Ser mujer, salir de la cárcel y volver a la villa: “Atenas” o cuando el cine filma lo real

Hoy se estrena la quinta película de César González, poeta y cineasta también conocido bajo el seudónimo de Camilo Blajaquis. En el film reconstruye el universo de Perséfone, una mujer que sale de la cárcel y busca rehacer su vida. “El contexto necesita que los artistas aparezcan”, le dijo en este diálogo a Infobae Cultura

“Atenas”, película de César González

César González no es un nombre nuevo en el cine y la literatura argentina. Hace una década comenzó a transitar su camino en la literatura bajo el seudónimo de Camilo Blajaquis. Ya lleva publicados iLa venganza del cordero/i (2010), iCrónica de una libertad condicional/i (2014) y iRetórica del suspiro de queja/i (2015). En simultáneo, desarrolló su carrera como cineasta con largometrajes como iDiagnóstico Esperanza/i (2013), i¿Qué puede un cuerpo?/i (2014) y iExomologesis /i(2016); además de un documental producido por Canal Encuentro, iCorte Rancho /i(2014) y dos cortometrajes, iTruco/i y iGuachines/i, ambos de 2014. Ahora está presentando sus dos últimas producciones: iAtenas/i y iLluvia de jaulas/i.

La historia central de iAtenas/i es salida del penal de Ezeiza. Perséfone (Débora González) deberá encontrar un nuevo camino y enfrentarse al afuera: a los prejuicios y a la división de clases que no le permiten poder transformar esta nueva oportunidad que le da la vida en real. Además, se entrelazan otras historias de aquellos compañeros de ruta que acompañan a la protagonista en una villa del conurbano bonaerense.

—En una época tan difícil para el cine argentino, ¿te sentís un privilegiado por estar presentando dos películas?

—Principalmente, 2018 fue un año complicado para vivir, no solamente filmar. Atenas se estrena de manera comercial en el cine Gaumont y Lluvia de jaulas, que es más nueva, está teniendo un recorrido por centro culturales. Hace unas semanas, la presentamos en el Centro Cultural Matienzo y tuvo una devolución muy buena con debate después de la proyección. Siempre es un privilegio poder hacer algo referido a lo artístico. En el sentido de poder desarrollarlo y terminarlo. Implica mucho sacrificio que no se ve recompensado por algo material. Ni siquiera en lo más mínimo. Son películas que hice en un punto de vista con recursos indispensables y con la suerte de tener los conocimientos para filmar y editar. Así pude manejarme de manera más autónoma sin involucrar a muchas personas en el equipo de producción. Es una manera de ahorrar no solo en lo económico sino en los problemas. Este momento histórico motiva a seguir trabajando y a sacar dos películas en simultáneo cuando podría haber esperado un poco más. Decidí hacerlo porque el entorno y el contexto necesita que los artistas aparezcan. No simplemente para hablarnos de problemas metafísicos o invisibles. Sino para hacerlo sobre cuestiones del aquí y ahora.

—¿Cómo definirías tu estilo que mezcla ficción con documental?

—Me gusta basarme en algunos conceptos de Gilles Deleuze para hablar de mi manera de hacer cine. Hay una cuestión sobre la ficción y sobre lo verdadero en la lectura cinematográfica. Él habla de que el cine moderno se ocupa más del tiempo que del movimiento, es decir, de la cuestión temporal que no quiere decir necesariamente hacer planos largos sino jugar con el tiempo en el cine. Eso significa que lo falso y lo real se tornen indiscernibles. Que el documental y la ficción se mezclen hasta que uno no sepa cual es cual. Desde un comienzo me interesó que esos elementos que parecen tan distintos estén mezclados. Sin negar ninguno de los dos, ver cómo dialogan entre los dos y qué relaciones nuevas pueden surgir. Ambas producciones continúan esa búsqueda. Me interesan las dos cosas. Tanto la puesta en escena, crear algo desde un boceto a capturar la vida en sus lugares más insignificantes a simple vista y ver cuánta poesía existe en la realidad y por fuera de ella. No bloquear ninguna de las miradas.

—¿Quiénes forman tu grupo de trabajo?

