Atención, lectores estadounidenses de literatura: prepárense para un nuevo arribo de escritores de la Argentina cuyos libros fueron seleccionados y traducidos y serán publicados este año, para vuestro provecho. ¿Pero es que no se publican autores argentinos en los Estados Unidos todos los años?, se preguntará un agudo lector nacional. Pues claro que sí, sin embargo, este año no sólo de Borges y Cortázar se nutrirán las bateas de las librerías de aquellas latitudes, sino que varios autores nacidos en este país del sur los acompañarán. Así surge de una nota publicada por The New York Times que da cuenta de las literaturas extranjeras que serán publicadas en 2019 y que indica que los siete autores argentinos conforman la brigada literaria más numerosa de Latinoamérica que traspasará sus fronteras. Digamos que no habrá muro de Trump que impida su llegada.
Son siete, cuatro mujeres y tres varones. Se trata de Samanta Schweblin, Guillermo Saccomanno, Pola Oloxairac, César Aira, María Gainza, Cristian Alarcón y Mariana Dimópulos. Algunos ya publicaron en los Estados Unidos, otros realizarán su debut. Sin embargo, todos atraviesan la experiencia de que sus textos escritos en rioplatense sean volcados a la lengua inglesa y todos se enfrentan a la mirada extrañada de nuevos lectores norteamericanos.
A César Aira le fue muy bien. Al prolífico autor nacido en Pringles no sólo le publicaron varias de sus novelas, sino que supo cosechar fans de alto calibre. Por caso, la legendaria cantante y poeta Patti Smith escribió: "¡Ave César! Sólo puedo maravillarme por la cantidad de hilos que teje para contar sus propias historias", luego de contar que cuando se cruzó a Aira en Dinamarca corrió "como un San Bernardo" hasta alcanzarlo y decirle que le parecía un hombre increíble. De más está decir que todos esperamos una novela aireana sobre tal encuentro. Este 2019 se publicará Cumpleaños, uno de los textos más potentes de Aira, escrito de un tirón (como él dice que escribe todas sus producciones) al celebrar su natalicio número cincuenta. Se trata de una novela-ensayo publicada en el país por Random House y que fue traducida al inglés por Chris Andrews para la editorial New Directions, que la lanzará a las librerías el 28 de febrero.
Samanta Schweblin ya conquistó, también, a los lectores estadounidenses al punto de que su novela Distancia de rescate (cuyo rodaje de la versión fílmica acaba de comenzar bajo la dirección de la peruana Claudia Llosa y el protagónico de Dolores Fonzi, además de que la directora y Schweblin escribieron el guión juntas) traducida como Fever Dream fue elegida como "mejor libro publicado en los Estados Unidos en 2018" en el certamen Tournament of books. Los libros de Schweblin fueron traducidos a 25 idiomas y en tanto cosmopolita, zas, ella vive en Berlín. Este año los lectores estadounidenses pueden leer Mouthful of birds, traducción de Pájaros en la boca, realizada por Megan McDowell para Riverhead.
Hay otros no primerizos, como Guillermo Saccomanno, que ya había publicado Cámara Gesell en los Estados Unidos. "Andrea Labinger es una traductora notable que le pasó el libro a la editorial Open Letter –dice el escritor a Infobae Cultura–. Cámara Gesell había tenido buenas críticas y anduvo muy bien, supongo que a ellos les interesa ver los destrozos que provocan sus gobiernos en otros países".
–Este febrero se publica 77. ¿Tuvo alguna intervención en la traducción?
–Andrea me hizo algunas consultas, pero tenía a la escritora Alicia Plante como asesora en la traducción del lunfardo. En 77 hay guiños sobre la superstición, alguna alusión al Eternauta, cuestiones que seguramente la traducción tuvo que trabajar.
–¿Qué cree que le interesó a la editorial de su novela?
–Más allá de la cuestión política, la cuestión queer debe haber tenido algo que ver. Y la cuestión de las contradicciones del intelectual colonizado. El profesor Gómez, el protagonista, es cabecita negra, homosexual, simpatiza con el peronismo y le gustaría publicar en Sur. Se llama 77 es porque fue el año más duro de los milicos, a la vez que Victoria Ocampo, por ejemplo, hacía ingreso como primera mujer a la Academia Argentina de Letras y en su discurso le dedica el reconocimiento a Gabriela Mistral, mientras en la puerta tenía a las Madres de Plaza de Mayo.
–¿Cómo imagina al lector estadounidense de sus libros?
