Hay algo en la figura de Eva Perón que desborda lo político y se vuelve cultural. No es que la cultura y la política vayan por carriles separados —aunque estén los que, como dice Martín Kohan, quieran preservar a la cultura en la presunta pureza de un envasado al vacío— sino que lo coyuntural se pierde en el magna del mito. Y Eva Duarte de Perón fue una persona de carne y hueso, una jugadora política en el juego de la lucha de fuerzas, pero también, con el correr del tiempo y de la historia, se volvió mito. Un mito es, según Blanca Solares Altamirano, "un símbolo que nace de la capacidad del hombre de interpretar la realidad siempre de una manera distinta, enriqueciéndola y dotándola de sentido". Sentido que puede ser liberador o intolerante porque está abierto. ¿Y qué tipo de mito es hoy, en este extraño siglo XXI, Eva Perón y cuál es el aporte de ese mito a la cultura argentina?
"El aporte de Eva es Eva". La que habla es la escritora Gabriela Cabezón Cámara, autora de La Virgen Cabeza y Las aventuras de la China Iron, entre otros libros. Desde Berlín, con cinco horas de diferencia, le da a Infobae Cultura su mirada: "La belleza loca de ella misma toda abocada a la que decidió fuera su misión, la belleza de esa fuerza enorme en ese cuerpito chico, frágil, enfermo al final, portando la reivindicación más importante: al pueblo no sólo comida, no sólo escuelas, no sólo hospitales; al pueblo, todo eso, por supuesto y la fiesta y la belleza que le son propias porque la belleza y la fiesta, la alegría de vivir, nos son propias a todos los seres vivos. Eva lo sabía y Eva trabajó por eso, para eso más que por él y para él como parece haber dicho ella misma y reformuló Leónidas Lamborghini".
Hace cien años exactos, un día como hoy pero de 1919, nació quien se volvería una heroína para la clase obrera de los años cuarenta y cincuenta. Los historiadores se han puesto de acuerdo en la fecha —aunque en el acta del Registro Civil de Junín figure el año 1922; ella misma la habría modificado—, pero no en el lugar: algunos dicen que fue en la estancia La Unión, veinte kilómetros al oeste de la localidad de Los Toldos, otros que fue en la ciudad de Junín. Lo cierto es que su nacimiento, su origen, ya guardaba conflictos. Su madre, Juana Ibarguren, era la esposa ilegítima de Juan Duarte, un estanciero y político conservador que vivía en Chivilcoy con su familia oficial. Las tierras donde nació Eva pertenecían a una comunidad mapuche que el Estado arrebató y Duarte resultó beneficiario. El parto fue asistida por una comadrona aborigen llamada Juana Rawson de Guayquil.
La historia sigue así: vivió en Junín hasta los quince años, cuando decidió mudarse a Buenos Aires para convertirse en actriz. Sin recursos ni educación, lo consiguió. Adquirió cierto renombre siendo tapa de revistas y protagonizando programas radiales hasta que conoció en 1944 a Juan Domingo Perón en un festival en beneficio de las víctimas del terremoto que había destruido la ciudad andina de San Juan pocos días antes. Al mes ya vivían juntos y dos años más tarde se casaron en una ceremonia íntima. "Había una joven dama de aspecto frágil, pero de voz resuelta, con los cabellos rubios y largos cayéndole a la espalda, los ojos encendidos como por la fiebre", cuenta el mismo Perón en un texto redactado en Panamá en 1956 durante el primer año de su exilio.
El escritor Julián López —autor de las novelas Una muchacha muy bella y La ilusión de los mamíferos—, cuando Infobae Cultura le pregunta cuál cree que fue el aporte de Eva Perón en términos culturales, hace una pausa reflexiva y luego dice: "La irrupción de una insolencia". Continúa así: "Es alguien que viene a fracturar o a conmover un statu quo, a traer algo nuevo. Siempre pienso que la aparición de Eva está muy relacionada con el Terremoto de San Juan: la tierra que se abre para traer a la superficie una parte de su entraña. En ese sentido es un parteaguas, es alguien que viene a decir: 'Esto que estaba sucediendo en lo oscuro empieza a suceder a la luz de la conciencia'".
Para febrero de 1946, tras una campaña electoral donde la presencia de Eva Duarte —ya por ese entonces Eva Duarte de Perón— fue notable, Perón logró ser electo Presidente de la Argentina. De ahí en más se convirtió en la "Abanderada del Pueblo", una figura que no escatimaba grises: estaban los que la amaban y los que la odiaban. Era, además, la cara "angelical" de un gobierno que tenía sus contrastes represivos. Aún así, fueron años de derechos laborales, nacionalización y estatizaciones, crecimiento industrial, ascenso social e incorporación de las mujeres a las decisiones políticas. Su muerte —cáncer de útero— sucedió en el segundo mandato peronista, a los tres años llegó el Golpe del Estado y el paso a la clandestinidad de un movimiento que no lograría reponerse. A diferencia del mito, de la simbología de los "años felices", la política mostraba su empantanamiento.
"Evita es un rayo de amor —continúa Cabezón Cámara—, fuerza inquebrantable y fugaz hecha de fragilidad y determinación a la vez, fiesta. Y batalla si nos quieren arrebatar la fiesta. Nos está haciendo mucha falta Eva aunque se haya constituido en horizonte porque nos están imponiendo un horizonte gris de tristeza y miseria. Pero acá reaparece la imagen de ella, esa mujer, Evita, como pasado más feliz y como promesa de otro mundo posible, uno festivo y pletórico de vida."
López completa: "Eva también es una continuidad, porque recoge algo netamente argentino: la tradición feminina. Una tradición femenina muy transversal que va desde María Remedios del Valle en el Ejército Argentino hasta Victoria Ocampo. Mujeres de todas las clases vienen a decir: 'Tal vez la Argentina es mujer'. Hay en ella algo de lo femenino olvidado y despreciado, de lo que no fue mirado como corresponde y que estuvo frente a nuestros ojos todo el tiempo. Y Eva es una de ellas, tal vez la más importante, la que dio vuelta el siglo XX y la historia argentina. Es parte de una trama de mujeres que todo el tiempo tejieron la historia argentina."
Hay un relato de Néstor Perlongher publicado por primera vez en Argentina en 1989 que da una buena idea de cómo ese mito tan estirado y difuso encuentra sustento cuando se lo pone en tensión con lo que proclama. Se titula Evita vive (en cada hotel organizado) y comienza así: "Estábamos en la casa donde nos juntábamos para quemar, y el tipo que traía la droga ese día se apareció con una mujer de unos 38 años, rubia, un poco con aires de estar muy reventada, recargada de maquillaje, con rodete…" La figura mítica, emblemática, heroica "bajando" a los márgenes de un país extremadamente desigual. Así se rompe un mito, y se revitaliza.
"Un rayo de amor", dice Gabriela Cabezón Cámara, como "promesa de otro mundo posible". La "irrupción de una insolencia", dice Julián López. Todo eso generó Evita en el imaginario cultural. Todo eso y mucho más.
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