Olga Viglieca: “Las mujeres rusas abrieron el camino a la revolución”

La autora de "Las obreras que voltearon al zar" (Indie Libros) cuenta cómo la revolución de 1917 fue preparada por las activistas mujeres y habla sobre las disidencias con sus pares bolcheviques y con las feministas

Hace dos años se cumplió el centenario de la revolución bolchevique, realizada en octubre de 1917 en Rusia, y produjo debates y revisiones acerca de cómo había llegado al poder el primer gobierno obrero de la historia. En medio de la ola de lucha de las mujeres en la Argentina y en el mundo, la periodista Olga Viglieca escribió el libro Las obreras que voltearon al zar (editado por IndieLibros para su colección #MiráCómoNosLeemos, se consigue en www.bajalibros.com), que se detiene no en octubre, sino en febrero de ese año, y que da cuenta de cómo la huelga impulsada por las mujeres comenzó el movimiento insurrecional que quitaría del poder al zar Nicolás II y que allanaría el camino hacia aquel octubre. Infobae Cultura conversó con Viglieca sobre ese acontecimiento fundamental para la historia del siglo XX, pero que ha sido pocas veces revisitado por el periodismo y el ensayo, salvo algunos estudios académicos especializados en el tema (e, incluso, no tanto).

–Se dice que las mujeres fueron la chispa que inició la revolución de febrero de 1917, que derrocó al zarismo en Rusia. ¿Qué hay de cierto en esto?
–Ese año hubo dos revoluciones, una en febrero y otra en octubre. Las mujeres no fueron la chispa de la revolución de febrero, sino sus organizadoras. Eso trata de demostrar este breve libro que cuenta que las mujeres tenían armas, que las distribuyeron, que organizaron el transporte, entre otros elementos primordiales de esa revolución. Ellas conducían los tranvías de San Petersburgo porque los hombres estaban en el frente, antes sólo los limpiaban. Había una jovencita llamada Rodionova, obrera de los tranvías, que se ocupó de orientarlos de tal manera que las formaciones llevaran a los manifestantes hacia el centro del poder político y no condujeran a sus enemigos a las barriadas obreras. No fue una chispa sino un trabajo de construcción consciente. El trabajo político sobre las obreras había sido realizado por las mujeres mencheviques, las bolcheviques y quienes participaban de la organización interdistrital, entre ellas Alejandra Kollontai.

Olga Viglieca reconstruye un episodio histórico poco visitado

–Usted mencionó la guerra, ¿cómo influyó para esa politización?
–Las activistas compartían la vida con las obreras rusas. A Rusia le iba muy mal en la Primera Guerra Mundial, a tal punto que no ganó ninguna batalla. No llegaban alimentos, leña ni elementos esenciales. Las mujeres eran obreras, amas de casa y hacían colas y colas que les insumían cuarenta horas semanales de fila para conseguir arenque, azúcar, pan. Ahí estaban las bolcheviques junto a esas obreras y junto a las mujeres que tenían a sus maridos, hijos o padres en el frente. Eran mujeres de familias desmembradas por la vocación bélica del zar. Entre ellas trabajaba la vanguardia socialista. Tenían una historia. La generación de, por ejemplo, Kollontai y Nadiezhda Krupskaia, que no sólo fue la mujer de Lenin sino que fue una de las dos personas que organizó el sistema educativo en toda Rusia luego de la revolución, habían entendido que era fundamental que las mujeres se politizaran y tomaran un papel positivo contra la guerra y en la lucha por un nuevo régimen. Al mismo tiempo, había un sector de mujeres ilustradas que anteriormente se había levantado contra el zar. Eran hijas de la oligarquía, que participaron de las huelgas de la década de 1880, de los grupos terroristas, de atentados contra el zar, que iban al campo a alfabetizar a campesinas. En 1905 hubo una revolución contra el zar que, cuando fue derrotada, tuvo también presas mujeres. El "juicio de las cincuenta" condenó a muchas de esas mujeres al destierro, a Siberia, mujeres que volverían de esas condenas en 1917 con la revolución triunfante de febrero.

–¿Qué rol tenían las feministas en el proceso?
–Los grupos feministas y sufragistas estaban en la legalidad luego de 1905 porque no habían pedido el derrocamiento del zarismo, sino que reclamaban que las mujeres pudieran votar y ser elegidas a la Duma, al parlamento ruso, además de condiciones de flexibilización para que pudieran estudiar, por ejemplo. Cuando Kerenski, que asumió el gobierno luego de febrero de 1917, no les reconoció el derecho al voto, la Liga de la Igualdad, que era la organización que las agrupaba, armó una manifestación descomunal con mujeres amazonas en caballos blancos, las dirigentes en un carruaje al frente y 40 mil personas en la manifestación. Al día siguiente se promulgó el derecho al voto de las mujeres. En cambio, las obreras no tuvieron alegrías por parte de ese gobierno: los hombres en el frente, ellas trabajanado infinitas horas y retroceso en los salarios. El único partido que decía que iba a cesar la guerra si llegaban al poder era el bolchevique. Las huelgas entre febrero y octubre fue llevadas adelante por las obreras más plebeyas, las mucamas, las lavanderas, que entraron masivamente al partido bolchevique.