—La mayoría de mis películas se hicieron de forma muy artesanal y autogestionada. Artesanal no quiere decir amateur. Filmé con cámaras que cumplen con todos los requisitos necesarios y técnicos. Se hizo con mucha voluntad y cariño. Con un ethos distinto a la relación más estrictamente laboral de otro tipo de rodaje. De eso no hago ninguna épica. A esta decisión tuve que ir llegando porque la situación me fue obligando a tomarla si quería seguir filmando aunque los recursos monetarios no aparezcan. Es decir, o me quedaba llorando en un rincón o trataba de inventar un método. Más que independencia, prefiero hablar de algo concreto que es la autogestión. Me hubiera encantado que aparezcan recursos. De mis cinco películas, solamente Atenas pudo conseguir un financiamiento. Soy muy agradecido al empuje que siempre puso la gente al participar de mis películas y de lograr que un grupo de gente forme algo colectivo donde la motivación no solo sea el dinero. Hacerlo porque te hace sentir vivo. Es una forma de vencer las pasiones tristes. Desde que empecé, trabajo con el mismo grupo de gente. En el elenco, los actores y las actrices han sido casi siempre los mismos y se ha sumado gente nueva. Muchos familiares de mi barrio, hasta ha actuado mi mamá. Es una de las protagonistas de varias de mis películas.

César González

—¿Qué tipo de preparación tienen tus actores?

—Sí, son actores. Yo los considero actores. Aunque para mí actúan diferente en un escenario que es para ellos su vida real. No llevan a cabo papeles. Su historia tiene mucha carga dramática y trágica por todo lo que se vive en ciertos contextos. Hay una experiencia en esos cuerpos que sería de un teatro muy físico si los tenemos que traducir en términos teatrales. Al pasar tantos años trabajando en mis películas, adquirieron una formación ya que se ensaya, se miran otras películas y aprenden del hacer del cine.

—¿Por qué elegís trabajar con este tipo de actores?

—A mí me encanta la cuestión actoral como campo de experimentación y me encanta que ellos comprendan que poseen en su cuerpo una carga y una reserva emocional por la vida que se tuvo que puede potenciar la cuestión teatral de la actuación. En cada película hubo una necesidad en particular, se entró por distintos lugares. A veces partía de cierto perfil en la vida real de esas personas y veía que eso se ensamblaba con algo que estaba buscando en el guión. También a la inversa. Una de las cosas que me gusta romper es con los roles asignados. Hablando de los casos con los que trabajo con gente de las villas, ya que en otras ocasiones conté con la participación de actores que contaban con otra experiencia como Sofía Gala o Juan Minujín. Me interesa ir en contra de ese rol que históricamente ha fortalecido el cine y la televisión. Ese estereotipo que se ha naturalizado acerca de lo que uno espera de una ficción cuando aparece alguien que pertenece a esos sectores. Me interesa que la gente de la villa actúe de sí mismos, que representen y cuenten sus propias historias que es de las cosas más sagradas que puede haber. Contar uno la propia experiencia que tuvo en su vida. Pero a la vez, me gusta jugar e inventar. Hacer lo que no se espera y hacer lo que incomoda o despierte más sentimiento de rechazo incluso. Es decir, haciendo papeles que no tengan que ver con delincuentes, narcotraficantes o héroes.

—¿Cómo pensaste el universo de iAtenas/i?

—Fue muy importante decidir contar la historia desde el lugar de mujer de la villa. Fue algo muy difícil. Creo que cada cual debe contar su propia historia y en este caso es algo ajeno, que me puedo imaginar pero nunca voy a experimentar. Nunca voy a saber lo que es ser mujer villera y salir de la cárcel. Entonces, decidí que la historia se torne por lugares y caminos diferentes al del personaje principal. Para no quedarme solamente en eso, pero siempre muy presente esa mirada femenina. Fue un poco para equilibrar con las historias de los protagonistas de mis otros films que eran en su mayoría masculinas.

“Atenas”, película de César González

—¿Qué recorrido tuvo?

—Anduvo por varios festivales. Sobretodo de Latinoamérica, como Argentina, Uruguay, Bolivia o Perú, entre otros. Fue por un circuito tranquilo. Hacer llegar las películas a los festivales no es fácil. Hay que tener cierta estructura. En Atenas en particular me ayudó una productora, que no es mía, a terminar las cuestiones administrativas que se me pasaban.

