Un divorcio caro, podría pensarse. O una foto desafortunada. Pero hubo dos detalles que convirtieron el asunto en escándalo. Uno fue la foto "del hombre sin cabeza", esgrimida como prueba en el juicio. La otra fue que quien aparecía allí con ese hombre, vestida tan sólo con un collar de perlas, era noble pero, sobre todo, mujer. En la todavía ultraconservadora Inglaterra de 1963, en ese día agitado en que los Beatles corrían con sus flequillos y cuyo anochecer parecía lejano, no había lugar para que se hicieran públicos los amores de Margaret Campbell, Duquesa de Argyll y, mucho menos, sus felaciones.
Más allá de que nunca se supo la identidad del "hombre sin cabeza" (y de las sospechas acerca del Ministro de Defensa, Duncan Sandys, ahijado de Winston Churchill), la lista de posibles amantes de la duquesa que se entregó como prueba a la corte incluía los nombres de 88 hombres, entre ellos dos ministros y tres miembros de la realeza. Ella, por su parte, relexionaba, en Forget Not, su autobiografía publicada en 1975: "Tenía fortuna, era bella. De joven fui fotografiada constantemente, se escribió sobre mí, fui halagada, admirada e incluida en la lista de las 10 Mujeres mejor vestidas del mundo. Hasta fui mencionada por Cole Porter en la letra de You're the top" (aquella obra maestra donde se compara a la amada con la Mona Lisa y el Pepsodent, entre muchas otras cosas). En rigor la mención no estaba en la letra de Porter sino en la adaptación británica hecha por el escritor P. G. Wodewouse, quien había reemplazado el verso original "You're an O'Neill drama / You're Whistler's mama!", por "You're Mussolini / You're Mrs Sweeny" (en ese entonces era la esposa de Charles Francis Sweeny y ya era bastante famosa por sus numerosos y destacados amantes).
"Era un argumento ideal por su cualidad arquetípica", afirmó el compositor Thomas Adés a la revista especializada Gramophone en 1995, cuando se estrenó su primer ópera. Su proyecto inicial había sido una adaptación de Lolita, de Vladimir Nabokov, pero, en sus palabras, "el problema con Lolita es que la esencia del libro descansa en su texto y no en lo que le sucede a los personajes". Cuando el libretista Philip Hensher le sugirió como tema la vida de Margaret Campbell, Adès reconoció inmediatamente su potencial. "Su vida era, en sí misma, la exageración grotesca de lo que constituye a muchas de las heroínas operísticas y, en ese sentido, lo dramático se hizo de pronto evidente. Tal vez fue por eso que Philip Hensher y yo no nos preocupamos por hacer una investigación histórica detallada, confiando más bien en nuestra intuición acerca del camino que la ópera debía tomar."
Adès tenía en ese momento 24 años. A los 22 había ganado el segundo premio como pianista en la competición Músico del año de la BBC y tal vez haya sido una de las apariciones más explosivas en el mundo operístico de finales del siglo XX. Hoy, Powder her face (Empolvarse la cara, con su doble sentido bien presente) es uno de los clásicos indiscutidos del arte reciente. Y este sábado 23, a las 20, sube a escena en el Centro Cultural 25 de Mayo (Av. Triunvirato 4444) con puesta de la Ópera de Cámara del Teatro Colón que, de paso, celebra así los 50 años transcurridos desde su creación.
Con funciones también el martes 26, el jueves 28, el viernes 29 y el sábado 30, siempre en el mismo horario, y el domingo 31 a las 17, Powder her face se presenta con dirección musical de Marcelo Ayub y puesta en escena de Marcelo Lombardero.
Lombardero, quien además de ser uno de los más destacados barítonos de su generación dirigió el Teatro Colón y el Teatro Argentino de La Plata, ha dirigido escénicamente versiones de referencia de Carmen de Bizet, Don Giovanni de Mozart, y Parsifal y El oro del Rhin de Wagner. En todas ellas aparece una fuerte preocupación por el realismo y, mucho antes de que fuera una tendencia, por las problemáticas de género. "Un director de escena resuelve problemas", afirma. "No hablo de problemas en el sentido de errores sino de desafíos. La manera en que Zerlina es 'cedida' casi de buen grado en el Don Giovanni no se entiende sin el derecho de pernada. Pero hoy eso no está vigente entonces, ¿cómo se dota de sentido esa escena para el público actual? A eso me refiero con desafíos. Y tengo, desde ya, obsesiones. Para mí la ópera es un hecho político. Y muestra políticas, estéticas, de género, sociales. Las relaciones entre los personajes son muchas veces políticas. A mí me importa que un drama no pierda vigencia; hacerlo vivir."
