Uno, dos, tres tonos da el teléfono y la voz de José Niemetz se hace presente en la línea que une la Ciudad de Buenos Aires con General Alvear, Mendoza, 898 kilómetros al oeste en línea recta. Luego de un breve intercambio por Facebook para pactar el día y el horario de esta conversación, finalmente ocurre. Lo primero, entre tantos temas que pululan alrededor de su figura, es iTú eres para mí/i, la novela que ganó el Premio Clarín 2018 y se publicó por el sello Alfaguara. Desde entonces, un mundo nuevo se abrió ante sus ojos y la literatura empezó a tener una connotación. "No me cambió en absoluto la vida", dice y no puede evitar soltar una pequeña carcajada.
"Mi vida cotidiana sigue siendo exactamente la misma: sigo laburando, me tengo que romper el traste todos los días como siempre, esto no cambia nada. No hay tanto glamour como por ahí parece. Pero sí entre los cambios profundos, no los cambios cholulos, hay algo que tiene que ver con el vínculo con lo que escribo. Esto quiere decir: tener la perspectiva cierta de ser 'publicable', que los editores te reconozcan y sepan quién sos, hace que uno trabaje con otra disposición, con otro vínculo con lo escrito. Hay algo de seriedad vinculado con el trabajo. Ya no es más 'hoy tengo ganas de escribir' sino 'hoy se escribe' y punto", completa.
Diario de una gorda. Así podría definirse iTú eres para mí/i. La protagonista, Estela, es una mujer obesa, dueña de un vivero. Decide llevar adelante un diario haciendo cruces entre el pasado y el presente: la solitaria infancia, la atormentada adolescencia y la intrascendente adultez. "He logrado vincularme con el mundo a través del más hondo desinterés que experimento sobre él", escribe Estela. La obesidad es la tarjeta que acredita una exclusión permanente de la sociedad. Pero además está la ausencia de su madre, y ella sabe bien lo que eso significa: "Me hizo gorda la falta de mamá". Entonces comía y comía. "Me horrorizaba imaginarme satisfecha".
Un día, un pequeño hombrecito de nombre Luis fue al vivero e intentó seducirla. "Te espero hoy a las diez y media. Y por favor, traé champán y chocolates. Ni se te ocurra traer flores", le dijo Estela de inmediato, ahorrándose la burocracia del coqueteo. Luego de la cena, el sexo. De fondo sonaba Estela Raval, intérprete de la canción que da título a la novela. Todo era aburrido y predecible hasta que el hombrecito le pidió ser atado y que ella se ponga un vestido de látex, guantes, látigo. Al verla se empezó a reír y a insultarla. "Harta de oírlo o, mejor, de oírlo intentar tapar la canción, le tapé la boca sentándome sobre ella", escribe Estela. Y más adelante, algunos renglones después: "Creo que cuando eyaculó sobre mis guantes ya había muerto. Fue maravilloso".
La vida de José Niemetz está atravesada por la literatura. Es Licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Cuyo, da clases de Literatura en la Universidad Champagnat y es dueño de la librería Había una vez, allí, en General Alvear. Sin embargo, iTú eres para mí /ies su primer libro publicado. ¿Por qué recién ahora, a los 57 años? "Yo no fui el alumno que leía", confiesa. El niño que le daba cuerdas a su imaginación con kilos y kilos de literatura no era él. "Lo único que quería era jugar en la Primera de Gimnasia y Esgrima de Mendoza. Era mi gran sueño. Pero bueno, era un patadura horrible y no tenía ninguna chance de jugar", bromea.
—¿Cuándo llega, entonces, la literatura a tu vida?
—Yo descubro la literatura en la dictadura. Yo cumplo 14 en el 76, cuando comienza la dictadura. Justamente mi cumpleaños es el 24 de marzo y hay una marca fuerte ahí. En el 76 hubo mucho miedo en mi casa, en mi familia, en mi grupo. Había una represión muy grande en mi escuela. Y siento que me refugié mucho en la lectura. Mi vieja fue una gran lectora, una mina que leyó de una manera impresionante durante años y años. Cuando yo tenía 15, 16 años empecé muy de a poquito a leer. Siempre cuento de manera graciosa que ser lector garpaba con las chicas: agarraba dos o tres versos de Bécquer, por supuesto que me los apropiaba, se los dejaba en la cartuchera a una chica y eso servía. Bueno, y eso habrá tenido alguna marca fuerte porque cuando me llegó el momento de elegir la carrera supe que la única carrera que podía hacer era Letras.
—Imagino que desde aquellos tiempos hasta esta novela escribiste bastante.
