¿Cómo te interpela el feminismo? 4 miradas críticas para un “acuerdo en el desacuerdo”

En un e-book de descarga libre y gratuita recientemente editado por Qeja, cuatro autoras reflexionan sobre el movimiento de mujeres que cada vez se oye más fuerte en la Argentina. Ingrid Sarchman, Flora Vronsky, Helga Fernández y Natalí Incaminato dialogaron con Infobae Cultura. ¿Qué momento atraviesa el debate sobre feminismo, machismo, patriarcado y violencia de género?

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Estudiantazo a favor del aborto en el Congreso, julio de 2018 (Foto: Julieta Ferrario)
Estudiantazo a favor del aborto en el Congreso, julio de 2018 (Foto: Julieta Ferrario)

Y a vos, ¿cómo te interpela el feminismo hoy? Basta con entrar a alguna red social, clickear en su buscador y escribirlo. La última publicación —no importa cuando veas esto— es de hace segundos. Masividad. Todos ya lo han puesto en su boca. El feminismo es un término que dispara mil ideas, mil conceptos, mil opiniones; ya está en agenda, ya está en el prime time de la televisión, ya es mainstream. La pregunta, entonces, y teniendo en cuenta su amplia circulación, es ahora sobre el contenido que llena esa palabra, porque, al fin de cuentas, es simplemente eso, una palabra. ¿Y de qué se habla cuando se habla de feminismo?

Se van a cumplir cuatro años del primer #NiUnaMenos, ya el aborto es un tema en la mesa de debate, el femicidio una figura legal y palabras como empoderamiento y sororidad son pronunciadas por celebrities. Pareciera ser que nadie está por fuera del paraguas del feminismo. Pero, si el mundo entero se volvió feminista, ¿contra quién es la lucha, la puja ideológica, el antagonismo? La editorial Qeja acaba de subir a la web un libro electrónico de descarga libre y gratuita titulado Acuerdo en el desacuerdo. En sus sesenta páginas, cuatro mujeres piensan, al calor de la coyuntura, pero también con la paciencia que requieren las buenas reflexiones, qué es lo que está sucediendo hoy.

Ingrid Sarchman, Flora Vronsky, Helga Fernández y Natalí Incaminato son las autoras. Sus textos surgieron a partir de otro libro: Feminismos (Letras del Sur, 2017) de Leticia Martin. Son lecturas que intentan, no aplaudir acríticamente el rumbo de lo que se conoce como la cuarta ola del feminismo, sino echar luz sobre sus contradicciones sin dejar de apoyar el reclamo por la igualdad de derechos. El título, Acuerdo en el desacuerdo, es muy preciso en ese sentido. La portada —diseño de Bárbara Pistoia— también. "Estamos siendo testigos y protagonistas de un momento único en el despliegue de las mujeres. Negarlo sería necio. Esconderlo, peor aún. Queda expuesto entonces, y por el puro goce de hacerlo, en las páginas que siguen", dice Martin en el prólogo, y concluye: "Bienvenidos a no estar de acuerdo con todo lo que decimos."

El problema de ser hashtag

El primer texto de estas cuatro perspectivas sobre el movimiento feminista es de Ingrid Sarchman, ensayista, docente universitaria e investigadora. "Una consigna vacía no hace más que repetir lugares comunes", se lee, y también: "La definición de feminismo está ligada a la reivindicación de la igualdad y la justicia social de un grupo subalterno, a una posición subjetiva que, en muchos casos, coincide con la genitalidad, pero en muchos otros no".  Además, sugiere que "el feminismo, sin perspectiva de clase, no es más que esencialismo". Ahora, en diálogo con Infobae Cultura, se refiere a "la forma en la que estos fenómenos sociales se cristalizan en las redes sociales: cuando todo lo volvés hashtag (#NiUnaMenos, #MiráCómoNosPonemos, #SeVaACaer, etc.) lo que provocás es un vaciamiento del sentido de aquello que querés decir y/o denunciar. Con el hashtag #NosEstánMatandoATodas ocurre algo similar porque no sólo no nos están matando a todas, sino que en esa enunciación, poniendo a todas en la misma bolsa, obturás la posibilidad de que quien realmente esté pasando por esa situación, pueda buscar ayuda."

