El regreso a la poesía de Fabián Casas: "Hay que despegarse de lo que se quiere decir para escuchar la voz de tu poema"

El autor argentino acaba de publicar “Últimos poemas en Prozac”, una obra poética en prosa, que puede leerse como una novela. En diálogo con Infobae Cultura repasó su método creativo, cómo la angustia influye en su obra y la importancia de la “cultura baja”, entre otros temas

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Casas es autor de novelas, poesías y ensayos
Casas es autor de novelas, poesías y ensayos

"El libro da la sensación de estar relacionado con esta cosa espiritual o interna y puede dar la impresión de ser una cosa intimista, pero para mí también es una poesía política porque una de las preguntas que te hacés es: ¿se puede escribir poesía después de Macri?", dice y se cuestiona el poeta, dramaturgo y narrador Fabián Casas (Boedo, 1965) en el patio de su librería favorita de Palermo. ¿De qué habla? Se refiere a Últimos poemas en Prozac (Emecé), su reciente publicación con la que retorna a la poesía luego de 9 años. Después, Casas hace un silencio. Y luego continúa: "¿Cómo hago? Yo veo familias completas durmiendo en la calle. Veo los linyeras nuevos. Gente desesperada que no sabe qué hacer esperando en el comedor comunitario sabiendo que se cayó del sistema. Pero hay que seguir escribiendo. Hay que estar en la calle y dar la pelea ahí. Escribir poesía para mí no es escribir versos: es pelear en la calle y abandonar la esperanza".

Últimos poemas en Prozac en apariencia (por estar escrito en verso y con una disposición específica de la palabra en la página) es un libro de poesía, pero que además admite otra lectura: la de ser una novela donde un personaje principal se separa de su pareja y se enfrenta con varias aventuras bien actuales. Por ejemplo: buscar un nuevo hogar, encontrar la manera de vencer la angustia de la soledad, reordenar la vinculación con una familia desmembrada y descubrir el modo de reinsertarse en la vida social. Es mucho. Ahí es cuando aparecen los psicofármacos, y la exploración filosófica aunque suene paradójico, como tabla de salvación del ánimo y muleta necesaria para poder encarar el día a día. ¿Es posible hablar de autobiografía? Eso no importa en absoluto porque en el artificio que se produce para llegar al texto lo que se busca es un modo de recrear una música especial, es decir: un modo de contar.

Fabián Casas volvió a la poesía, a la casa de origen, al lugar donde empezó toda su literatura. Aunque, lo sabemos, nunca se fue de ahí. Y todavía tiene muchas cosas para decir.

“Últimos poemas en Prozac” (emecé), de Fabián Casas
“Últimos poemas en Prozac” (emecé), de Fabián Casas

Si bien hablás de difuminar los límites de género, la poesía como formato, incluso visual, la habías abandonado. ¿Por qué sucedió eso?

-No sé qué pasó. Para mí esto es un libro de poemas pero medio que parece una novela, tiene algo de la prosa. Por momentos parecen ensayos también. Hay como una especie de deformidad de los géneros que es medio inherente a mí. Ahora estoy haciendo obras de teatro. Trato de generar cosas que me generen incertidumbre. Lo que me pasó puntual respecto de empezar a escribir estos textos fue que yo estaba desesperado entonces tuve que tomar Prozac. Y el Prozac te quita la desesperación. No te quita la tristeza pero sí la desesperación. Y así, sin desesperación, pude organizar los pensamientos, las ideas. Organicé mi casa. Me pude relacionar bien con mis hijos. Armé un balcón con plantas. Y empecé a escribir los poemas. En tres días había escrito como 27 poemas. Se ve que me había pegado el Prozac. Entonces pensé que por ahí tenía un libro. Pero eran todas maquetas. Los poemas te llevan un montón de tiempo.

¿Hace cuánto fue eso?

-Tres años. Era como si yo estuviera viviendo en el asteroide de El Principito. Estaba en mi departamento nuevo tirado literalmente, sin mis hijos y con un dolor terrible para mí. Veía que salía el sol. Un día empecé a sentirme mejor y salí a comprar unas plantas. Hay un poema de eso que se llama Biografía de un escritorio. Y una vez salió todo el comienzo del libro. Fue como una explosión. A partir de ahí comencé. Y después escribí como cien. Había algunos textos separados que los fui uniendo y les di forma a nuevos poemas.

Como en la novela Titanes del coco.

-Claro. Toda la última parte del libro eran poemas separados que los pude unir y generar algo por partes. Y dejé poemas afuera también en el proceso final.

Fabián Casas lee en la noche de poesía del Filba; Martín Kohan, de rodillas, entre el público (Rodrigo Ruiz)
Fabián Casas lee en la noche de poesía del Filba; Martín Kohan, de rodillas, entre el público (Rodrigo Ruiz)

Hasta tu poesía completa, Horla city y otros, los libros te llevaban mucho tiempo.

-Sí, me llevaban cinco años, más o menos, cada uno.

Pudiste resolver este libro desde otro lugar.

-Fue como más rápido esto. Y también lo escribí a la par de la obra de teatro Luis Ernesto llega vivo. Ahora estoy escribiendo El jardín de los teresos, otra obra de teatro. Este libro se escribió a la par de todo esto.

¿Cómo diferenciás la maqueta del poema terminado?

Lo que escribo bajo el estado de la emoción es una maqueta. Después empiezo a trabajarlo sin la emoción, como una máquina. Empiezo a ver cómo suena. Después arranco con una sensación de desapego. Trato de ver qué quería decir el poema y no lo que yo quería decir cuando lo escribí. Por ahí vos quería tratar un tema y el poema quiere decir otra cosa. Hay que despegarse de lo que vos querés decir para escuchar a tu poema, la voz. En esa situación no podés estar emotivo porque no escribís bien en esa zona porque no escribís algo donde el lector pueda poner su propia experiencia. Estás escribiendo publicidad. Vos le decís al lector lo que tiene que pensar. Yo trato que cuando escribo no me pase eso. Que haya lecturas diversas para casa poema según quién lo lea.

