La palabra "emoción" es tal vez la palabra que más repite y esa insistencia posiblemente tenga que ver con las razones que hay detrás de sus poemas pero también por lo que sus lectores le entregan cada vez que se presenta en un teatro a leer sus versos. Aunque es muy joven (nació en Segovia, en 1992), el nombre de Elvira Sastre ya tiene su pequeña y rotunda historia en la literatura española y es también un sello en Latinoamérica para lectores y lectoras ávidos de poemas que le pongan palabras a sus sentimientos. Estos días, la autora de La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo, otros libros de poemas y la reciente y premiada novela Días sin ti, estuvo en la Argentina, en donde participó en una mesa del tercer Congreso de la Lengua que se llevó a cabo en Córdoba y también en Buenos Aires y Rosario, donde se presentó en teatros que la recibieron con salas colmadas de sus fans.
"El lector de poesía es alguien muy agradecido porque tú le estás poniendo palabras a cosas que le pasan y que no sabe explicarlas", dice la joven y exitosa autora española, quien, durante su paso por Buenos Aires, estuvo en el programa Vidas Prestadas, de Radio Nacional, donde además habló de las diferencias entre escribir poesía y narrativa, de su nueva novela que a través de la relación de una abuela con su nieto vuelve al tema de la posguerra española y de lo difícil que se les hace a las mujeres muchas veces destacarse en la literatura, es decir, de cómo permanentemente se le pide que de explicaciones porque le va bien. "Siempre he tenido la sensación, sobre todo ahora con el premio, de que tienes que justificar todo el rato que mereces estar donde estás y dar motivos de que estás ahí. Y eso a los hombres no les pasa", afirma.
Lo que sigue es la transcripción de la entrevista, que también puede escucharse aquí.
— ¿Cuándo y cómo se hizo poeta Elvira Sastre?
— Bueno, ustedes aquí en Argentina me conocieron por La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida pero cuando se publicó ese libro, yo ya había publicado unos cuantos libros antes que en España también fueron muy bien y creo que fueron los que consiguieron un poco que diera ese salto a Latinoamérica. Al final, ya en poesía como en narrativa yo siempre escribo de las emociones y me gusta mucho explorar ese mundo y ver qué tiene que contarme, porque creo que son emociones que a veces no se exploran del todo, quizás por miedo o por rechazo y a mí, pues, no sé, me gusta meterme de cabeza. Entonces creo es de ahí que viene un poco todo este tema de la poesía.
— ¿Y cómo se dispone un autor a escribir poesía? Porque de pronto uno puede imaginar para narradores y ensayistas una especie de rutina, que incluye disciplina. Pero, ¿cómo es la vida del poeta?
— Bueno, creo que es distinta, por lo menos para mí. Yo nunca me he sentado a escribir un poema sino que es el poema el que ha venido y me ha dicho "bueno, siéntate y escríbeme que estoy aquí". Yo creo que es un poco esa respuesta incluso a veces casi física, es algo que sientes dentro que tiene que salir y tienes que vomitar de alguna manera y ahí es donde te puede pillar donde sea. En ese sentido la narrativa es totalmente distinta, como dices, sí que requiere esa constancia y esa tenacidad.
— Y disciplina.
— Sí, totalmente, totalmente. No sale tan fácil, entre comillas.
— ¿Acaso sentís que la poesía te sale fácil?
— Me sale de una manera muy sencilla, luego ya ponerle palabras quizás es un poco más complicado, pero el impulso sí que sale. Y es verdad que cuando me cuesta o lo veo complicado, que también puede suceder, no la escribo, porque siento o que no es el momento o no puedo decir lo que quiero decir entonces directamente lo dejo. Y seguramente pues llega un momento en el que ya me sale.
— ¿Y cómo se sabe cuándo una serie de poemas se convierten en un libro?
— Bueno, yo creo que al final el poeta lo sabe. Se busca siempre algo un poco conceptual, como en el caso de La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, que creo que es el libro más conceptual que tengo, porque los otros sí que mezclan más temáticas, pero ese libro está escrito en tres meses, viene de una ruptura muy grande y es muy monotemático. Entonces ahí sí que yo sabía perfectamente cuándo empezaba y terminaba el libro. Pero nunca he escrito pensando en un libro, los poemas los escribo de manera aislada, luego ya cuando los tengo juntos es cuando veo si eso tiene cabida en un volumen completo o bien algunos quedan fuera.
