Oche Califa es uno de esos tipos que parece tener tiempo y energía ahí a donde al resto parece que se nos agota. Habla con claridad, da explicaciones largas y articuladas. Todas las mañanas desde hace varios días ocupa una silla eléctrica: la del director de la Feria del Libro de Buenos Aires, que acaba de finalizar su edición de 2019. Pero, de alguna manera misteriosa, logra salirse de esa urgencia y participa con franqueza en las entrevistas. Incluso, podría decirse, espera las preguntas que más lo desafían.
Oche visitó el auditorio de Ticmas y desarrolló una suerte de balance. Los números fríos dirán que la visitaron 1.180.000 de personas, que hubo actos a sala completa, con mil asistentes, como la presentación de Cristina Fernández, Sílvia Pérez Cruz, Rita Segato, José Luis Espert, Javier Milei, Martín Lousteau, Laín García Calvo, Axel Kicillof, Darío Sztajnszrajber, Carlos Cuevas y Héctor Lozano, Gabriel Rolón, Felipe Pigna, Becky Albertalli, Arturo Pérez-Reverte, Florencia Bonelli, Marcelo Figueras (Indio Solari), por nombrar algunos, o que la literatura juvenil y los booktubers volvieron a ser de los puntos de mayor convocatoria.
Pero indudablemente, esta edición será recordada no por la cantidad de escritores internacionales que la visitaron —como sucedió en años anteriores—, sino por el contexto de la crisis económica que sacude a todos los actores de la industria, por los escándalos que nuevamente se dieron en la inauguración y por la presentación inesperada de Cristina Kirchner. De estos temas también habló el director de la Feria.
—Aun cuando la cantidad de visitantes supera el 1.100.000 de entradas, las editoriales hablan de una caída en ventas. ¿Cómo fue el resultado en ese sentido?
—Indudablemente flujo y asistencia no es lo mismo que resultado en ventas. Los expositores no están obligados a rendirnos esa información, pero nosotros la vamos recogiendo porque necesitamos saber cómo les fue. Los tres últimos años del sector del libro fueron malos, era previsible que la feria no fuera buena en ventas, cuando ya el primer trimestre era malo, y cuando nadie avizora que vaya a mejorar. Lo que ocurre es que la Feria produce un momento de empatía en el que la gente gasta un poco más. Pero nosotros tenemos los programas "Librero amigo", "Bibliotecario amigo" y "Envío gratuito". Por un lado, el librero o el bibliotecario adquiere libros al 50% de descuento o al beneficio que haga el expositor. Y con el otro programa enviamos a cualquier punto del país hasta 200 kilos en forma gratuita.
—¿Fueron más toneladas que el año pasado?
—El año pasado enviamos veintidós. Este subimos siete toneladas. Y luego soportamos hasta 5 kilos de envíos al exterior, lo que también rinde mucho porque este año nos visitaron libreros de 33 países.
—¿Qué pasa que la inauguración de la Feria está asociada a un escándalo?
—Lo de este año yo no lo calificaría de escándalo. Hubo un momento cortito, de cierta inquietud, pero el secretario de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, dijo su discurso y lo completó, a diferencia del año pasado, donde no pudo hacerlo.
—Es cierto que fue menor, pero da la impresión de que la Feria se vio otra vez sobrepasada.
—No, no, es controlable. También tiene que ver con una actitud nuestra: nosotros no ejercemos censura, tratamos de tener el mayor espectro de tolerancia posible. Por supuesto, pretendemos que la totalidad de las actividades, no solo la inauguración, transcurran en paz. Es indudable que el año electoral y más un año electoral disputado, incierto, le da una dosis tremenda. De hecho, lo que nosotros vemos no es que haya aumentado la llegada de gente, si no la participación de quienes vienen. Tenemos unos llenos constantes en salas y muchos de ellos son presentaciones de políticos. La sala Borges tuvo llenos de Kicillof, Lousteau, Espert y Cristina Fernández de Kirchner.
—¿Lo dejó sin dormir Cristina?
—No, sin dormir no me deja nada. Por suerte soy de buen sueño. Pero las 24 horas anteriores y las del día fueron de cierta tensión. Si bien la organización estaba bastante atada y no le teníamos mayor temor, uno está en la tensión.
