La obsesión por el cemento interrumpe la continuidad del verde como estaba concebido a la usanza de los parques clásicos. Ya no se planifica al parque porteño como esa "ilusión de campo" dentro de la urbe. "Es muy difícil de mantener una cubierta de césped parejo. Se le caminaría encima, y eso después lo empasta y se generan pozos de tierra. ¡Es tanta la cantidad de gente que concurre a las plazas", advierte Adrián Stanganelli, quien fue inspector de Espacios Verdes, y hoy se dedica a planificarlos. Con él, a Infobae Cultura le toca debutar en estos recorridos por la naturaleza urbana –acompañados de expertos en Botánica y espíritus elevados del arte y la poesía-, rumbo a la Plaza Mariano Boedo (del 2011), en Estados Unidos y Sánchez de Loria, pleno barrio de Boedo.
Plaza Boedo
¿Restricción o disfrute? ¿En qué piensan los que diseñan las plazas nuevas? Los criterios de la planificación –revela el paisajista- restringen antes que habilitan el goce y la contemplación. Estos espacios verdes nuevos –todos ellos nacidos durante los últimos diez años- coinciden con la llegada de las rejas a los parques porteños.
"La reja fue solo una de diferentes intervenciones, y facilita el mantenimiento", justifica Adrián. Y para románticos y melancólicos que vagan sin suerte en busca del verde nocturno –ahora enrejado-, Adrián ofrece algunas pistas: "El Parque Tres de Febrero, o los de la Avenida del Libertador, o el Lezama. Ahí no hay rejas".
De pronto, estamos ante la especie dominante en Buenos Aires: el fresno. "Es ése que está allá, el amarillo. Tiene buena calidad de madera; resiste bien a la poda y su copa es adaptable a la presencia de viviendas o al tránsito. El pasaje al jacarandá –al que se pretende convertir en especie dominante- se da por una cuestión estética, aunque también tiene buena madera". ¡Ay, la sábana verde, esa idea del siglo XIX hecha sueño realizado en los parques diseñados por Carlos Thays, director –de 1891 a 1914- de Paseos y Jardines de la Municipalidad! "El uso y la costumbre eran ir y mostrarse en los espacios verdes –dice Stanganelli-. Hoy la gente busca ir y quedarse: tomar mate, pasar el tiempo. Poca gente tiene un jardín, y se necesita el contacto con las plantas".
Cubierta verde del CEC
Otra tarde, esta vez Andrés Liguori (licenciado en Diseño del Paisaje –UBA-) presenta la nueva Cubierta Verde del Centro de Convenciones de la Ciudad (CEC, en Avenida Figueroa Alcorta al 2000). No se ven árboles en esta plaza, que data del 2017. Su riqueza está en las vistas panorámicas que ofrece.
"Está a cinco metros sobre el nivel de la vereda –cuenta Liguori-: se ven las vías, las nuevas urbanizaciones del Barrio 31 (ex Villa 31) y el Parque Thays, donde estaba el parque de diversiones Italpark. Hay césped, piedras, y algunas herbáceas. Este paisaje no tiene gran necesidad de mantenimiento". En en sí un espacio muy abierto, y multiuso. Otra vez, la prioridad fue diseñar un espacio que no requiriera cuidados especiales, utilizando vegetación nativa.
Más allá, "bancos fríos de hormigón, porque los de madera son más cálidos pero se rompen, o los rompen –explica el paisajista-. El hormigón es la solución para que perduren". Bancos rectos de hormigón "para evitar que el indigente arme su carpita ahí. La constante es el diseño contra el vandalismo". El cielo está esplendoroso y las plantas nativas atraen a la mariposa monarca, y a insectos y aves de todo tipo.
"Esta es una lantana (violácea), rastrera, que se maneja muy bien en la ciudad –muestra-. Buenos Aires es pampa, pastizal". Con un pequeño atisbo de floración que rompe con el dorado del pasto del otoño. La nativa –a diferencia de una petunia, o una rosa, el ideal decimonónico- perdura. "No requiere de gran cuidado". Se cría sola.
En la plaza contigua (de 2018), la Cubierta Verde de la Estación Julieta Lanteri de la Línea H, nos encontramos ante un espacio seco, "sin programa" –la acción predefinida por un espacio-. El ciudadano modelo siglo XXI queda liberado de "dar uso" al espacio (del cual se apropian los skaters, los parkouristas, los viandistas de la hora del almuerzo…). Atrás quedaron en el pasado de la planificación los clásicos diseños de Carlos Thays (creador del Parque Tres de Febrero, el Parque Patricios, el Parque Chacabuco, el Parque Centenario, entre tantas gemas), y no volvió a haber otra impronta tan intensa de un paisajista sobre Buenos Aires. Luego hubo poca planificación a largo plazo. El paisajismo se expandió sin plazas de autor.