El poeta debe ser alguien con esa capacidad emocional de ponerle palabras a las cosas pero siendo consciente de que ahí hay un viaje que puede costar
— Hay como un estereotipo de la figura del poeta o de la poeta que los asocia a los sentimientos más trágicos. ¿Se puede ser un poeta feliz?
— Se dice que somos un poco dramáticos, yo creo que más que dramático o feliz o triste, al final un poeta es una persona que debe ser muy emocional porque estás poniendo palabras a las emociones y a los sentimientos y hacer eso también requiere un esfuerzo y un viaje interior que bueno, que hay que hacerlo. Porque es complicado. Yo nunca he escrito un poema y me ha resultado fácil en el sentido de que no me ha costado, pues, o de pasarlo mal incluso. Hay veces que me han pasado cosas en la vida por las que he retrasado el momento de sentarme a escribir sobre ello porque sabía que me iba a doler mucho y no estaba preparada. Entonces, el poeta debe ser alguien con esa capacidad emocional de ponerle palabras a las cosas pero siendo consciente de que ahí hay un viaje que puede costar.
— Cuando el poema llega, ¿lo hace con una lapicera en la mano? ¿Con la computadora? ¿Puede llegar en medio de la noche?
— Siempre intento tirar del ordenador o del teléfono porque además yo tengo en la muñeca un problema que, cuando escribo a mano, se me hincha un montón y me duele mucho, entonces no puedo escribir a mano porque no me sale.
— ¿Es un problema de salud?
— Sí, es un problema físico, desde hace tiempo ya. Entonces en las firmas lo paso un poco regular por eso y lo tengo que controlar. Pero a la hora de escribir me hace bien siempre el ordenador, ya le tengo tomado el pulso al teclado y si no puedo tener el ordenador, sé que en el móvil puedo hacer alguna anotación. Pero necesito el teclado.
ROSARIO,
la poesía también es rock. Gracias por conseguir que esto parezca algo sencillo, con lo difícil que es.
Hoy terminamos este periplo en Cúspide, a las 18h.
Os esperamos. pic.twitter.com/vARvetPZ0z— elvira sastre sanz (@elvirasastre) April 5, 2019
— ¿Y puede pasar que ese poema llegue en medio de la noche? ¿Te pasa de despertarte con un poema?
— Sí, me ha pasado alguna vez y me da mucha rabia porque a veces en el duermevela digo "he soñado con una frase que es la mejor que he escrito en mi vida" y luego se me olvida en ese segundo. He llegado a soñar hasta que escribía canciones y demás y digo, es ésta y luego se te olvida. Eso sí que me ha pasado. Y también recuerdo una vez que apareció en la sala del médico, donde siempre tienes que esperar mucho para que te atiendan, pues justo en ese momento me llamaron enseguida. Me dio mucha rabia porque estaba escribiendo eso y nada, salí de la sala de espera, tenía un montón de cosas que hacer esa mañana pero las pospuse todas porque me senté en una plaza y me puse a escribirlo porque además es algo como un poco veloz.
— ¿Y cuándo fue la primera vez que aparecieron esas musas, cuántos años tenías?
— Era pequeña eh, yo creo que viene también un poco derivado de la lectura, porque era una niña que leía mucho, y eso al final te crea un mundo interior que en algún momento explota y sale. Y eso se juntó con la adolescencia y los amores imposibles. Pues, te puedes imaginar, no puedes confesarlos y allí encontré yo en la poesía un canal de desahogo que fue maravilloso.
El lector de poesía es alguien muy agradecido porque tú le estás poniendo palabras a cosas que le pasan y que no sabe explicarlas
— ¿Y cómo qué pasa con el poeta cuando está hablando de sus propios sentimientos pero piensa en llegar a toda clase de lectores, de todo género, con todo tipo de elección sexual?
