Un libro es un libro en relación con su contexto. Ese objeto solo, en sí, no es nada. Cobra valor cuando se evidencian los mecanismos de creación, producción y circulación hasta llegar, por fin, a los lectores. Esa red que da vida al libro está cada vez más frágil. Lo dicen los números —a fines de 2018, informes de la Cámara Argentina del Libro (CAL) y la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP) señalaban que en los últimos tres años, la producción de libros cayó más del 40%— pero también escritores, editores, traductores, bibliotecarios, docentes. La crisis económica que todo lo devora ha puesto sus dientes en la industria editorial, lo cual hace que se lea menos, pero también disminuye a cero las posibilidades de que el libro llegue a cada rincón de la sociedad.
Y en medio de esta bruma, los distintos actores del sector se unieron para diagramar un camino: la creación de un Instituto Nacional del Libro Argentino (INLA). Así como existe el INCAA (cine), INAMU (música) y el Instituto Nacional del Teatro, ¿por qué la literatura no tiene un organismo que piense políticas públicas? Este proyecto de ley fue presentado por Daniel Filmus, diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires y presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, junto a otros diputados de distintos espacios. El objetivo, aseguraron la semana pasado cuando informaron la iniciativa, son varios: preservar la industria, pero a su vez expandirla y desarrollarla en todo el país, siempre pensando en los lectores.
Frente al Congreso de la Nación, en la Avenida Rivadavia, hay un edificio de vidrio que funciona como Anexo. En la sala dos del piso dos, hoy, lunes, gente relacionada al mundo del libro se dio cita. Había decenas de carteles con el hashtag #ConLibrosHayFuturo, el eslogan de la campaña por la creación del INLA. Mientras tanto, un ventilador en la pared intentaba disimular el calor. Apenas unos minutos después de las cinco de la tarde, Filmus agradeció a todos los presentes y dio inicio a esta presentación oficial. "El libro tiene que ser una política de estado", comenzó, para luego seguir: "Este es un proyecto presentado en un momento de crisis, pero si no hubiera crisis igual necesitaríamos un instituto del libro". La diputada Gabriela Cerruti fue la segunda en hablar: "En Argentina la palabra escrita y la palabra pensada es algo que une, por eso el Estado tiene que estar presente".
Continuó Daniel Arroyo, quien dijo con optimismo que "sólo salen rápido las leyes cuando se insiste y se insiste y se insiste, y creo que este es el caso". "Tener un Estado presente que resguarde la comunicación es fundamental para quienes creemos en la democracia", dijo Victoria Donda, y agregó que "donde hay palabras deja de ver oscuridad; tenemos que construir un marco de luz para que podamos ver mejor". Luego, Roberto Salvarezza aseguró que "hay un 10% concentrado que se lleva prácticamente el 50% del mercado". Laura Alonso remarcó: "No se trata sólo de sortear una situación angustiosa, sino de poner el horizonte un poquito más lejos". Y José Luis Ramón dijo que "cuando el mercado fija los objetivos es una preocupación enorme para todos", y también que "el mercado, para quienes están gobernando, parece ser la guía".
¿Qué implicancias tiene la creación de un ente que se encargue de pensar el universo del libro? Los lineamientos son claros aunque, desde luego, tendrán que ser llenados de contenido al momento de ser ejecutados. En el proyecto se afirma que "las políticas públicas en el ámbito del libro han sido en buena medida oscilantes y limitadas", por lo cual, "es necesario implementar políticas de Estado para generar medidas de estímulo y promoción que contrarresten los efectos económicos y culturales adversos de las sucesivas crisis sociales y económicas que viene atravesando el país durante grandes tramos de su historia". Esas políticas de Estado, aseguran, deben estar orientadas a "promover la circulación federal del libro" como "herramienta de democratización y enriquecimiento del debate público", por ejemplo, así como también "promover el acceso igualitario (…) los espacios de promoción y difusión (…) garantizar los derechos de autores y productores culturales de la industria editorial" y generar "políticas de estímulo a la exportación y traducción de libros argentinos".
Concluida la palabra de los diputados —aunque no hablaron, también participan del proyecto José Luis Riccardo, Leonardo Grosso, Elda Pértile, Carolina Moisés, Pablo Carro, Cecilia Moreau, José Ignacio De Mendiguren, Alejandra Rodenas, Silvana Ginocchio y Mirta Pastoriza—, un video grabado por varias escritores fue reproducido en una pantalla. Allí apoyaban el proyecto muchos escritores que no estaban presentes en esta reunión, como Hernán Ronsino, Perla Suez, Pedro Saborido, Alejandro Zina, Gabriela Cabezón Cámara, Victoria Torres, María Teresa Andruetto y Tamara Kamenszain. Acto seguido, el periodista e investigador Alejandro Dujovne ofició de moderador para que hablen los escritores y editores presentes. "Es un proyecto que pretende ser comprensivo, sistémico: la creación de un ente para pensar políticas a largo plazo. Si el significado social del libro se lo dejamos al mercado se transforma en un bien mercantil, y es lo que está sucediendo", dijo.
El primero en hablar fue el filósofo Darío Sztajnszrajber. "La política se ha juntado, pero también hay una convergencia de todos los que participamos de la producción del libro", dijo. Siguió Claudia Piñeiro, quien aseguró que "esto es una búsqueda por incluir a todos los sectores dentro del libro", y agregó: "Hay quienes dicen que por qué pensar en los libros cuando no hay para comer. Si no hay para comer es porque no se pensó antes en los libros. Es importante pensar en el libro en un sentido federal, de eso se tiene que ocupar el Estado para que llegue a todos lados y no sólo adonde conviene que llegue". "Que Argentina no tenga un Instituto del Libro ni políticas federales en este sentido es una tragedia", dijo Julián López y cerró así: "Que se multiplique el entusiasmo".
Entre anécdotas de la dificultad de establecer políticas públicas en los años de la crisis del 2001 sobre el sector, el abogado y editor Daniel Divinsky manifestó que, a pesar de todo, "hay una salubridad básica en el sector que la ley va a defender" y que "esto muestra cómo en tiempos de crisis el libro resiste". Raquel Franco agregó que "hacen falta políticas públicas y lingüísticas", en referencia a un área poco tenida en cuenta: la traducción. El escritor Daniel Guebel, ganador del Premio Nacional de Novela 2018 por El absoluto, dijo que "para un lector y un escritor no hay nada más real que la lectura y la escritura", mientras que Alejandro Grimson sentenció que "no tiene que ser una ley del sector sino una ley de Argentina", así como también el editor Víctor Malumián remarcó que "no es una ley proteccionista".
"Pasamos de vender tres libros por habitante a menos de uno. Eso es doloroso, realmente dramático", aseguró Héctor Amichetti, en representación del sector de imprenteros, y el dueño de Librería Hernández Ezequiel Lederkremer dijo, minutos antes, que "el libro es la herramienta natural que nutre el pensamiento crítico". Los expositores —algunos breves, otros reflexivos, otros pragmáticos— continuaron interviniendo. Así habló la escritora y referente del PEN Argentina Luisa Valenzuela y el presidente de la SADE Alejandro Vaccaro, entre otros. Luego de dos horas y unos cuantos minutos más, a las 19:15 —afuera ya era de noche, por supuesto—, la presentación oficial de este proyecto de ley concluyó. "El libro ha vuelto a estar en agenda", concluyó Dujovne.
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