—Tengo bastante escrito, porque escribo desde siempre, pero la mayor parte de lo que tengo escrito no lo publicaría hoy nunca. Por varias razones, pero fundamentalmente porque el paso del tiempo hace que uno se distancie mucho de eso que escribió. Por ejemplo, hace quince años escribí una novela que me maravilló, que estaba seguro que ganaría el Premio Planeta. Era una novela entre lo político y lo histórico, vinculada a Eva Perón. Y me encantaba, la idea era buenísima. Estaba chocho con mi novela. Y hoy no se la muestro ni a mis hijos. Lo que en un momento me pareció que estaba bien… bueno, pasó el tiempo y de ninguna manera lo tengo en cuenta para publicar.
Niemetz solía decir: "alguna vez voy a ganar un premio". En el fondo de su conciencia sabía que la forma de colarse en el mapa rígido de la circulación cultural argentina era a través de un batacazo. Jamás le llevó un libro a un editor. Se mantuvo en silencio hasta que encontró una grieta por la cual infiltrarse. Sabía que tenía un gran texto entre sus manos. "Y al final se dio, y de esta forma. Si bien es cierto que yo no pertenezco a un grupo de escritores donde alguien opere a favor mío cuando me presento en un concurso, siempre fui un bicho raro dentro de esta especie de canon cultural. También hay autores en la historia que se han mantenido en esos lugares, que no han tenido ese marketing", asegura. Y pese a esta victoria personal, sabe que el federalismo es una ilusión: "El Premio Clarín, de las 21 ediciones, la mayoría fueron ganadas por porteños. De alguna manera, si querés no rigurosa, eso insinúa cómo está la cultura distribuida en la Argentina".
"Esto de la fama también ha hecho que me convocaron en las elecciones acá en el pueblo. Tiene que ver con el premio también", dice con cierta modestia. Ahora estamos hablando de política. José Niemetz decidió integrar una lista. Hay otro camino es el nombre de la agrupación que va a las PASO por el Partido Justicialista. Es candidato a Concejal de General Alvear.
—¿Te ha traído inconvenientes la candidatura? Lo digo teniendo en cuenta que el premio te lo otorgó un grupo que fue un ferviente opositor del peronismo.
—No, problemas no me ha traído desde ningún sentido. Al contrario, yo siento mucha gratitud. A mí me recibió el pueblo casi como en El ciudadano ilustre. Faltaba el carro de los bomberos y la reina. He ido a la Intendencia, en una sala de ahí se hizo la presentación del libro. Yo tengo sólo palabras de agradecimiento, y el intendente es radical. Para un alvearense es como un logro para aplaudir. Y también es cierto que gente, no porque yo sea justicialista, sino por el contenido mismo del libro… bueno, el sur de Mendoza es un lugar jodido, ultra conservador, hay mucho Opus Dei, hay un grupo extremadamente reaccionario, hay gente que no me saluda. Han leído la novela o se la han contado y me han quitado el saludo. En la presentación de la Feria del Libro dije algo así y Clarín tituló "En Mendoza hay gente que no me saluda", pero no es así. No es Mendoza, es Alvear, y no es toda la gente, son algunas personas. Yo recibo muchas muestras de afecto. Yo tengo una librería y nunca he vendido tanto un libro como este.
—¿Y con la candidatura?
—No. Es que mi candidatura no surge de la nada. Yo no tengo militancia partidaria pero sí en los Derechos Humanos, en la educación pública, he hechos clases públicas, he estado siempre en las marchas del 24 de marzo. Todo el mundo sabe quién soy, lo que pienso, entran en Facebook y está.
—Mencionabas recién la librería. ¿Cómo surgió esa faceta en tu vida?
—La librería fue una especie de conjunción de astros porque cuando cumplía veinte años de docente acá, en el pueblo, cerraron la única librería que había y yo sentí que tenía cierto agotamiento para trabajar con adolescentes en ese momento, entonces miré el chanchito y vi que había un ahorrito que podía aplicar en esto. Y me animé a hacer una pequeña librería. No es mi fuente de ingresos porque para que una librería te sustente tiene que estar en la calle Corrientes. Pero al no vivir de eso, por lo menos, corriendo como un hamster en la rueda, se pueda mover: siempre en el mismo lugar pero gira. Es una especie de pequeño sueño que uno ha tenido.
iTú eres para mí/i es una novela que no pasa inadvertida. Los temas que se trenzan allí son todos inquietantes. Cómo construir algo así. Bueno, tal vez lo biográfico tenga algo que ver aquí. No de una forma transparente, sino más bien como pequeños enviones iniciales. "El tema específicamente de la obesidad forma parte de mi historia de una manera fuerte: yo no soy una persona obesa pero vengo de un hogar donde mi viejo padeció la obesidad. Este vínculo me hizo conocer muy de cerca, muy en vivo, lo que se siente en un montón de aspectos, por ejemplo, el cuidado cotidiano o que cualquier hijo de vecino tenga algo para decir de vos. Todos tienen un consejo, todos opinan, desde la forma de vestirse hasta qué comer o incluso la práctica física que tenés que hacer. Gente, seguramente, con buena voluntad, pero en realidad es una situación muy incómoda", dice.
