Rita Segato comenzó el jueves 25 su discurso inaugural de la 45 Feria del libro Internacional de Buenos Aires diciendo "Elizabeth Costello me salva siempre cuando me veo en una situación como ésta". Y fue posible comenzar allí a entender por qué su discurso se titulaba "Las virtudes de la desobediencia" y por qué iban a ser ocho -por llamarlas al estilo de Costello-, "lecciones". Poco después, Segato aclaró que no eran tanto los temas que toca Elizabeth Costello en el libro que lleva su nombre y en sus apariciones en The lives of Animals y Hombre lento -todos libros firmados por J.M.Coetzee– lo que le "baja un santo, como se dice en el lenguaje del candomblé" sino "…el hecho de que hablaba de algo para lo cual no había sido (invitada) a hablar, es decir, su indisciplina, su fineza indómita, su distracción con relación al protocolo académico que, al parecer, la habría llevado hasta el podio que hoy ocupa". Y de eso se ocupó el discurso de Segato en feria. Se trató de un discurso que, si bien está enmarcado en el mundo del libro, habló de otras cosas por las que claramente no fue invitada a hablar. Segato ha ganado ese podio y lo usó para incomodar, para desviar la atención hacia los temas que le interesa proponer y discutir. Segato también es Costello.
Rita Segato cumplirá 68 años el próximo mes de agosto. Tiene dos años más que la protagonista de la novela, por llamar de alguna manera al inclasificable libro de Coetzee. Como Elizabeth Costello, Rita Segato es insurgente, plenamente libre en su discurso, sin tibiezas ni dobleces, pero con contradicciones y cambios de parecer. Rita Segato lo plantea así en la primera desobediencia de su discurso: "Nuestra lógica es trágica, en el sentido de que puede convivir con la inconsistencia, con verdades incompatibles, con la ecuación a y no-a, opuestos y verdaderos ambos, y al mismo tiempo. Y por lo tanto, siempre, siempre, dotada de la intensidad vital de la desobediencia. Una lógica para-consistente para conservar la vida y garantizarle continuidad y mayor bienestar para más gentes, para mantener el horizonte abierto de la historia sin destino pre-fijado, para mantener el tiempo en movimiento." Y nuevamente Costello entra en escena. Es que el personaje de Coetzee se encuentra invariablemente atado a los cambios de parecer, a la inconsistencia dentro de un marco que le exige una consistencia que ella encuentra paradójica y que la deja perpleja. Costello está por afuera de las seguridades que le exigen y, aunque su capacidad de conmover e interpelar a su audiencia es conocida, también –y, me atrevo a decir, igual que Segato- se desmorona frente a la imposibilidad de convencer, de traer agua a sus fuentes.
Al igual que el discurso de Segato, el libro de Coetzee, Elizabeth Costello está dividido en "ocho lecciones", con una posdata. Estas lecciones no son todas originales de este libro sino que habían sido publicadas anteriormente en The Lives of Animals o fueron lecturas que el propio Coetzee fue leyendo en diferentes congresos, universidades y charlas, siempre usando la voz de Elizabeth Costello, para perplejidad de los asistentes. Y es que el personaje de Costello, se ha dicho muchas veces, funciona como un alter ego del propio Coetzee que, cada vez que tiene que hablar de sí mismo o de sus ideas y creencias, elige evitar la primera persona. Lo dejó bien claro en su biografía ficcionalizada en tres libros Infancia, Juventud y Verano en la que habla de sí mismo en tiempo presente, en tercera persona o en la voz de otros que hablan de y acerca de él. En este caso, elige hablar a través de la voz de una académica y escritora.
Elizabeth Costello -el personaje- es australiana (país en el que Coetzee reside desde los finales del Apartheid en Sudáfrica, su país de nacimiento). En las ocho lecciones y la posdata que plantea el libro, Costello va a discurrir sobre temas que son muy cercanos a Coetzee, a saber: la novela en África, el maltrato a los animales, la idea del Mal, la censura, la conformación de un corpus literario, las colonizaciones culturales… Conocemos su vida y su pensamiento a partir de su hijo, John (nombre de pila de Coetzee), un físico que ama a su madre pero no sabe muy bien qué hacer con sus ideas y todo lo que provoca cada vez que hace una intervención pública.
John se presenta como el deber ser, la corrección política, el apego a las instituciones. De todos modos flaquea frente a muchos de los planteos intransigentes pero cargados de sentido común de su madre. No es el único personaje que va a contrarrestar con argumentos igualmente sólidos los planteos de Costello y aquí yace precisamente la complejidad de un texto contundente, que requiere de varias lecturas y deja mucha tela para cortar. Y de aquí proviene, me atrevo a decir, la decisión de Segato de referirse a este libro como puntapié inicial de su discurso.
A manera de ejemplo, en una conferencia titulada "Los filósofos y los animales", va a tomar como punto de partida el "Informe para una academia" de Kafka, un ensayo en el que un mono narra en primera persona y frente a una audiencia académica las peripecias y logros de haber sido muy bien educado y el ascenso que implica una cercanía inusitada con los hombres y la consecuente enajenación que este contacto le ha producido. Costello se para en este texto para así denunciar de manera minuciosa y desgarradora el maltrato animal (cosa que Coetzee ya había planteado en su anterior novela, Desgracia, en la que el personaje principal dice que para redimirse deberá sufrir en soledad como los perros). Costello lleva esta denuncia ya vislumbrada en Desgracia al extremo de comparar este maltrato con los campos de exterminio nazis.
