Marta Minujín sonríe en dorado. En sus gafas espejadas se refleja su última obra, su nueva gran intervención en el espacio público: David fragmentándose (desde Grecia al Renacimiento y hasta hoy con amor), que ya se puede apreciar luminosa y brillante en el hall de la estación Retiro de la línea E de subte.
Ella está allí, observando la puesta a punto final, pregunta cuestiones técnicas, el detalle. Arriba, a cuatro metros, un magnánimo David fragmentándose (3,6 mts x 1,75 mts x 1,35 mts), inspirado en Miguel Angel, cuelga de unos parantes. Es una reversión de una de sus piezas icónicas de la década del '80 -que hoy reluce el museo Fortabat- aunque esta vez la testa, como si fuera la Hidra de Lerna de la mitología griega, ha sumado dos nuevas cabezas.
La enorme pieza site specific es una de las tres que se inauguraron hoy, en diferentes espacios subterrános de la ciudad, ya que también pueden disfrutarse obras de Graciela Hasper y Marcela Cabutti, en las estaciones Catalinas y Correo Central, respectivamente
–Esta obra toma tu David, pero lo resignifica, hay una mayor fragmentación, ¿por qué?
– Desde los Egipcios, las pirámides, la Muralla China, siempre hacemos las cosas en grande. Porque el hombre es grande por dentro. A mi me gustaría que sea más grande, que la gente camine entre las cabezas. Tenía el espacio para hacer una obra de esta magnitud y me encanta. 3.000 años después de los griegos, Miguel Angel se inspiró en ese tipo de arte para hacer el David, que es una figura clásica. Yo lo traje hasta hoy, al tercer milenio, fragmentándolo porque los argentinos somos seres que vivimos en fragmentación y discontinuidad.
–Esa nueva fragmentación, esta cabeza más dividida, ¿está relacionada con esta época de divisiones sociales?
-Totalmente, las grietas. Es que el argentino es un ser muy dividido. Yo viví en Estados Unidos y en París y al volver acá no lo podía creer. Un presidente no duraba cuatro años, golpes militares, esto, lo otro. Me di cuenta cómo la gente tenía que adaptarse a las circunstancias y ahora igual, no cambió nada, no tenemos estabilidad. Y nos adaptamos bien, somos seres muy adaptables.
–¿En qué nos puede ayudar el arte con respecto a esas grietas?
-A la reflexión, que es esencial, y a la paz. Cuando mirás a la gente que va a los museos de Europa ves que no hay contemplación. Van en fila de india sacando fotos rápido y ahí no hay ningún placer. Y en el subte pasa algo parecido, la gente está siempre apurada. Y lo bueno de esto es que no tienen que ir a un museo, sino que el arte les salta encima. Y no tengo dudas que se van a sacar muchas selfies, como con el Lobo Marino de Mar del Plata. Y esta cabeza representa la diversidad y los diferentes puntos de vista.
–¿Por qué una obra que tiene como eje mirar al público en vez de solo ser observada?
-Yo quiero que mire a la gente, tiene un doble sentido. Quiero que los obligue a reflexionar. A mi siempre me interesó el público iletrado, porque la gente no reconocer como placer a la cultura. Agarrar un libro y leerlo es un placer, pero mucha gente no se da cuenta de eso. Entonces toda esta reflexión, la figura de Miguel Angel, como Leonardo Da Vinci, toda esa pasión que tenían por trabajar, muestra cómo podés vivir otra realidad diferente a la que la sociedad te obliga.
La sociedad te obliga a tener goce, sea sexual, de la tecnología, lo que sea, pero del pensamiento, que tenés que pensar un poco y reflexionar no te lo enseña. Entonces esta obra es para eso, para reflexionar. Además, me gustó que no hace falta pagar para verla, porque está antes de los molinetes. Afuera vamos a poner unas carteles que avisen que es un espacio de arte. Eso es lo bueno, cualquiera que lo desee puede tomarse su minuto para reflexionar.
–La obra compone, junto a otras dos, un proceso de justo reconocimiento de las artistas mujeres.
-Yo nunca tuve ningún problema, porque creo que el arte no tiene sexo. Tener mujeres en el arte es una cosa nueva del siglo XX y XXI. Entre el Renacimiento y el siglo XIX no pasó nada en el arte y a partir de mediado del siglo XX, las mujeres comienzan a ganar su espacio. Aquí con Alicia Penalba, Lola Mora o María Luisa Bemberg, en el cine. Las mujeres aportaron más que el impresionismo, el fauvismo y el cubismo, porque aportan otro tipo de sensibilidad. Las mujeres son el movimiento más revolucionario de la historia del arte.
Tres obras, tres mujeres
"La idea era romper esa frontera que es Libertador y Alem entre el centro histórico y Puerto Madero, que ya tiene todas sus calles con nombres de mujeres. Queríamos poder integrar eso, que ya no sea una frontera, y que el mismo subte sea una integración", comentó Cecilia Pochat, curadora y productora de las tres obras junto a Alvaro Rufiner, quien agregó a Infobae Cultura: "Nos parecía que Puerto Madero es un homenaje a mujeres del siglo pasado. Nos gustaba la idea de darle protagonismo a las mujeres de este siglo y eso que era una frontera, que ahora sea un puente. Como dice Marta, que funcione como una especie de museo público, que la gente que se tome el subte pueda ver a tres artistas argentinas de proyección internacional".
En ese sentido, además de la pieza de Minujín se encuentran abiertas al público Flora de Cabutti en la estación Correo Central y Rotación de Gachi Hasper, en Catalinas.
"Fue importante elegir a artistas que tuvieran lenguajes diferentes y relacionarlas con una estación. Retiro, por ejemplo, la más tradicional, una de las más importantes de Buenos Aires, con una intervención de Minujín, pero con una obra clásica. En Catalinas, la zona de la gran city porteña, mucho más relacionado con la tecnología, buscamos la obra de Gachi Hasper, que es una artista súper reconocida por sus proyectos que vinculan lo lumínico con la forma y los colores. Mientras que en la estación de Corre Central quisimos vincularla con Cabutti, que es una escultora que trabaja mucho en relación con la naturaleza. Ella había hecho una flor pasionaria en Puerto Madero, entonces quisimos vincular al subte con las pasionarias, que crecen salvajemente junto a las vías del tren, entonces la idea era bajarlas a las del subte", sumó Pochat a Infobae Cultura.
"Las mujeres ahora son como las pasionarias, en esa lucha pública que es colectiva, que no aparece solo un liderazgo, y que están creando un nuevo paradigma. La pasionaria es una flor silvestre y que también resuena y trae a la memoria a la gran luchadora española. Pasionarias como las mujeres que toman la historia en sus manos para crear un nuevo tiempo", sostuvo Rufiner.
Marta Minujín continua observando, ahora le interesa el tipo de luz. Llega su familia, sus nietos, y se olvida. Ahora, entre obreros y una cabeza enorme de David, juega, se saca fotos con los más chicos, reluce su sensibilidad más allá del arte que hasta hace nada refulgía en sus gafas espejadas.
Antes de la despedida, Infobae Cultura le pregunta si le interesa ver la reacción del público. "Si, claro. Tengo la idea de venir a ver lo que hace la gente con la obra. Siempre que puedo voy a los lugares de incógnito, con peluca y sin las gafas, que me identifican, es la única manera". Y sonríe, otra vez en dorado.
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