Por Kayleigh Bistrain Alcázar
Llegó en tren a México desde Estados Unidos para visitar a su amigo el escritor Álvaro Mutis (1923-2013). El plan de Gabriel García Márquez era pasar unos días en el país, pero su estancia se prolongó por 53 años.
Al premio Nobel le gustaba decir que su llegada al país coincidió con el día que se suicidó el escritor Ernest Hemingway, el 2 de julio de 1961, aunque para algunos de sus biógrafos su arribo ocurrió una semana antes.
A mediados del siglo XX, México era referencia para América Latina. Alguna vez Mutis dijo que tanto para García Márquez como para él, México fue un "refugio creador, un país cuya gente y cultura son una fuente de inspiración".
Durante el medio siglo que el escritor colombiano vivió en la Ciudad de México cultivó amistades con personajes mexicanos notables, el primero y más cercano fue Carlos Fuentes, con quien tuvo una amistad hasta el fallecimiento del autor de La muerte de Artemio Cruz. Los autores José Emilio Pacheco y Juan Vicente Melo fueron otras de sus amistades.
Otro de los personajes cercanos a "Gabo" era el empresario mexicano Carlos Slim Helú, el hombre más rico de América Latina.
Sus amigos y su huella
El legado del escritor en su faceta como periodista se puede encontrar en hemerotecas. En sus primeros años en la capital mexicana vivía con carencias económicas, por eso tuvo que aceptar el cargo de director en la revista La Familia, una publicación dirigida a mujeres casadas.
Su gusto por el cine lo llevó a escribir junto a Carlos Fuentes la adaptación cinematográfica del cuento "El gallo de oro" de Juan Rulfo. Incluso tuvo un breve papel en la película mexicana En este pueblo no hay ladrones, de 1965, que está basada en el cuento homónimo de su autoría.
El drama tiene algunos nombres relevantes de la vida cultural de la época, como que el guión sea de Emilio García Riera y en el reparto hayan participado Luis Buñuel, los escritores Juan Rulfo y Carlos Monsiváis, el director de cine Arturo Ripstein, la pintora surrealista Leonora Carrington y el artista gráfico José Luis Cuevas.
El colombiano y la Ciudad de México cambiaron juntos, como él mismo dijo después de recibir el premio Nobel. De noche le gustaba ir al Bar Siqueiros, que se encuentra debajo del Teatro Polyforum y murió en su casa de la lujosa zona del Pedregal, al sur de la capital, el 17 de abril de 2014.
Dos de sus restaurantes favoritos estaban en el centro de la ciudad, uno era el Bellinghausen, que se encuentra en la colonia Juárez, ahí leía o se citaba con amigos; el otro era el café La Habana, aún hoy en la esquina de Bucareli con la calle Morelos.
El país que lo acogió fue el escenario de conferencias recordadas, como la que pronunció en agosto de 1986 en Ixtapa, México, por el 41 aniversario del estallido de la bomba nuclear de Hiroshima. Esas palabras fueron muestra de algunas de las preocupaciones del escritor, como el armamento nuclear, y de su activismo.
Cuando adquirió fama y su economía se lo permitió, alternó sus estancias con Francia, España, Cuba y Colombia, pero hasta el día de su muerte la Ciudad de México siempre fue el lugar de su residencia oficial.
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