La radicalidad de sus expresiones despierta en los oyentes las más variadas reacciones: desde no comprender en absoluto el paralelo que Costello hace entre humanos y animales, hasta la exasperación de traer los campos nazis al centro de la discusión. Uno de los asistentes a esta presentación, un poeta llamado Abraham Stern, se ausenta de la cena homenaje a la escritora en protesta y escribe una nota contundente. "Si los judíos fueron tratados como ganado, no se sigue que los animales sean tratados como judíos. La inversión insulta la memoria de los muertos. También se comercia con los horrores de los campamentos de una manera barata". Así, con voces dentro de la propia academia o del mundo de los libros, Coetzee logra darle aún más complejidad al discurso de Costello. Aparecen sus opiniones pero también rescata las opiniones silenciadas de aquéllos a los que su discurso exaspera.
Una de las conferencias de Costello es de particular relevancia para el discurso de Rita Segato. Invitada a dar una charla sobre la novela contemporánea a bordo de un crucero que viaja desde Nueva Zelanda a Sudáfrica, Elizabeth se encuentra a bordo con un antiguo amante, el escritor Africano Emmanuel Ergudu, quien dará una charla sobre literatura africana. Mantienen ambos una discusión muy interesante en la que Costello le cuestiona a Emmanuel su charla. En ella, el autor africano intenta dar cuenta de la dificultad que tienen los autores africanos para poder encontrar lectores en el mundo occidental. Muy por el contrario, Costello cree que los escritores deben intentar conectar con la audiencia africana ya que cada autor debe escribir para la audiencia a la que pertenece.
Esta aseveración va de la mano con la creación de la Cátedra Coetzee en la UNSAM. Durante varios años autores sudafricanos y australianos han viajado a la Argentina para intercambiar experiencias con escritores locales. Creo, de todos modos, que la invitación inversa no fue llevada a cabo con la misma intensidad. Tal vez haya faltado tiempo, o presupuesto. Además, este lección va en un todo de la mano con la conferencia de Segato cuando, en su segunda desobediencia (y de manera más poética en la cuarta desobediencia, también) plantea el enojo que le había causado el discurso de aceptación del Nobel de García Márquez llamado "La soledad de América Latina", en el que Segato lee un subtexto que señala que América Latina puede existir solamente si es mirado por Europa.
Concluye Segato: "…es Europa la que está sola. Se mira en el espejo narcísico de sus museos, pero carece del verdadero espejo, el que puede ejercer resistencia y mostrarle los defectos, pues esos objetos no pueden devolverle la mirada. Europa carece de ese potente utensilio femenino que es el "espejito, espejito" de la Reina Mala de los cuentos: no ve su defecto en el reflejo que podrían brindarle los ojos de los otros, porque al otro lo tiene solamente atesorado en la vitrina de su poder colonial".
En definitiva, los temas de Costello son siempre inesperados y conflictivos e invitan a la discusión, a la incomodidad con los patrones establecidos. Nos obligan a salir, por así decirlo, de nuestra zona de confort pero a la manera de Segato, que nos interpela a no copiar, a crear nuestra propia manera de estar en el mundo, a no necesitar la mirada del Norte, y también a buscar la pluralidad, la vincularidad que nos hace únicos y diferentes: "Nuestro feminismo pertenece a un mundo en el que aun en las metrópolis blanqueadas la vincularidad es vital y puede y debe ser conservada por el amparo que nos brinda y la felicidad que nos trae. Un mundo en el que se han preservado jirones de comunidad. Estoy convencida de que no debemos delegar el arbitraje de nuestra vida erótica a un tercero. Todavía creo que la gestión del deseo debe ser posible en nuestro mundo cuerpo a cuerpo, cara a cara, y que debemos luchar por eso, creando las condiciones para que sea posible. Para eso habrá que trabajar arduamente sobre las relaciones de poder en el campo del trabajo y del estudio, en los cuales la jerarquía es decisiva y el patriarcado se manifiesta con más saña, y regenerar las estructuras comunales capaces de vigilar y cuidar la forma en que llevan la vida las personas. El resto corre por cuenta de desmontar el orden político patriarcal, e inaugurar una nueva era de la historia. Vamos claramente hacia allá", leyó.
Elizabeth Costello es un libro inclasificable, uno de los más complejos de la obra de Coetzee. Complejo en varios sentidos. No se lo puede catalogar, no tiene un género claro, no mantiene las voces narrativas esperadas, no sostiene las líneas argumentativas sino que, por el contrario, se contradice y se complementa en las voces que reaccionan a los pensamientos cada vez más incisivos de su protagonista. Es un libro escrito por un hombre que al elegir hablar de lo que cree lo hace a través de la voz de una mujer. Y Rita Segato elige a Elizabeth Costello -que es Coetzee- y habla de vincularidad y de pluralidad. Y sale victoriosa.
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