San Pedro de Jujuy podría ser la escenografía de una película de terror para las mujeres de la Argentina. En este municipio de poco más de 70 mil habitantes esta semana una niña de 12 años que fue violada por un hombre de sesenta años fue obligada a ser madre a través de una cesárea, mientras se le negó su derecho a interrumpir legalmente el embarazo.
La presión de la Iglesia, los llamados grupos pro-vida, las autoridades locales y municipales, y también las del hospital público donde fue atendida, contribuyeron para que la menor viera vulnerados sus derechos al obligarla a atravesar por una cesárea.
Casi dieciséis años antes, otra chica jujeña de San Pedro sufrió las mismas presiones con un destino diferente, aunque no preferible. Romina Tejerina fue condenada en 2005 a 14 años de prisión por asesinar a su hijo recién nacido de 24 puñaladas en el baño de su casa, donde acababa de dar a luz. De acuerdo con su abogada, Romina sufrió un brote psicótico cuando, después del parto, vio en el rostro del bebé la cara de su violador.
El episodio es reconstruido en La cena blanca de Romina (2017), un documental estrenado hace más de un año y medio en los cines, y que desde la semana pasada puede verse gratis a través de la plataforma CINE.AR, con apenas registrar un usuario. En poco más de una hora, los directores Francisco Rizzi y Hernán Martín van más allá del caso, y se adentran en el mundo de San Pedro de Jujuy, explorando, además de la idiosincrasia de la ciudad, los deseos y los miedos de sus niñas y adolescentes.
La violencia contra las mujeres, el poder casi omnipresente de la Iglesia, y las impactantes declaraciones del entonces intendente peronista Julio Moisés al atribuir a "nuevas formas del amor" la epidemia de embarazos adolescentes en su ciudad, son algunos de los elementos que van pintando el tapiz de la sociedad en la que Romina fue socialmente juzgada y judicialmente condenada.
"No son nuevas formas de amor, son viejas formas de impunidad", dice a Infobae Olga Viglieca, la guionista de la Cena Blanca de Romina, al referirse a la frase de Moisés. Según ella, detrás de la condena a Romina no sólo hay un mensaje para las mujeres sobre lo que no pueden hacer, sino que "también hay un mensaje muy fuerte para los violadores, que es que pueden violar con total impunidad".
—¿Qué significa la Cena Blanca y por que la eligieron como título del documental?
La cena blanca es una celebración tradicional que se hace cuando los chicos terminan el secundario, y que muestra hasta qué punto la vida de los jóvenes está organizada por el clero. Ese, que las chicas consideran el momento más importante de sus vidas, su 'noche mágica', como dicen en la película, es el momento que antecede a la adultez y que llamativamente no está organizada por la escuela, sino por la iglesia. En una de las escenas se muestra que allí el cura los hace prometer a los jóvenes que van a cuidar a la familia, al nivel de sacrificio que sea.
—¿Cuál es el aporte que la película puede hacer en la actualidad, aun con el caso de Romina Tejerina cerrado?
—Yo reivindico primero que nada el aporte de Romina. Ella no renunció a la apelación y, condenada y desde la cárcel, siguió exigiendo incansablemente su libertad, con lo cual le dio un estatus político a un caso en el que trataron de convertirla en un 'monstruo'. Dejó en evidencia que no se trataba de un problema individual, sino social. Y la vigencia de la película es total, pese a los años, porque las mujeres no hemos conseguido la legalización del aborto en la Argentina. La película plantea algo que se repite todos los días.
—En el caso de Romina, ¿por qué las condenas social y judicial fueron tan fuertes?
—Romina Tejerina fue ferozmente castigada por negarse a parir. Los argumentos del fallo judicial, que están reflejados en la película, muestran eso: ella trató de abortar y por eso la condenaron. Por eso nunca se supo, hasta el día de hoy, el tiempo de gestación que tenía el feto, porque en todo momento las autoridades del hospital se negaron a hacer la autopsia. Incluso pese a los pedidos reiterados de Mariana Vargas, la abogada de Romina. Esto importa porque la carátula del caso podría haber cambiado de 'infanticidio' a 'aborto'. Pero no.
—Esta semana, San Pedro de Jujuy volvió a ser noticia por el caso de la niña de 12 años violada y obligada a parir. ¿Qué vínculo se puede trazar, hacia atrás, con el de Romina Tejerina?
—Ambos casos tienen en común la violación, el terror de contar la violación, la ausencia total de la educación sexual. Esto es importante en relación a lo que está pasando ahora, porque con casi seis meses de embarazo ni ella ni su madre sabían que estaba embarazada. Fueron al hospital por un dolor de panza. Romina era más grande y sí lo sabia, entonces fue distinta su historia, ella cursó el embarazo ocultándolo. Otro hilo conductor muy importante es el grado de intromisión de la curia en estos casos. Cuando Romina estaba presa, el obispo de Jujuy hacía rondas semanalmente rezando para que ella aceptara su condena y no intentara la apelación, por ejemplo. En relación a la niña, fueron conocidas las manifestaciones en la puerta del hospital, y ahora se supo que un cura entró de prepo después del parto y bautizó al bebé.
En ambos casos, estamos ante un Estado que no garantiza la ley de Educación Sexual Integral, ni la interrupción legal del embarazo que permite la ley ¡desde 1921! Esto tiene que ver con lo anterior, hay una injerencia clerical desenfrenada, la iglesia está ligada a todos los principales partidos. Y en el caso de ahora hay también un desparpajo del poder político, que está dispuesto a violentar la ley sin ningún problema.
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