Sin embargo, hay versos donde se establece una relación de significación directa con el lector. Pienso, por ejemplo, en el verso: La naturaleza es de derecha.

-Sí, son como escenas de sentido explícito. Pero estos poemas no los relaciono como si hubiese escrito los libros anteriores de poemas y después escribí estos, sino que para mí estos poemas también se relacionan con la novela Titanes del coco, con los ensayos, nacen de ahí. Es un proceso que viene de lo más inmediato que estuve escribiendo. Para mí lo más difícil de escribir fue Titanes del coco y es el único libro con el que yo tengo un vínculo vital. Con los demás libros tengo una relación tipo pareja de muchos años que ya no te importa. O sea: no me erotiza. Después de convivir tres años con este libro y con psicofármacos en un momento me encantó pero ya está. Ni siquiera tengo libros míos. Pero sí tengo Titanes del coco, es un libro que para mí todavía no se terminó. Es como cuando tenés una relación con alguien que te sigue gustando. La convivencia mata el deseo y el Laverap nos destruye la ropa.

El recorrido de los poemas, si es posible pensar el conjunto como una novela, también se puede leer más que como Últimos poemas en Prozac más bien como los Primeros días en soledad.

-Uno nunca sabe cuál va a ser la recepción de lo que escribe y está bueno no saber eso. Un amigo me escribió y me dijo que era como Blood on the tracks de Dylan y le daba la impresión que era más como una novela escrita en verso. Puede ser. Los poemas son por momentos cortitos y de a ratos extremadamente prosaicos y largos, con otra respiración.

El escritor argentino
El escritor argentino
 

La filosofía, como búsqueda y exploración, está muy presente. A veces ese elemento es la pata ensayística a ciertos textos.

-Sí, el poema de José Luis Perales es casi como un ensayo pero sin recurso lírico aparente. Me gustaba eso donde no parece que le podés encontrar lo lírico.

Pero además el hecho de cortar los límites entre lo que puede considerarse baja o alta cultura.

-Yo crecí en una casa donde no había esas diferencias. Mi familia era popular, pobre, nos bañaban con querosén. En esa casa vivió Leonardo Favio con mi papá cuando no tenía un mango. Toda una cosa muy popular. Mi viejo también hacía teatro independiente. Eso para mí es cultura. Un poco las canciones de Perales, de Serrat, de Sandro son las que escuchaba mi mamá. Es como cuando Frank Zappa escuchaba que su mamá ponía doo wop en la radio. Roberto Carlos tiene versos hermosos, es un genio.

Y en el medio de eso en el libro se fan filtrando dos tipos de vinculaciones: con los hijos y con la ex pareja.

-La familia es una patología. Si nacés sin familia es peligroso. El ser humano no está construido solo de la naturaleza, dijo Heidegger. Hay una pérdida en la parte no natural del ser humano que vuelve como segunda naturaleza y que se exonera en él y que se convierte en cultura. Si no tenés cultura desaparecés, los animales no. El caballo sale y camina. Las construcciones de cultura está relacionada con las construcciones familiares. Cuando nacés la familia es muy poderosa porque es la que te permite subsistir. Y después es la que te va a tratar de estrangular si no le ponés cierta distancia y lográs cierto aire en torno a lo familiar.

Por otra parte está la reinserción social, digamos, del personaje del libro por afuera de la patología que es la familia.

-Uno de los errores que comentemos es considerar a la familia como una construcción sedentaria. Yo había entendido la familia como un asentamiento pero la familia puede ser algo nómade, que se puede mover. Eso significa múltiples cosas: que vos podés tener una familia y no necesariamente tenés que abandonar el deseo y dejar de moverte. Que podés ir a todos lados. Una familia puede tener múltiples intrusiones y no destruirse. La idea estática de familia es muy improductiva. Y el libro es un poco el duelo de esas cosas. Dejar de lado pensamientos que ya no me servían para nada.

En un poema se habla acerca de las técnicas de escritura y lectura. Y se dice que también deberían servir para la vida. ¿Cómo lo relacionás con el uso de psicofármacos que están muy presentes en el libro?

El sentimiento central nuestro es la angustia. La angustia es un príncipe oscuro que no tiene sombra. La angustia no tolera alrededor de ella ningún otro sentimiento. Es nuestra afección. En la angustia vos sabés que estás abandonado al mundo y que no hay nadie ni nada que te va a proteger. Sos un ser para la muerte. La angustia viene a decirte eso. Vos podés negarlo pero es cierto. Y también tenés que lidiar con tu libertad. Al no estar protegido por nadie surge eso: una existencia de la que tenés que hacerte cargo. Y eso te produce una gran angustia, empieza a funcionar ahí y la tenés que transitar. Entonces no siempre se puede transitar la angustia haciendo un trabajo espiritual y físico. A veces necesitás los fármacos para que te tranquilicen, para que te dejen tiempo, te dejen pensar mejor, encontrar el lugar donde podés experimentar algo diferente. No recomiendo ni rechazo el uso de fármacos. Lo que gustaría es levantarme sin angustia. Y es algo que sucede ocasionalmente y no sucede por una ruptura de pareja, sino que es algo con lo que conviví durante toda mi vida. Me acuerdo la primera vez que sentí angustia de chiquito y está relacionado con esta idea de sentirte solo y abandonado. Uno construye un mundo pero después no se encuentra en ese mundo. Los tranquilizantes son buenos amigos.

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