(Desde Park City). El peligro está al acecho en las dos primeras películas latinoamericanas que se proyectaron en la 36 edición del Festival de Cine de Sundance, que comenzara ayer como siempre en la nevada ciudad de Park City, Utah, aunque las amenazas en una y en otra sean bestias de distinto tipo.
En la noche de ayer fue el esperado estreno de la nueva película de la brasileña Petra Costa, quien con solo dos documentales previos (en especial su ópera prima, la excelente Elena) se convirtió en unas las realizadoras más interesantes en el terreno de la no ficción en América Latina. Su tercera película, Democracia em vergitem (la traducción internacional es The edge of democracy, o Al filo de la democracia), la encuentra indagando, con resultados no del todo convincentes, sobre la crisis política en Brasil derivada del escándalo de corrupción conocido como "Lavajato", que tumbara al gobierno de Dilma, mandara a Lula a la cárcel y le despejara el camino al ultraderechista Jair Bolsonaro para alzarse con la presidencia de Brasil en las elecciones de octubre del pasado año.
La película, que se verá por Netflix en los próximos meses (tal vez con la intención de equilibrar la balanza luego de que su serie El mecanismo fuese criticada por ser demasiado anti-Lula), no abandona nunca el tono grave y "poético" -hay ecos de João Moreira Salles– y está más cerca de un elegía (de la democracia en Brasil ni más ni menos) que de una pieza de agit-prop, aunque el didactismo que Costa elige en numerosos pasajes de la película, seguramente teniendo en cuenta que la audiencia global del gigante de streaming puede no estar demasiado versada en actualidad brasileña, la asemejan a un capítulo de otra serie documental de Netflix, Explained.
Costa no oculta en ningún momento su admiración por Lula ni su simpatía por Dilma y caracteriza al juez Sergio Moro, el responsable de la investigación sobre los hechos de corrupción que hirieran de muerte al PT, como el verdadero villano de la historia. Más allá de estos reduccionismos, y seguramente gracias a este tratamiento favorable que la directora hace de los ex presidentes, la película tiene a su favor varios elementos, como una entrevista a una muy sincera Dilma (que hasta desliza críticas a su jefe político) y el registro de momentos nunca antes vistos, especialmente de la trastienda íntima de Lula previo a ser llevado a la cárcel de Curitiba, donde se encuentra recluido en la actualidad.
Despojada de toda agenda política pero también apostando a retratar un tipo de malestar, la producción uruguayo-argentina "Los tiburones", de la debutante Lucía Garibaldi es todo una rareza: una película que amenaza en sus primeros minutos en ser otro exponente del temible "nadismo" del Nuevo Cine Argentino (protagonista abúlico, trama mínima donde lo que pasa es nada, etc.), hasta que sus múltiples influencias empiezan a combinarse y terminar entregando algo completamente especial (si no terriblemente original).
Una improbable cruza entre el primer Lisandro Alonso y Stranger Things, la historia de una adolescente en un pueblo de la costa uruguaya que debe navegar conflictos familiares, románticos/sexuales y hasta tal vez la amenaza de un tiburón, es más efectiva cuando la cámara sigue libremente a su protagonista -el feísmo que fue casi un vicio estético del cine uruguayo post-Whisky nunca se vio mejor refutado- y menos en las escenas más dramáticas, pero el balance de esta ópera prima de Lucía Garibaldi (que ya había sido distinguida por su work in progress en el último festival de San Sebastián) es enteramente positivo.
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