No es la historia de una chica que cae rendida a los pies de un músico exitoso. Daniel Barosa, el director de Boni Bonita, se planteó desde un principio evitar esa fórmula que ya fue tan explotada. Y quizás lo haya logrado. En las cercanías de San Pablo, Brasil, un guitarrista conoce después de un concierto a una adolescente argentina que se encontraba entre el público. Así se inicia entre ambos una relación cargada de violencia, de control y de maltratos de todo tipo.
Barosa atiende el llamado de Infobae Cultura desde su San Pablo natal. Y en un portuñol más que comprensible -se formó en la Universidad de Cine de Buenos Aires- lleva la conversación a su adolescencia, una etapa que vivió en los albores del milenio. En esos años, cuenta, era fanático de la música local, un partícipe activo del ambiente indie, el mismo que retrata su ópera prima, un coproducción argentina y brasileña que se estrena este jueves. Se descuenta entonces que el relato está nutrido de retazos de momentos que vivió, de personas con las que trató, que admiró y a las que luego despreció.
"Conocí a muchos músicos que eran más grandes que yo, estaba muy fascinado con la música independiente y los rockeros. Cuando fui creciendo eso quedó muy viejo, me di cuenta de que muchas cosas no eran tan fantásticas como creía", reflexiona Barosa. Esa marea de sensaciones le sirvió para construir a Beatriz, el personaje que interpreta Ailín Salas.
El director asegura que eso que describe cambió, que las nuevas generaciones de músicos viven la actividad de otra manera, entre otras cosas gracias a los nuevos canales de difusión que surgieron en los últimos años. "Hoy en día es todo menos pernicioso, más liviano, muy distinto. En ese momento estaba la presión de conseguir un estudio donde grabar, un espacio en la tele, y mucha gente desistía en el camino. Hoy podés tener una banda, lanzar discos en Spotify y trabajar en otras cosas", comenta.
Barosa sabía que su compatriota Caco Ciocler era el indicado para encarnar a Rogério, el cuarentón que vive acomplejado por la figura de abuelo, una leyenda de la música en su país. No ocurrió lo mismo en el caso de Beatriz. Cuenta que durante mucho tiempo intentó sin éxito dar con una mujer que fuera capaz de interpretarla: dice que no había en su tierra actrices jóvenes que pudieran ofrecer la versatilidad que demandaba la protagonista. El encuentro con Salas ocurrió en el festival de Mar del Plata, a través de un productor conocido. Barosa había visto las películas de la actriz. Lo que no sabía es que, al igual que él, Salas nació en Brasil. "De repente empezamos a hablar portugués, la cosa fue creciendo y decidimos que lo hiciera ella y que el personaje fuera argentino, lo que agregó mucho a la historia, por lo difícil que es el desarraigo a esa edad", razona.
Ciocler y Salas no se conocían y eso, dice Barosa, gravitó de manera positiva en la representación del vínculo entre ambos. Casi no hubo ensayos: no era fácil coordinar encuentros porque, claro, los actores viven en países diferentes. Cuando ambos llegaron al set, se habían visto las caras unas pocas veces. "Eso jugó a favor nuestro para crear la relación. Había escenas muy íntimas y había incomodidad. Me parecía importante mostrar siempre algo muy tóxico, que siempre hubiera una barrera importante entre ambos, y que pudieran surgir cosas en el momento", agrega.
Barosa sabe que el vínculo que retrató en su película es, con las diferencias de cada caso, el que mantienen muchos hombres y mujeres. Al respecto, reflexiona: "Creo que a veces la mujer tarda un poco para darse cuenta de esa toxicidad y de la necesidad de salir de la relación. Hoy en día ha mejorado mucho, la gente habla de eso, y la mujer se siente más segura de sí misma para confrontar este tipo de situaciones".
Y agrega: "En la película quise mostrar cómo una mujer que está en una relación en la que él siempre la quiere tener cerca, tratarla mal y abusar de ella, logra huir de la violencia psicológica y crecer. Quería exponer que, como existen estas situaciones, también está la posibilidad de la superación: nunca quise dramatizar la relación sino destruirla".
Un dato perceptible: la película fue filmada en tres formatos de registro distintos y durante el rodaje se empleó una amplia variedad de lentes. Fue la manera que encontró Barosa para reflejar en la imagen la evolución de los personajes. "Hay 16 mm, el más antiguo, súper 16, que es más semejante a lo que estamos acostumbrados, y digital, que nos trae un poco más el presente. En el proceso mezclamos también lentes más antiguos y otros más modernos", explica.
El cineasta remarca que desde el inicio del proyecto la idea fue no repetir recetas conocidas, repetidas y hoy consideradas antediluvianas. Al contrario, insiste en que quería contar una historia de superación en la mujer saliera fortalecida.
Así lo explica Barosa: "Rogelio es un villano, un personaje malo, y entre los dos hay una relación bastante sutil, delicada, no hay nada muy explícito, le bajamos bastante el tono. El protagonista no es un tipo feliz, no lo queríamos mostrar como ejemplo de nada. Y ella tampoco es una Lolita que está muerta de amor por su ídolo. La intención fue crear un personaje mucho más complejo que estuviera todo el tiempo pensando, confrontando sus propias ideas, creciendo y volviéndose cada vez más fuerte".
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