—¿Cuál es su mirada sobre la presentación de Cristina en la Feria?
—La senadora Cristina Fernández de Kirchner vino porque presentaba un libro. En la historia de la humanidad, el libro se convierte en tal por determinadas columnas muy precisas: la religión, la ciencia, la filosofía y la política; la literatura como la conocemos hoy es posterior. La política tiene derecho al libro porque es forjador del libro. Y la senadora vino como vino Lousteau o Milei. De hecho, yo pasé en la prueba de sonido de Milei y vi que iba a pasar su spot de campaña. Más preciso que eso, imposible. El sábado pasado estuvo el diputado Fernando Iglesias hablando mal de nosotros ¡en una sala nuestra! Hay que ser un poco más tolerante. No pasó nada, vino a presentar el libro, habló del libro, la concentración se produjo en paz y la desconcentración también. La presidenta de la Fundación El Libro, a solicitud suya, la acompañó.
—¿"Suya" es Cristina?
—Exactamente. Yo he presentado actos a pedido de la Embajada de Israel, de la provincia de San Luis. Nos dicen que les gustaría la presencia de una autoridad y en general voy yo, porque soy el todo terreno. Es algo muy común. Se habla de esto como un hecho extraordinario e inusual: no tiene nada de eso. Ahora bien, ¿aportó un contingente mayor de adictos? Sí: es una líder política con una cantidad de seguidores importante. Ocurren muchísimas actividades, algunas con 70 personas y otras con más de 1000. Lousteau tuvo que poner una pantalla porque le quedó mucha gente afuera. Pero a nadie parece sorprenderle esto y sí lo otro. Ese sentido son opiniones de parcialidad. No es maduro tener opiniones de parcialidad.
—Pero este año la "estrella" de la Feria fue la política.
—Sí, eso pasa porque este es un año electoral y porque la Feria es un foro indiscutible e imposible de faltar. ¿Quién se la va a perder?
—¿No le preocupa que se pierda el eje de la Feria?
—El tal eje es el libro, no la literatura. La literatura es una proa con un lugar bien ganado, pero indudablemente en un año electoral, la política tiene un rol más enérgico.
—A diferencia de años anteriores, donde abrieron escritoras como Luisa Valenzuela y Claudia Piñeiro, este año habló Rita Segato, una antropóloga que tiene, además, un perfil feminista muy definido. ¿Por qué?
—Las figuras que elegimos son aquellas que pueden decir algo que interese, no importa si están todos de acuerdo o no con lo que dice. Luisa Valenzuela es presidenta del PEN y tiene una posición muy importante sobre la libertad de expresión. Claudia Piñeiro venía de batallar a favor de la ley de aborto y era obvio que una parte de lo que iba a decir iba a incluirlo. Rita Segato es una enorme exponente de la problemática de los feminismos y era obvio que iba a decir eso. Si bien, sorprendentemente, lo principal que hizo fue festejar la Feria como un lugar de diversidad. Me extrañó que no se registrara esa diferencia. Usando una expresión que dijiste recién, le cambió el eje. Todos esperaban que el discurso fuera feminismo de punta a punta y no: su discurso fue, fundamentalmente, la necesidad de sostener y garantizar la diversidad cultural.
—¿La Fundación El Libro muestra su ideología a partir de los invitados que inauguran la Feria?
—Nosotros queremos a alguien que tenga importante para decir. No le fiscalizamos el discurso —ignoramos lo que va a decir—, pero sabemos que va a decir algo suculento. En esa medida nos importa. Después hay otra cosa, que tiene que ver con una estrategia de Feria, y es que buscamos un autor que produzca curiosidad e interés para empezar a arriba.
—¿Qué balance hace de Barcelona como ciudad invitada?
—Estamos encantados con Barcelona, pero es un encanto mutuo. Sobrepasaron los 120 actos; Silvia Pérez Cruz dio un recital en la pista central de La Rural que fue magnífico. Trajeron al autor y al actor de Merlí y tuvimos un doble lleno un día de semana, que hacía tiempo no nos pasaba.