Estaban convencidas de que una cosa tan mínima como parar la olla exige un cambio total de las relaciones sociales

–Pareciera, de todos modos, que las feministas estaban más formadas y politizadas…
–Existe la idea de que la revolución de febrero fue espontánea porque se movilizaron por consignas económicas, por pan y arenques. Pero combinaron ese reclamo con el de que la autocracia zarista debía cesar y se debía plantear el derecho a la tierra. Las mujeres se movilizaron por las reivindicaciones inmediatas con el conocimiento de que la única manera de lograrlas era mediante la deposición de un zarismo, que había gobernado siglos. Estaban convencidas de que una cosa tan mínima como parar la olla exige un cambio total de las relaciones sociales.

Olga Viglieca, durante la presentación de “Las obreras que voltearon al zar”, en la Feria del Libro. Al fondo se ve a Patricia Kolesnicov, directora de la colección #MiráCómoNosLeemos.

–¿Pero no pensaban lo mismo las feministas?
–Para las sufragistas, la Gran Guerra fue planteada como una oportunidad. Una oportunidad para que las mujeres demostraran su patriotismo y su capacidad de trabajo, en la ilusión de que iban a darles el derecho a votar y ser votadas. Para los sectores populares la guerra no traía ninguna buena promesa, sino la muerte y la miseria. Las feministas inglesas que habían sido las más radicales, que tuvieron presas y muertas, tomaron con más firmeza esa ilusión al punto de que las sufragistas eran la fuerza de choque en las manifestaciones pacifistas. Las feministas pensaban que al caer el zar había llegado el Paraíso, que iban a poder votar y que no se debía molestar ese Paraíso. Eso incluía no separarse del concierto de las naciones, del frente militar. Las sufragistas inglesas viajaron a San Petersburgo para hacer campaña a favor del nuevo gobierno y contra los bolcheviques. Las feministas dicen que la doble opresión se divide en la del capital y la de género, que sería la de los hombres. Las socialistas piensan que las dos explotaciones cuentan por cuenta del capital, que el capital necesita a alguien en la casa, que cuide a los niños y los viejos, porque si no el salario de los trabajadores se incrementaría.

Ellas tomaban los leños encendidos y los arrojaban a la puerta de las fábricas, rompían rompían las ventanas, entraban por ahí a las fábricas y ganaban a los obreros al paro

–En su libro, usted señala que para la huelga que se inició en febrero de 1917 se produjo un acto de desobediencia de las mujeres.
–En ese momento, las obreras estaban deseosas de convocarse en una huelga. Sin embargo, en el acto del Día de la Mujer, el responsable regional del Partido Bolchevique las exhortaba en su discurso a ser racionales, menos impulsivas, menos emocionales, a seguir el criterio del partido, a aguardar. Él decía que era prematura la huelga general. Luego de su discurso, las chicas no le contestaron. Pero salieron del acto, fueron a la fábrica, se declararon en paro y fueron a levantar al resto de la clase obrera para que se uniera a la huelga. Cuando llegaban a las fábricas dominadas por los obreros más conscientes que acataban la dirección de los bolcheviques locales, no las dejaban hablar. Entonces ellas tomaban los leños encendidos y los arrojaban a la puerta de las fábricas, rompían rompían las ventanas, entraban por ahí a las fábricas y ganaban a los obreros al paro. Esos episodios plantearon en la revisión académica la idea de que los bolcheviques se opusieron a la revolución de febrero en una primera instancia, pero las mujeres que realizaron estas acciones eran también bolcheviques. Incluso había entre ellas dos hermanas de Lenin y muchas de quienes habían sido dirigentes de la revolución de 1905. Había una divergencia dentro de su organización pero, en la misma organización, esa divergencia era expuesta y resuelta para un objetivo común.

–Entonces no hubo espontaneidad…
–Desde todos lados hace agua la espontaneidad. La insurrección fue trabajada. La desesperación coaguló políticamente. Me pregunto si la primera ola del movimiento de mujeres, que ocurrió durante las dos primeras décadas del siglo XX, con las rebeliones de Manchester, con Clara Zetkin en Alemania, con las mujeres europeas tirándose a las vías del tren para que no fueran los soldados a la guerra, ¿no fue esa primera ola del movimiento de mujeres la que logró construir la revolución de febrero que abrió las puertas a la de octubre? Se podría pensar que el movimiento sufragista obtuvo en muchos lugares el voto, pero que las rusas lograron la revolución.

*Las obreras que voltearon al zar se presenta el sábado 15 de junio a las 19 en la Biblioteca Casa de la Lectura, Lavalleja 924. Hablarán Nora Domínguez, Jorge Altamira y la autora.

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