"Yo no me siento deconstruido" dice Patricio Zunini a Infobae Cultura y entonces el título de su libro Diario de un argentino deconstruido, una edición digital publicada por IndieLibros para la colección #MiráCómoNosPonemos sobre la cuestión de mujer y género, comienza a tener un nuevo barniz.
"Es que con Patricia Kolesnicov, directora de la editorial, quisimos jugar con el equívoco, ya que ni esto es un diario ni yo soy un hombre deconstruido". Entonces este libro, ¿qué es? Se trata de la exposición de los conflictos de un hombre, criado bajo ciertos mandatos que abrevan en el patriarcado, en este tiempo signado por las mujeres.
–¿Y qué es estar deconstruido?
–Es una categoría extraña. Yo no creo haber superado los propios límites de mi educación sentimental, de los mandatos paternos y familiaes. Creo que estar 'deconstruido' implica haber dado una vuelta y mirar entonces desde el otro lado y entiendo que yo no he terminado de dar esa vuelta.
–¿Cómo se lleva con el lenguaje inclusivo?
–No tengo ningún problema, pero no lo implemento. El lenguaje es un gran medidor de las estructuras de poder, como se sabe. Creo que el lenguaje inclusivo es una propuesta interesante y mis hijos lo usan con mucha fluidez, que a mí no me sale. Cuando mi hija tenía cinco años preguntaba: '¿Por qué siempre se habla en masculino?'. En el texto traté de plantear cuáles son las ideas más incómodas para mí, que son el aborto y el sexo y la relación de pareja. El lenguaje inclusivo no me resulta incómodo, no lo uso, pero lo acepto.
–Un núcleo de incomodidad es la relación familiar y los mandatos maternales y paternales. El libro comienza con la madre del narrador que pregunta: "Ahora que trabajás con un científico, ¿te das cuenta de la certeza de la existencia de dios?".
–Yo trabajaba con un médico del Opus Dei, un científico muy galardonado, pero del Opus. Ciencia y religión se cruzan todo el tiempo aunque uno tienda a creer que no. No diría que mi vieja es religiosa, pero sí que tiene esas inquietudes. De chicos no íbamos a misa, pero cumplíamos con una tradición católica de la que formábamos pate. Tal vez el colegio me marcó más en ese sentido. Sin embargo, la pregunta de mi vieja me pareció interesante y hace poco la conversé con un neurocientífico. Cuando se constata que el organismo de un hombre es tan complejo parece imposible que haya sido producto del azar que uno piensa: "¿no estará dios allí?". La pregunta de mi vieja se conjuga con la idea del aborto, cuando surge hasta qué semana se puede abortar. Hay órganos que están, a nivel primigenio, pero que están. Es incómodo de pensar. Me considero que soy una persona que está a favor de la ley, pero no deja de ser incómodo.
–Usted estaba en contra.
–Yo puse en tuiter: "No me puedo definir sobre si estoy a favor o en contra", hasta que leí el texto de Ana Correa sobre cómo querían impedirle abortar en clínicas y hospitales, y ese texto puso los puntos sobre las íes, en el sentido de que puede que yo no esté preparado para definir si aceptaría un aborto, si viene mañana mi hija y me plantea la cuestión, no sé cómo reaccionaría. Pero me parece que la importancia de la ley ahí es crucial.
–También habla sobre la normativización y narra un episodio de violencia con su padre.
–Hablaba con mi mamá y me decía que no recordaba esos golpes, sí otros, pero no esos. La memoria también juega. En el texto recuerdo cómo mi padre me pegaba por una palabra que denotaba amaneramiento. Yo formo parte de la última generación del hombre duro, pero mi viejo estaba inmerso en esa concepción. Que yo dijera "fantástico" o "maravilloso" implicaba decir una palabra de "puto". El temor de mi viejo es que yo le saliera "puto", no gay u homosexual, sino "puto". Yo no tengo ese miedo con mi hijo.
–¿Le inculcó una manera de trata a la mujer?
–Ese mandato de mi viejo: "A tu mujer: mierda", que yo no creo que él lo haya aplicado con mi mamá, tenía más que ver con celos o inseguridades debido a mi casamiento tan joven. Lo que pasa es que a medida que iba escribiendo el texto, me iba enojando con mi viejo. No creo que las cosas se puedan leer en un solo sentido y que mi viejo quería decir en realidad: "No te olvides de que tu familia somos nosotros". Creo que venía más por ese lado que por cómo hay que tratar a una mujer. Tal vez pensaba que el casamiento de su hijo a los 22 años significaba perderlo.
–¿Cree que se puede realizar la deconstrucción del hombre patriarcal?
–Yo escribo desde el patriarcado, crecí en una forma patriarcal entonces es incómodo que mi voz podría representar a un conjunto de gente o avalar una lucha de mujeres. No me siento representante de ningún conjunto de varones ni autorizado para avalar ninguna lucha de mujeres. Ayer a la noche me tomé un Uber y el conductor me decía que las mujeres preferían tomar un Uber a un taxi por las noches, aunque fuera más caro. Hay que ver si una piba se puede tomar un taxi a las tres de la mañana. Yo no vivo las luchas y los temores de las mujeres. Quiero creer que no soy una persona que amenaza a las mujeres. En todo caso este libro es una manera de revisar aquellas ideas que damos por sentadas que nos constituyen como personas, para revisar alguna de esas verdades. Pienso este texto como inicio de debates. Porque romper con los mandatos patriarcales nos puede hacer más libres.
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