Pocas veces se producen muestras en lugares mainstream, como el Malba -que, por ejemplo, fue el elegido para que las primeras damas del G20 disfruten de su acervo-, que se conviertan en sitios de encuentro de artistas, curadores y público con un ánimo creativo. Es lo que sucedió con la exposición retrospectiva de Pablo Suárez en el museo de la avenida Figueroa Alcorta 3415 que durante los meses que duró cumplió ese objetivo y que hoy llega a su fin. Tal vez las obras, esculturas y pinturas expuestas en el Malba, pertenecen a una actualísima contemporaneidad. Suárez, nacido en 1937, falleció en 2006.
Ahí están esas esculturas de personajes que golpean por su realismo al espectador: jóvenes desnudos cercanos a los márgenes, subidos a un tren en movimiento, mirándose al espejo como modernos Narcisos, seres que no pierden en esas circunstancias la ternura. Y los ojos, esos ojos abiertos en varones y mujeres que interpelan a la mirada misma del público. También pinturas figurativas que retratan plantas, paisajes solitarios en una habitación. Y más.
Jimena Ferreiro y Rafael Cippolini, curadores de la exhibición, decidieron darle un cierre el jueves 21 y viernes 22 con unas Jornadas Pablo Suárez, realizadas en la biblioteca del museo, que congregaron a artistas en torno a su obra y su figura. El viernes Laura Batkis, íntima amiga y colaboradora del artista, recordó el ánimo de contemporaneidad que inspiraba a Suárez, quien mantenía su taller y su vida en Colonia, Uruguay. Durante su juventud, Antonio Berni había sido su mentor.
Luego de exponer en el Di Tella, colaborar en la mítica La Menesunda, formar parte de una generación de artistas que no era indiferente a los acontecimientos políticos que atravesaban la década del sesenta, junto a otros colegas decidió abandonar la escena. Después regresó: tenía mucho que mostrar. Y volvió su mirada a los artistas jóvenes y no abandonó ese vínculo. El lunes 25 baja definitivamente la muestra. Acá, algunas de las obras que formaron parte de esta gran exhibición.
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