Pausa. La poesía es una pausa. En el mundo de hoy, todo lo que nos rodea se vuelve un collage de estéticas desordenadas y superpobladas de sentido. Todo está encima de todo. Todo es un caos arbitrario y ruidoso. Por eso, la poesía es una pausa. Aunque está en cada detalle del paisaje, se necesita bajar la marcha y hacer silencio para percibirla con claridad y, al fin, habitar ese espacio anómalo que sólo la poesía puede brindar.
Otro caso de inseguridad, de Patricia González López
"Qué hay de poesía en / la poesía", se pregunta Patricia González López en iOtro caso de inseguridad/i, editado por Santos Locos Poesía. Esa pregunta, que más que una pregunta es una retórica de la incertidumbre, se responde con todo el poemario: versos que van y vienen intentando construir un manual de supervivencia. "Dejame estar triste, / es lo que mejor / me sale", dice, y más adelante: "¿Por qué no debería doler lo que duele?" En González López, el dolor es un lugar que necesariamente debe habitarse. Obviarlo es el peor error, es ser funcional a la falsedad. "Encontré en el duelo un estilo / descubro / la única verdad es la soledad", se lee.
"¿Cómo fue posible que habiendo dormido / penetrados tantas noches / te hayas convertido / de pronto / en este extranjero?", se lee. También: "Amar / eso que se dice amar, / una vez. / Al resto sólo los quise / para mí". Hay cinismo: "No existe quien haya recuperado / su sexualidad entera después de mí, / soy el fin de las cosas"; "Toda mujer que no sea yo / es una amenaza, / me incluyo". Y aunque ese daño instituye, también hay una voluntad, un cuerpo que se asume presente: "Fui cómplice / del moretón al respeto / me denuncio / por dejarme raspar"; "Nada más puede estar roto en mi cuerpo / voy a ver qué rompo / que no sea yo".
¿Cómo frenar la dictadura intensa del sentimiento? El poema que da nombre al libro es una idea, una posibilidad imaginada. Para salir de la angustia, dejar de sentir, desaparecer. "Pagarle a alguien / que pueda con mi muerte, / si hay que morir, / al menos, que coma una familia. / Los noticieros vana decir: 'Otro caso de inseguridad' / Joven asesinada; / linda, futuro por delante", escribe. "El pibe que sí merece morir / —porque no estudió, porque por suerte no ama— / está prófugo".
Duele, la vida duele, vivir duele. Pero también están los momentos de bienestar: la alegría, la belleza, el sexo, la ternura, el amor, eso que en las publicidades de la tele llaman felicidad. Eso existe, pero nunca es total. González López trabaja observando ese péndulo, en silencio, maravillada.
Yo, la perra, de Romina Ruffato
La poesía está en todos lados, pero no todo es poesía. Basta con subirse a las redes sociales, ese tren bala de lo efímero e intentar dilucidar el paisaje. El ruido predomina y aunque hay un sentimentalismo estético, como escribe Romina Ruffato en iYo, la perra/i, "la catarsis no es poesía". Así se titula uno de sus poemas de este libro publicado por Griselda García Editora. "Escribo / para ahuyentar / la pulsión del silencio. / Esa manía /de esquivar la otra voz / y hallar una propia".
De Romina Ruffato sabemos que nació en 1975 en la Ciudad de Buenos Aires, que es periodista y politóloga y que iYo, la perra /ies su primer libro. Un debut literario, digamos, y en ese gesto inaugural se ve el subrayado de una identidad en construcción, al menos en el terreno de lo público y literario. Entonces se lee: "Soy / la palabra que repite / el calor del deseo". También: "Desde que conocí / el poder de la lengua / estoy maldita". La literatura como un deseo que irrumpe, luego de atravesar la oscuridad. "Miré el abismo / cuando cerré los ojos. / Y me empujé", dice, y luego admite, dolorosamente: "No hay alivio posible".
"Había algo que decir / siempre lo hay", escribe y en el último poema, donde aparece el título del libro en el último verso, dice, entre líneas, su manifiesto poético: "La libertad / interpela la falta / de quien supone / tenerlo todo".
