En el amplio arco estilístico de la música popular argentina de los últimos 40 años, allí donde conviven fervorosos divulgadores de la biblia y consecuentes amantes del calefón, la figura de Alejandro del Prado emerge con brillo propio y a la vez, se plantea como uno de esos casos de quien "pudo ser, y no fue". Aunque más apropiadamente debería decirse "no quiso ser".
Un compositor y cantante con natural sensibilidad para percibir el espíritu de la porteñidad (el barrio, la esquina, el fútbol, los amigos, la bohemia), traducido en bellas y casi siempre melancólicas canciones que abrevan en el tango y desde allí se disparan en dirección al rock con aires de murga, que apenas publicó 4 discos en 37 años y que sigue haciendo lo suyo de vez en cuando, en pequeños escenarios, siempre para un público rendido a sus encantos de trovador urbano. "La palabra y el sonido de una ciudad. Un personaje arltiano", define el periodista Mariano del Mazo.
Del Prado, hoy con 64 años, es objeto de reporte en un sentido documental titulado El eslabón perdido, dirigido por del Mazo y el productor-realizador Marcelo Schapces y que se proyectará todos los martes de mayo a las 20.30 hs en Circe Fábrica de Arte (Córdoba 4335).
"Siempre me interesó el lenguaje de los documentales y nunca me animaba. Sigo a Del Prado desde mi más tierna edad. Lo admiro profundamente y es para mí el ejemplo del artista maldito. Lo frecuenté en una época, y hemos construido una relación de amistad. Por medio de una amiga dí con Marcelo Schapces, y nos percatamos que nuestros sentimientos hacia Alejandro eran similares. Marcelo sí es un hombre de cine, así que para mí fue el vehículo perfecto para indagar esta forma de contar una historia", cuenta Del Mazo, uno de los más consecuentes cronistas de las andanzas del músico en cuestión, a lo largo de 3 décadas.
El eslabón perdido es, como suele decirse en términos de crítica cinematográfica, un documental "chiquito". Reúne apenas seis testimonios de familia y amigos que hablan de Alejandro con admiración, cariño y sinceridad: su hermano Horacio -periodista que integró redacciones de las revistas El Gráfico y Goles en sus tiempos de gloria editorial-, su hija Malena, el poeta Jorge Boccanera, sus colegas el bajista Dani Ferrón y el baterista Rodolfo García, y el productor discográfico Diego Zapico, dueño del sello "Acqua Records" y responsable de la pequeña épica que significó lograr que Alejandro volviera a grabar y publicara un disco, en 2008, Vengo de otro siglo. Vaya título.
En medio de sus voces, Alejandro del Prado cuenta episodios definitorios de su vida: su viejo, la música, las clases de gimnasia en Vélez Sarsfield, su laburo como profesor de educación física en Argentinos Juniors. Y el período de vacío que siguió a la temprana muerte del amor de su vida, compañera y madre de su hija. También habla de sus años en México, de las canciones suyas que nunca serán grabadas y de cómo fue que se le ocurrió incorporar un bombo de murga a una formación instrumental de donde él mismo, de alguna manera, inventó una batida de guitarra para el ritmo carnavalesco.
Alejandro del Prado es hijo de Alejandro del Prado, más conocido como un relevante humorista e ilustrador de los años 40 y 50 llamado Calé, creador de la saga Buenos Aires en camiseta en la mítica revista Rico Tipo, que moldeó con su impronta de bohemia porteña la historia de sus hijos. Se cuenta entonces que el viejo se disfrazaba de Groucho Marx para los carnavales, y que los pequeños Horacio y Alejandro se criaron en un mundo de tango, radio, fútbol y barrio. "Su muerte fue como una bomba atómica", define Horacio y de ahí es que define a su hermano (después de compararlo con Maradona), como un "sobreviviente". "Me hubiera gustado ser amigo de mi viejo", dice Alejandro del hombre que se fue temprano, y muy joven, de sus vidas en la casa de Villa Real.
"En estos tiempos aciagos, el documental es un homenaje a alguien que está lejano de la palabra éxito, que hace su obra con dolor, febril y secretamente. Lo dice su hermano Horacio: hay algo ético, algo espiritual y metafísico en él. Pero podría ser todo eso y tratarse de un artista menor. Alejandro conjuga eso con una genialidad que hay que saber descubrir. Está ahí: desde Saloma hasta Yo vengo de otro siglo, en esa se vertebra muchas de las claves de la buena música popular argentina. Es tango y rock, y murga y poesía y milongas", define uno de los directores del documental.
Del Prado es porteño de pura cepa, dotado cantautor que vivió en México -allí grabó su disco debut Dejo constancia compartido con el poeta Jorge Boccanera y con participaciones especiales de Silvio Rodriguez y Litto Nebbia, publicado en 1982 – y que volvió a la Argentina junto al optimismo democrático de fines de 1983. De este tiempo de regreso data su más inspirado (y popular) disco, piedra fundamental de su rica, aunque infelizmente pequeña en términos de número, obra. Ahí está el puñado de canciones que componen el eje central de su imaginario, casi siempre melancólico, tierno la mayoría de las veces, romántico a su manera.
Los locos de Buenos Aires (1984) refleja buena parte de su imaginario, traducido en un par de sus más inspiradas creaciones. Entre la canción que da nombre al disco, una bella pintura de un grupo de amigos de esos que todo porteño que se precie de tal tiene, y el extraordinario Tanguito de Almendra (algo nunca oído hasta ese momento y tal vez nunca más reflejado con semejante sensibilidad, un tango ¡que habla de rock!), junto a canciones queribles que hablan del barrio, los pibes de la esquina y el placer de jugar a la pelota (que no es lo mismo que jugar al fútbol) como Aquella murguita de Villa Real y La marcha de la pelota.
A lo largo de la combinación de testimonios, canciones e imágenes (fotos, videos de apariciones televisivas, que las tuvo sobre todo en esos años 80 de primavera democrática), aparecen los tópicos que definen al personaje y, en parte, explican por qué fue, es y será considerado "de culto".
"Sabíamos que era una empresa compleja: Del Prado no es un hombre sencillo, y tiende a escabullirse", cuenta del Mazo. En ese cruce de culturas que hilvana el mundo aquel de su viejo, el de los años de oro del tango, y el que luego le tocó vivir en su esplendor (los 60 y 70 del naciente rock nacional), se nutre el corpus del documental. De ahí que se hable de un "eslabón perdido".
Porque para los directores, en palabras de del Mazo, "es, precisamente, el eslabón perdido entre las dos grandes culturas musicales urbanas: el tango y el rock. Absorbió a través de su padre, Calé, toda la estética y la filosofía del primer y segundo peronismo; le sumó la psicodelia de fines de los 60, con Beatles, Almendra, hizo una fragua original, extraordinaria, que detonó en la Argentina de la recuperación de la democracia. Un poco el eje o la hipótesis de la película es lo que pudo haber sido y no fue. Yo creo, sencillamente, que podría haber sido el Jaime Roos argentino –sé que la analogía no le va a gustar-. Quedó en un sitio de culto y, aunque breve y esporádica, su obra es popular, profunda, maravillosa".
*El eslabón perdido
Funciones: martes de mayo a las 20.30 hs. en CIRCE Fábrica de Arte, Av Córdoba 4335. Entradas a la venta en www.tickethoy.com
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