Sin embargo –me advierten- la nueva plaza Manzana 66 (en el cruce de las avenidas Belgrano y Jujuy, barrio de Balvanera) estuvo influida por el artista Pablo Siquier. Él le dio diseño artístico a la forma de los canteros. "Como proyectista tuve que ceder a no tener contacto con el artista –dice Andrés-. Hizo un patrón de formas que se repiten. El artista diseñó como si fuera un cuadro; no intervino el espacio público; hizo unas formas que escaló a un formato de 8.000 metros cuadrados, y quedó así". Los proyectistas –Andrés entre ellos- tuvieron que rellenar esas formas que ideó el artista. Algunos vecinos, con cierta malevolencia naif, compararon esos diseños con toallitas femeninas. Otros, con riñoncitos demasiado regulares. "Es un diseño ideal para una vista aérea –me dice Andrés-, para un dron".
Manzana 66
Pasó un tiempo, y el artista Alejandro Pasquale recibe a Infobae Cultura en la plaza Manzana 66 (que data del 2018). "Está pensada para que sea un mariposario, y está llena de monarcas. Funciona bien como refugio", intuye Alejandro. Sobre el diseño de Pablo Siquier tiene algo para decir: "La plaza en sí es una obra. Los senderos no son prácticos; son divertidos".
¿Plaza para que la mire un dron? (Andrés Liguori dixit). "No está mal. ¿Vos sentís que esto no funciona?". Quizás haga falta un indicador de las especies de plantas nativas, que allí abundan, para familiarizarse con ellas. Alejandro identifica a una muy vistosa, el mburucuyá; justamente, la incluyó en una de sus obras, El Refugio, de 2017. Comúnmente llamada "pasionaria azul", esta especie trepadora seduce exhibiendo un zarcillo flagelado enroscado, que sale de entre sus pétalos blancuzcos.
"Es súper compleja", dice el artista, que se enamoró de esta especie al punto de haberla usado como modelo de su obra. Había visualizado -durante una ceremonia con hongos sagrados- a su pareja (el muchacho que aparece en la obra); lo vio espejado a sí mismo, con la flor del mburucuyá ubicada entre los amados; la planta abría y cerraba sus flores.
Desde aquella visión llegó la especie a su obra El Refugio. Entre los colores del otoño –junto a Alejandro- los amarillos y los ocres opacos parecen invadir la escena, muy de su paleta (colores apagados, no tan vibrantes): el otoño es calidez. "El verano me incomoda –sigue-. Las medias estaciones son hermosas. En otoño, se amalgaman los tonos; y de pronto surge un relámpago de rojo, como de ceibo".
Parque de la Estación
Toca salir al verde con la poeta Nurit Kasztelan, amante y devota de la Naturaleza, en el Parque de la Estación (2019, calles Perón y Gallo). Su primera impresión al llegar: "No lo conocía, y el cielo está blanco, casi que los colores relucen; vamos, hacia ese árbol florido". Busca en su celular una app que identifica las especies arbóreas, Picture This, y se nos revela que es una Azalea roja. Luego, atravesamos un portal; subimos una escalera, y aparecemos en una rampa de cemento. Más adentro, bajo un Ginkgo Biloba, Nurit se anima a componer, aquí mismo, un párrafo de prosa poética a propósito del lugar.
"A esta hora de la tarde (recita, estando sentados frente a la Iglesia Tránsito de la Santísima), una ley incierta oculta algunos objetos y enaltece otros. La naturaleza, para ella, significa 'pausa'. Es su decisión consciente de parar. En Japón, el vacío es una respiración que resignifica las partes, una especie de sumisión en un estado contemplativo en el que se puede apreciar la expansión del tiempo y el espacio (…)". Hoy el paisaje está en el clímax de su expresividad poética. Estamos exactamente en la mitad del otoño: la flora, en su esplendor amarillo-ocre, lucida entre el blanco nublado, denso y vaporoso.
Después ingresamos bien adentro del parque. Nos sentamos, sin importar que haya agua, en un jardincito privilegiado, con unos bancos semi-enfrentados, que dan idea de living a cielo abierto. Sigue improvisando, la poeta, en el espacio verde: "Pensando en los árboles, ella se dedica a escucharlos; una vez leyó que retienen las conversaciones, de generaciones anteriores, solo que las transmiten en un lenguaje no hablado. Cree que, si una se queda quieta, algo le van a develar sobre el futuro (…)".
SEGUÍ LEYENDO