Lo más fácil para hablar de ella es decir que es la heredera de Mercedes Sosa porque la propia Negra dijo que esta hermosa entrerriana era "la voz que hacía falta en Argentina", pero Liliana Herrero lleva consigo la herencia de toda la música y un poco de lo que dejaron en ella los artistas que admira y ama. "A Mercedes la copié durante años", admitirá.
La tarde de este martes, día de la entrevista con Infobae Cultura, nos encontró en su casa del barrio porteño de Boedo en medio de la tormenta que hizo de esta Buenos Aires veraniega una otoñal tarde gris bien tanguera. Por el pasillo de la casona reciclada que comparte con su marido, los sonidos de una guitarra se dejaban oír haciendo eco entre los ladrillos bolseados que rebotaban en los brillosos pisos de madera lustrada y merodeaban entre su exquisita colección de libros, discos y fotos.
"Todos x Milagros", rezaba un volante símil fotografía de 13 x 18 que se imponía adelante de las obras literarias pidiendo por Milagros Salas. En una mesa ratona al menos una docena de otros libros forman unas cuatro pilas y de ellos uno de presentación en tapa dura mostraba una foto de Eva Perón. Detrás, las ventanas con las cortinas corridas dejaban ver el movimiento de las ramas de los árboles que eran mareabas por el viento y la lluvia.
"¿Qué querés saber de mí?", pregunta sonriente mientras se acomoda en el sofá marrón y se dispone a enfrentar la cámara, que poco le gusta.
Liliana Herrero tiene, según dice su DNI, 70 años. Nació en Villaguay, Entre Ríos, el 22 de abril de 1948 y a los 9 años su padre le regaló su primer piano, el cual ella tocaba mientras cantaba. Se mudó a Rosario y en las noches cantaba en algunos escenarios de los café concerts de la ciudad. Siempre amó cantar, interpretar desde las entrañas cada uno de los temas que elegía para su repertorio.
Sus días de docente de Filosofía en la Univeridad de Humanidades y Arte de Rosario comenzaron a tambalear cuando un joven músico, 15 años menor que ella, la escuchó cantar, le propuso grabar profesionalmente y le ofreció lanzar su carrera. Así sucedió y grabó sus dos primeros discos en una sala de ensayo, casualmente, a pocas cuadras de su actual casa.
—¿Fito Paéz le dijo algo así como "dejá de cantar en la cocina y vení a grabar"?
—(se ríe) ¡Ah! ¡Si! En ese momento yo había vuelto a la universidad, daba clases en la Facultad de Humanidades y Arte, y entonces me dijo: "¡Dejá de cantar en la cocina y vamos a grabar!"… Entonces nos vinimos por acá cerca, no muy lejos de aquí, en lo que se llamaba la Cortada de la mar, ahí tenía su sala de ensayo, no un estudio de grabación sino una sala de ensayo, y ahí grabamos el primero y el segundo disco. Así que mirá fue esa la frase ¡Fue esa la frase!—sonríe— De todas maneras cada vez que grabo los músicos organizan: la batería siempre va en una sala aparte con vidrios y demás para aislar y después van los vientos —nombra a todos los músicos con los que grabó sus primeros discos— entonces a mi finalmente siempre me toca ¡cantar en la cocina del estudio! ¿Te das cuenta? —ríe—. Una vez (el músico) Ariel Naon, que es muy hermoso, me escribió una cosa muy linda después de la grabación del disco: "¡Evidentemente todos intentamos sacarla de la cocina y no podemos!".
Explicando qué es lo que graba en las cocinas, agregó: "Se graba una 'voz de referencia', se llama, para que la banda toque para después hacer la voz definitiva que no es algo que me guste hacer. Entonces el lugar que quedaba para la voz de referencia famosa era la cocina del estudio y así canté entre las tazas, el café y esas cosas", vuelve a reír y asume: "Pero es muy difícil pedirme a mi que haga una voz te diría 'administrativa', 'formal' para que los músicos realicen el arreglo establecido y entonces que vaya yo a cantar, entonces sí, ¡con toda la euforia y la 'artistez'!, digamos. ¡Eso no me lo pidan porque no me sale!—sonríe—Cuando canto en un estudio y grabo, sea en la cocina o al lado de la consola, canto como si esa fuera la voz definitiva que va a quedar. Así que no intenten sacarme de la cocina porque además la cocina es un laboratorio…"
Así de integra, sincera y humilde es Liliana Herrero. No busca la perfección insana ni obsesiva porque se expresa desde lo más hondo que tiene —basta escucharla para enterderlo— y esa primera emoción, admite, no será igual cada vez que vuelve a cantar la mismo canción.