“Acuerdo en el desacuerdo”
“Acuerdo en el desacuerdo”

Y continúa: "En ese sentido, se vuelve esencia, una cáscara vacía sin causas históricas ni consecuencias políticas. Y cuando eso sucede se pierden las reivindicaciones del feminismo histórico que no son otras que cuestiones materiales (igualdad de salario ante igualdad de tareas, mismas licencias por mater/paternidad) y otras tantas cosas que sería largo de enumerar. En el mismo sentido, pensaba, cuando señalé la perspectiva de clase, que la implementación de esas políticas es algo que afecta mucho más a las mujeres de clases bajas que a las medias y a las altas. En mi texto señalo que una chica acomodada que pudo acceder a una educación privada, en un colegio bilingüe, a la hora de conseguir un buen trabajo, tendrá muchas más posibilidades que un hombre nacido en la villa. Esa situación hipotética nos señala que las desigualdades hacia la mujer no pueden pensarse ni en bloque ni desde una idea abstracta del ser mujer, sino desde realidades concretas, acceso a la educación, a la vivienda y a la salud."

Hace unos días, el escritor Martín Kohan escribió una columna en el diario Perfil sobre el distinto tratamiento que se le da a los casos de violencia de género en los medios de comunicación según quién sea la víctima. "Retomaba un comentario del cantante Iván Noble que notaba algo parecido —comenta Sarchman—, según haya sucedido en recitales de rock o de trap. Primero a Noble, después a Kohan, ¡los mataron! Lo de Kohan fue peor porque una mujer, 'especializada en feminismo' pidió censura directa sobre él, diciendo que no tenía derecho a opinar porque era hombre. A esto se le agregaron las voces de sus compañeras, también 'especializadas en género' que en cuanto vieron que muchos, con toda la razón, la acusaban de censora, escribieron: 'No sé qué pasó pero te banco'. ¿Qué te muestra el ejemplo? Que hay toda una tendencia a creer en las voces de ciertas mujeres, por el sólo hecho de ser mujeres, a la manera de una religión. El 'no se lo que pasó pero te creo' es homologable a 'creo en Dios aunque nunca lo vi'. Esencialismo en estado puro. Estas mismas se arrogan la idea de que están gestando una revolución, una que, lamento decirlo, se parece mucho más a una cruzada que a un movimiento político."

El culo de Jimena Barón y las construcciones identitarias

Una semana atrás, el feminismo irrumpió en la farándula como pocas veces lo ha hecho. La periodista Julia Mengolini tuiteó que "empoderarse es mostrar un culo, sin complejos, que no se parece al de Jimena Barón. Empoderarse es sentirse hermosa aunque tu belleza no responda a los parámetros culturales que el patriarcado diseñó (…) Empoderarte no puede ser 'sentirte más linda' porque entonces tu 'empoderamiento' está al servicio de los demás. Empoderarte es sentirte más libre". Jimena Barón, actriz e influencer que también se declama feminista, calificó esa crítica como la de un "feminismo selectivo". Esta anécdota apareció en los medios como una forma del debate. Aunque exigía posicionarse en alguna vereda de la calle, echaba luz sobre la naturaleza del empoderamiento, del cuerpo y de la libertad.

