El espacio Isla de Ediciones de arteBa expone proyectos que van desde libros de arte a fanzines, pasando por distintas manifestaciones editoriales que incluyen, incluso, redacciones de revistas. Es el caso de El Flasherito que conjuga a artistas y periodistas para una intervención novedosa (y que a la vez rescata la costumbre de la vieja redacción –que instalaron en el espacio Proa21– y sus reuniones de sumario, donde se discuten los contenidos de las publicaciones). Agustín Díaz Fisher, director de la fundación Espigas, es el coordinador y curador de la Isla, uno de los que rescata al mundo editorial y su conjugación con el del arte de modo original.
"Espigas es un archivo de arte y este año ArteBA nos propuso elegir las presentaciones y las actividades que se realizan en Isla de Ediciones a la vez que seleccionar los libros que exhibimos –dice Díaz Fisher a Infobae Cultura–. Tenemos publicaciones que no se pueden ver en otros ámbitos. Hay instituciones de Perú, de Estados Unidos, de Hong Kong que traen materiales que no son usuales de ver en otros espacios en el país".
–¿Tienen alguna innovación este año?
–Este año Isla de Ediciones incorpora publicaciones digitales. Hay un muro con códigos QR para que el público pueda descargar libros de tres artistas latinoamericanas. Quisimos incorporar no solamente en el ámbito de Isla de Ediciones las publicaciones digitales, sino también en el ámbito de las charlas. Hubo charlas sobre revistas digitales que leemos en tablets o celulares, que muchas veces tienen más llegada que el libro físico.
–Sin embargo, el libro de arte, ¿no requiere una materialidad espacial?
–Hay que combinar las dos esferas: la digital y la física. Las editoriales invitadas exhiben libros-objeto, cuya edición digital no permite la experiencia del diseño. No se trata de una Isla de Ediciones dedicada a lo digital, pero sí incorporamos esa esfera.
Entre los libros clásicos de arte, la prolífica y reconocida crítica María Paula Zacharías presentó en la Isla de Ediciones sus libros Entrevista con el arte y Estado del arte. La mesa en la que el magnífico Yuyo Noé leyó varios párrafos de artistas entrevistados por Zacharías también contó con la presencia de Dalila Puzzovio y Catalina León, quien dijo: "El arte intenta dar cuenta de la complejidad de la existencia y trata de sumarle capas de sentido a una tendencia mundial que es la homogeneización. La función de los artistas es entender esa complejidad y entender que hay capas y singularidades, y periodistas como Paula Zacharías hacen accesible ese lenguaje sin quitarle magia". Gran elogio.
También se exhibe el libro de tamaño excepcional (denominado Sumo, debido a razones obvias) de David Hockney, editado por Taschen. El libro, que necesita un exhibidor acorde a su tamaño, cuesta 3250 dólares. Lo más probable es que no se consiga en los puestos de Parque Rivadavia. El homenaje en vida a Hockney es una de las ediciones espectaculares que pueden alcanzar los libros objeto.
La parte menos tradicional tiene una preferencia especial por la edición independiente. Juan Pablo Mariano, que edita sus fanzines en papel fotocopiado bajo el nombre de Are you a cop or what (que desarrolla el amor o desamor gay a través de poemas y reflexiones), está a cargo de Pulso que coordina, en la Isla de Ediciones, a la producción independiente, sobre todo de fanzines, bajo el auspicio de la Fundación Proa. "También incorporamos a editoriales independientes que tienen una relación con los fanzines, como Alcohol y Fotocopias, de Pat Pietrafesa, que también edita este tipo de publicaciones". Pietrafesa es, además, una histórica de la movida punk que en los noventa exponía fanzines en Congreso. Actualmente es bajista de Kumbia Queers.
–El fanzine está revitalizado a pesar de que se podría pensar que esa producción artesanal podría estar perimida. ¿A qué lo atribuye?
–Se trata de la necesidad de las personas de manifestarse. De expresarse. Hoy el fanzine está marcado, también, por ciertos activismos políticos y que los usan como soporte para poder plasmar esas intervenciones ya sea por la ilustración, la fotografía o los textos. Hay una movida de ferias y una necesidad de autogestionarse.
–Por otro lado también hay una cuestión de costos.
–Claro. No tienen la misma lógica que los libros desde el costo de producción a las regalías, ya que el cien por ciento de la producción queda para el autor y que no se rige por los porcentajes que cobran las librerías o las distribuidoras. Son proyectos que le pertenecen por completo al autor.
La experiencia de la redacción se tornó real en Proa21 a través de El Flasherito, que sus miembros vocean en ArteBA para vender cual canillitas del siglo XX, logrando también la experiencia de la performance. Francisco Piro Jarmillo y Leopoldo Estol son dos de los editores de una publicación que ya tiene 17 números y que en esta última edición contó con el dibujo de tapa de Muriel Bellini.
–El Flasherito, ¿tiene un carácter artístico, uno periodístico, una mezcla de los dos?
–Yo tengo dos definiciones según quien habla en el diario porque es bastante heterogéneo –dice Jaramillo a Infobae Cultura–. Yo soy periodista, hace quince años vivo en redacciones, en la agencia de noticias y Leo hace quince o veinte años vive en estudios y en la calle con su arte
–El diario surge como un proyecto para comprometer palabras que en otro momento por ahí eran dichas sin compromiso y para hacernos más cargo de nuestras opiniones y de las distintas problemáticas que hay en el arte y a partir del arte en la sociedad –dice Estol.
–¿Cómo funcionó el trabajo en una redacción?
–Fue muy provechoso porque era una fantasía tener una redacción y además la hicimos con la cintura que te da el arte contemporáneo de poder de hacer algo serio a algo con más humor y más fantasía. En lo práctico estuvo buenísimo porque hacer reuniones de redacción, a la luz de la precarización, se va perdiendo. Esa cosa de hablar, de proponer un tema y que todos vayan sumando ideas es algo que poder tener una redacción nos permitió.
Como se ve, del diario al fanzine, de la redacción de periodistas al libro-objeto, la Isla de Ediciones permitió una vez más la posibilidad de conocer qué pasa en la relación editorial y el campo artístico. Una relación que no deja de ser productiva y provechosa.
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