"Por otro lado —continúa—, está el tema de la discriminación, que lo descubrí cuando yo tenía 15 años y lo descubro actualmente. Hoy, cuando me voy acercando y veo el movimiento gordo y cómo lucha contra la gordofobia, eso lo vinculo muy fuertemente con los aspectos que tienen que ver con esto. Entonces recuerdo a mi compañera gordita, que se sentaba siempre atrás en la escuela y que no le dábamos bola en los cumpleaños y que el profesor de educación física le exigía lo mismo que a todos los demás. Y si todos pueden, vos podés, y esa cosa tan fuerte que hay en la niñez y en la adolescencia: el sufrimiento de lo que significa un cuerpo gordo. Eso por un lado, y por otro yo tenía una historia muy fuerte con el tema de las plantas, que está muy marcado en la novela. Es un pastiche entre estos dos mundos: un vivero atendido por una chica gorda. Yo vivo en una comunidad rural prácticamente. General Alvear es un pequeño pueblo de la provincia de Mendoza. Y viví hasta no hace mucho tiempo en una finca, trabajando con duraznos, con ciruelas, con viñedos. De pronto las plantas dejaron de tener el significado cuando vivía con dos macetas en un departamento".
Estela, la protagonista, es una víctima pero no está construida desde la victimización. Por el contrario, ella pasa al frente en la narración de su historia cuando empieza a verse a sí misma como un sujeto activo. La pasividad que la caracterizaba se rompe cuando, con aquel hombrecito de nombre Luis, descubre que el sexo puede ser también una fuente de placer. Y de placer perverso. Como si fuese una viuda negra americana —la araña hembra que se come al macho luego del apareamiento—, empieza a disfrutar el sexo cuando sabe que al final de la noche se vuelve a convertir en asesina y tira los cadáveres en el lombricario. "El horror es nuestro lugar de identidad", escribe Estela. La metamorfosis anímica ya ha ocurrido.
Ahora, en este diálogo telefónico, Niemetz lo explica así: "Estela está insensibilizada completamente. Esa insensibilidad la tiene en su vínculo con su mamá. Creo que esta es la línea que más me entusiasma de la novela: la parte ancestral de ella como mujer y de qué manera, al haber carecido completamente del afecto de su madre y haber recibido solamente una frialdad, ni siquiera desprecio, sino prácticamente ausencia, incluso cuando su madre estaba a dos metros de ella, Estela se protege insensibilzándose. Esa insensibilidad la lleva a manejar toda su vida de esa forma: ella no recibe el bullying que le hacen, no sufre la falta de placer sexual cuando es una chica que, como dice ella, 'todos debutaban conmigo, incluso las chicas', y ella no sabe lo que es el placer hasta que de pronto lo descubre. Y ahí empieza la novela."
"Esto claramente tiene que ver con mis gustos —continúa Niemetz, con la oreja apoyada en su celular— y en descubrir los placeres y los monstruos que nos habitan. Creo que uno escribe, al menos en mi caso personal, lo que de alguna forma no puede hacer en la vida consciente, en la vida cotidiana, en la vida diurna, y de alguna manera tenemos que soñarlo o lo tenemos que escribir. Supongo que escribo lo que no puedo vivir. Creo que hay algo de esto. El tema de la oscuridad, de lo sombreado, de lo horroroso, de lo siniestro que me atrae profundamente tanto como lector como escritor."
La conversación va llegando a su final y algo en José Niemetz esquiva la etiqueta de escritor. ¿Con qué traje respondió cada una de las preguntas que se le hicieron, con el de profesor de Literatura, el de librero o el de narrador? Tal vez haya una etiqueta que engloba a todas: lector. De hecho, esa es la razón por la cual transformó esta historia en una novela. "Porque es mi género predilecto como lector —sentencia—, porque básicamente soy eso: un lector. Posiblemente sea una forma de actuar lo que de alguna manera siempre he sido como espectador. De pronto, estoy en el escenario y hago lo mismo: novelas". Es un camino que recién empieza. Ya tiene un material nuevo que está en proceso de corrección. "También novela, por supuesto", dice. Desde allá, desde su pueblo, General Alvear, en el corazón de Mendoza, ensaya un nuevo batacazo. Silencioso, hace su tarea, mientras espera que aparezca frente a sus ojos una grieta por la cual infiltrarse.
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