"Lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada".
(Edmund Burke –1729-1797–, escritor, filósofo, político irlandés, padre del liberalismo conservador británico)
Ese breve axioma tiene un profundo sentido universal: las terribles consecuencias de la indiferencia humana.
No por nada Dante Alighieri, en el tercer canto de la Divina comedia, le pregunta a Virgilio, su guía hacia el Infierno, "¿Qué son esos suspiros, gritos y llantos que retumban el en aire sin estrellas?", y éste le responde que "vienen del Antiinfierno, donde son castigadas las tristes almas que vivieron sin infamia y sin honor. Son los ignavos, almas que en vida no hicieron ni el bien ni el mal, por su elección de cobardía".
Pero la indiferencia, los indiferentes, no están rodeados de esos únicos ejemplos y condenas.
En el Museo Memorial del Holocausto de los Estados Unidos está grabado este poema:
"Primero vinieron por los socialistas,
y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas,
y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos,
y yo no dije nada, porque yo no era judío.
Luego vinieron por mí,
y no quedó nadie para hablar por mí"
El autor fue el pastor luterano alemán Martin Niemöller (1892-1984), y fue dirigido como una flecha al corazón de los intelectuales alemanes, cuya cobardía –entre otros factores– permitió la llegada de los nazis al poder y sus pavorosas consecuencias.
Pero Niemöller no se limitó a esas únicas palabras: con la misma cadencia sumó a los comunistas, a los pacientes incurables, a los Testigos de Jehová, y a los civiles de los países ocupados por el nazismo que nada hicieron por impedirlo, salvo el honroso y sacrificado rol de los movimientos de resistencia.
En otra variante del poema, también sumó a los católicos, a las escuelas, a la prensa…, y en 1968, un congresista de los Estados Unidos le agregó: "los industriales que no fueron perseguidos por los nazis y aceptaron vivir bajo esa tiranía".
No es un dato menor que Niemöller, en 1937, fuera arrestado y confinado a los campos de Schsenhausen y Dachau hasta 1945, cuando lo liberaron las tropas aliadas.
Pero el célebre poema, cuyo noble espíritu sólo puede ser despreciado por la mediocridad y la estupidez, es también protagonista de una polémica por su autoría.
Según la otra mitad del diccionario, el autor fue el gran dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht (1898-1956), que legó obras maestras como La ópera de tres centavos, Madre Coraje y sus hijos, El alma buena de Szechwan, El círculo de tiza caucasiano…, y ensayos y poemas quemados por los nazis.
Sin embargo, se trata de un malentendido que empezó en los años 70, y no cesa…
El poema, repetido hasta el agotamiento en forma escrita y oral, y en ocasiones titulado "Los indiferentes" (un agregado al original, que no tenía nombre), cambió de mano, por así decir, por ignorancia: el pastor Niemöller era mucho menos (o apenas) conocido, mientras que Brecht y sus obras teatrales se multiplicaban como los panes y los peces bíblicos.
Esa grieta inspiró a algunos admiradores del autor, convencidos de que el poema y su mensaje coincidían con el estilo y la línea política de Brecht, comunista –¡Niemölller no lo era!– , para atribuírselo con peso de dogma…, y exprimido hasta la última gota por los revolucionarios y los artistas setentistas, del mismo modo en que urdieron la apócrifa "biblia latinoamericana".
Entre nosotros, la sacerdotisa del equívoco fue la actriz Cipe Lincovsky (1933-2015), amiga de la viuda de Brecht, Helene Weigel (1900-1971), que juró que el poema fue totalmente brechtiano y escrito en Berlín 1933 luego del triunfo de Hitler en las elecciones.
Cipe lo recitó setenta veces siete, pero su texto difiere del original:
"Primero se llevaron a los judíos,
pero a mí no me importó porque yo no lo era.
Luego arrestaron a los comunistas,
pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Más adelante detuvieron a los obreros,
pero como no era obrero, tampoco me importó.
Luego detuvieron a los estudiantes,
pero como yo no era estudiante, tampoco me importó.
Finalmente detuvieron a los curas,
pero como yo no era religioso, tampoco me importó.
Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde"
Por cierto, cada tanto aparece como "de autor anónimo", y con agregados: uno de ellos, los homosexuales…
Con todo, su mensaje y su vigencia permanecen más allá de la polémica. Lo que importa es recordar, como Edmond Burke, que la indiferencia es una definitiva puerta abiertas hacia el Mal.
En todo caso, sucede lo de Niemöller-Brecht lo mismo que con el espantoso poema "Instantes" endilgado a Borges, con grotescas alusiones a helados y calesitas… Los tres, a pesar de esas traiciones, y cada uno en lo suyo, siguen en el Parnaso.