príncipe persa pero, cuando lo están por matar, pide que lo perdonen.

– ¿Esa tensión entre el pueblo y el carácter protocolar de la corte es lo que le imprime dinamismo a la puesta?

Aníbal Lápiz: Sí, porque se manifiesta en los gestos, y en los movimientos: van para adelante, van para atrás… Esa tensión es algo que nosotros queremos subrayar, además de la diferencia entre las clases sociales.

Christian Prego, escenógrafo repositor, junto a Aníbal Lápiz y Matías Cambiasso. Foto: Gustavo Gavotti
Christian Prego, escenógrafo repositor, junto a Aníbal Lápiz y Matías Cambiasso. Foto: Gustavo Gavotti

Matías Cambiasso: En el acto III todos quieren que se termine esta historia de muerte. Entonces demandan, exigen, se enteran de que hay una persona –Liù– que sabe el nombre del príncipe. Ella está a punto de morir pero ellos le piden "Il nome, il nome!" ("¡El nombre, el nombre!"). Y, cuando está muerta y la llevan como en un cortejo fúnebre, de pronto todos se apiadan y dicen: "¡qué alma pura!". Tiene razón Aníbal: es como nuestra Plaza de Mayo, donde un día perdemos a uno y otro día a otro (risas). Pero insisto con este concepto: no es un coro hierático o poco participativo, sino que depende de la situación que esté representando en cada momento. Son los mismos intérpretes, pero justamente ahí se juega su ductilidad al asumir distintas actitudes –con distinto vestuario y una distinta dirección–, según lo que corresponda en cada acto.

Turandot: una China a la medida de la imaginación

Turandot es la única ópera de Puccini que se desarrolla en una época legendaria…

Aníbal Lápiz: Bueno, también está Butterfly.

– Pero en Madama Butterfly la acción transcurre en una Nagasaki más concreta en términos históricos, a diferencia del Pekín legendario de Turandot, ¿no les parece?

Aníbal Lápiz: Eso es verdad. Sí, esto es fantasía pura. ¡Pero eso es lo interesante! Porque te deja margen para crear.

Matías Cambiasso: Inclusive creo que el libreto dice: "En una época milenaria"…

Aníbal Lápiz: Algo similar ocurre en Madama ButterflyCuando Puccini le puso el nombre al  personaje del príncipe Yamadori, le dijeron: "Maestro, en Japón Yamadori es un nombre femenino". "A mí no me interesa", les contestó, "suena bien y ésta es una ópera italiana" (N del R.: Yamadori es uno de los pretendientes de Cio Cio-san, en Madama Butterfly).

Matías Cambiasso. Foto: Gustavo Gavotti
Matías Cambiasso. Foto: Gustavo Gavotti

– Por otra parte, en Turandot también están los ministros Ping, Pang y Pong. Bajo el ropaje oriental, se esconden tres personajes de la commedia dell´arte, como ocurre en la Turandot (1762) ) que Carlo Gozzi escribió para el teatro, algo que reaparece en la ópera que Ferruccio Busoni dedicó a la misma fábula, en 1911. ¿Cómo se integra ese elemento cómico o bufo en el caso de Puccini?

Aníbal Lápiz: Creo que ese elemento interviene para cortar un poco con el dramatismo, la cosa pesada de la obra, ¿no?

Matías Cambiasso: Yo creo que también es un gran acierto de Puccini: el de haber hecho una"ítalo-chinoiserie" (risas). Creo que es una buena jugada la de mezclar lo italiano con lo chino; en rigor, con un imaginario chino. Ping, Pang y Pong funcionan un poco como los comentaristas de la acción y también como los demiurgos que la llevan adelante. Yo se lo decía a los cantantes: estos personajes pertenecen a la tradición de la commedia, pero estamos cuidando de que no sean vulgares,  grotescos ni payasescos. Sobre todo porque Gozzi no era lo mismo que Goldoni (N. del R.: Carlo Goldoni y el conde Carlo Gozzi fueron dramaturgos rivales en la escena teatral veneciana del siglo XVIII). El teatro de Goldoni era de un estilo más popular; Gozzi presenta tipos característicos, pero no tan populares: ya no la posadera o el carnicero, por ejemplo. Ping, Pang y Pong son personajes que tienen un cargo: son ministros que se ocupan cada uno de una tarea concreta en el palacio; tienen mucha autoridad ejecutiva y organizativa. Pero a su vez expresan pensamientos. Entonces eso es lo interesante: cómo el pensamiento de ellos aparece imbricado con esta fábula aparentemente simple. ¡Me parece muy magistral esta integración!

Foto: Gustavo Gavotti
Foto: Gustavo Gavotti

* La ópera "Turandot", de Giacomo Puccini, se estrena este martes 25 de junio a las 20:00. Las 8 funciones restantes se llevarán a cabo el 26, 28 y 29 a las 20:00, el 30 a las 17:00 y, ya en el mes de julio, el 2, 5 y 6 a las 20:00 y, finalmente, el domingo 7 a las 17:00. La idea original, concepción escénica y escenografía pertenece a Roberto Oswald y esta vez contará con la dirección de escena de Matías Cambiasso y la codirección escénica y diseño de vestuario de Aníbal Lápiz. La dirección musical es de Christian Badea, al frente de la Orquesta Estable del Teatro Colón. También participan  el Coro Estable y el Coro de Niños del Teatro Colón. Según las funciones, el rol de Turandot será interpretado por María Guleghina, Nina Warren o Mónica Ferracani. Kristian Benedikt, Arnold Rawls y Enrique Folger asumen, según los días, el rol de Calaf, mientras que Verónica Cangemi, Jaquelina Livieri y Marina Silva encarnan a Liù.

* Al morir en 1924, víctima de un cáncer de esófago, Puccini dejó la ópera inacabada. Franco Alfano escribió una conclusión que es usual escuchar en su versión abreviada. Por su parte, el italiano Luciano Berio, el chino Hao Weiya y la norteamericana Janet Maguire compusieron desenlaces alternativos para Turandot. En esta ocasión, se escuchará el final de Alfano en versión integral, sin los cortes habituales.

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