—¿Cómo se conocieron con Fito?
—Lo conocí en Rosario, a principio de los 80's. Él era muy joven… ¡Y yo también! En realidad tenemos 15 años de diferencia, que es bastante, pero yo estaba muy en contacto con Chacho Müller que era un gran músico y poeta rosarino y una de las hijas de Chacho estaba de novia con Juan Carlos Baglietto. Entonces a partir de ahí lo conocí a Juan y por él a Fito y a todo lo que se dio en llamar La Trova Rosarina y la amistad con Fito se mantuvo y se trasformó en una relación familiar.
Ella, la unidad entre el folclore y el rock
Los verdaderos amantes de la música simplemente la adoran y los géneros establecidos muchas veces pasan a ser meras cuestiones comerciales y no excusas para no explorar las distintas aguas. Así lo hizo y desde hace 30 años elije detalladamente su repertorio y las canciones que quiere interpretar para darle una nueva vida.
—¿Qué es para usted cantar?
—(se queda pensativa y responde) Cantar es un pensamiento sobre un territorio, un tiempo, una geografía, una memoria… Cantar es eso: una memoria colectiva y una memoria personal también, las dos cosas. Entonces cantar sin la pasión que esa memoria, que ese territorio, que ese tiempo despierta en cada uno de nosotros, en cada uno de nuestros corazones a mi me resulta muy complicado, muy complicado —repite con énfasis—¡No lo puedo hacer! A veces, me ha pasado que voy a un concierto y me dicen: "¡Bueno se llenó y hay otra función!"… Y yo sé que cuando hay otra función en el mismo día hay que guardarse un poco en la primera porque es una exigencia vocal grande y emocional ¡Y ni aun así lo logró! —vuelve a perderse en su mente— Es un diálogo de corazón a corazón, es un diálogo de memoria a memoria, entre aquello que estás cantando, aquel autor al que recordás, aquel autor al que le cantás sus versos, sus poesías y el corazón de la memoria del público. Hoy se produce un diálogo precioso y retallar eso, al menos yo, no lo logró.
—¿Siempre cantó de la manera en que canta?
—¡No! Creo que durante años copié mucho a mujeres cantoras y hombres cantores que me interesaban mucho. A Mercedes (Sosa) la copié durante años, Fito me enseñó mucho. Mercedes me enseñó mucho, tal vez sin proponérselo simplemente por estar junto a ellos, digamos. Una cantante que me encantaba Liz Regina, Nana Caymmi… Muchas cantoras; el Negro (Rubén) Rada, Milton (Nascimento)… Son grandes cantores. Mucho la imité a Mercedes y fui aprendiendo muchas cosas y lo que fui aprendiendo es como separarme de eso no para decir: "Esto no me gusta" sino para decir "Tengo que lograr encontrar un sendero propio con esa luz maravillosa de la voz de Mercedes o de Luis". Cuando entendí eso entonces empezó a aparecer una búsqueda personal propia muy fundamental para mí, pero eso lo fui aprendiendo. Pero eso es tiempo, sangre, sudor y lágrimas.
Liliana comenzó a cantar desde pequeña y a los 9 años recibió como regalo un piano que la esperaba como sorpresa en su casa de la infancia, pero hace 30 años grabó su primer disco de manera profesional y sin dejar de dar clases en la universidad se embarcó en la música.
"Apareció Fito en mi vida, tuvo la idea de que yo grabara y después insensiblemente vino un disco y después vino otro y otro y otro y cuando me di cuenta estaba con muchos discos encima, con muchos conciertos encima, con muchos músicos que amaba, que amo y de los cuales he aprendido mucho. No sé cómo hubiera sido mi vida si no lo hacía porque ya viviendo en Buenos Aires seguí en la universidad un tiempo largo y después decidí irme, pero menos por el trabajo musical y más por el clima que se vivió la universidad argentina en los 90´s. A mí no me gustó para nada porque me parece que entramos alegremente y sin cuestionar el neoliberalismo de los 90´s y la verdad es que no quise estar más. Me gustaba mucho enseñar, muchísimo, y aún hay alumnos que me escriban porque el procedimiento para mí es el mismo, digamos, que cuando me suba el viernes al Tasso. Me voy a subir con un texto, se llame Atahualpa Yupanqui, Luis Alberto Spinetta o Juan Falú es un texto que hay que interrogar, que leerlo, ver qué palabras nos dice; entonces así hacía yo en las clases en la facultad con un texto poderoso".
