Pocos espacios de la ciudad pueden atestiguar el paso de figuras como Borges, Jauretche, Pizarnik, Sabina y Liza Minelli o, más bien, solo uno: Clásica y Moderna, la emblemática librería-café, que desde hace ocho décadas acompaña los vaivenes de Buenos Aires y que, a principios de semana, fue desalojada por una deuda, despertando sentimientos de tristeza y añoranza, no solo de diferentes protagonistas de la cultura, sino también de sus clientes, sean asiduos o pasajeros.
Y es que Clásica y Moderna se convirtió en un organismo vivo, no solo por las ideas y los libros, sino también por toda una propuesta cultural que incluía a la música y a la pintura, entre otras ramas del arte.
¿Pero cómo es que un reducto tan destacado llegó a una situación tan difícil? Esta es la historia, breve, de una librería que latió al ritmo de una ciudad, que se convirtió en un faro y que, lamentablemente, por diferentes razones, tuvo su caída, porque nada, por más bonito o especial que sea, parece que pueda durar para siempre.
Los comienzos
La génesis de la librería y café se remontan a 1916, cuando Emilio Poblet Diez abandonó Madrid para llegar a una Buenos Aires próspera, que se abría a los extranjeros como un escape a una Europa sumida en la Gran Guerra. Parte de esta historia, sobre aquel viaje, aquellas sueños y la tristeza de la pérdida puede leerse en La cuna verde, libro publicado por el 75 aniversario de la librería.
Sus hijos Emilio, Francisco y Ricardo se unen a su padre, quien abre diferentes librerías sobre la avenida Callao bajo el sello Poblet Hnos. En 1938 se produce la separación que daría vida a Clásica y Moderna, cuando Francisco Poblet se separa de la sociedad familiar para encarar un proyecto propio y funda, junto a su mujer, Rosa Ferreiro, la librería que se convertiría con 80 años de historia, de historias, en un emblema de la cultura porteña.
El auge
En su histórica sede de Callao 892, CyM afianza su espacio a partir de especializarse en el rubro humanidades, ya en la década del 50. Así, sus pasillos fueron recorridos por escritores y políticos significativos de la época y que con el tiempo se convirtieron en referentes como Manuel Mujica Lainez, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Alejandra Pizarnik, Arturo Jauretche, José "Pepe" Bianco, Beatriz Guido, Alberto Girri, Enrique Pezzoni, Juan José Hernández, Juan José Sebreli, Oscar Hermes Villordo, Ernesto Schoo, Liliana Heker, Ana María Shua y Sylvia Iparraguirre, por nombrar solo a algunos.
Durante la última dictadura militar, el espacio se convirtió en un lugar donde se podían debatir y compartir ideas, un espacio seguro para seguir soñando un futuro mejor. Cuando en 1980 muere Francisco, sus hijos, Natu y Paco Poblet, toman el timón de lo que el filósofo Santiago Kovadloff denominó como "una universidad en las sombras" y comienza una época en donde las letras siguen siendo la figura principal, pero se suma el café-bar y los espectáculos nocturnos, que elevaron aún más su estatus mitológico.
Con el regreso de la democracia en 1983, los escritores que vuelven al país tras años de exilio vuelven a poblar su sala y a presentar y leer sus libros, que ya no deben ser pasados de mano en mano como si fuesen un herramienta para el delito, reaparecen en los anaqueles. La propuesta de Clásica es vibrante: cursos, conferencias, debates y presentaciones, esta vez, a puertas abiertas, la regresan al lugar de privilegio que se había ganado en épocas pasadas.
A fines de aquella década, la librería de los hermanos Poblet se expande en el mundo cultural y comienzan los espectáculos musicales, las muestras de pintura, con un bar-restorán como eje. Del proyecto y la imagen interior, se encarga el diseñador Ricardo Plant, y el 25 de mayo de 1988 comienza la última gran era.
Además de se significado patrio, el 25 de mayo se resignificó y se convirtió en una fecha para el encuentro. Así lo explica el escritor y periodista cultural Patricio Zunini a Infobae Cultura: "Hacía un locro enorme, cerraba la librería e invitaba a un montón de gente. Escritores, editores prenseros, amigos, artistas. Se convertía en una romería, era un festejo muy lindo, como si fuese su cumpleaños".
A cargo de aquella programación estuvo Ana Albarellos, quien en diálogo con Infobae Cultura, recuerda: "Ingresé en mayo de 1988 y estuve allí hasta el 2017, cuando fui despedida". Si bien no puedo evitar la tristeza por lo que sucede -y sucedió- en la librería, su voz, a través del teléfono, se llena de vida al recordar aquellas noches que nunca se borrarán de su memoria.
"Entonces hacíamos todo con Natu y Paco, que era mi pareja", dice. "En realidad, nunca sabías bien qué podía suceder": "Teníamos el espectáculo Tres mujeres, en el que cantaban Amelita Baltar, Susana Rinaldi y Marikena Monti. Era un show que venía desde los 60 y que habíamos recuperado con mucho éxito. Una noche recuerdo que estaban en medio del espectáculo y llegó Joaquín Sabina y, como es él, con ese espíritu siempre inquieto, termina cantando con ellas" y retoma, "lo mismo sucedió una vez que cantaba Adriana Varela, una noche en la que Sabina termina subiendo al escenario e improvisaron un show muy emotivo, muy especial".