—La ciudad invitada de la Feria del Libro hace como un péndulo: de Europa a América latina.
—En lo posible.
—Ahora viene La Habana: otra vez se cuela la política.
—Lo mismo nos decían de Barcelona, porque cuando dimos a conocer que era la ciudad invitada, justo estaban las grandes polémicas por el independentismo.
—Es cierto que Barcelona, y España en general, nos afecta a los argentinos, pero Cuba está cotidianamente en nuestras discusiones políticas.
—Pero entonces, no podemos. Si vamos a estar con los pruritos de "A este sí, a este no"… Cuba para nosotros es importante por la mutua simpatía cultural que tiene más de un siglo: desde José Martí, que era corresponsal de La Nación. Es importante por Alejo Carpentier, por Nicolás Guillén. A su vez, ellos tienen una simpatía tremenda con el tango, con el cine argentino, con el rock de Fito Páez. La música cubana le gusta a todo el mundo: Silvio Rodríguez y los Van Van son multitudinarios. Tenemos la oportunidad de un aumento mutuo del flujo cultural. No vamos a hablar de política con La Habana como no la hablamos con Barcelona. Y no nos olvidemos que hace tres Ferias, la ciudad invitada fue Los Angeles, la segunda ciudad norteamericana.
—¿El volumen de mercado que tiene La Habana puede compararse con los de Ámsterdam, Montevideo, Barcelona?
—Ámsterdam tuvo muy poco flujo de negocios; fue difícil, era una primera experiencia. Los Angeles tampoco, porque a pesar de que la mitad de la ciudad es hispana, cuesta mucho ingresar con libros en español en los Estados Unidos. En todo el país hay un 3% de libros en español. Hacer negocios con San Pablo, con México, con Barcelona fue mucho más fácil. Y con respecto a Cuba, en los últimos años los cubanos han estado viniendo a la Feria porque la modificación económica que tuvieron hizo que las editoriales se convirtieran en empresas. Antes eran un apéndice del Ministerio de Cultura, de Ministerio de la Producción, de distintos organismos. Ahora son empresas, tienen gerentes, vienen a la Feria, están coeditando mucho con editoriales pymes argentinas y esa es una oportunidad indudablemente creciente.
—En medio de la situación económica, ¿la fundación El Libro también se enfrenta a una crisis?
—Estamos en un proceso de cuidado de los recursos porque la totalidad de nuestros recursos provienen del expositor. Un equívoco que el diputado Fernando Iglesias también transmitió en su presentación. Nos fustigó y dijo: "Reciben subsidios del Estado". No sé de dónde lo sacó: ¡no existe ni nunca existió! La situación es dificilísima y no es una situación temporaria. El registro estadístico por ISBN, que no permite mentir, determina que en los últimos tres años la publicación cayó casi a la mitad. Y nosotros tenemos que administrar recursos de nuestros expositores que, casi en un 80%, son editores.
—Uno de los grandes compradores de libros era el Estado. Ya en los últimos tiempos de Cristina el Estado dejó de comprar libros y comenzó a bajar el volumen de impresión.
—Pero los números que yo doy son del canal comercial. El Estado afecta sobre todo al texto escolar y a la literatura complementaria. Esa línea también está muy afectada porque, si bien algunos provinciales y algunos municipios han sostenido compras, el Estado nacional —ergo: el Ministerio de Educación de la Nación— redujo significativamente sus compras. Y, por otro lado, prácticamente eliminó el Plan Nacional de Lectura. Ni compro ni promociono.
—¿Cuál es la responsabilidad cultural de la Feria?
—Nosotros la pensamos como una actividad cultural. Es una actividad promocional y cultural del libro. Por supuesto, los expositores necesitan vender y, como mínimo, empatar.
—Lo que pasa que el que empata después de tres semanas, pierde.
—No: el que empata después de tres semanas, si el momento es bueno, con el empujón que le da la visibilidad de la Feria va compensando en librerías. Eso es por lo que siempre se hizo esta Feria. ¿Pero cómo viene la gente a vincularse con el libro? Viene porque hay actividad cultural. Si esto fuera un mero shopping de libros, a la semana no queda nadie.
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