— Es que nunca he escrito un poema pensando en el lector. La narrativa es distinta, la novela sí que se escribe para contar algo a alguien, pero para mí la poesía es para contarme cosas a mí misma. Lo que pasa es que eso queda publicado, se hace público y la gente lo lleva a su terreno. Al final el lector de poesía es alguien muy agradecido porque tú le estás poniendo palabras a cosas que le pasan y que no sabe explicarlas, a mí me pasa cuando la leo. Las emociones son universales y las compartimos todos y por ahí te ves identificado.
— Habitualmente los poetas se reúnen para leer y quienes están del otro lado son o bien otros poetas o bien lectores de poesía, que no suele ser un público masivo. ¿Cómo es esto de leer en voz alta tus poemas en salas llenas de gente?
— Pues es una experiencia la verdad que da un poco de vértigo y es muy emocionante, muy bonita, porque se crea ahí una sinergia entre el público y los que estamos en el escenario que no rompe ni un ruido y solamente se termina, bueno, o comienza cuando empieza ese aplauso detrás de cada poema que te hace sentir como comprendido. Yo creo que tanto el público como los que estamos arriba nos sentimos comprendidos los unos con los otros aunque no nos conozcamos de nada y es esa identidad y esa identificación lo que te da cierta seguridad, yo creo.
— ¿Cómo se explica que se llenen los teatros para escuchar leer poemas?
— Pues no sé por qué pasa, la verdad, creo que somos muy afortunados de poder conseguirlo teniendo en cuenta también pues toda la situación tan crítica económica. Y aun así la gente responde con ese cariño y esa devoción absoluta. No sé, a mí el público argentino me parece de los mejores que hay.
— Escribís poesía, narrativa, sos traductora: ¿qué sentís que te pasa con las palabras?
— Bueno, es algo a lo que le tengo muchísimo respeto y merece toda mi atención y además no se puede pensar que es todo igual, al final hay miles de maneras de atacar una palabra y de trabajar sobre ella y en eso, pues, la traducción es un ejemplo, los trabajos académicos son otra, la poesía es otra, la narrativa es otra y al final me hace sentirme conectada con eso que de pequeña me dio tanto. Entonces no me cabía duda cuando tuve que elegir una carrera que quería hacer algo que estuviera relacionado con las letras.
— Tu primera novela se llama Días sin ti, acaba de ganar el Premio de Novela Seix Barral, y narra un vínculo especial entre una abuela y un nieto. ¿Cómo surge la historia?
— Bueno, surgió de manera natural, no era muy buscado. Sí es verdad que tenía claro desde el principio que iba a haber ahí una historia paralela porque me parecía más interesante a la hora de explorar, al final son dos historias que se cruzan sin tocarse. Y bueno, siempre me apasionó esa relación de los abuelos con los nietos.
A veces también se nos olvida que son nuestras abuelas pero también son mujeres. Y han sido jóvenes y han tenido su experiencia y no han sido toda la vida una abuela
— ¿Qué es lo que te emociona o te interesa de esa relación? ¿Lo que tiene que ver con el legado? ¿Lo que tiene que ver con la memoria?
— Bueno, es un poco todo. Es que a mí la gente mayor es algo que me puede. Y me da mucha pena ver cómo se les trata en ocasiones tanto por parte de la gente como por parte de las instituciones, hay muy poco respeto, por lo menos en España. Eso me apena mucho. Yo tengo mucha relación con mis abuelos y con mi abuela desde bien pequeña, la sigo manteniendo aunque no vivamos en la misma ciudad, y para mí y para mi familia son pilares fundamentales. Y es que a veces también se nos olvida que son nuestras abuelas pero también son mujeres. Y han sido jóvenes y han tenido su experiencia y no han sido toda la vida una abuela, entonces a veces solamente las vemos como abuelas y no como mujeres.
Hay mucha gente anciana que todavía tiene miedo y que está muriéndose en silencio y no contando cosas porque tienen ese miedo metido adentro
— Uno de los temas que atraviesa la novela tiene que ver con la memoria de la Guerra Civil, con la posguerra. Naciste ya con democracia en España. ¿Cómo vive tu generación lo que quedó de aquel conflicto cuando todavía hay discusiones en relación a, por ejemplo, sacar los muertos de donde están enterrados o cuando aún no se puede determinar dónde están los restos de Federico García Lorca y otros?