Otras de las historias increíbles incluye a Liza Minelli, en su primera visita al país. "Un lunes me llama Lino Patalano y me pregunta '¿tenés algo para el martes?'. 'Nada', le dije. Y me respondió: 'Te pregunto porque Liza quiere ir'". Fue un único show, a puerta cerrada, al que asistieron un grupo de invitados selectos: los amigos de la casa.
Sandro también dejó su huella, no solo con su voz, sino también con su piano personal: "Había un piano vertical, Sandro lo vio y le pareció impropio. Entonces le dijo a Paco: 'tengo un piano de cola, que usé por mucho tiempo, pero ya no más'. Al otro día, el piano de Sandro estaba ahí".
Enumerar los shows que resonaron entre sus paredes sería un ejercicio perpetuo o más digno de un libro conmemorativo, pero por allí también pasaron Mercedes Sosa, Alberto Favero, Paquito D'Rivera, Baby López Fürst, Chico Novarro y Ligia Piro, quien hizo su debut como cantante en el local de Callao.
En noviembre de 1999 muere Paco Poblet y en 2001 se constituye una nueva sociedad integrada por su hermana Natu, que continúa al frente de las actividades culturales, y por el empresario Horacio Haran, a cargo de la Administración General de la Empresa.
Clásica y Moderna fue reconocida como Sitio de Interés Cultural por la legislatura porteña en 1988 y distinguida con una Mención Especial Letras otorgada por la Fundación Konex en mérito a su trayectoria, en 2004. Además, la librería-café es incluida en el grupo de Librerías Notables de Buenos Aires y en la selecta lista de 36 Bares Notables.
Omara Barra fue asistente de producción de Natu Poblet en Leer es un placer, el clásico programa cultural de radio que pasó por varios emisoras. A partir de esta relación, pudo organizar las noches de los lunes el espacio "Intervenciones literarias no convencionales", que era la forma "de presentar escritores desde otro lugar".
"Era como el 'under' de Clásica -cuenta Barra a Infobae Cultura-, aunque a Natu no le gustaba mucho esa expresión. Pero la realidad era que allí podían acceder autores y artistas que quizá no se asociaban a Clásica". Y agrega: "Natu era sobre todo una apasionada de la lectura, más que una administradora, y esa pasión no era estática. Era una mujer joven de cabeza y por eso siempre estaba buscando nuevos autores". En ese sentido, recuerda Barra, pasaron por allí escritores que hoy son reconocidos, pero entonces recién comenzaban como Julián López, Samanta Schweblin y Gabriela Cabezón Cámara, Vera Giaconi y Selva Almada, entre otros.
La caída
En 2017, falleció Natu y su marido, Alejandro Monod, quedó al frente del establecimiento. Allí comenzó una crisis que llevó al desalojo y el cierre del lugar. En diálogo con Infobae Cultura, Enrique Avogadro, Ministro de Cultura de la Ciudad, comentó: "Hay una cuestión familiar en lo que le sucedió a Clásica. Sin Natu, la librería dejó de estar en el mapa de la cultura o lo hizo con menos fuerza y eso se notaba".
Fernando Monod, ingeniero zootecnista de profesión, es el hermano de Alejandro, quien tras la muerte de su esposa la sucedió en la librería por unos meses, pero debió ceder el control debido a una enfermedad: "Es un momento muy difícil. Me hice cargo de la librería el año pasado, debido a la enfermedad de mi hermano, y en diciembre nos enteramos de esta deuda y buscamos diferentes maneras de llegar a una solución que, al día de hoy, no encontramos".
La deuda, que ascendería a cientos de miles de pesos, no tiene una cancelación sencilla. "Con la muerte de Natu cambió todo", explica Ana Albarellos, quien no pisa Clásica desde hace un año, cuando junto a otra decena de trabajadores fue despedida: "Lo que pasó con la librería es la crónica de un muerte anunciada. Todos los que trabajamos ahí sabíamos que no podía terminar bien. Además, de la deuda con el dueño del lugar, hoy hay 12 juicios en progreso, no solo de muchos trabajadores, sino también de la AFIP y de algunas editoriales".
Susana Rinaldi, en diálogo con BAEnegocios, comentó: "Es un pedazo de vida que de golpe se va de viaje, es la consecuencia de la división que existe entre los que crearon Clásica -que no lo hicieron por un interés comercial, abrazaban la cultura- y el dueño actual. Íbamos los que amamos la música y la cultura. Muertos los dueños, quedó en manos de alguien al que sólo le importaba extraer dinero, nunca vió a Clásica como lo que fue".
Por su parte, Fernando Monod está intentando cambiar la historia de los últimos años de la librería: "Logramos que los abogados nos den un mes más para saldar la deuda. Estamos buscando un socio para salvar el lugar y el trabajo de las diez familias que trabajan acá. Teníamos unos interesados, pero es difícil con la persiana baja".
El futuro de la librería es incierto, pero el anuncio de una posible intervención estatal por parte de Avogadro generó un poco de esperanza entre los amantes de la cultura. Mientras tanto, aquellos que pasan por su puerta y ven la persiana baja no pueden hacer otra cosa que mirar hacia otro lado; las heridas, a veces, son muy duras como para enfrentarlas.
"Creo que todos los que amamos a Clásica y Moderna estamos aportando nuestro granito de arena para salvarla. Es lo menos que podemos hacer", finaliza Albarellos.
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