Principio de incertidumbre, de Laura Yasan
No es catarsis la poesía, dijimos. O al menos no es sólo eso. Hay también en esos versos que bajan y golpean una reivindicación de la mirada, del sujeto colectivo que se teje, ya no únicamente desde la introspección, sino también desde su conexión con el paisaje que lo rodea. En iPrincipio de incertidumbre/i (Ruinas circulares, 2018) de Laura Yasan se ve con claridad. "todos estamos solos en buenos aires / todos estamos sucios / todos huérfanos", se lee —todo libro está escrito prácticamente sin mayúsculas— y también: "son tiempos duros / cuándo no". Se define, esta poeta de 58 años y más de una docena de libros en su haber, dentro de "los que una vez soñamos / con la victoria de los justos / y todavía reclamamos sus cuerpos". La herida social, entonces, no le es ajena.
Se lee también clasismo, voluntad, empoderamiento y feminismo: "de mujer a mujer / eva es tan tarde / que el látex nos ampare". Su definición de poesía la da de antemano, en la primera página, en el prólogo, en la nota inicial: "Porque la poesía es militancia. Porque la poesía es resistencia." ¿O acaso creían que sólo se trataba de exorcizar los fantasmas que pueblan nuestro narcisismo?
Detrás de la cabeza, de Sara Cohen
A veces decimos poemario a un conjunto de poemas, y no está mal, en algún punto lo son, pero como bien saben los psicoanalistas: el lenguaje es un lugar demasiado significativo como para no prestarle atención. Sara Cohen es psicoanalista —además de psiquiatra, ensayista, traductora y poeta— y iDetrás de la cabeza/i (Paradiso, 2018), su último libro, es efectivamente un poemario. O mejor dicho tres, porque son tres capítulos que guardan cierta independencia pero que se conectan, ya no sólo con el estilo y la voz, también con la idea de viaje, con la idea de valija, con la idea de sueño.
El primero: tres hermanos, tras la muerte de su padre, se dan cita en la casa paterna. Se hace de noche y deciden quedarse a dormir allí. Sueñan, se despiertan, vuelven a soñar y los diálogos que tienen —entre perplejidades, enojos y recuerdos— se vuelven un relato onírico, poético, familiar. "Acá todo es espectral / no te creas / lo que sueñas", se lee. Y también: "No era para siempre / y si no te das cuenta / de una buena vez / que no era para siempre / el vivir no es lo tuyo". Acá, Cohen arremete con frialdad desde el principio, para que no haya llantos ni tristeza sobreactuada. Todo padre muere. Pero, ¿qué deja?
Los dos capítulos siguientes son más abstractos. "No es amor / hasta que se entona / una confidencia", se lee. Y también: "Son muchas / las formas de ser / de la poesía". ¿Qué puede la literatura poética, según Sara Cohen? "La poesía es eso / que está / detrás de la cabeza / todo eso / que no entra / en el formato / cabeza", y más adelante: "No es para alarmarse / lo que no entra / en el formato / cabeza / volverá en la poesía".
Mar de Chukotka, de Jorge Aulicino
Hay lugares, zonas de lo real, que no pueden ser habitados si no es a través de la poesía. El Mar de Chukotka es el punto del Océano Glacial Ártico donde se tocan Estados Unidos y Rusia, América y Asia, Occidente y Oriente, en el gélido Polo Sur. Un lugar frío, casi helado, que Jorge Aulicino —poeta, traductor, periodista— utilizó para titular su nuevo libro publicado por Ediciones del Dock. "La poesía, pura potencia sin poder", dice Diego Colomba en el prólogo y da allí una definición precisa para posarse sobre los versos de Aulicino: intensos, robustos, metafóricos, complejos.
"Dios es una política", se lee. También: "Una y otra vez nos fabricamos / y el espíritu no es nunca el nuestro". Y más adelante: "Todo flota / lejano y fascinante / en esta hermosa ciudad". Ese Polo Norte, de golpe, se transforma en una ciudad metropolitana, y conviven así gatos, perros, osos polares, metrobuses, cafecitos y hielo blanco. "Todo es obra, querido, de la máquina. / Y la máquina también morirá porque el día será oscuro hasta el final".
Ese final, que tarde o temprano llegará —lo sabemos todos—, hoy parece imperceptible. Escondido bajo capas y capas de ruido, está. Sólo hay que encontrar algo de silencio, hacer una pausa, habitar el espacio que nos brinda la poesía.
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