Saúl Salischiker, médico especialista en psiquiatría, fue una de las numerosas víctimas de la última dictadura militar. Fue secuestrado en las calles de Buenos Aires junto a otros dos jóvenes amigos, mientras todos realizaban la conscripción como Aspirante a Oficial de Reserva (AOR) debido a su condición de profesionales médicos.
Estos sucesos solo eran conocidos por un círculo muy cerrado de familiares y amigos de Salischiker, ya que optó por tapar esos dolorosos recuerdos. Pero ahora, 42 años después, se animó a sacarlos a luz y plasmarlos en el Des-Aparecido (Libros del Zorzal), un singular relato que pone sobre el tapete, entre otras cosas, el antisemitismo de los militares que asaltaron el poder.
Antes de su secuestro, los tres soldados fueron informados por un sargento -que tenía un retrato de Adolf Hitler– de que eran "expulsados" de su destino y que los iban a reubicar. Pero lo que vino después fueron 42 días de terror. Secuestro, torturas en Campo de Mayo y por fin la liberación.
El escritor Marcelo Birjamer hizo una descripción concisa y precisa sobre lo que vivió Salischiker en los años de plomo, por lo que vale la pena reproducirla: "Lo secuestraron, mantuvieron en cautiverio, amenazaron de muerte y torturaron. Padeció la desgracia de ser judío, argentino y conscripto, las tres cosas simultáneamente, en un tiempo sin ley, que quitaba cualquier dignidad humana al conscripto y acrecentaba la amenaza si el conscripto era judío".
Entrevistado por Infobae Cultura, Salischiker contó los motivos que lo llevaron a escribir y repasó lo ocurrido en aquellos trágicos días.
–¿Cómo surgió la idea de escribir un libro con estas vivencias tan dolorosas cuatro décadas después de los hechos?
-Fue un tema que yo siempre tapé, los conocidos míos sabían muy poco, lo sabían mi familia y algún amigo muy íntimo. No era un tema que yo comentaba. No se por qué lo tapé, no me gustaba mucho hablar del tema. Siempre estaba esa cosa de decir "¿qué habré hecho? ¿Durante la conscripción habré enfrentado al capitán? ¿Le habré dicho algo que no le gustó?". Y tampoco me parecía un hecho heroico, me parecía un hecho más bien no muy grato en mi vida. Después, cuando tuve hijos, me empezó la idea, porque ahí me di cuenta lo que habrán sufrido mis padres cuando yo estuve 42 días desaparecido. Un amigo me dijo que si yo no aparecía a mi mamá iban a tener que llevarla a un psiquiátrico. Y después otro hecho fue que empecé a hacer un taller literario con la intención de escribir un tercer libro, yo había escrito dos novelas, –Locos de franco y Loco de soledad-, que trataban sobre un psiquiátrico, que eran mi especialidad. Los escribí en coautoría (con Luis Miguel Arenillas), pero cuando fui al taller literario para hacer la tercer novela la iba a escribir solo. En el taller, unas chicas me dijeron "¿y por qué tiene que escribir sobre eso, por qué no escribe sobre lo que tenga ganas?". Ahí me puse a pensar sobre que tenía ganas de escribir y surgió este tema y de a poco empecé a escribir esta novela.
Otra cosa que pasó fue que mi familia me decía que por qué no reclamaba la indemnización. Yo nunca reclamé nada, nunca nada. Antes de terminar el libro fui a la Secretaría de Derechos Humanos a averiguar, porque pagaban por día desaparecido. Entonces me dijeron que como había sido conscripto y no me hicieron un juicio de guerra, algo que le hacen a los detenidos legales, entonces no me correspondía nada. Me dijeron que les correspondía a los civiles y a los conscriptos que les hicieron juicio de guerra. Pregunté por los conscriptos que habían desaparecido y me dijeron que a esos "no les corresponde". Entonces me agarró bronca, no por la plata, pero eso también me empujó a terminar la novela.
-¿Los recuerdos surgían vívidos después de tantos años?
-Tuve que hacer memoria de muchas cosas. Me acordaba los temas que había hablado con un compañero de cautiverio, lo que decían los guardias, pero no recordaba detalles y palabras, por eso es novelado. Un 80 por ciento es real, la otra parte es un poco novelada.
-¿Utilizó nombres reales en la novela? ¿Volvió a ver los dos soldados que secuestraron junto a usted?