—¿Extraña la docencia?
—¡Me encanta enseñar! No sé si volvería a las instituciones… ¡No, no volvería! Pero sí me gusta enseñar, me gusta leer con alguien, me gusta aprender y enseñar es aprender, entonces es un proceso precioso que no termina nunca y que cesará sólo cuando cese la vida de uno y lo mismo ocurre en el escenario.
—Es una gran lectora ¿qué está leyendo o releyendo actualmente?
—Estoy releyendo un libro que para mí es fundamental que se llama Vida y destino (Vasili Grossman). Es un gran libro, un libro extraordinario, enorme y se lo recomiendo a todo el mundo. Se consigue con mucha dificultad en las librerías de viejos o en los parques, puede ser, si aún subsisten. Acabo de leer también Viaje al invierno —escrita por Claudia Solans—una novela preciosa, preciosa y además he leído este verano novelas muy hermosa de Gustavo Ferreyra, cualquier novela de él es hermosa.
—¿Qué discos está escuchando?
—También estoy escuchando mucha música, jazz, tango, folclore. No tengo, cómo te diría, ¡no tengo cárceles conceptuales! ¡No creo en eso! Creo en que hay géneros, sí. Existe el folclore, existe el tango, existe el jazz, existe el rock… Creo que hay géneros, pero que hay un diálogo posible entre los géneros musicales.
Liliana detalla cada uno de los artistas que escucha, desde Spinetta hasta las nuevas bandas de rock nacional que conoció hace poco dando conciertos y hace hincapié en el esfuerzo que representa para ellos, y para ella misma, grabar un nuevo disco y se refiere a Canción sobre canción su flamante obra en la que interpreta un recorrido musical desde 1984 hasta el 2004 de su amigo Fito Paéz y del que tocará un par de temas este viernes cuando suba al escenario del Torquato Tasso.
"Este disco lo hice en un sello muy pequeñito, muy pequeñito. Quería hacerlo así, de hecho siempre los discos fueron de mi propiedad y nunca grabé en grandes compañías multinacionales, pero por una decisión personal. Excepto un disco, el resto es mío. Sí di licencias a las compañías para que lo fabricaran y distribuyeran, pero no vendo el máster. Con Canción sobre canción, por las razones obvias económicas del país, que están durísimas, yo no pude solventar la totalidad y lo que hice fue llamar una financiación colectiva, pero no de esa que se da un número de cuenta en Internet, no, eso no me gusta… Me da un poco de pudor, vergüenza… Entonces lo que hice fue ofrecer un concierto… En realidad ofrecí tres cosas: un concierto el 9 agosto (de 2018) con la banda y con Fito, ahí la gente pagó una entrada cara y a esa gente el 19 de diciembre le devolvimos el concierto en un disco completo, más el disco y en vez de dos por uno fueron tres por uno!", resumió.
—¡Muy buena idea!
—¡Si! Se le ocurrió a Carlos Villalba, un querido amigo y productor. Y bueno, fuimos para adelante y lo hicimos. Fue una hermosa experiencia.
—¿Con qué sueña, Liliana?
—Con un país más justo… No ¡sueño con un país justo! No quiero ver este país deteriorado como está. Me siento profundamente infeliz, profundamente infeliz… Sueño con mis nietos y con una vida hermosa para ellos… Son hermosos los dos, hermosos y lúcidos, despiertos, atentos, alertas, amables, lectores… Sueños con tenerlos mucho tiempo cerca mío.
—¿Cómo es la Liliana abuela?
—¡Creo que soy buena!
—¿Permisiva?
—Y, la relación es de otra índole. Digamos que las pocas reglas que hay las tienen que marcar su mamá y su papá, yo no. Por ahí discutimos qué voy a leer, porque uno tiene 6 años y la otra tiene 10, entonces qué vamos a leer a la noche o a quién le toca ver qué película o qué música escuchamos… Esas cosas, pero al lado de lo que es la crianza de un hijo son pavadas.