— Para mí en particular es una vergüenza absoluta cómo se trata este tema. Como las discusiones por sacar a Franco de donde está enterrado mientras hay un montón de familias que no saben ni siquiera dónde están los restos de los suyos. Ya de gente anónima como de gente como Lorca, que también es una cosa muy vergonzosa y que parece que al país le da igual, a las instituciones, en este caso. Es algo por lo que hay que luchar, no podemos dejar que se olvide porque al final es una historia, o sea está vivo, es algo que la gente de mi generación sabe que les ha pasado a nuestros abuelos, que siguen vivos. Entonces no podemos dejar que eso se pierda porque hay mucha gente anciana que todavía tiene miedo y que está muriéndose en silencio y no contando cosas porque tienen ese miedo metido adentro. Me parece algo tan triste que esto pase, que no sientan seguridad por parte de su país y que no tengan tranquilidad esas familias que tienen desaparecidos. No me cabe en la cabeza que siga siendo así.
— Y qué pasa con la otra parte de la sociedad, aquella que sí apoyó al franquismo y que también tiene hijos y nietos que no necesariamente piensan del mismo modo. ¿Hay una grieta entre los hijos y los nietos de aquellos desaparecidos y los hijos y los nietos de los que apoyaron al franquismo?
— Yo creo que hay mucha crisis de identidad, al final uno no tiene por qué ser igual a como fue su abuelo, su abuela, su padre o su madre ni su hermano. O sea, somos seres individuales. Se han dado casos de gente que por parte de padre eran franquistas y por parte de madre eran del otro lado, ¿no? Eso a mí no me ha tocado por suerte pero imagino que tiene que ser una crisis de identidad absoluta. Entonces, al final lo que se ha hecho es lo que pasa siempre cuando hay sentimientos de este estilo y es que se tapa, luego salta y es la grieta de la que hablas tú. Y creo que eso es lo que pasa en España, que todo el tema de la guerra no se ha curado porque no se ha hablado de ello y entonces sigue muy vivo y ese debate se destapa una y otra vez y vuelve a haber enfrentamientos. En vez de haber aprendido de ello, pues, parece que vamos otra vez a lo mismo.
— Contame un poco cómo fue la cocina de Días sin ti hasta que llegó el premio. Es decir, cómo se te ocurrió escribir una novela y cómo fue escribirla.
— Fue un proceso bastante largo, estuve unos tres, cuatro años. Surgió un poco como un desafío porque me veía ya entre comillas segura con la poesía y cómoda y eso no me gustó porque no me quiero ver en la literatura como que ya sé todo, no quiero eso, necesito saber que tengo un estímulo y que tengo cosas que aprender y cosas que no he hecho nunca y que puedo llegar a hacer. Y en este caso la novela fue un poco esa puerta a algo nuevo. Al final salió bien.
— ¿Qué es un premio para vos?
— Yo creo que un reconocimiento, es algo ajeno a la escritura, no tiene nada que ver. Yo escribiré y seguiré escribiendo, reciba premios o no; para mí no tiene importancia a la hora de crear, pero sí que es verdad que te da esa seguridad y ese respaldo y ese quizás prestigio que es complicado conseguir en el mundo de la escritura sobre todo siendo joven y demás y siendo mujer, pues no te cuento. Entonces contar también con ese respaldo es muy importante también para la seguridad como escritora.
— Decís "siendo mujer no te cuento": ¿por qué?
— Bueno, porque está claro ¿no? Lo bueno del premio es que es anónimo entonces no se sabe pero la verdad es que luego se ve: no te hablan de la misma manera, no te dan las mismas oportunidades y muchas veces me veo muy ajena en los sitios a los que me invitan porque son todos hombres mayores de traje, de chaqueta, y tú estás ahí, y además te tratan incluso con condescendencia… Y también siempre he tenido la sensación, sobre todo ahora con el premio, de que tienes que justificar todo el rato que mereces estar donde estás y dar motivos de que estás ahí. Y eso a los hombres no les pasa.