–En realidad, lo que más me importa es ser leído acá, más allá de las aspiraciones universalistas y cosmopolitas que uno pueda tener. Pero supongo que le interesará sobre todo a lectores que tengan alguna conexión con lo latino o que tengan acceso al pensamiento del tercer mundo. De cualquier modo, como allá las editoriales mandan a los libreros y críticos los libros con bastante anterioridad, en la página de la editorial ya hubo buenos comentarios de libreros de Buffalo y Detroit, así que ya comenzó a tener buena recepción la novela.
Pola Oloixarac también verá su libro Las constelaciones oscuras traducido como Dark constelations por Roy Kesey para Soho Press. Pero no sólo podrá ver las páginas impresas, sino que los lectores norteamericanos podrán escuchar la novela, que tendrá una versión en audiolibro. Oloixarac había sido elegida junto a varios otros escritores como una de las promesas literarias argentinas por la revista Granta y publica en el país Buenos Aires Review, una revista cultural en inglés sobre temas nacionales.
–Usted tiene una relación con la lengua inglesa bastante intensa, ¿cómo la explica? -pregunta Infobae Cultura a Oloixarac, que se encuentra justamente en San Francisco, California, donde vivió un tiempo.
–El inglés fue mi primer amor lingüístico. Cuando tenía siete años estudiaba inglés en ICANA y me encantaba. ICANA te muestra la parte linda de Estados Unidos: gente unida por un pacto de entusiasmo, hojitas de colores y meritocracia. A los mejores de la clase los becaban, así que estudié becada hasta la adolescencia. Después miraba series como Seinfeld: ésa es la mejor escuela para los idiomas, poder divertirte con ellos. Cuando vuelvo a Buenos Aires empiezo con chino mandarín, pero no creo que me bequen.
–Al conocer tan bien la lengua, ¿hubo algún trabajo conjunto en la traducción de su novela?
–Sí, yo trabajé un poco sobre el draft que hizo el traductor. Traducir de cero mi novela me hubiera parecido una Hiroshima de migrañas, no hubiera podido, pero cuando tenés el draft traducido es como surfear. Cuando tenía cierta edad, Goethe sólo soportaba releer su poesía en francés; leerse en idioma original lo hacía retorcerse. Pero este libro sale en un momento donde el tema de la vigilancia sobre los datos es un tema en la agenda cultural y mediática, algo que no pasaba cuando salió Las constelaciones oscuras en Argentina en 2015. Por eso también me gustó intervenir un poco sobre la traducción, porque la novela es de 2015 pero es más actual ahora que antes.
–¿Qué le produce que un lector estadounidense la lea en su propio idioma?
–Me encanta que un lector estadounidense la lea, naturalmente. Ahora mismo estoy en San Francisco, donde viví un tiempo, y es increíble el experimento que se vive acá con el pasado y el futuro. Por eso está bueno que la novela salga ahora que las redes sociales dejaron de ser la panacea de la buena onda y la diversión para volverse, en la opinión pública, sistemas de control y de hackeo a las instituciones. El libro sale en formato audiobook también, lo cual es rarísimo para mí. Me resisto un poco al progreso.
–Granta la había seleccionado como una de las promesas literarias jóvenes en español. ¿Cree que la publicación de su novela en EEUU confirma esta línea?
–Creo que lo más me gustó de la lista de Granta fue conectarme con John Freeman, el editor norteamericano de entonces. John es un tipo que lee mucho el presente, y gracias a él pudimos publicar en Buenos Aires Review a poetas como Ishion Hutchinson y él, entre otros.
Tal vez una de las publicaciones de esta selección argentina más complejas, a la hora de su traducción al inglés, haya sido Cuando muera quiero que me toquen cumbia, de Cristian Alarcón, que será conocida en la patria de Ernest Hemingway y Madonna como Dance for me when I die en la versión de Nick Caistor y Marcela López Levy para Duke University Press. La crónica o novela de no ficción cuenta la historia de "Frente" Vital, un joven de la villa que robaba y repartía el botín en su barrio antes de ser asesinado por la policía en 1993. Para muchos de sus pares encarna a un "santo". El texto reproduce el slang usado por los sectores más marginados de la sociedad argentina, no un lunfardo tanguero sino uno más bien actual.
–¿Tuvo dificultades la traducción de su libro al inglés? –pregunta Infobae Cultura.