—¿Les canta?
—¡Si! Y ellos cantan también. Son cantores porque sí, porque es el mejor modo de cantar.
—¿Van a sus conciertos?
—¡Sí! Incluso ayudan a armar las cosas. ¡Conocen todo!—sonríe orgullosa
Las horas previas a la entrevista realizada con Infobae Cultura, Liliana anduvo la ciudad en subte y ella, observadora innata de la realidad social, no puede dejar de lado aquello que sus ojos ven y que su corazón no esquiva.
—Fuera de cámara contó que esta tarde viajó en el subte en este día lluvioso ¿cómo vio a la gente? ¿cómo vio a Buenos Aires?
—Veo a la gente agotada, cansada y triste. ¡Eso veo! Y también me entristece ver a tantas personas durmiendo en la calle, revisando la basura… ¡Eso ya lo hemos visto y no pensé que iba a volver a suceder y con tanta intensidad! No pensé que iba a volver a suceder—se lamenta y sus ojos se humedecen— ¡La gente está cansada, triste y preocupada… Buscando trabajo! ¡Hay muchos despedidos en el país! ¡Muchísimos! Y lo que pasa en la Mesopotamia, veo la inundación; veo el Hantavirus en el Sur, el regreso la Tuberculosis… Enfermedades además viejísimas… ¡Sinceramente eso me quita el sueño! Y tampoco me quedo en paz, ni tranquila. Donde siento que tengo que estar, estoy; esa es una decisión para mí importante de sostener.
—¿Cómo está Villaguay? ¿Regresa cada tanto?
—Con Villaguay sucedió algo extraño para mí. Voy, es mi ciudad, el lugar donde nací, pero no hace mucho tiempo atrás falleció un hermano menor… Y es un poco insoportable aceptar la idea de que alguien menor fallezca antes que vos, ¡es insoportable de pensar! Es insoportable de pensar en las Madres de Plaza de Mayo y ¡pensar en que se te muere un hijo!… Y hace poco murió mi hermano menor y entonces me está costando ir, pero me he propuesto ir este 2019. ¡Tengo que ir! Tengo a mis sobrinos, a mi cuñada y no es que no desee verlos a ellos sino que me cuesta ir a la ciudad donde nací pero a la vez perdí a mi hermano y a mis padres… —se queda pensativa— Eso es un sentimiento, no sé por qué lo digo acá porque es muy privado, pero sí es un sentimiento que tengo y preferiría que se me pase para poder volver con paz y alegría a un lugar que he querido y amado toda mi vida.
—La casa donde llegó el piano que le regaló su padre ¿está todavía?
—¡Si, está! Se vendió y vive otra persona, pero está.
—¿Pasa por la vereda de enfrente para verla?
—¡Sí, claro! ¡Es imposible no pasar por ahí! No sé si está modificada. La última vez que fui estaba tal cual ahora no sé si está modificada… ¡Ojalá que no!
La cámara se apaga. Copa de vino y brindis mediante, Liliana desea que este 2019 sea próspero y en paz. Enciende un cigarro que luego dejará esperando sobre un viejo baúl forrado. Se deja fotografiar, bromea sobre ese desconocido arte de posar para la foto y luego mira cómo salió.
Se queja consigo misma por no estar maquillada y le recuerdo que hay personas, como ella, que están más allá de todo eso.
Liliana Herrera en concierto
Antes de presentarse en uno de sus escenarios favoritos, en Cosquín (26 de enero) hará lo propio en la sala Torquato Tasso. "Vamos a ser un trío con Pedro Rossi, en la guitarra de 7 cuerdas que es la que me gusta y tiene un sonido más, grave: y con Ariel Naon, que va con bajo acústico pero también con el contrabajo. Así que es un trío. Ellos dos y yo. Y lo que estamos haciendo últimamente es tomar temas de distintos discos. Ya tengo tantos que no me acuerdo mucho cuántos son exactamente, pero vamos a tocar temas que nos gustan cantar, volver a pensarlos, en realidad. Ese volver a pensarlo a mi me entusiasma enormemente porque es como si fuera otro tema".
*El primer concierto del año en esa sala lo dará este viernes 18, a las 22, en Defensa 1575. La próxima función será el 22 de marzo.
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