En su texto, Natalí Incaminato —profesora de Letras, investigadora y columnista radial— propone como punto de partida "la certeza de la necesidad de cierta construcción identitaria para operar políticamente" para que "feminista" y "mujer" no sean "meros rótulos sino posibles identidades que se ponen a jugar en la arena de la contienda". Ahora, en diálogo con Infobae Cultura, asegura que "las construcciones identitarias del feminismo siempre fueron diversas y hasta conflictivas entre sí. Los nudos centrales del debate feminista -el sexo, el trabajo, la economía, la maternidad, el propio problema de la identidad, etc.- son pensados desde distintas perspectivas y estrategias, con diversas conexiones teóricas, políticas y prácticas. Es natural que en los momentos de ampliación de un movimiento hayan fisuras y disonancias entre estas miradas, que pueden tomar la forma de debates entre feminismos de militancias políticas y feminismos llamados 'mediáticos', miradas de cuño académico, feminismos de tipo trans excluyentes, entre tantos otros motivos de divergencia y discusión.

Jimena Barón y Julia Mengolini
Jimena Barón y Julia Mengolini

"Considero que más allá de estas polémicas, necesarias y muchas veces enriquecedoras —continúa—, el feminismo argentino en su conjunto tiene elementos distintivos: la importancia de la calle, las relaciones fluidas entre teoría y práctica, que explican el interés que suscita en otros países. En lo personal, me interesa la deriva y futura relevancia de un feminismo popular que se vincule con otros espacios para construir demandas que, sin perder su especificidad, supongan una oposición a las políticas neoliberales y de derecha."

Contra los tentáculos del capital

En el feminismo hay una falsedad, dice la profesora y licenciada en Letras Flora Vronsky. Esa falsedad, escribe en su texto, radica en "la representación del feminismo como lugar de total acuerdo y armonía teñida de rosa en los campos de una sororidad infinita; es una representación que sólo puede articular el capital en función de absorber eficazmente un 'sentido común' mercantilizado y fetichizado, despolitizado". Pero, ¿cómo eludir los tentáculos del capitalismo cuando el feminismo, cada vez más mainstream, aparece como discurso dentro de publicidades comerciales?

Ahora, en este intercambio con Infobae Cultura, asegura que "no hay feminismo sin justicia social. Si partimos de esta premisa, es inescapable para el feminismo -y en especial para el feminismo popular que es mi espacio de militancia- no sólo cuestionar sino también desarticular el clivaje entre capitalismo y explotación. La dominación masculina es uno de los rostros de la opresión sobre las mujeres; uno de los más sofisticados operativamente aunque más no sea por haberse ido adaptando a un devenir ancestral de la existencia tribal. En este sentido, el capitalismo y todos sus retoños en registro post (postdemocracia, postcultura, realidades aumentadas, big data, inteligencia artificial, etc.) son engranajes de una maquinaria que demuestra una y otra vez sus sofisticaciones y eficacias para permear todos los registros de nuestras subjetividades hiperdeseantes y atomizadas, en un mundo real de mera supervivencia pero disfrazado de progreso y libertad."

Movilización en el Congreso, agosto de 2018 (Foto: Nicolás Stulberg)
Movilización en el Congreso, agosto de 2018 (Foto: Nicolás Stulberg)

"Aquello que seguimos llamando mainstream o establishment o hegemónico es precisamente esa porción de realidad diseñada para intervenir violentamente sobre la conexión poderosísima entre lo individual y lo colectivo, para romperla gradualmente un eslogan a la vez, como dice Anita Sarkeesian. Es esperable, por tanto y nada debería sorprendernos, que el capitalismo sea capaz de hacer convivir las manifestaciones más reaccionarias del patriarcado con discursos feministas que han sido diligentemente fagocitados y que se nos regurgitan en forma de causas nobles y responsabilidad social corporativa, por dar ejemplos muy evidentes. Cuando el sistema dedica grandes esfuerzos (y toneladas de dinero) a absorber las banderas de ciertos movimientos sociales y políticos demuestra en el mismo acto que esa capacidad de organización humana le preocupa y es susceptible de ser neutralizada", agrega.