-Los únicos nombres reales que aparecen en la novela son los de un capitán y el de un teniente coronel, que nos ayudó mucho. El militar malo y el militar bueno. Y después también los de dos o tres amigos también. A los chicos que estuvieron conmigo en el cautiverio los volví a ver dos o tres veces, después no los vi más. Se que uno se fue a vivir a Israel. El otro, el que avisó a mis padres, se fue a Israel y, como era desertor, volvió con una amnistía de (Carlos) Menem y nos volvimos a encontrar, pero esporádicamente.
-¿Supo finalmente por qué los secuestraron?
-Nunca supe exactamente que ocurrió, pero seguro tuvo algo que ver el capitán. A los tres, que éramos judíos, nos tenía una bronca especial, creemos que fue por ser judíos. Él nos expulsó del curso de instrucción de AOR y teníamos que pasar a buscar el documento para ver que iba a pasar con nosotros, quedamos en una situación irregular. Ese día que fuimos a buscar el documento, nos secuestraron. Todo hace pensar que fue por el capitán.
–¿Su familia siempre pensó que seguía vivo?
-Mi mamá creo que me llegó a decir que yo estaba vivo, que lo sentía, los demás, no sé. Era difícil en esa época pensar que una persona iba a salir con vida después de 42 días.
–En algunos diálogos desliza críticas hacia los integrantes de la guerrilla, ¿qué piensa sobre esos grupos?
-Una vez me peleé con alguien en el lugar de detención, no recuerdo si era de Montoneros o del ERP, y me dijo "nosotros vamos a quedar como patriotas y ustedes van a ser boludos". Y yo le dije "prefiero ser un boludo y no un asesino". Yo observé mucha gente que eran "pichis", pibes que habían estado en la guerrilla, de 17, 18 años, que no tenían noción, que eran carne de cañón. Como que los convencieron y después estaban arrepentidos.
Creo que lo que hicieron los militares fue terrorífico y que el terrorismo de Estado es el peor terrorismo porque el Estado es el que tiene que guardar la ley. No hay terrorismo más oscuro que el terrorismo de Estado, no lo minimizo, al contrario. Pero también es cierto que los terroristas no estuvo bien lo que hicieron, empezaron en un gobierno democrático, porque estaba Isabel Perón. No estuvo bien. No defiendo a los militares, pero tampoco quiere decir que estoy de acuerdo con los grupos terroristas, que no considero para nada que sean héroes.
–¿Cómo fueron esos días posteriores a la liberación?
-Estuve cuatro o cinco meses esperando la baja. Iba todos los días una hora al distrito militar Balcarce, porque había ido a la junta médica, donde conté todo lo que pasó, y después de cuatro o cinco meses me dieron la baja por estrés post traumático, que en ese momento se denominada neurosis postraumática. Tuve todos los síntomas de eso, tenía pesadillas, salía a la calle y pensaba que me seguían. Salía bien vestido, pensaba "si me vuelven a agarrar, al menos voy a estar abrigado". Tenía temores, hablaba bajo por temor a que me escuchen.
–Después de todo esto se fue a Israel, ¿pensó en no volver al país?
-Muchos me decían que estaba loco por haber regresado. Cuando me volví me agarró una crisis en Miami, donde hice una parada con mi mujer. Me agarró miedo y me acuerdo que tuve que tomar tranquilizantes. Era el año 80, pleno gobierno militar. Pensé muy claro en no volver más, pero extrañaba muchas cosas, a la familia, mi mujer vino embarazada de cuatro meses. Nos casamos allá, en Israel, donde conocí a mi mujer, que también era argentina.
– Al principio me decía que estos recuerdos ingratos estuvieron tapados durante 42 años, ¿cómo se siente ahora que los liberó y pudo escribir el libro?
-Me siento bien, recibo mensajes de gente sorprendida, que me dice que lloró, que no entiende cómo no les conté antes estas cosas. Hubo buena repercusión y me siento bien.
El autor
Saúl F. Salischiker es médico, egresado de la UBA en 1976, especializado en psiquiatría en Israel. Se desempeñó como jefe de psiquiatría en varios sanatorios. Fue director de la revista médica Todos Somos Pacientes. Participó en diferentes programas de radio y televisión y publicó artículos de psiquiatría y psicología en medios gráficos. Actualmente es director de una clínica psiquiátrica de internación, y atiende en sus consultorios de Ciudad de Buenos Aires y de Morón.
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