Por Gabriel Tuñez
Lila Downs ya era una cantante famosa en México cuando en 2002 su figura se volvió conocida mundialmente por su papel Frida, la película que tenía como actriz principal a su compatriota Salma Hayek. Además de actuar, su interpretación de la canción "Llorona" fue premiada con el Oscar y el elogio de Chavela Vargas, "La Chamana", que la declaró su heredera.
Hija de una cantante indígena y de un pintor estadounidense de origen escocés, Lila Downs pasó, y sigue haciéndolo, la mitad de su vida entre México, donde nació, y Estados Unidos. Canta en español y en inglés, y sus canciones poseen el ritmo y la fuerza de la lucha indígena y de las mujeres latinoamericanas. Además de cantante y actriz, es antropóloga.
Hoy, a las 19:30, saldrá al escenario del Teatro Colón para actuar en la segunda edición del Festival Únicos, en el que participarán artistas nacionales e internacionales en formato sinfónico. Antes de llegar a Buenos Aires, Downs habló con Infobae Cultura:
—¿Cómo vive el momento previo al concierto sinfónico que dará en el Teatro Colón?
—Con muchos nervios, porque es un recinto legendario y porque cantaré ante un público que quiero mucho de verdad. Y es muy emotivo por el honor que significa que en Argentina se me respete de esa manera. La historia de nuestros países son similares y tenemos puntos de encuentro que sea dan, por ejemplo, por medio del arte.
—Se presentará en un escenario en el que, entre otros artistas, cantó Mercedes Sosa, con quien cantó "Razón de vivir" y "Tierra de luz". ¿Qué significa eso para usted?
—Me emociona tanto poder comunicarme allí con ella. Mercedes ha sido una artista y una mujer a la que admiré mucho. Seguramente estará sobrevolando la sala del Colón.
—Llega a la Argentina en una época en la que las mujeres salieron masivamente a las calles durante los últimos años para reclamar, entre otras reivindicaciones, por la igualdad de género, el fin de la violencia machista y la legalización del aborto. ¿Cómo ha visto esta realidad?
—Es un momento único en la historia de la mujer. Hay una gran repercusión de nuestras exigencias, hay cambios en las legislaciones y actitudes que se están modificando en generaciones de jóvenes. Hay una actitud de tomar cartas en la lucha de las mujeres por sus derechos y eso es muy emocionante. Falta mucho por trabajar pero es una muestra del cambio que se viene.
—¿Cómo analiza la realidad de México después de la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador?
—La mayoría ha votado por alguien que proteja las causas del pueblo mexicano e indígena, pero creo que miles de años de prohibiciones sobre la libertad son imposibles de cambiar de la noche a la mañana. El poder siempre ha estado en manos de apenas unos cuantos que han saqueado mucho. Si leemos la historia de México, esa es la realidad. Y es algo difícil de cambiar porque está en nuestro ADN. Pero tengo fe de que se logre.
—Se encuentra escribiendo un libro. ¿Qué tipo de estilo aparece en ese trabajo? ¿Se trata de un proceso similar al de escribir canciones?
—Estoy escribiendo a diario, generalmente durante la mañana, que es cuando me llega más la inspiración. A veces surge un estilo de ficción y otras, no. En toda mi vida la música ha sido una gran terapia. Si veo hacia atrás puedo ver que he compuesto canciones en momento en que estaba muy enojada. Componer fue la manera de lidiar con eso. Por ejemplo, compuse una canción a las mujeres mexicanas desaparecidas en la frontera con Estados Unidos. Para hacerlo tuve que leer sus casos y encontrar material informativo, de sus historias.
—¿En cuánto pueden influir los libros que lee en las canciones al momento de componerlas?
—Influyen mucho. Muchas veces recurro a Juan Rulfo, el autor de Pedro Páramo y El llano en llamas, que es un escritor bien importante en mi obra. Cada vez que busco describir algo oscuro, muy oscuro del ser mexicano, es inevitable volver a Rulfo. Ahora, por ejemplo, estoy escribiendo la letra de una canción sobre el chile (pimiento) y leo un libro de la antropóloga Janet Long que se llama Capsicum y cultura: la historia del chile. Porque los mexicanos venimos usando el chile desde 5000 años antes de Cristo, nada menos. Más allá de eso, también estoy leyendo La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Alexievich, Premio Nobel de Literatura 2015. Es un libro muy fuerte de anécdotas e historias de mujeres en la Segunda Guerra que me hace sentir mucha empatía con ellas y confirmar que las mujeres lo hemos tenido muy difícil. Y a ese libro le sumo Fantasyland, de Kurt Andersen, que repasa los 500 años de Estados Unidos. Lo leo, especialmente, para tratar de entender a Donald Trump.
* Lila Downs en el Festival Únicos
Martes 12 de febrero a las 19:30 horas
Teatro Colón – Cerrito 628 – CABA
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