"El feminismo tiene aquí la responsabilidad de evidenciar estos procesos, de aumentar la consciencia de la clase trabajadora y de los pueblos en general pero siempre teniendo como horizonte la posibilidad de la emancipación. Es decir, sin caer dentro del engranaje para el cual detenernos en el análisis ad infinitum de estas evidencias le es enormemente funcional porque paraliza las luchas y las restringe a un plano de pensamiento abstracto y frágil en cuanto a su conexión con la durísima realidad que transitamos dentro de este sistema, configurada además por una modulación ejemplar del mismo como lo es la fuerza política que gobierna este país. Una fuerza política que ha recortado todos los presupuestos públicos concernientes a las problemáticas de género y ha desconocido y rechazado los enormes avances logrados en las últimas décadas. En consecuencia, no sólo no es posible que el feminismo no confronte con el capitalismo si no que dicha confrontación es el sustrato de lucha contra todas las opresiones", concluye.

Más paternidad, menos patriarcado

Desde el psicoanálisis, Helga Fernández —psicoanalista y ensayista— le aporta a Infobae Cultura otra perspectiva en relación al patriarcado: "Si pensáramos en el hecho mítico de que alguna vez en la historia de la humanidad no existió el padre como función tendríamos que imaginar que tuvo que haberse inventado. ¿Quién habrá inventado esa función? ¿Cómo? Tal vez haya nacido ante el testimonio acerca de su necesidad. El padre como función, sea quien sea que la cumpla, hombre, mujer, trans, cis, es también la posibilidad de una terceridad, lo que permite pensar, diferenciar, distinguir, dar lugar a lo otro, a lo femenino, a lo que objeta el universal, a otra cosa que lo único o exclusivo o a la excepción. Por esto es que si tuvimos suerte y la posición necesaria de que en nosotros funcione la función del padre, por además de haber tenido quien la ejerza la hemos sabido tomar, podemos tener más de un padre, podemos contar con padres, personas o aspectos de las personas o incluso oficios o actividades que nos funcionen en esa función de terceridad, de legalidad y de sostén."

(Foto: Guille Llamos)
(Foto: Guille Llamos)

"La función del padre —continúa— transmite la ley o una legalidad bajo la que él también está, mientras que el poder del patriarcado es la ley que hace cumplir La Ley pero permanece exceptuado de la misma. Sin embargo, retroceder en la conquista del progreso en la espiritualidad de la función del padre sería de algún modo imposible si queremos seguir llamándonos humanos, sería algo así como volvernos alarido y salir de la palabra. A la vez sería proporcional a la supeditación de la brutalidad del padre-amo o del patriarcado. Sin la función del padre estaríamos desnudos, sin herramientas, ante el poder arbitrario y caprichoso del patriarcado.  Por eso mismo es necesario distinguir cada vez más el patriarcado de la función del padre o del padre en su función de tal. El patriarcado o el abuso de la función del padre supone, por consiguiente, el no cumplimiento de esa función.

"Igual que las metáforas pierden su fuerza transformadora a medida que se consolidan como conceptos, las prácticas subversivas corren siempre el riesgo de convertirse en clichés adormecedores a base de repetirlas y, sobre todo, al repetirlas en un sistema en el que todo se consideran mercancía, en el que incluso la "subversión" tiene un valor de mercado o tiende a ser convertido en tal. Por eso no hay subversión del feminismo ni del psicoanálisis, tal y como lo entiendo, sin el cuestionamiento hacia el capitalismo."

El estado del debate

La pregunta, ahora, desde este lugar, desde este espacio, desde este tiempo, es por el estado del debate. Cuáles son los nudos que se están desatando, cuáles son las posiciones que se enfrentan, cuáles son las edificaciones conceptuales construidas, cuáles son las prácticas cuestionadas y en vías de erradicación. ¿Qué momento atraviesa hoy en la Argentina el debate sobre feminismo, machismo, patriarcado y violencia de género?