–Mirá, el libro fue presentado por Javier Auyero y Gabriela Polit en un concurso para ser traducido al inglés, y ganó. Entonces la Duke University Press decidió publicarlo. Pero tuvo una primera traducción fallida, que no conformó al comité editorial. Finalmente la hicieron Caistor y López Levy y entonces sí fue aceptado. Al principio de todo me dijeron que el título iba a ser Dance for me when I die, es decir, primero le quitaban la palabra "cumbia" y luego yo pensaba que podía ser leído como Bailá para mí, baby, o algo así. Me causaba cierta impresión. Pero hablamos con los editores y entonces comprendí que sacarle la palabra "cumbia" permitía que el libro se defendiera solo entre los lectores de lengua inglesa y que el título sería leído como Bailen por mi cuando yo muera y creo que quedó todo muy bien. Siempre es difícil para el autor involucrarse en la traducción, porque hay una sensación de pérdida. Pero tengo una gran confianza en la editora Gisella Fosado y entiendo que se hizo un gran trabajo en la traducción.
–¿Cómo se imagina al lector estadounidense de su libro?
–Yo he estado varias veces en universidades norteamericanas para dar clases o participar de seminarios de crónica y periodismo y siempre hubo intercambios interesantes, pero se daban en los departamentos de literatura hispanoamericana, en español. Todavía no logro configurar cómo será ese lector estadounidense que lea en su propia lengua. Las mejores escritoras argentinas como Samanta Schweblin o Mariana Enríquez circulan mucho entre ese público y yo fantaseo con lectores distintos, con los que se pueda producir un diálogo interesante.
–Su libro no muestra a la Argentina del imaginario más general, sino a sus sectores más marginados. ¿Será ese costado un atractivo adicional para que se conozca esa otra Argentina a través de su texto?
–Hay una saludable latinoamericanización de lo argentino: eso ocurre en el cine, en el teatro, en la música. Desde lo híbrido del reggaeton y el trap se hace más rico el escenario de la música juvenil emergente. Eso está también en Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Encarna lo popular en términos de la clase y raza, morochos latinoamericanos que viven con una particularidad intensidad. Por otro lado, se encuentra lo universal del héroe carismático que encarna Frente Vital como un generoso Robin Hood.
Mariana Dimópulos verá su novela Cada despedida en las bateas como All my goodbyes traducida por Alice Whitmore. Sin embargo, además de novelista Dimópulos es traductora y da clases en la Universidad de Buenos Aires sobre teoría de la traducción.
"En realidad, la traducción es la misma que Whitmore había realizado para la edición australiana, que había sido auspiciada por J. M. Coetzee –dice la escritora a Infobae Cultura–. Esa es la versión que se publica en los Estados Unidos"
–Usted es traductora. ¿Trabajó con Whitmore en la realización de la versión inglesa de su novela?
–Es muy buena. Trabajamos juntas en el sentido de que ella hizo la traducción y como yo también soy traductora y doy clases sobre eso creo que una siempre puede aportar algunas cosas.
–Usted cuenta que en EEUU se publica la versión australiana. ¿Pero no son diferentes tipos de inglés?
–Estuve dos meses el año pasado en Australia invitada por la universidad de Adelaida y pregunté sobre la cuestión. Para ese nivel de lengua las diferencias son muy pocas. El inglés que se habla en la universidad y en los círculos intelectuales es un inglés hermosamente claro, una especie de inglés entre británico y neutro. Incluso para nuestro oído es más entendible que el norteamericano.
–Ah, porque el inglés de las películas australianas es casi inentendible.
–¡Claro! A mí las películas australianas sin subtítulos me costaba entenderlas. Tienen estandarizado un nivel de lengua de acuerdo a los intercambios intelectuales. Con escritores y profesores era un nivel standard muy comprensible. Lo que me dijeron ellos es que las fuertes marcas autóctonas está en la lengua popular, que cuanto más popular, más marcada es.
–¿Qué expectativa tiene con esta publicación en Estados Unidos?
–Creo que, a menos que seas un autor extremadamente llamativo, la publicación en el extranjero responde a cuestiones del azar. En principio puedo decir que me siento afortunada. También es cierto que ser publicado en Estados Unidos, en comparación con el mercado australiano, es una vidriera diferente. Por otro lado el camino de los libros es azaroso y es responsabilidad del propio libro armarse su propio sendero. Entonces yo me alegro, mantengo el escepticismo que siempre es sano y espero que a todos nos vaya muy bien.
Ese todos incluye a María Gainza, cuya novela El nervio óptico, que es también un entramado de crítica de arte, se publicará como Optic nerv por la editorial Catapult en abril. Todos ellos, entonces, conforman la avanzada cultural argentina sobre los Estados Unidos. Habrá quien diga que no basta con estos siete autores para conformar una política, sin embargo habría que recordar que Hipólito Bouchard plantó la bandera argentina en California en 1818 (bueno, duró lo que duran unos cañonazos) y que, de a poquito, quién sabe hasta dónde podrán llegar los escritores nacionales en la "tierra de los libres, hogar de los valientes", como cantan allá en cada partido de football americano. Este año son siete. Ya veremos después.
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