— ¿Y cómo respondés cuando sentís esa presión?
— Bueno, pues con rabia, no me gusta. Y siempre he dicho que no me gusta que me destaquen por ser mujer. Entiendo lo de la juventud porque es algo a destacar pero al final el libro es un libro, aquí no saben quién lo ha escrito si yo tapo el nombre: son palabras, ¿no? Eso no tiene cabida. Entonces cada vez que me dan la oportunidad, como hice en el Congreso de la Lengua en Córdoba, leo un poema de corte feminista. Porque de repente me vi en la mesa con muchos hombres, en el público había muchos hombres, entonces dije: pues voy a aprovechar este momento voy a leer este poema.
— Hace un par de semanas publicamos en Infobae dos notas escritas por María Ángulo Egea en España a propósito de cómo algunas autoras se empiezan a reconocer más ahora a partir de las más jóvenes justamente, como si hubiera también un momento de explosión de la literatura no de mujeres sino escrita por mujeres.
— Sí claro. Bueno, esa diferencia que todavía te siguen hablando de la literatura para mujeres y no hay cosa que me dé más rabia. Pero es verdad que debido al momento que vivimos ahora que se ha combinado con el momento de la literatura también, que ha explotado un poco en los jóvenes, pues se han recuperado ciertos nombres. De repente han hecho ediciones de autoras como Gloria Fuertes, se las ha puesto en el lugar que merecían y se les está dando ese respeto a esas escritoras.
— ¿Cuáles son hoy los circuitos que legitiman a un escritor? Mencionabas que un premio es un reconocimiento pero que uno escribe más allá de los premios. ¿Cuándo se siente alguien escritor o escritora hoy en España?
— Yo creo que al final la relación directa es del autor con los lectores. Porque hay veces que también parece que si tienes muchos lectores, que es algo que también siempre me llamó mucho la atención, parece que tu literatura es peor, que es algo que si te paras a pensarlo no tiene mucho sentido: si hay gente que te lee será que algo tienes que tener. Entonces creo que al final todas esas son cosas que están ahí alrededor y lo que importa es que tú tengas, sea un lector o sean cien lectores, pero que tengas a alguien a quien has conseguido emocionar, has conseguido enseñar algo y esa persona siente ese agradecimiento. En el momento en que tienes un lector, que consigues crear eso en él, para mí ya eres un escritor que mereces todo el respeto del mundo.
— ¿Y cómo te caen las críticas?
— Bueno, se cuenta con ello ¿no? Porque al final hay mucho elitismo también y hay mucha crítica porque hay muchos estilos y parece que no todos están permitidos entonces bueno, yo siempre agradezco muchísimo las críticas constructivas porque quiero aprender, me viene muy bien pues me dices lo que tú consideras que no hago bien, entonces pues puedo hacerlo bien para lo próximo. Luego ya las críticas que no están fundamentadas y que se basan en ventas o en otras historias que distraen un poco del asunto, no les hago mucho caso.
— Uno de los cuestionamientos que te hacen tiene que ver con el tema redes sociales. ¿Cuál es tu vínculo con las redes, para qué te sirven, qué encontrás en ellas?
— Esas críticas me dan hasta cierta ternura… Porque se nota que están hechas por gente que no está metida dentro del mundo de las redes sociales y de lo maravilloso que tienen y lo que han conseguido, porque es un medio de difusión absoluto y si la poesía está hoy donde está es gracias a que se ha inventado y ha surgido de manera yo creo que no buscada. Que ahí, en las redes, podemos compartir las cosas que hacemos los poetas, los ilustradores, no sé, ha salido ahora una oleada. Y al final también esas críticas se basan mucho en que parece que hay una literatura de redes sociales y yo siempre he dicho que yo no tuiteo un poema, yo escribo un poema en mi soledad, en mi ordenador, sin internet, y lo comparto por ahí, es un medio de difusión, no es un estilo. Entonces, ya te digo, me dan un poco de ternura porque creo que ahí hay cierto rechazo y miedo a lo nuevo.
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