Lombardero, que este año debutará como director de teatro de texto nada menos que en el San Martín, asegura que "en una puesta, más allá de que uno es un intérprete y no un autor, a la manera de un director de orquesta, con su propia visión de la obra pero que va a trabajar sobre la escritura de otro, se trata de distinguir lo que para uno es esencial de lo que es accesorio. Puede ser que para alguien lo importante en La traviata sean las gitanas y toreros o los vestuarios de época. Pero el propio Verdi la ambientó en esa época porque le prohibieron que lo hiciera en la de su presente, 'con gente común en el escenario y en la platea'. Entonces lo que hay que hacer es contar esa historia, la de la elación entre esos personajes, de manera que funcione, que fluya. En el caso de Powder her face, diría, todo es fácil. Se trata de dejar que la música diga lo suyo".
Nada es menos fácil, sin embargo que lograr efectivamente que la música –y los personajes– jueguen su juego. En esta ópera, además del talento del director de escena (que hace fácil lo difícil) hay una rara maestría en la composición y una muestra es un aria genial, precisamente en el momento del "polvo en la cara" (o del "hombre sin cabeza"). Y es que Adès no muestra la felación; la musicaliza. Convierte la supuesta imposibilidad de cantar "mientras tanto" en un dechado de virtuosismo vocal y, claro, de finísimo –y muy británico– sentido del humor. El compositor, como el teórico Mijail Bajtin –o como Guillermo de Baskerville en El nombre de la rosa, de Umberto Ecco– confía en la potencia dramática de la comedia, y, sobre todo, de la ambigüedad.
"De la aparente frivolidad que transcurre en escena surge una expresividad intensa y real", dice. "El juego entre la tragedia y el humor fue alguna vez la norma en la ópera. Hay que pensar, por ejemplo, en Don Giovanni o La flauta mágica, de Mozart, donde momentos de gran intensidad tienen que ver con situaciones cómicas o absurdas, creando una ambigüedad que, finalmente, hace a la verosimilitud de la escena. Hay un contraste con el siglo XIX, donde una cuestión seria debía ser tratada con seriedad y eso vuelve a cambiar en el siglo siguiente. En Lulu, de Alban Berg, por ejemplo, el suicidio del artista o la confrontación final entre Lulu y el Dr Schön, son abordadas como comedia negra."
La estética de Adès puede ser modernista, posmoderna o modernísticamente pos posmoderna; inmensamente compleja o escalofriantemente directa; descarnadamente abstracta o repleta de informaciones y alusiones internas. Siempre, no obstante, es de una inteligencia y un virtuosismo asombrosos. En Powder her face –una ópera sobre una mujer atrapada "en un mundo de perfume y de fantasía y de memoria", en palabras de su autor–, desfilan Carlos Gardel, la Lulu de Berg, Paul Anka, Janacek y Stravinsky, No hay músicas inocentes, parece decir, y es que todo, inevitablemente, remite, como en el título, a otra cosa.
*Powder her face
Centro Cultural 25 de Mayo, Av. Triunvirato 4444, CABA
Sábado 23, martes 26, el jueves 28, el viernes 29 y el sábado 30 de marzo, a las 20 hs, y domingo 31 a las 17.
Dirección musical de Marcelo Ayub y puesta en escena de Marcelo Lombardero.
En las distintas funciones alternarán dos elencos, encabezados respectivamente por Daniela Tabernig y Victoria Gaeta, en el papel de la "duqesa sucia". Cada uno de los otros cantantes –los baítonos Hernán Iturralde y Roman Modzelewski, los tenores Santiago Burgi y Pablo Urban y las sopranos Oriana Favaro y Constanza Díaz Falú– representan cuatro papeles cada uno y la puesta cuenta con escenografía de Noelia González Svoboda, vestuario de Luciana Gutman, Iluminación de Horacio Efron y diseño de video de Natalio Ríos y Paula Rodríguez. La orquesta, por su parte, está integrada por Gustavo Mule y Sebastián Masci en violines, Adrián Felizia en viola, Benjamín Báez en cello, Santiago Bechelli en contrabajo, Matías Tchicourel, Inti Sabev Gorga y Federico Landaburu en clarinetes, el cornista Rafael Medina, Valentín Garvie en trompeta, Alejandro Parra en trombón tenor, Bruno Lo Bianco en percusión, la arpista Gabriela González, Mauricio Jost en bandoneón, Matías Chapiro en sampler y acordeón e Iván Rutkauskas en piano.
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