—¿Cómo observás la mirada que se tiene en los medios de comunicación acerca del ámbito carcelario y del villero?

—Cada sociedad tiene su cuestión racial. Creo que en el cine y en la televisión se vive una estigmatización pero se tiene que experimentar un cambio, como los que viven los Estados Unidos con la cuestión negra donde han ido aceptando lo racista que han sido a lo largo de la historia y han incorporado a hombres y mujeres negros en sus producciones. En algún momento acá deberá pasar algo parecido. Se tiene que generar un debate acerca de cómo se vieron representados ciertos sectores una y otra vez. Pueden ser diferentes las historias y los guiones pero siempre hay algo que se repite. Hay un patrón que es una mirada moral de alguien que se considera superior, inconscientemente quizás. Hay mucha carga cultural histórica para que alguien se sienta superior a alguien de la villa, con un sentimiento muy despectivo al mostrar cómo son. Es algo perverso y que, se quiera o no, termina respaldando los peores discursos de la sociedad: los más fascistas, que anhelan más represión y mano dura. Aunque sean productores y realizadores que se sientan en la vereda más opuesta a los pensamientos de derecha. Esos discursos en sus trabajos artísticos lo terminan haciendo.

—¿Creés que ocurre por desconocimiento?

—No se trata de desconocimiento, si todos convivimos con las villas. No están ancladas en una isla o en otro tiempo. Están acá entre nosotros. No hubo nunca unas ganas de acercarse. No hubo una cuestión de sensibilidad, de mirar con cariño. Históricamente la posición de la cámara está ensamblada sobre un punto de otredad sobre lo que se está observando. Hay que trabajar con uno mismo, sobre todo la ideología y propaganda que nos transmite el capitalismo que tiene una maquinaria simbólica que te ametralla el deseo y las pasiones con un fin de tener una sociedad con clases muy marcadas. El problema no es mostrar la violencia, que es real y existe. Sino cuál es la lectura de esa violencia y como se la representa. Todos los temas son libres pero hay ciertos temas que hay que abordarlos con estremecimiento. Uno tiene que esforzarse por hacer su aporte y democratizar las herramientas artísticas y el acceso. No solamente lo material sino las cuestiones más interiores y psicológicas de cómo vemos a ciertos sectores que tiene que ver con lo simbólico. Si la industria y el Estado pondrían más recursos en estos proyectos se podría acelerar el proceso de democratización para que surjan nuevas y distintas voces.

“Atenas”, película de César González

—¿Ves el cine argentino?

—Hay muchos directores argentinos que admiro lo que hacen. Para mí, somos una potencia a nivel mundial cinematográficamente hablando. No me quiero quedar en un par de nombres pero existen numerosas y diferentes propuestas. Es un cine de todo tipo que no le tiene miedo a ningún género, como es el caso de Lucrecia Martel, Albertina Carri, Luis Ortega, Lisandro Alonso, Francisco Márquez, Andrea Testa, los chicos de Pampero Cine o Raúl Perrone, con su posicionamiento ante la realización. Hay mucha gente para nombrar que hace un cine muy jugado, que se animan a tomar riesgos. Mucha gente de otras provincias que surgieron gracias a las numerosas escuelas de cine que hay en todo el país. Trato de mirar mucho ya que uno sabe que al dedicarse a esto en un país que respira cine es una ventaja.

—¿Cuáles son tus próximos proyectos?

—Ahora estoy presentando estas dos películas y estoy en etapa de montaje de la próxima película que se llamará Antorchas. Será una especie de burlesco político que continuará con la línea estética de Exomologesis, mi tercera película que se filmó dentro de un departamento. Retomo filmar en una sola locación. Es un grupo de hombres y mujeres que parecen del aquí y ahora pero también pertenecen al pasado y que están intentando hacer una revolución donde se mezclan discusiones de la coyuntura, desde cuestiones de géneros a temas más macro de la política. Tendrá mucho juego de cámara y montaje. Ahora también estoy preparando lentamente un nuevo libro de poesía, pero con tiempo.

* "Atenas" se estrena hoy (jueves 7 de febrero) en el Cine Gaumont (CABA), Nuevo Cine Italia (Formosa) y en el Cine Teatro Pico (Gral. Pico, La Pampa).

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