"Estamos atravesando un momento nuclear en estos debates", dice Flora Vronsky porque "desde el momento en que los feminismos reponen en la política y en la opinión pública estos dispositivos propios de la dominación masculina -y teniendo en cuenta los datos concretos, es decir, 22 femicidios registrados sólo en enero de 2019 por referir a lo más cercano y flagrante- se entiende que los debates ya no están en el terreno epistemológico de dar cuenta del machismo, el patriarcado y la violencia de género si no en el territorio en el cual se operativizan, manifiestan y modulan dichos dispositivos. Discutimos y tratamos de entender cómo y de qué manera existen y no ya su existencia en sí; operación esta última que ralentiza y enquista el pensamiento y las acciones tendientes a desarticularlos".

Por su parte, Helga Fernández sostiene: "El debate sobre el feminismo, creo, está en un momento fructífero en tanto no sólo interroga y hace visible en el afuera lo que impide la posición femenina sino que también y consecuentemente se interroga así mismo. Me refiero a consideraciones tales como: ¿qué valor tiene el escrache?, ¿cuál sería la diferencia entre un escrache punitivo y un escrache como manifestación pública?, ¿cómo construir otros modos de lazo más allá de la lógica del puro prestigio o de la lucha del más fuerte? O, ¿cómo cada feminismo resiste a lo que propone el Movimiento feminismo?, o ¿cómo el feminismo resiste al feminismo? Otro índice del estado del debate creo que está presente en las consecuencias que ocasiona. No se trata de un debate que se restrinja a los medios de comunicación o a la esfera pública sino que lleva a mujeres y hombres, cis y trans, a pensar o poner en cuestión escenas, momentos, actitudes, posiciones de otros y de sí mismas."

Pañuelos feministas (Foto: Manuel Cortina)
Pañuelos feministas (Foto: Manuel Cortina)

"Creo que, contrario a lo que se piensa desde el sentido común, estamos en una etapa bastante retrógrada", arremete Ingrid Sarchman. "Si a simple vista parece como si ahora todo se visibiliza, se habla de ciertos temas, no todos pueden hablar ni todas son voces habilitadas. Y uso la o de todos a propósito, porque para mí, sigue funcionando como una palabra que incluye a la sociedad completa. Lo aclaro porque justamente con el tema del lenguaje inclusivo, en ciertos ámbitos, te miran mal, si seguís usando la o. Como si con ese nombrar estuvieras avalando al patriarcado. En ese sentido, me refería a la etapa retrógrada. Creo que en el 2015, y a partir del #NiUnaMenos, se abrió la gran posibilidad de visibilizar temas que existían, especialmente el de la violencia hacia las mujeres: las agresiones verbales, las físicas y los asesinatos. Sin embargo, la rápida viralización de eso, junto con los significantes que trajo consigo (estos que forman parte de tu pregunta) fue, en un punto, un tiro por la culata. Cuanto más se repiten, menos sentido material y concreto tienen."

"Creo que hay dos dimensiones centrales —reflexiona Natalí Incaminato— en el estado de esos debates y problemas. Una es la mediática; estamos en un momento en el que los medios, gracias en parte al movimiento de mujeres y a los de disidencia sexual, se hacen eco o incluyen discusiones, perspectivas o casos vinculados con el machismo, la violencia de género y el feminismo. Este fenómeno tiene sus aspectos positivos (masificación, jerarquización) y otros tantos negativos, peligros propios de la lógica de esos dispositivos. La otra dimensión, tal vez la más interesante para apostar, es la de la articulación de los feminismos con otro tipo de movimientos políticos. En este sentido, hubo algunas señales y alianzas de partidos y figuras. Sería muy llamativo que en la campaña de las próximas elecciones estos pronunciamientos y posiciones no se cristalicen aún más."

 

* "Acuerdo en el desacuerdo" se descarga de forma gratuita en este link

 

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